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Filosofía mapuche y pensamiento crítico latinoamericano

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Entrevista a Ricardo Salas Astrain (R.S), filósofo, académico de la Universidad Católica de Temuco y profesor invitado al Magister en Filosofía de la Universidad de Concepción. Entrevista realizada por Alex Ibarra (A.I) y Cristián Valdés (C.V) del Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada.

A.I y C.V: Profesor Salas, gracias por concedernos esta entrevista. Sin duda, eres uno de los filósofos chilenos que goza tanto de reconocimiento a nivel nacional e internacional. Tienes una trayectoria de trabajo en la ciudad de Santiago la capital de Chile, pero en los últimos años te instalaste en el sur del país. Considerando las cuestiones institucionales, ¿Ves dificultades para el ejercicio de la filosofía profesional en la provincia? ¿Hay experiencias ventajosas? ¿Es muy distinta la experiencia?
R.S: Si consideramos en retrospectiva la trayectoria de las búsquedas filosóficas en América Latina en general, vemos que se acepta por consolidado un trabajo que tiene un lugar de enunciación que se cruza con las culturas campesinas, populares e indígenas, para replantear desde ahí el quehacer filosófico académico. Esto tiene relación con la cuestión de filosofar desde la Capital, o en la Macrorregión sur de Chile. Éste ha sido un tema en la filosofía de Kusch pensar desde las barriadas de Buenos Aires o desde el Altiplano. Creo que el gran aporte del pensar intercultural latinoamericano de los últimos cuarenta años ha sido repensar la “geocultura”, y con ello me refiero a la línea aportada por Cullen, Fornet-Betancourt, Kusch, Picotti y Scannone. Esta preocupación por las culturas y lo cultural territorializado se da ya en el contexto de mis primeros trabajos junto a E. Devés, C. Ossandón en el Círculo de Filosofía de la Academia de Humanismo Cristiano en los años 80, y culmina con la elaboración de mi tesis doctoral en Lovaina acerca del lenguaje religioso mapuche a la luz de la hermenéutica de P. Ricoeur. En los años 90 con colegas como C. Ruiz y C. Sánchez se genera un fuerte interés por el quehacer filosófico en torno al retorno a la democracia, a la filosofía en Chile y al debate entre Ética de la Liberación y Ética del discurso. En los dos libros que publicamos “Lo Sagrado y lo Humano” (1996) y «Ética Intercultural» (2003) repensamos los diferentes lugares desde donde podemos re-leer los lugares de enunciación del pensamiento latinoamericano y avanzamos una crítica socio-cultural a la neoliberalización de la sociedad y su impacto desigual. Este contexto histórico ilustra una forma de pensamiento que está de algún modo enraizado con el cuestionamiento de los lugares hegemónicos, y nos ayuda a pensar desde las regiones. Esto que llaman “provincia”. Lo central es lograr el cuestionamiento de las concepciones elitistas que predominan en la vida capitalina. Lo relevante de estar en la provincia es que posibilita entender otras formas de “vivir bien” y ayuda a la búsqueda de otras formas de pensar y de sabiduría. Desde estos mundos de vida se proyectan otras formas de convivencia y de vida social, asimismo permite tomar conciencia de las asimetrías y de la invisibilización de otros saberes por parte del academicismo. En la Macrorregión sur para pensar los saberes populares e indígenas se requiere tensionar la filosofía y las ciencias sociales y humanas, y eso es mucho más frecuente que en la Capital. El pensar en “provincia” enuncia otros problemas filosóficos, en esto por ejemplo, Molina, Millas y Giannini, consciente o inconscientemente, buscaron re-instalarse, en sus formas de pensar, desde los contextos locales a los internacionales y recíprocamente. Existen experiencias y diálogos filosóficos que tienen también una larga historia de pensamiento en la provincia, que se desconocen. A veces se ignora que en las instituciones académicas de las universidades regionales existen planteos y trabajos académicos serios y rigurosos: en universidades y centros de investigación en La Serena, Valparaíso, Talca, Concepción, Temuco, Osorno y Valdivia. Empero, tal como existe una hegemonía capitalina en el plano económico y político, en la vida de las instituciones académicas acontece casi lo mismo, lo que implica que muchos de los factores que inciden en el ejercicio profesional de la filosofía se hace más difícil, desde los más obvios: lejanía, financiamiento para invitados, pasajes, a los más complejos: acceso a bibliotecas, trabajo en red. Por suerte hay nuevas iniciativas como la Asociación Nacional de Filosofía (ACHIF) y la Fundación Jorge Millas, entre otras, que hacen muchos esfuerzos para destrabar las asimetrías del mundo académico a lo largo de Chile.
A.I: Eres uno de los pocos filósofos que se ha ocupado de autores más ligados a nuestra tradición de pensamiento local, por ejemplo has escrito sobre la obra de Andrés Bello, Enrique Molina, Jorge Millas y Humberto Giannini. ¿Qué te llama la atención de la obra de estos filósofos?
R.S: En este punto prosigo una tesis relevante en la historia de las ideas que caracteriza el pensamiento latinoamericano, tal como lo han practicado A.A. Roig, Salazar Bondy y L. Zea entre varios otros, que consiste en lo esencial en aprender a reconocernos a nosotros mismos. Se trata de un acto donde la filosofía asume su trabajo pero asumiendo el clamor de muchos que exigen el pleno cumplimiento de sus derechos propios como seres humanos, tal como lo hiciera patente la reflexión del filósofo mendocino acerca del valor de «nuestra dignidad». Teoría y Crítica del pensamiento latinoamericano (1981), parte de lo que Roig denominaba un a priori antropológico: querernos a nosotros mismos como valiosos, y como consecuencia, tener como valiosos el conocernos a nosotros mismos, donde él consideraba que el tener como valioso el conocernos a nosotros mismos exige una forma de reconocimiento. Ante la pregunta qué hemos de hacer los americanos, él responde: “Pues volvernos hacia nosotros mismos, ejercer una forma de reconocimiento, de lo que nos negamos a reconocer”. Para mi estas ideas han sido instructivas en vistas a aprender cómo en las generaciones precedentes contamos con filósofos importantes en el contexto regional, nacional y latinoamericano, que recogieron algunos de los principales problemas sociales políticos y económicos del país y pensaban por sí mismos, y sus planteos fueron ampliamente reconocidos a nivel continental, como es el caso de Bello y de Molina. En ambos hay un amplio conocimiento del pensamiento europeo y una larga y creativa discusión a partir de nuestras propias problemáticas latinoamericanas. En los filósofos del siglo XX lo que me parece más relevante es que Millas y Giannini fueron de los pocos filósofos que asumieron públicamente una crítica de los supuestos teóricos que instaló la dictadura militar, y que los mantuvo con grandes costos personales y profesionales fuera de ciertos círculos de influencia. En este sentido, me parece que en el quehacer filosófico hay que relevar que no es solo pensamiento sofisticado y académico, sino también y sobre todo que es un pensamiento militante que debe contribuir a la discusión pública y crítica. Por ello, son parte de una «tradición crítica» de la filosofía chilena. El aporte de la filosofía de estos maestros reside en su potencial de cuestionamiento de la ideología de la «facticidad del poder» y de los enclaves de una «cultura autoritaria» que han caracterizado permanentemente a la sociedad chilena hasta el día de hoy.
A.I: No sólo has estado pendiente de autores chilenos, también has tenido un acercamiento al mundo mapuche. ¿Por qué estudiar filosóficamente la cultura mapuche? ¿Desde qué perspectiva realizas estas investigaciones?
R.S: Tal como lo indiqué desde mis estudios universitarios me interesó acercarme a la problemática sociocultural y religiosa del mundo mapuche porque justamente me parecía que sus formas específicas de pensar lo sagrado definían otras formas de convivencia comunitaria lo que era un aporte a una reflexión de una pluralidad religiosa y cultural que solo recientemente se ha ido instalando en la reflexión de las ciencias sociales y de la filosofía. Esto no coincidía con ciertos profesores que conociendo mis intereses por el mundo indígena, me indicaban que para que perder el tiempo y me interrogaban: ¿qué puede aprender la filosofía de los mapuches? En este sentido, al pensar hoy el mundo mapuche tenemos posibilidad de repensar varias categorías en boga como el eurocentrismo, la colonialidad del saber, el logocentrismo, los estudios culturales, etc. Así nos damos cuenta que tales conceptos nos ayudan a comprender estas visiones sesgadas e ideologizadas del quehacer académico que aún permanecen, pero que ya se encuentran en franca declinación y ese academicismo ha perdido su impronta intelectual. Trabajar en Lovaina en una perspectiva de una hermenéutica crítica con filósofos como Habermas, Ricoeur y Ladriere fue relevante, para avanzar en una comprensión de la complejidad filosófica de las sociedades contemporáneas y entender la relevancia de una perspectiva crítica del multiculturalismo. En este sentido trabajamos por levantar una hermenéutica intercultural que permitiera dar cuenta de la importancia de los aspectos culturales y políticos del mundo mapuche. En este planteo, uno se obliga a no asumir la voz del otro, y en la experiencia de hacer docencia en filosofía intercultural, generamos un espacio creativo de diálogo entre la filosofía occidental y la filosofía mapuche junto a una autoridad tradicional. La cuestión central es dialogar críticamente con el mundo mapuche donde cada uno habla de y desde sus propios lugares de saber. A esa experiencia-reflexiva le denominamos “diálogo de saberes” lo que no quiere decir que podemos comprendernos en todo, pero que si podemos establecer las condiciones para avanzar en un diálogo sincero y crítico.
C.V: En los diferentes frentes filosóficos con los que te encuentras ¿de qué modo la tradición europea se constituye en un aporte y no en mera repetición? Lo señalo específicamente por tu importante trabajo sobre el mundo mapuche en Lovaina, a partir de la hermenéutica de Paul Ricoeur y bajo la dirección de Jean Ladrière.
R.S: Este es un punto central en la crítica del pensamiento latinoamericano, porque en el proceso de maduración de tal pensar fue quedando atrás una perspectiva maniquea entre lo que se denominó el original y la copia. El pensar latinoamericano no es una copia, ya que es un crisol de tradiciones, al igual que el pensamiento europeo. La principal discusión es cómo se hace este estudio de las ideas. A veces se ha insistido mucho en que las ideas se pensaron primero en el contexto europeo y luego en el americano, como si el pensar se irradiara siempre de lo civilizado hacia lo que no lo es. Todo se reduce parece a un pensar filosófico que se considera desde el inicio como paradigmático y luego solo aparecen las copias e imitaciones, como si en la historia de la humanidad no hubiesen existido diversas y plurales formas filosóficas o que la criticidad o reflexividad es solo patrimonio de una mentada cultura superior. Ésta una concepción ideológica acerca de la historia del mundo cultural europeo, y que no da cuenta de la rica interacción y de la conflictividad de las tradiciones culturales. En lo que se denomina rápidamente la filosofía europea está sustentada en diferentes tradiciones, unas están mucho más visibles y otras se la ha ignorado; unas están más abiertas a la historicidad del pensar y otras menos. Se trata de avanzar en el campo de la historia latinoamericana de las ideas que en muchas universidades latinoamericanas ya está bien asentada, pero que al contrario en las universidades chilenas no se la conoce bien. En mi experiencia de Lovaina, se trató de ir ampliando una tradición intercultural donde se trata de pensar en la investigación filosófica una intersección de tradiciones. Eso es lo que tratamos de enseñar hoy a los estudiantes universitarios, buscamos que puedan conocer mucho más de la historia compleja de las relaciones filosóficas entre los latinoamericanos y los europeos y sobre todo conocer integralmente las ideas en referencia a la compleja historia de América Latina, donde no solo conozcan a los pensadores, sino a los poetas, los políticos y los artistas, y como han incidido unas tradiciones en otras o se han superpuestos. La historia cultural de Chile sigue siendo marcada por la idea de un país con una deuda de conocimiento de las otras culturas de América Latina. En varios lugares se sigue repitiendo una historia de las ideas sin avanzar en una perspectiva crítica de tipo post-colonial y decolonial. Para mí se trata de estudiar a todos los filósofos y filósofas europeos y latinoamericanos que interesan a una determinada línea de trabajo, estableciendo los necesarios nexos entre los procesos económicos, políticos y culturales donde surge tal pensar… y ver luego si efectivamente eso ocurre del mismo modo entre nosotros.
C.V: En la filosofía latinoamericana hay un interesante desarrollo de una perspectiva metodológica vinculada a la interculturalidad, en la cual se te reconoce como uno de sus agente activos ¿De qué modo la interculturalidad se va transformando en una cuestión importante en tu trabajo de los últimos años, tanto a nivel de reflexión como de creación de programas de formación en la Universidad Católica de Temuco?
R.S: Me parece que el programa de pensar intercultural latinoamericano está en plena gestación y en lo esencial permite justamente avanzar en la profundización de varias de las interrogantes antes indicadas. El filósofo cubano-alemán Fornet-Betancourt, y varios otros como A. Bonilla, C. Cullen, F. Tubino, J. Estermann, J. Viaña, D. Picotti, C. Walsh y yo mismo hemos avanzado en un replanteamiento de las principales cuestiones de las relaciones culturales subordinadas y de los conflictos entre culturas. Para varios de los mencionados la cuestión principal es que la interculturalidad recoge, en tanto prisma filosófico eso que la tradición alemana denomina la filosofía práctica-, y donde se articulan la religión, la ética, la política y el derecho en el terreno de grandes disputas sociales y culturales. Pero esta matriz filosófica no se identifica con las ideas de interculturalidad que se manejan sin más en educación, en gestión o en comunicación, que han sido en muchos casos integradas al lenguaje hegemónico. Se ha reducido el carácter crítico de la interculturalidad para funcionalizarla y disolver su capacidad cuestionadora. Los avances teóricos se benefician del gran interés que existe en las universidades y centros de investigación de la Macrorregión sur de Chile para repensar la compleja diversidad cultural y los conflictos inherentes a las relaciones interétnicas con el pueblo mapuche. Actualmente, en la Universidad Católica de Temuco existe un Núcleo de Investigación dedicado a este tipo de estudios y un programa de postgrado en «Estudios Interculturales». Estas propuestas académicas son relevantes para avanzar en el estudio crítico y sistemático de la interculturalidad que cuestiona formas asimétricas de convivencia. Sin lugar a dudas, vivir y pensar en esta Región potencia la capacidad de articular redes académicas entre estas universidades y contribuir a la formación de nuevos investigadores sensibles a las diferencias culturales, pero claramente no es fácil, pues estos trabajos tropiezan a veces con un país que difícilmente se abre a pensar críticamente la diversidad sociocultural. Y lo más difícil es entender que en ese mundo desconocido existen muchos sabios y personas de conocimiento reflexivo.
C.V: Hace años coordinaste en 3 tomos la publicación de Pensamiento Crítico Latinoamericano; Conceptos Fundamentales, bajo la editorial de la Universidad Católica Silva Henríquez ¿hay algún plan de reedición y/o ampliación? ¿Cómo valoraste su impacto y su lugar dentro de otras obras de igual magnitud en el continente?
R.S: Esta obra en tres tomos es una iniciativa que ha contado con la colaboración de la comunidad filosófica latinoamericana y es de larga data pues la última edición fue publicada en el año 2005. Ella implicó un largo trabajo que lo iniciamos ya en nuestra estadía en la Universidad de Lovaina, donde los doctorantes latinoamericanos de la época idearon un Seminario de Filosofía en América Latina,- iniciativa en la que aportaron E. Deves, S. López, J.M. Aguirre, P. Salvat, V. Méndez- que fuera el principal espacio para acoger a los pensadores que marcaban una parte de la discusión latinoamericana del momento. Fueron conferencistas A. Caldera, E. Dussel, R. Fornet-Betancourt, G. Gutiérrez, J.C. Scannone, entre otros. La idea de escribir esta obra común consistía en difundir el pensamiento crítico latinoamericano, que permitiera que autores consagrados y otros menos conocidos pudieran ser difundidos y conocidos en otros países. Tanto los 70 autores como los 90 conceptos elegidos fueron seleccionados en equipo, parte de un proceso dialogado y compartido, no sin algunas fricciones ni conflictos entre autores y tradiciones. El diagnóstico fue acertado pues la obra se difundió rápidamente por toda América Latina, USA y Europa. La primera edición que se hizo en una edición especial del Boletín de Filosofía de la UCSH se agotó en seis meses, y los tres tomos editados en 2005 con el apoyo entusiasta de M. Loyola, algunos años más tarde, se agotaron en menos de un año. Esta obra es de algún modo pionera y de cierto modo es diferente a otras que fueron apareciendo después, pues se trataba en varios casos de presentar categorías que estaban en proceso de construcción y fueron asumidas así por la comunidad filosófica latinoamericana. Sobre todo los postgrados en estudios latinoamericanos y en estudios culturales hicieron conocida esta obra. Se me ha solicitado en más de una ocasión una reedición, pero no hemos logrado constituir un equipo de trabajo de redacción que permita asumir la gran cantidad de trabajos editoriales que una obra de este tipo requiere. Hay profesores e investigadores que me han enviado trabajos que están inéditos y que sería importante verlos publicados, junto a otros que habría que acordar, pero esto no es el fruto de una sola persona sino de equipos de trabajo.
C.V y A.I: Hace años que sabemos de una suerte de represión instalada en el territorio mapuche que ha colaborado con el clima de violencia que muestran algunos medios de comunicación ¿Cómo vislumbras la problemática del pueblo mapuche y su vinculación con el Estado chileno? ¿Ves alguna posibilidad para la instauración de un Estado mapuche?
R.S: En un seminario realizado en Mendoza hace varios años, A.A. Roig señaló que la Guerra de Arauco al parecer no había terminado en Chile. Yo creo que esta afirmación no es superficial, ni desde la perspectiva de la historia de los estados de Chile y de Argentina ni tampoco en el contexto en que los medios de comunicación enfrentan los actuales conflictos con el pueblo mapuche. En ambos casos estos procesos de guerra militar y mediática han estado marcados por la «facticidad del poder» que se expresa en una historia bifronte, por una parte en invasiones, despojos y humillaciones y diferentes formas de discriminación, y por otra en un intento tímido de diferentes sectores e instituciones de la sociedad nacional por parlamentar, generar reconocimientos, y diálogos. En esta larga historia -de más de 500 años-, hubo intentos valientes como la tesis de la «guerra defensiva» del P. Luis de Valdivia en vistas a repensar otros modos las relaciones fronterizas , pero que no perduraron. Asimismo se puede valorizar como algunas instituciones han intentado avanzar en ese encuentro asimétrico como CEPI o CONADI en Chile, pero cuyo diálogo siempre queda sujeto a la visión política de las esferas de poder de la Capital, que no duda en solicitar renuncias para los personeros de origen mapuche que han hecho los avances políticos más interesantes. Creo que el mundo mapuche ha sido siempre el «otro» de la sociedad chilena, lo que se ve reflejado en muchas obras principales de los artistas, cineastas y literatos, pero existe una deuda histórica no resuelta como lo expresó acertadamente la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato con los pueblos indígenas. Empero, los compromisos que se asumieron no se han cumplido. Por eso es un tema filosófico central desentrañar esa memoria conflictiva, negada y al mismo tiempo obstinada en resistir. En esto los MCS ligados a una gran concentración de los medios de generación de opinión pública juegan un papel central en la creación y mantenimiento del mal denominado «conflicto mapuche». En dicha ideologización de las relaciones interétnicas se juegan muchos intereses económicos y políticos de diferente tipo, entre otros el de las grandes empresas multinacionales que proponen grandes megaproyectos de inversión y de las mismas empresas forestarles. Para muchos de los que nos internamos en la complejidad de las diversas sendas del diálogo intercultural se trata hoy de un pueblo originario que exige pleno respeto a su cultura y que hoy pide autonomía y autodeterminación en sus territorios, y eso no es algo que el estado deba temer , sino que es algo que en muchas partes del planeta ha permitido logros exitosos en la proyección integral de los pueblos: eso ha acontecido con los Gobiernos autonómicos y otras iniciativas que recuerdan los casos más conocidos de los Inuits y otros pueblos en América y en África, y asimismo como la minoría francesa en Canadá, los flamencos en Bélgica y los Vascos y Catalanes en España. Me parece que no he escuchado en el Wallmapu la idea de proponer un estado mapuche, pero si muchos piensan que es un momento para que los estados de Chile y Argentina generen las condiciones para avanzar en la autodeterminación.

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