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La última batalla de los Veteranos del 79

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Durante muchos años rondaba en mi mente la idea de escribir una pieza teatral que valorara algunos aspectos sociales e ideológicos de los olvidados soldados pobres de la Guerra del Salitre. Sabía que esa tarea no era menor; requería estudiar con acuciosidad la historia del conflicto bélico, pero por sobre todo dar una mirada crítica a las historias oficiales y los mitos que rodean las versiones de cada país involucrado en esta guerra, para así posibilitar, a través de la historia teatral, una nueva construcción histórica abierta a nuevos relatos, desmitificando los conceptos “chauvinistas” de los discursos oficiales y planteando interrogantes desde un nuevo discurso autónomo y  no alienado.

A partir de este sustento teórico comencé a trabajar en el texto dramático. Las primeras preguntas que me hice fue ¿cuál sería la idea central?, ¿cuáles serían los temas complementarios?, ¿quiénes serían los protagonistas?, y ¿qué deseaba que sucediera en la mente y en los corazones de los potenciales lectores y espectadores?…

De esta manera, en la obra “La última batalla” vuelvo a enfrentar a los antiguos soldados bolivianos, chilenos y peruanos, ahora en un nuevo escenario, en una nueva guerra; en este caso la guerra para no morir de hambre. Una situación real y dramática que vivieron en su momento “en carne propia” estos soldados y que echa por tierra las manoseadas expresiones de patria y orgullo nacional.

El punto de encuentro es una plaza; se llama La Concordia, en cuyo ambiente reinan la basura y la miseria humana. Una estatua derruida en homenaje al soldado desconocido es el único símbolo que evoca a los héroes desaparecidos en combate. En esa atmósfera surrealista, absurda y decadente los tres combatientes, convertidos ahora en vagabundos y desprovistos de armas, intentarán luchar por un mísero pan; sin embargo, sus mentes laceradas y sus cuerpos débiles serán sus peores enemigos.

En este proceso de lucha por sobrevivir, en un mercado lleno de gente insensible que no es capaz de ayudarlos, los legendarios personajes deciden dar unidos su última batalla por su vida; divorciados de toda épica nacionalista. En esa situación de extrema pobreza, toman la determinación de dejar libre su fiera locura que nace de sus entrañas y de sus intestinos retorcidos, para sitiar y destruir esa sociedad que se escuda en la indolencia y la pasividad, con el fin de justificar su olvido de quienes lucharon por los intereses y bienes de las clases dominantes de su época. Ya no se enfrentan entre sí; por el contrario, se desanclan de los intereses económicos colonizadores y de los valores que se le atribuyen a la idea de ser boliviano, chileno y peruano.

En esta nueva perspectiva histórica, la obra intenta romper con el supuesto conflicto vitalicio que las clases de poder han fomentando y que han marcado, directa e indirectamente, las actitudes y los comportamientos sociales de muchas generaciones de ciudadanos de estos tres países, cuyas agendas personales, muchas veces, están alejadas de aquellos ideales ultra nacionalistas que se contraponen con la idea de la construcción de un nuevo porvenir más solidario, justo e igualitario para las naciones latinoamericanas.

¿Qué pasó con aquellos héroes olvidados? ¿Qué pasó después de la guerra con el campesino, el obrero, el niño, la mujer y el hombre común y corriente que se desangró por su patria? …La guerra enajena y los que van a la guerra, salvo los héroes oficiales – que nunca fueron pobres – terminan por sucumbir a la pobreza y la miseria, empujados por los mismos personajes poderosos que, en su momento, entregaron sus vidas.

La última batalla” intenta enaltecer a esos héroes del pueblo, cuyos restos quedaron extraviados en los arenales de un desierto, en la fosa común, en el fondo marino o en cualquier rincón desconocido. ¡Qué importa el país, qué importan los motivos de la guerra, qué importa si se alcanzó la gloria o la derrota, qué importa si la tierra es tuya o es mía, qué importa el mito patrio, en el que la invisibilidad de las ganancias se vuelve casi sagrado!; lo que sí interesa es desenmascarar la infamia y la demencia que produce la guerra.

Por lo demás – tal como lo señala el historiador iquiqueño Patricio Rivera – “la historia de los veteranos de la guerra de 1879, ha sido poco estudiada en los países que protagonizaron el conflicto; no es extraño, en este sentido, que Chile no haya desarrollado estudios históricos de la temática hasta el año 2003 con Carlos Méndez, siendo que el último veterano de guerra falleció en Arica en 1967 y fue soldado del Cuarto Línea, combatiente del ataque a las fortines del Morro. Ahora, esta actitud de la comunidad de la historia se explica al estar influida por perspectivas positivistas y por el auge durante la segunda mitad del siglo XX de la novela histórica de la guerra de 1879, sacralizada en el ethos nacional con los tres tomos de Jorge Inostroza Cuevas y su “Adiós al Séptimo de Línea”, los que generaron un meta relato del conflicto de carácter nacionalista y romántico en generaciones de chilenos, relegando a la historia del papel de investigar el conflicto y sus protagonistas”

Pero en esta ocasión, el rescate viene del ámbito de la literatura dramática, donde no se transgrede los nacionalismos, y – como dice Rivera – “solamente refleja la intención de colocar los soldados en un mismo plano de igualdad, quienes – a pesar de distintas banderas del pasado- se unen en una batalla del presente; una batalla como respuesta al hambre y el despojo; de vidas ofrecidas y de fragmentos de cuerpos esparcidos en sangrientos campos de batalla”.

El autor, Iván Vera-Pinto Soto, es Antropólogo Social, Magister en Educación Superior, Dramaturgo

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