Arqueólogos de Chile relatan el hallazgo de un esqueleto humano que podría ser el más antiguo de Sudamérica
por Diversos Medios
10 años atrás 21 min lectura
17 de febrero 2015
Fuente: La Gran Época | 16 de febrero de 2015
Un análisis de restos óseos humanos encontrados en un sitio arquólógico al norte de Santiago de Chile, descubrió a un habitante costero de la prehistoria. Se trata del ‘Hombre de Los Vilos’, que vivió 11.200 años atrás. Su notoriedad a nivel internacional reside en que es uno de los hombres más antiguos de América conocidos hasta la fecha.
Estudios más detallados han permitido descartar que se trate de un hombre primitivo que se nutría exclusivamente de megafauna. El ‘Hombre de Los Vilos’ comía peces, y posiblemente era un pescador. Además los nuevos estudios presentados en enero de 2015 demuestran que en la costa norte de Chile se desarrollaba una sistemática explotación de los recursos marinos.
Al hallazgo se suma el descubrimiento del asentamiento más antiguo observado en el cono Austral, ubicado en Monteverde, al sur del país cerca de Puerto Montt, que muestra una presencia humana muy conocedora de la naturaleza, de las plantas medicinales y de los tipos de madera. Aquí se está hablando de hace unos 15 mil años.
Pero también existió el hombre cazador. En otro lado de Sudamérica se presentaron evidencias del hombre cazando hace 27 mil años, en El Arroyo, cerca de Montevideo en Uruguay.
Un estudio detallado del ‘Hombre de Los Vilos’ sugiere que parte de los habitantes prehistóricos migraron a Sudamérica por la ruta costera, es decir, bajando por la costa de Norteamérica, Centroamérica, Ecuador, Perú, hasta llegar a Chile, y no sólo por el interior como se pensaba, según los arqueólogos Donald Jackson, César Méndez y Eugenio Aspillaga (izquierda, abajo) de acuerdo a una investigación publicada en el año 2012.
Su estudio indica que todo ello “sugiere una vivienda costera”, en lugar de «rondas estacionales de una explotación esporádica de los recursos litorales», y además propone que “los recursos marinos fueron importantes para la subsistencia”, según los arqueólogos.
“Una ruta costera para el poblamiento inicial de las Américas se ha debatido durante más de 30 años”, dice el documento.
Según el Dr. Aspillaga, al menos un grupo migratorio pudo provenir, hace unos 18 a 20 mil años atrás, de pescadores que, desde la costa del río Amur -en el oriente de Asia– siguieron por las islas Aleutianas, el estrecho de Bering, y luego bajaron por el Pacífico de América, siguiendo por la costa, donde el clima es más benigno que en el interior.
Un nuevo estudio, publicado en enero de 2015, evidenció la costumbre de comer pescado, especialmente corvina, “asociada a los primeros pobladores de la costa norte semiárida de Chile”, que datan de finales del Pleistoceno, es decir, entre los años 12.916 a 11.043 a.C. Esto reafirma la presencia de hombres conocedores del arte de la pesca desde tiempos milenarios.
“La gran mayoría de las especies identificadas son peces que se pueden capturar con redes en las zonas sub-mareales y inter-mareales cercanas a la costa. Estos resultados, junto con la evidencia de otros sitios arqueológicos tempranos en el norte de Chile, demuestran la explotación sistemática temprana de especies de peces, particularmente ‘Sciaenidae’ (corvina). Estos peces constituyen un recurso abundante y confiable, lo que contribuyó de manera significativa a la subsistencia de estos primeros colonos -de adaptación marítima- que poblaron la costa del Pacífico de América del Sur”, sostiene el estudio del experto en Taxonomía Philippe Béarez (derecha), junto a Donald Jackson, quien es Magíster en Arqueología de la Universidad de Chile y Arqueólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México.
Béarez tiene otros estudios sobre la costumbre de pescar en el litoral de Perú, en la zona de Sechura.
A su vez, Jackson y Aspillaga, en su estudio anterior, destacan el hecho de que una posible ruta costera para el poblamiento inicial de las Américas se ha debatido durante más de 30 años.
«A diferencia de otras corrientes migratorias que se habrían desplazado por el interior, en la costa del Pacífico ciertas poblaciones de cazadores recolectores, que se alimentaban fundamentalmente de productos del mar, se desplazaron desde América del Norte hasta el extremo del cono sur. Esto contrasta con la visión generalizada de los antropólogos, quienes describen a los habitantes prehistóricos de América del Sur, sólo cazando mastodontes y otra fauna extinta», señaló Aspillaga a La Gran Época.
De hecho -explicó-, hoy en día, estudios de ADN mitocondrial de los remanentes de las poblaciones indígenas Kawashkar, Yámana y Selk’nam, quienes habitan las zonas del archipiélago de Magallanes de Chile, el extremo más sureño del continente, indican que las primeras poblaciones de chilenos tienen componentes genéticos que se corresponden con los pueblos asiáticos siberianos del Río Lena y nororientales de Asia alrededor del río Amur.
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Estuvo enterrado por al menos 11.230 años, pero el arqueólogo chileno Donald Jackson lo trajo de vuelta
Fuente: chileinforma.com| © Vicente Reinamontes | 13 de enero de 2015
“Este descubrimiento demuestra que al menos había un grupo que dependía de los recursos marinos hace 11 mil años”, dice Jackson. “Esta gente comía tanto pescado como un tiburón, y este individuo lo viene a comprobar por primera vez. Este hallazgo corrobora la ruta costera”.
Es probable que hayan sido las encías. Décadas de pequeñas heridas sin tratar, de fragmentos de conchas y de arena encarnándose, lastimando. Es posible que las infecciones lo hayan golpeado, quizás dañando sus válvulas cardiacas, volviéndolo demasiado débil para la vida de hombre de mar. Ya había sido un tipo inusualmente longevo para su tiempo: con cerca de 45 años, doblaba en edad lo esperable entre los suyos, los primeros habitantes del continente americano.
Ahora su cráneo está en la mano de Eugenio Aspillaga, con 60 años uno de los antropólogos físicos más importantes del país. Cuenta esas cosas parado en uno de los laboratorios subterráneos de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile, donde dirige el departamento de Antropología. Frente a él, en una caja, cubiertos por espuma, cientos de los primeros huesos de Chile le dicen cosas.
Levanta el cráneo, dejando que el sol que se filtra por una ventana caiga sobre él, revelando el tono madera que genera estar ciento doce siglos bajo la playa de Los Vilos.
-Esta lesión se produce por la otitis -dice, apuntando un agujero-. Tiene una infección crónica en el canal auditivo. Una lesión común en la gente de mar.
Luego repara en sus dientes, que son pocos, dos menos de los que salieron de la tierra, enviados a tres laboratorios en Estados Unidos para chequear su antigüedad.
-Lo importante es la dieta, y éste no tiene tantas caries como los agroalfareros. Los estudios arrojaron que su dieta era de peces y lobos marinos. Y eso que fue hallado a sólo 300 metros de Quereo, otro sitio donde se encontró megafauna. Pero él seguía comiendo de la costa.
Aspillaga habla con el entusiasmo de quien contradice lo establecido: encontrar en Los Vilos a un pescador de hace 11.230 años agrega dudas a la tradicional teoría de que los primeros habitantes americanos habrían bajado únicamente, una vez cruzado el estrecho de Bering, persiguiendo a los grandes mamíferos por el continente. Al menos este tipo, explica, parece haber tenido más sentido común: seguramente bajó en canoa.
-Hace 40 mil años ya había embarcaciones, en esa época se habitó Australia. No hay ninguna razón para no pensar que estas personas pudieron haberlo hecho.
Una alumna lo mira de reojo mientras va sacando de la caja costillas, pequeños fragmentos del rostro, un trozo de pelvis. Enumera lo que ve: una costilla rota, lesiones en los codos por cargar mucho peso -seguramente bolsas de mariscos-, parásitos intestinales. Todos los pequeños dolores con que murió el primer chileno conocido, que hace cuatro años le llegó en una caja a su oficina, en brazos del arqueólogo y también profesor de la facultad, Donald Jackson, a sus 54 años responsable de 400 excavaciones en la zona de Los Vilos.
Se habían conocido cuatro décadas antes, cuando Aspillaga era ayudante de laboratorio en la recién fundada carrera de Antropología en la U. de Chile, y Jackson un escolar que llegaba en pantalones cortos a mostrarle las puntas de flecha que tallaba imitando a los primeros hombres del continente. Pero ahora, en invierno de 2010, lo que traía a su oficina era una caja llena de huesos. Estaba entusiasmado: había encontrado en Los Vilos el esqueleto de lo que le parecía un cazador recolector, y pensaba que podía llegar a tener unos nueve mil años de antigüedad. De estar en lo correcto, con esa edad ya hubiera sido el más antiguo jamás encontrado en Chile, y uno de los ocho más tempranos de un continente poco dado a los hallazgos de cuerpos prehistóricos.
Aspillaga abrió la caja y, le pareció que sí, que ese esqueleto amarillo sin rostro parecía lo suficientemente viejo para creer en los cálculos de su amigo. Nunca pensó que se estuviera quedando dos milenios corto.
EL MISTERIO DE LOS MILENIOS
En el estrecho pasillo subterráneo hay cientos de cajas, todas repletas de huesos. La mayoría indica un lugar y una fecha específicos. En otras sólo dice “varios cráneos”. César Méndez, arqueólogo de 37 años y coinvestigador de Jackson desde hace 16 años en Los Vilos, abre una, echa un vistazo a unos huesos silenciosos, y la vuelve a cerrar. Dice que nadie sabe cuántas cajas hay en realidad, pero son miles. Las tienen en containers, en bodegas, en otros pasillos. Un arqueólogo podría hacer una carrera completa investigando sólo entre ellas, pero no encontraría a nadie más antiguo que el “Individuo 1”.
Así lo bautizó Méndez, poco dado al sentimentalismo arqueológico, aun cuando fueron sus manos las que lo encontraron en la tierra. A diferencia de sus compañeros de equipo -entre los que también están el paleoecólogo Antonio Maldonado, el geólogo Ismael Murillo y la conservadora Roxana Seguel-, nunca lo han entusiasmado los restos humanos. Le interesa lo que generalmente tienen alrededor: los objetos cotidianos, los instrumentos de cocina, la forma en que los cazadores se deshacían de su basura. Eso lo motivó especialmente a participar en 2008 en los trabajos en Los Rieles, un sitio con conchales -capas de conchas formadas hace 6 mil años- cerca de la costa. La Municipalidad de Los Vilos iba a instalar por allí una tubería para sacar los desechos, y les pidieron un rescate arqueológico.
Habían trabajado con Jackson en centenares de otros sitios -el más relevante, en 2004, en Santa Julia, donde se anotaron un golpe internacional al encontrar puntas de flechas de 13 mil años de antigüedad, idénticas a las encontradas en Norteamérica, pero sin restos humanos-, y éste parecía uno más. Su objetivo, más modesto, era estudiar cómo los antiguos desechaban las conchas de loco, y para eso decidieron hacer dos piscinas de 60 centímetros de profundidad. Una tarde, cuando ya habían cumplido una semana sacando conchas, un ayudante dijo “aquí hay algo”, y él se acercó a desenterrar, de abajo de un montículo de locos, lo que parecía un hueso. Sin mucho entusiasmo, el arqueólogo sacó una tibia de la tierra, la puso sobre la suya y les dijo a los demás que era un hombre adulto, de algo así como un metro setenta. Le avisaron a Donald Jackson, y éste dio la orden de seguir excavando y dejar ese montículo para el final.
Para alegría de Méndez, surgieron algunas cosas: una punta de lanza dentada y los restos de lo que parecía una fogata ceremonial. También huesos correspondientes a otros cinco individuos, enterrados a poca distancia unos de otros. En la mañana del décimo día, se decidieron a destapar el montículo. Lo que encontraron fue un esqueleto en posición fetal, sin ajuar ni adornos, misteriosamente completo. Los resultados de las pruebas arrojaron que se trataba de un hombre de entre 11.230 y 12.410 años de antigüedad, el más temprano jamás encontrado en Chile o en el continente, según el caso. Pero lo que a Méndez le llamó la atención fue otra cosa: cada uno de los seis individuos había sido enterrado en un milenio distinto, en el mismo lugar. Esa idea no se la ha podido sacar de la cabeza.
-Seis individuos, uno por milenio, en el mismo lugar. Esto no es un cementerio. ¿Era tan fuerte la memoria oral para que por algún motivo enterraran a alguien allí cada mil años?
La pregunta queda sin respuesta. Un mail entrando a su computador llama su atención: es de un desconocido que le avisa que acaba de encontrar un esqueleto debajo de un conchal en un campo de Puchuncaví. Dice que lo vio en la prensa. Que piensa que éste es de la misma época.
-Tendré que ir este fin de semana a pegar un vistazo -dice, con una media sonrisa-. Este individuo abrió la puerta a que haya muchos más antiguos en otros lados.
Cuando supo que tenía al potencial esqueleto más antiguo del continente en sus manos, Donald Jackson decidió hacerle pruebas de carbono 14 en tres laboratorios distintos de Estados Unidos. De los tres resultados, que suelen variar por lo sensible de la técnica, decidió publicar el más conservador, 11.230 años, en la revista internacional Journal of Island & Coastal Archaeology. Había cumplido un sueño como arqueólogo, encontrar el individuo de ese tiempo más completo del continente, luego de décadas rastreando sus puntas de flecha y desechos. Pero el fetiche de la antigüedad pronto quedó relegado por la evidencia incuestionable de que se trataba de un pescador. Eso, en términos de teorías de poblamiento continental, eran palabras mayores.
Jackson cuenta esas cosas en su departamento, mientras revisa unos de sus tantos papers sobre Los Vilos, la zona a la que ha dedicado los últimos 25 años de su carrera. La misma por la que solía caminar durante las tardes de su niñez buscando puntitas de flechas, y donde inició una obsesión que lo llevaría a estudiar Arqueología en México, y luego a transformarse en unas de las puntas de lanza de la escena nacional. Entre sus muchos hallazgos, reconoce, la posibilidad de reforzar que el poblamiento de América pudo ser tanto en canoas como por tierra sería uno de los más grandes de su carrera.
-Este descubrimiento demuestra que al menos había un grupo que dependía de los recursos marinos hace 11 mil años. Esta gente comía tanto pescado como un tiburón, y este individuo lo viene a comprobar por primera vez. Este hallazgo corrobora la ruta costera.
Donald Jackson reconoce que algunas veces ha soñado con esta gente, en la costa de Los Vilos que él tantas veces ha recorrido, y que hace 11.230 años ya lucía casi exactamente como luce ahora. De fondo, una punta de flecha tallada por sus manos adorna el lugar.
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Relatan el hallazgo de esqueleto humano que sería el más antiguo de Sudamérica
Fuente: Universidad de Chile | 3 de diciembre de 2014
Los Vilos y sus alrededores poseen importantes sitios arqueológicos, los que han sido investigados por académicos de la Facultad de Ciencias Sociales por más de 25 años. El 2010 el equipo integrado por el profesor César Méndez comenzó a excavar una de las zonas para estudiar un esqueleto humano que, tras una serie de pruebas, se determinó que podría ser el más antiguo hallado en esta parte del continente.
Mastodontes, milodones y paleolamas en el sector de Los Vilos. Aunque cueste imaginárselos, ese era el panorama de la zona hace más de 11.500 años.
La extinción de estas especies, hallazgos de asentamientos humanos y de restos óseos son algunos de los temas que el académico de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) Donald Jackson indaga desde hace 25 años junto a otros investigadores y estudiantes de antropología y arqueología, entre ellos, el profesor César Méndez, académico y Director de Investigación de dicha Facultad.
Uno de los hallazgos más recientes del equipo es un esqueleto humano de 11.230 años de antigüedad, convirtiéndose así en uno de los más tempranos de Sudamérica. Este fue encontrado en las cercanías de las vías del tren longitudinal, en un sector llamado “Los Rieles”.
El individuo fue un hombre de entre 40 y 45 años que se alimentaba de productos del mar y que utilizaba su dentadura para curtir cueros; además, es posible que sea el más antiguo de esta parte del continente. Sobre su antigüedad, el profesor César Méndez relata que posterior a la excavación, en la que encontraron el esqueleto en posición fetal, realizaron “distintos fechados radiocarbónicos”.
¿Qué quiere decir esto?
“Significa que le hacemos varios análisis repetidos. Mandamos a un laboratorio un fragmento de un diente, a otro centro un fragmento de otro diente, y un pedazo del petroso, que es un hueso del cráneo que es un muy duro, por lo que se conserva muy bien”.
“Fuimos obteniendo distintos resultados dependiendo de los laboratorios, entonces elegimos el más conservador, el más reciente, que es 11.230 años de antigüedad. Podríamos decir que tiene 12 mil años, que fue uno de los resultados obtenidos y sería mucho más antiguo, pero elegimos el más conservador porque ésta no es una carrera de quien logra el fechado más antiguo, sino quien hace la ciencia más sólida”.
¿En qué consiste la prueba realizada a las muestras?
“Con un espectrómetro de masas se mide cuánto Carbono 14 le queda a algún resto que alguna vez estuvo vivo. Nosotros mandamos las muestras a Estados Unidos a tres laboratorios distintos como una medida de seguridad y de rigor”.
“Todos los seres vivos del plantea estamos en una relación de equilibrio con el Carbono 14 y lo tenemos al interior. Una vez que morimos empezamos a desprender ese elemento, se nos empieza a desvanecer de los huesos y mediante pruebas químicas se sabe cuánto demora en disiparse”.
¿Hay otros hallazgos que puedan ser más antiguos que éste?
“Hay un sitio donde hay unos restos bastante tempranos que es Arroyo de Frías, en la pampa Argentina, pero fue excavado hace casi cien años y los arqueólogos que analizaron y fecharon encontraron esos restos en un museo, no lo excavaron ellos mismos. Nosotros tenemos todo el proceso documentado desde el hallazgo hasta la excavación. Los otros arqueólogos hicieron un muy buen trabajo, sin embargo, no pudieron documentar esa parte del proceso que da otra cantidad de información riquísima. Por ejemplo, la posición en la que estaba el cuerpo: cúbito lateral, que es la posición característica de varios esqueletos humanos enterrados a lo largo de la costa de América y todos más o menos de fechas parecidas, no tan tempranos como éste, pero similares”.
“Otro sitio que también tiene unos restos es Toca de Gordo do Garrincho, Brasil. Ese sitio, si bien es cierto también tiene una fecha temprana, también está discutido sobre la base que son sólo restos de una parte dental, no está el individuo completo”.
En tanto, los descubrimientos sobre sus comportamientos alimenticios, se “hicieron a partir de análisis químicos sobre los huesos”. Esto, porque “todos tenemos lo que se llama una firma química y esta se compone de ciertos elementos que están repartidos en los tejidos. Si los analizamos en comparación con los de otros animales, podemos ordenarlos en función de la cadena trófica, entender quien se comió a quien, ya que los humanos al comerse a otros animales están más enriquecidos de algunos elementos a partir de los que los animales comen”, explica el académico.
Una de las características de la dieta de este individuo es que “estuvo compuesta principalmente de productos del mar y eso es notable para un país tan costero como Chile: el individuo más temprano que se ha encontrado en este país tiene una firma de que era un individuo costero”, comenta Méndez.
Otro aspecto estudiado son los tipos de actividades que esta persona realizaba. El profesor Eugenio Aspillaga, Director del Departamento de Antropología de la FACSO y especialista en antropología biológica, analizó los restos desde ese ámbito. “A partir de las trazas que miró en los dientes identificó que esta persona los utilizaba para raspar cueros y probablemente como herramienta para ablandarlos, entre otras cosas”, explica Méndez.
Los Vilos como espacio para la investigación arqueológica
“La zona de Los Vilos es importante en términos de la investigación”, explica el Director de Investigación de la FACSO, dado que en la década del ‘70 se descubrió el sitio arqueológico de Quereo. Allí se encontraron restos de fauna extinta, como mastodonte, milodón y caballo americano, además de un tipo de gran felino. Este importante sitio es calificado por el profesor Méndez como “controversial” porque “existe la duda sobre hasta qué punto el ser humano es responsable de que esos huesos estuvieran en ese lugar, si el ser humano había aprovechado esos restos de animales muertos ya antes o si el ser humano los había matado y faenado”. A pesar de eso, este primer acercamiento “es una de las inspiraciones para que nos hayamos acercado a estudiar lo que se llama los primeros pobladores de la zona”.
“Estamos tratando de establecer cuáles son las características de los ecosistemas del pasado y cómo vivió el ser humano en esos ecosistemas”, explica Méndez. Por ello, otro de los descubrimientos corresponde al año 2004 cuando el equipo encontró “uno de los sitios arqueológicos más tempranos de Chile, ubicado en la quebrada Santa Julia. Por tres años excavamos ese sitio arqueológico cuya evidencia, al revés de Quereo, es muy segura”, relata.
En el lugar los investigadores encontraron material de piedra tallada, restos de una fogata y evidencia de que humanos faenaron un caballo en ese lugar. Pero no cualquier tipo de caballo, sino que el “caballo americano”, extinto hace cerca de 11.500 años atrás. Por este descubrimiento los investigadores aseguran que “estos animales coexistieron con el ser humano y que hace 13.000 años Los Vilos no era como ahora, sino que la zona tenía la capacidad para alimentar herbívoros de gran tamaño”.
En la quebrada Santa Julia encontraron además cristal de roca o cuarzo cristalino. “Nos pareció que ese material era muy particular y que difícilmente uno iba a poder encontrarlo en cualquier parte. Por ello hicimos una búsqueda sistemática por distintas parte del Norte Semi árido donde podíamos encontrar ese material. Con eso llegamos a la localidad de Tilama, que está de Pichidangui… Llevamos ahí excavaciones el año 2010, 2011, 2012 y 2013. Nos demoramos mucho en excavarlo porque apareció una inmensa cantidad de material, obtuvimos cerca de 13 mil piezas de cuarzo de una excavación de 9 metros cuadrados”.
“En ese yacimiento encontramos las primeras fases de las actividades de extracción del cuarzo que posteriormente encontramos representados en las últimas frases en quebrada Santa Julia, en el otro asentamiento de la costa. La gracia es que estos sitios están distantes entre sí unos 35 kilómetros, lo que entonces nos muestra un poco cómo era la movilidad de las poblaciones”, cuenta.
Formación y trabajo interdisciplinario
Como señala el profesor Méndez, en las diferentes investigaciones y excavaciones que han ido realizando en la zona de los Vilos y otras zonas del norte chico han participado estudiantes de diferentes generaciones de manera más permanente o en expediciones formativas de la carrera. “Llevamos numerosas tesis de doctorado, de magíster, de pregrado; hemos incorporado a gran parte de los alumnos de la carrera de arqueología y otras carreras de la Universidad de Chile en las excavaciones”, comenta el profesor Méndez.
El Director de Investigación de la FACSO explica también que estos descubrimientos recientemente dados a conocer a la opinión pública responden a procesos de largo aliento.
“Ese esqueleto lo excavamos el 2010, trabajamos la publicación durante el 2011, se publicó el 2012 y recién ahora se extiende hacia un público más amplio. No es que repentinamente surgió esto, sino que es fruto de un largo trabajo interdisciplinario”.
Esto último es otra característica del equipo de la Universidad de Chile que trabaja en la zona. Actualmente está compuesto en la rama de la arqueología por los profesores Donald Jackson y César Méndez; Roxana Seguel del Centro Nacional de Conservación y Restauración que es de la DIBAM en el área de restauración; Antonio Maldonado, paleo ecólogo del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas de la Universidad de La Serena; e Ismael Murillo, geólogo del SERNAGEOMIN. Estas investigaciones han sido financiadas con proyectos Fondecyt Regular.
Texto: Francisca Palma
Fotografías: Felipe Poga y gentileza profesor Méndez
Dircom-UChile
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*Fuente: Terraeantiqvae.com
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Seguramente de ellos deben descender los Changos, y las también las actuales poblaciones de la zona costera entre Antofagasta y San Antonio. De hecho se ve por la zona de Tongoy un tipo físico muy robusto, de color más oscuro y caras proporcionalmente más grandes, que parece distinto a los Diaguitas y es común entre los pescadores autóctonos que entre bromas dicen descender de los Changos.
Esta zona estuvo muy poblada por comunidades costeras que aprovechaban las fuentes de agua dulce que aparecen cerca de las playas, y la riqueza del mar en bahias tranquilas que miran al Norte. Riqueza que trae la corriente de Humboldt fría que en la Punta Lengua de Vaca choca con una corriente tibia que viene del Norte creando brumas que alimentan a la flora desértica y entre ellas el bosque valdiviano de Fray Jorge.