España: “Somos muchos los hijos y los nietos de la Guerra Civil que no dejaremos que se olvide”
por Peio H. Riaño (España)
10 años atrás 4 min lectura

Recuerda a su abuela, Consuelo, una mañana cualquiera, en Argentina, en una isla perdida del Delta, mientras cocinaba hablaba de su infancia y adolescencia en Boeza, en León. “Se le llenaban los ojos de lágrimas. A veces, el abuelo, Rogelio, rompía el silencio de la noche gritando como un loco que no lo agarraran”. El camino hacia la libertad pasaba entonces por el Atlántico, hoy el Mediterráneo. Aquellos exiliados políticos llegaron vivos a las costas del sur de América, “con una hija de cinco años, con cien pesetas en el bolsillo y arrastrando un colchón”.
Da la sensación de que la escritura, si tiene rodeos, no se asimila a una historia como la de mi abuela: porque en esa guerra, en ese pueblo, no había tiempo para rodeos. A pesar de que el origen de la tragedia épica de estas dos personas convertidas en personajes fuera de ficción es la Guerra Civil, Stefanoni aclara que no ha escrito sobre la guerra, sino “un recuerdo de aquella guerra, sobre la guerra de mis abuelos, escribí sobre mí, de algún modo”. La autora responde a aquellos que se declaran hartos de la industria del guerracivilismo: “¿Otro más? ¿Cuántos van ya? Los necesarios. Uno por cada historia, quizá. Ármense de paciencia porque somos muchas. Y somos muchos los hijos y los nietos que no dejaremos que quede en el olvido. La victoria de los represores es que dejemos aquello en manos de la estadística”, asegura.
La novela, dividida en tres partes, tiene dos voces. La tercera persona dirige las dos primeras y en la última es la primera, la voz de la propia escritora y nieta, la que conduce la narración. La sucesión del sinfín de acontecimientos agónicosmanda hasta el final, cuando Stefanoni habla para dar entrada a una fase más emocional. Por eso es importante ser consciente del contraste social e histórico entre la vida de la autora y la de sus personajes.
Una cuestión de ritmo
“Da la sensación de que la escritura, si tiene rodeos, no se asimila a una historia como la de mi abuela: porque en esa guerra, en ese pueblo, no había tiempo para rodeos. Todo sucedía con demasiada violencia. Ella, de niña, no podía decidir no ir a la montaña a trabajar. No podía elegir estudiar, aunque se moría de ganas por ir a la escuela. Más tarde, en el trabajo en las minas, tampoco hubo preámbulos. La escritura, en estilo, debe ser igual. Como una obligación desde la forma para respetar el verdadero ritmo de sus días”, cuenta a este periódico.

Es difícil olvidar un día como hoy, 18 de julio. Esta novela está escrita, precisamente, contra el olvido. Niega la idea de la Historia como hechos del pasado y reivindica aquellos acontecimientos como materia del presente, sustancia de la que estamos hechos. “Soy porque mis abuelos le ganaron a la guerra”, dice. Su empeño es mantener viva su memoria.
¿Y la Memoria Histórica? Stefanoni no se atreve a definir la expresión, tampoco quiere entrar a valorar si es un fenómeno del marketing, como defiende Javier Cercas. Pero sí avanza que “España, posiblemente, se debía recordar más a sí misma y entender más cosas de su pasado, pero no soy quién va a decir hasta dónde ni cómo”.
Entonces, ¿contra qué escribir, cuál es el motivo? “Escribo contra lo que no deja de doler. Escribo contra aquello que no puedo perdonar o perdonarme”.
*Fuente: El Confidencial
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Los que somos hijos y nietos de la Guerra Civil Española, hemos visto desfilar ante nuestros ojos una película de la España franquista post guerra, de un país que fue obligado a enterrar su dolor. Vimos desde América, esa España del Nacional Catolicismo de brazo en alto y Heil Hitler, de Opus y nuevos ricos, de vuelta a los Borbones, más tontos y faranduleros que nunca, mientras 1 millón de españoles salió con lo puesto a donde pudo.
Negación constitucional de los asesinatos de la dictadura franquista, el silencio de Europa, el silencio y verdadera repulsion con que la Iglesia Católica trató a los perdedores, incluso a sus curas, pues no todos eran mata curas y comunistas, eran republicanos y estaban hasta el moño con la casta aristocrática y feudal y con una religión que infiltraba hasta el aire que respiraban ahogando cualquier divergencia.
Y la Iglesia española que profitó de la riqueza robada a los pueblos hasta el día de hoy (inscribieron a su nombre la Mezquita de Cordoba) se alineó mayoritariamente con los golpistas. 700 curas vascos incluyendo obispos,fueron expulsados, fusilados o castigados por Franco y sus huestes.
Varias generaciones de españoles enterrando sus muertos y dasaparecidos en el silencio, porque no querían que sus hijos vivieran en la ira y el dolor. Niños que fueron enviados por sus padres a Rusia, o a Inglaterra o a Mexico para que no murieran de hambre y que nunca se reencontraron con sus familias. Pero como decía Blasco Ibáñez, «Los muertos mandan» y la memoria comienza a salir a flote en los nietos y los bisnietos.