Así como la gimnasia es el remedio infalible para tonificar y mantener ágiles los músculos, también la obligatoriedad de pensar, de agudizar la mente, resulta un maná celestial para las neuronas ya que incluso ellas requieren de un buen estímulo para mantenerse fuertes. Lógico; si usted tiene un contrincante al frente cuya astucia intelectual le está llenando el canasto de goles, tendrá que estrujar hasta su última reserva de materia gris para salir honorablemente indemne. Ocurría tiempos ha cuando los paladines de cualquier sector de la política chilena, al margen de que el vulgo compartiera o no sus ideas, hacían gala de una gran agudeza mental si de llevar aguas a su molino se trataba.
Mafalda decía que lo malo de los viejos es que viven mirando el presente con los ojos en la nuca. Cierto, pero ¡qué diablos! como nunca, en destreza mental aquello que todo tiempo pasado fue mejor funciona aquí como reloj. Claro que en esos tiempos, pensará usted, el combate era a muerte y se trataba de hacer trabajar al máximo la sesera: había que vencer al capitalismo criollo y mundial por un lado, y por el otro había que vencer al comunismo también criollo y mundial. El triunfo fue de estos últimos, los del capital, y como para ellos la pelea era efectivamente a muerte, en Chile al menos coronaron su victoria asesinando a troche y moche a los que alguna vez fueron sus dignos contendores en el terreno de la ideas.
¿Qué pasó después? Ya lo sabemos: sobrevino el tiempo de los mediocres. Partamos tirando la mierda con ventilador, si me perdona el garabatín. Todos, absolutamente todos los políticos que empuercan hoy su propio nido, desde la extrema izquierda a la extrema derecha (¿existen todavía ambos extremos?) tienen como signo común la mediocridad. No hay día en que algún pelotudo de uno y otro lado no “muestre la hilacha”, según el dicho clasista de nuestros abuelos. El último fue el de un tal Don Nadie que si no es porque los venezolanos lo confundieron con un astuto espía, no nos habríamos enterado de su existencia ni menos que además era el presidente de los dinosaurios juveniles de la UDI.
Don Nadie, con la única neurona liliputiense que logró en algún remate, y aprovechando su “minuto feliz” gracias a la torpeza de la policía de Maduro, hizo una declaración más o menos así: “Mi abuelo, allá en ‘Chuchunco’, tuvo que irse del país durante Allende porque (léalo bien) lo quería matar… el GAP en el Plan Z”. Seguramente el señor Nadie oyó cantar el gallo en los niveles del pinochetismo trasnochado en los cuales se mueve y sólo se aprendió esas dos siglas: plan Z y GAP. Lo que a Don Nadie no le cupo dentro de la neurona, es que el plan Z, del que nunca más se volvió a hablar desde pocos días después del golpe, fue reconocido incluso por los autores del zarpazo a la democracia como un subterfugio necesario, destinado a impresionar a los sectores más simplones de la población a los cuales era importante asustar, según la receta de papá Goebbels.
En cuanto al GAP, sigla que seguramente Nadie ni siquiera sabe qué significa, tal como ironizaba un periodista de Radio Bío Bío, le habría sido muy difícil planear y ejecutar un atentado contra un camionero de ‘Chuchunco’ preocupados cada segundo del día en proteger la vida del Presidente de la República amenazada durante los tres años que duró el Gobierno Popular. Salvo que, como siguió ironizando el periodista radial, el “importante” camionero de ‘Chuchunco’ hubiera sido vecino del Presidente en Tomás Moro y al que hubiera sido necesario vigilar dentro de las funciones del GAP. Pero bueno, Don Nadie como dijimos, vivió su minuto de gloria y podrá mostrar a sus nietecitos los recortes de prensa cuando por única vez alcanzó notoriedad, aunque sólo hubiera sido por imbécil.
Al otro lado la cosa no es mejor. El país le entregó a doña Michelle una mayoría que ya se la hubiera querido tener cualquier líder auténtico para ejecutar un programa de gobierno que remeciera hasta sus cimientos esta realidad de profunda injusticia y desigualdad de la sociedad chilena. Pero parodiando a don Ortega y también a don Gasset, los hombres son ellos y también sus circunstancias. La señora Bachelet es sin duda ella, no se puede negar; basta con mirarla. Pero, ¿cuál es su circunstancia, si es que la tiene? Si nos atenemos a la intención de la frase de José Ortega y Gasset, una persona puede crear su entorno, su circunstancia, que será la que marcará la huella que dejará en su paso por este atribulado mundo. Es cierto que la vida se muestra generosa cuando le ofrece a un individuo la posibilidad de trascender hasta los anales imborrables de la memoria humana; pero sólo lo deja ahí, en la bifurcación, en la encrucijada, y tendrá que apechugar solito frente a la disyuntiva de elegir el camino correcto que conduce a la gloria o el camino trajinado de los que malogran la ocasión, ahogados en el olvido implacable de la mediocridad.
Michelle Bachelet está demostrando que no da el ancho, y no es ninguna ironía. Barnizada, porque no podemos decir armada, con un programa bastante avanzado para la realidad que vive el país, ha comenzado a diluirse carcomida por la táctica de inteligencia sorprendente de la derecha que, en menos de cuatro meses, revertió diametralmente la opinión pública que fuera la base de sustentación que llevó a Bachelet al gobierno. Basta mirar los resultados de la encuesta CEP de la semana pasada para entenderlo ¿Razones? Se rodeó en primer lugar de una piara de mediocres, de timoratos metedores de pata que viven tratando de encajarse en los cartabones que les ha ido imponiendo la derecha política y la derecha económica, esa que ahora ya no apoya con tanto entusiasmo a la Presidenta como en su primer mandato, cuando ella era líder del libre mercado y la globalización.
Por otro lado, asoma la cola el eterno temor a las masas, al pueblo, que siempre ha caracterizado a los pusilánimes del populismo. Sufren pensando que si se adoptan medidas demasiado generosas, el populacho se les quiera subir por el chorro y les exija cada vez más. Para su tibio reformismo, siempre será mejor conciliar con los poderosos que manejan el dinero, el poder y el apoyo de los uniformes, que con un pueblo que se puede tornar indomable pasándoles el carro por encima incluso a ellos.
La CEP, aunque con encuestas sibilinas y preguntas torcidas, ha logrado plasmar en cifras lo que la derecha esperaba de su siembra de estos cuatro meses, gracias a los acuerdos con la Nueva Mayoría. A propósito. la “política de los acuerdos” en estos casi 25 años de democracia, le ha servido invariablemente sólo a la derecha, desde el comienzo mismo de los presidentes de la Concertación, cuando se “acordó” con los golpistas todas las restricciones con la que nacía una democracia casi de caricatura, cautelada hasta hoy por el espíritu dictatorial que dejaron los militares. Prueba de ello es que luego de casi un cuarto de siglo, todavía no se puede eliminar el binominal heredado del pinochetismo.
Lo cierto es que en estos días la “política de los acuerdo” va desmantelando parte por parte los tres pilares básicos que enarboló Bachelet para ser elegida. Pasarán a la historia como mamotretos apolillados cuyo único valor será demostrar, una vez más, que los mediocres serán siempre fraudulentos, estén donde estén.
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