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Comandante Jose Miguel: “Los derechos se toman, no se piden ni se mendigan”

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Por estos días se cumplen 26 años de la muerte del jefe del FPMR, Raúl Pellegrin, fue detenido por agentes del Estado junto a Cecilia Magni, ambos salvajemente torturados y sus cuerpos sin vida arrojados al rio Tinguiririca. Para nosotros, quienes nos opusimos al golpe de Estado, para el pueblo que se opuso a la dictadura cívico militar y para quienes ejercimos el derecho a la rebelión en contra de una tiranía, ellos serán nuestros héroes y les recordaremos siempre con gratitud y respeto.

La memoria histórica es un libro abierto en el cual todos y permanentemente debemos escribir, para impedir que el olvido cubra con su manto ejemplos de dignidad con el de Raúl y antes que el, de miles de compatriotas dispuestos de verdad a construir una utopía, materializando sus sueños en una sociedad mas justa, inclusiva con derechos iguales para todos sus habitantes. Solo así se podrá evitar que, como lo están haciendo desde hace mas de veinte años, los cultores de la violencia y los agentes del terrorismo de estado, que cometieron crímenes de lesa humanidad, cubran sus culpas al alero de una institución, un uniforme o simplemente detrás de la cobardía de no asumir lo que hicieron.

Cabe preguntarse porque a estos terroristas, que por años atemorizaron a la población no se les aplica la ley antiterrorista y se califican sus acciones de tortura sistemática, asesinatos, simulaciones de enfrentamientos y la desaparición de personas, como actos terroristas. Inexplicable porque a quienes luchamos en contra de una de una de las dictaduras mas crueles de América latina, si se nos aplica todo el rigor de una ley monstruosa, creada en 1984 durante el gobierno dictatorial de Pinochet, para frenar la naciente movilización social y las protestas.

Es hora que en honor al recuerdo de quienes murieron por alcanzar la libertad en nuestro país, hombres y mujeres valientes que entregaron sus vidas por la democracia que disfrutamos hoy, continúen siendo marginados de la historia, estigmatizados por oponerse a la cultura de la violencia y del odio. Medios de comunicación y periodistas coludidos con la cultura dictatorial, aportaron a influenciar en calificar los actos de lucha antidictatorial como terroristas, creando un estereotipo y un juicio ético, que aun perdura, para aislar o atemorizar a quienes osaran levantarse en contra de la tiranía.

La memoria histórica, el derecho a recordar, como el derecho a la justicia, son derechos humanos inalienables a los cuales no podemos renunciar, por lo tanto es nuestro deber ciudadano señalar que la democracia, su conquista, tiene héroes, algunos asesinados en cámaras de torturas, en fusilamientos extrajudiciales o hechos desaparecer y también quienes entregaron sus vidas combatiendo el despotismo y la opresión.

Uno de estos héroes es Raúl Pellegrin a quien le recordaremos siempre como nuestro Comandante José Miguel, formado como un soldado del pueblo levantó su voz asumiendo el justo derecho a la rebelión, cuando en nuestro país no había Estado de derecho e imperaba el terrorismo de Estado. En esas condiciones de clandestinidad creció como un líder revolucionario, creando una organización, el FPMR, que entusiasmó con su ejemplo a cientos de chilenos y chilenas decididos a luchar, contribuyendo activa y significativamente para derrotar a la dictadura.

Un aporte que se comprende a cabalidad mirándolo desde el contexto en que se vivió, José Miguel hizo crecer desde el rigor de la clandestinidad una organización político militar que junto a las demás fuerzas anti dictatoriales se puso al frente de la rebelión popular. Por eso su sello personal está en todas las acciones que realizó el FPMR y que calaron hondo en el corazón de los chilenos y chilenas; los apagones, parciales y luego a nivel de todo el territorio nacional, las tomas de radio emisoras para dar a conocer que habían chilenos y chilenas luchando en contra del tirano.

Son muchos los pasajes de esa breve historia que reflejan su pensamiento, educado en una cultura revolucionaria consecuente, desplegaba con rigor la comprobación de cada acción y sobre todo en la organización del pueblo en la autodefensa, cuyo objetivo era impedir el abuso de la represión, particularmente sobre los pobladores y gente indefensa. Que satisfacción le provocaba por ejemplo, el comprobar como el pueblo trabajador mas golpeado por la represión de la tiranía se sumaba al Rodriguismo, que la composición de los equipos de torreros, organizados para derribar las torres de alta tensión y provocar los legendarios apagones, ya no eran solo cuadros militares sino que eran mujeres combatientes, algunas de ellas madres y abuelas. ( sexta región en 1986 )

Hechos sencillos como este eran para José Miguel la fiel comprobación de que las acciones paramilitares estuvieran siempre orientadas a recuperar la confianza en la lucha popular, para entusiasmar al pueblo, aportando a elevar la moral combativa de la resistencia. Insistía en que ese era nuestro lenguaje y nuestros medios para llevar el mensaje de confianza para seguir peleando, para unirse, era el sello de todas las acciones político militares que se realizaron incluyendo el intento de ajusticiar al tirano.

La mística y la disciplina son dos de los componentes decisivos que José Miguel le impregnó al Rodriguismo, para crecer junto al pueblo, porque siempre estuvo convencido que éste, a diferencia de las cúpulas, no puede luchar con toda consecuencia si no están plenamente conscientes de sus verdaderas reivindicaciones y enemigos de clase. Ese fue su punto de partida para intentar superar el sectarismo que maltrataba a la izquierda chilena, forjando la unidad en el lucha diaria, cuidando la relación con las masas, apoyándose siempre en la verdad, en la sencillez y en la humildad, apelando al ejemplo personal.

En todo esto que fue parte de su vida radica el legado de José Miguel, puso un gran esfuerzo en la construcción del Rodriguismo, inculcando la idea de que no bastaba ser militante, sino que era necesario adoptar la militancia como una actitud de vida. El ejemplo del Comandante Rodriguista, como de otros tantos lideres de la revolución chilena, viven en el alma de muchas personas, cuyos sueños de justicia no aceptan los abusos de una sociedad clasista, ni las contradicciones progresivas del sistema capitalista moderno, que al igual que sus antecesores, para su crecimiento necesita de una masa de desposeídos y explotados.

En este contexto el pensamiento de este señero líder revolucionario se prolonga en el tiempo, en la agitación y surgimiento del movimiento estudiantil y social actual, que podrá tener altos y bajos en su desarrollo, pero que señala logros alcanzados con la única arma posible a su alcance, la organización y la movilización del pueblo, la que solo se fortalece mediante sus propias luchas. El legado de José Miguel es la rebeldía, expresada en su momento en contra de la dictadura y hoy, en las calles, eso educo al pueblo para derrocar a la dictadura y eso educa políticamente al pueblo hoy, clarifica a sus adversarios y permite desarrollar formas más autónomas e independientes de acción.

Nuestro Comandante como todos los héroes de nuestra patria son personas con capacidades tremendas, políticas, intelectuales y que también cometen errores a veces inexplicables. Su vida y su muerte reflejan eso, la vida de un hombre grande cuya muerte fue uno de los hechos más dolorosos que nos toco vivir, porque su asesinato se debió a una traición invocada por el egoísmo y la cobardía.

José Miguel fue un orgulloso portador de los valores inculcados en Cuba, un pueblo que no escatima esfuerzos para expresar su solidaridad internacionalista, como lo está haciendo hoy en África, enviando cientos de médicos y especialistas para socorrer a países prácticamente abandonados y a trabajar por la cura de una epidemia que esta matando a miles de personas, adultos y niños.

Todo esto, su paso por Nicaragua, para luchar por la libertad de un pueblo aguerrido y noble, cobra fuerza en su conciencia política-moral y lo traduce en la decisión de enfrentar a la dictadura, ejerciendo el noble derecho a la rebelión, como forma de aportar a derrotarla. Una actitud que es fiel heredera de una norma de conducta patriótica militar, similar a la que desarrollaron nuestros padres de la patria y en particular Manuel Rodríguez: José Miguel aprendió en la practica, que “ los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan”.

Por eso murió convencido de que era necesario señalar con ejemplos, que no había opción para claudicar y que la construcción de una sociedad democrática libre de los amarres institucionales, que nos impusieron en 1973, no era factible subordinándose a los poderes facticos de la dictadura. La obra se iniciaba y no culminaba con la salida pactada de Pinochet, sabia que se abrían nuevas situaciones políticas en 1989, para lo cual la unidad y el fortalecimiento de la izquierda eran la salida…. ese fue su ultimo pensamiento y por eso fue a los Queñes, como tantas veces lo expreso, poniendo la dignidad del rodriguismo mas arriba que la cordillera de los Andes…….

La gratitud de tus hermanos y el respeto de tu pueblo, honra tu vida y obra, hasta siempre hermano.

El autor, Enrique Villanueva M., es ex dirigente Rodriguista

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