Elecciones venezolanas en la nueva América Latina
por Niko Schvarz (Uruguay)
9 años atrás 9 min lectura
Miércoles, 11 noviembre, 2015
Las elecciones parlamentarias venezolanas, fijadas para el próximo domingo 6 de diciembre, concitan una atención generalizada en el mundo entero, y particularmente en América Latina. En nuestro país, se han generado debates en el ámbito parlamentario en relación con el envío de una misión observadora a los comicios. Este punto ha quedado zanjado en lo esencial por la decisión adoptada recientemente por la UNASUR (el organismo continental encabezado por el ex presidente colombiano Ernesto Samper) de enviar una misión electoral a dichos comicios, como ha ocurrido en anteriores oportunidades.
Todos estos debates se desarrollan en una fecha emblemática de América Latina: el 10º aniversario del rechazo contundente al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) en la reunión cumbre de Mar del Plata, un bofetón en pleno rostro del presidente norteamericano George Bush, impulsor de este acuerdo junto con Canadá, quedando ambos absolutamente aislados.
Conviene refrescar la memoria de este hecho inscrito en la mejor historia continental, que culminó el 5 de noviembre del año 2005.. El proyecto impulsado por EEUU era uno de los habituales instrumentos del imperio para sojuzgar a las naciones de su presunto “patio trasero”. Pero les salió el tiro por la culata, por decisión colectiva de los gobiernos de los países sureños, en primer término de los cuales se ubicaron los presidentes de Venezuela y Argentina (los fallecidos Hugo Chávez y Néstor Kirchner), así como Lula de Brasil y Tabaré Vázquez de Uruguay. Fue una señal de la renovada independencia de América Latina al inicio del siglo XXI, El fracaso del ALCA abrió el camino a formas elevadas de integración latinoamericana y caribeña, que se expresan en organismos de integración como la UNASUR y la CELAC. Como un hecho peculiar ha quedado la frase del presidente Chávez estigmatizando la iniciativa imperialista que quedó enterrada para siempre: “¡ALCArajo!”.
Volvamos a la actualidad. El 6 de noviembre la UNASUR aprobó el envío de una misión electoral a los comicios de Venezuela. Los comentarios anexos destacan que de esta manera se ratifica la transparencia del proceso electoral venezolano, al garantizar una vez más el acompañamiento de de misiones internacionales en el recorrido comicial, lo cual ha sido cuestionado por los sectores opositores, que insisten en desconocer el poder electoral venezolano. Esto último es sumamente importante, porque mientras los sectores afines al gobierno han adelantado que respetarán el resultado electoral, la oposición se ha negado a asumir este compromiso y ya se da por descontado que impugnará los resultados proclamados por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Este organismo ha reafirmado que en todas las fases del proceso electoral van a participar, además de las misiones electorales, técnicos de partidos políticos y otros organismos como el Parlamento del Mercosur, la Alianza para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Parlamento Latinoamericano (Parlatino) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Agrego que ha visto un extenso reportaje a la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, que fue muy a fondo en todos los aspectos, incluso desde el punto de vista técnico. Quedó totalmente en claro la transparencia absoluta del proceso electoral, que será auditado en cada una de sus etapas, con las máximas garantías imaginables. No hay posibilidad alguna de fraude. El resultado que se anuncie será el reflejo estricto de la voluntad popular libremente expresada.
De esta forma resultarán elegidos el próximo 6 de diciembre los 167 diputados que integrarán la Asamblea Nacional unicameral: 113 nominales y 51 por lista, más tres representantes indígenas de forma nominal. Más de 19 millones de venezolanos están convocados a participar, y será la cuarta elección parlamentaria nacional desde la entrada en vigencia de la Constitución de 1999.
Se ha recordado, en medio de esta polémica, que el Centro Carter (dirigido por el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, y que participó en la supervisión de instancias electorales anteriores en Venezuela) ha declarado que el sistema electoral venezolano es “el más perfecto el mundo”.
Quien lo trajo a colación fue el embajador de Venezuela en nuestro país, Julio Chirino, que brindó declaraciones de prensa e intervino el pasado viernes 6 en una mesa redonda en el local frenteamplista de la calle Barrios Amorín, conjuntamente con la embajadora de la República de Cuba, Mercedes Vicente. Ésta puso a punto la actual situación de la isla y el nuevo giro de sus relaciones con los Estados Unidos.
El embajador Chirino manifestó que las autoridades electorales de su país esperaban que la UNASUR pudiera definir en tiempo y forma todo lo necesario para poder asistir a las elecciones venezolanas. Como vimos, esto es justamente lo que se decidió pocas horas después. Señaló asimismo que las elecciones venezolanas son las más auditadas y las que reciben mayor cantidad de acompañantes internacionales en el mundo. También agradeció los esfuerzos de la Corte Electoral de nuestro país (que ha participado en anteriores procesos, a través de Wilfredo Penco) para lograr la participación de UNASUR.
Señaló por otra parte la falta de compromiso democrático de los partidos de oposición, que cuestionan el funcionamiento del organismo electoral, a pesar de que lo utilizan en sus elecciones internas y además, “han participado en las diez auditorías realizadas hasta ahora y han estampado su firma en las actas en las que reconocen la validez del proceso”, pero luego en los medios de comunicación internacionales señalan su falta de confianza en el sistema electoral.
Hizo referencia asimismo a la campaña mediática contra Venezuela realizada a gran escala, entre otros medios a través de la CNN. Recordó el golpe de estado del año 2002 contra Chávez, luego las violentas “guarimbas” impulsadas por la oposición, que han provocado 17 muertos, las provocaciones en la frontera con Colombia, los problemas económicos derivados de la baja del precio del petróleo y la especulación con el tipo de cambio. Afirmó que la construcción de la paz es su consigna fundamental. Volvió a insistir en los ataques a la revolución bolivariana desde el exterior, en particular desde el imperio del norte, con la absurda acusación de que Venezuela constituye una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos.
En efecto: en marzo de 2015 la Casa Blanca emitió un decreto ejecutivo en el cual cataloga a Venezuela como ”amenaza inusual y extraordinaria a su seguridad nacional”. El vocero del Departamento de Estado, John Kirby, se manifestó “preocupado” por la “falta de independencia del Poder Judicial” en Venezuela. En junio, la coordinadora para Contraterrorismo del Departamento de Estado, Tina Kaidanow, acusó a Venezuela de “no cooperar completamente” con los esfuerzos antiterroristas del gobierno de Washington. En agosto, otro funcionario del State Department, Mark C. Toner, solicitó que algunos opositores venezolanos inhabilitados por sus acciones penales pudieran participar en el proceso electoral próximo. En setiembre, el secretario de Estado John Kerry criticó el juicio a Leopoldo López. A todo esto se agregan las actividades multiplicadas del Comando Sur de los Estados Unidos, que detenta bases militares y oficinas en Argentina, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Surinam y Trinidad y Tobago, además de tener en su zona de influencia el Canal de Panamá. Con la excusa del combate contra el narcotráfico estas fuerzas ejercen labores de inteligencia y de apoyo técnico y financiero a militares con el fin de colaborar en áreas de seguridad.
Según información publicada por la página web de Venezolana de Televisión, existen dos documentos elaborados y suscritos por expertos del ejército de Estados Unidos y el Comando Sur, según los cuales desde 2008 y hasta 2020 el gobierno de Washington mantiene una agenda con “empleo de fuerzas estratégicas y armas de destrucción masiva, guerras de teatro principal, conflictos regionales y contingencias de menor escala” en el hemisferio sur. De acuerdo con estos documentos, durante el período que media entre los años mencionados se prevé “apoyar enérgicamente el financiamiento militar extranjero para que nuestros países socios puedan adquirir servicios y entrenamiento militar de Estados Unidos”.
Se señala asimismo la participación de Estados Unidos en golpes de Estado en Venezuela y América Latina, el más reciente el derrocamiento por horas del presidente Hugo Chávez en el año 2002. Posteriormente se supo que el embajador de Estados Unidos en Venezuela, Charles Shapiro, mantuvo contacto con los participantes en el golpe, incluso con el dueño de Venevisión, canal que transmitió las imágenes manipuladas para justificar el golpe. En el año 2006 el jefe de Inteligencia de Estados Unidos, John Negroponte, declaró al presidente Chávez como una amenaza a la democracia venezolana y a la estabilidad de la región. En el mismo año, Estados Unidos realizó maniobras militares por las costas de Venezuela en el Mar Caribe con apoyo de la OTAN y con sede en la base militar de EEUU en Curazao, estableciendo presencia militar permanente en la República Dominicana, Curazao y Aruba.
El ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, rechazó las declaraciones injerencistas del jefe del Comando Sur de Estados Unidos, John Kelly, comprometiéndose con la defensa de la soberanía y con los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos.
Tiempo de inflexión, según García Linera
Debemos apreciar el conjunto de estos hechos a la luz de la nueva situación creada en América Latina desde el comienzo del nuevo siglo, con el advenimiento de los gobiernos de las fuerzas progresistas, analizando además el estado actual en que se encuentra este proceso. Para ello vamos a apelar a la caracterización que efectuó el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en su disertación magistral en el Paraninfo de la Universidad, días pasados.
A su juicio, estamos en un tiempo de inflexión. Hemos atravesado en América Latina una década virtuosa de gobiernos progresistas, pero ahora el proceso no está en su mejor momento. Hay problemas en Argentina, en Brasil, en Venezuela, en Ecuador, en Cuba. Se habla del supuesto fin del ciclo progresista y revolucionario. Frente a esto, ¿qué hacemos? ¿Qué va a pasar a partir del año 2016? “Cada experiencia latinoamericana ha traído una forma de construir un bloque de poder, donde los compañeros que venimos de distintas corrientes, de distintos partidos, nos preguntábamos sobre todo qué teníamos en común antes de qué diferencias teníamos”. Además de la necesaria autocrítica, debe tomarse en cuenta, como decía Hegel, que reconocer el problema es una manera de superarlo. Conclusión: “La solución no es la recesión, no es la mayor concentración de poder. La solución es mayor democracia, mayor participación, mayor distribución de los bienes comunes. Habremos de defender la democracia, no paralizándonos. Hemos de defender lo democrático de lo nacional, de lo continental, produciendo más democracia, mejor democracia”. Todo ello en el cuadro de la más amplia unidad.
nikomar@adinet.com.uy
*Fuente: Barómetro Internacional
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