La Reforma Tributaria que paguen más los que más tienen y los que antes no pagaban
por Enrique Villanueva M. (Chile)
11 años atrás 7 min lectura
El compromiso del gobierno de la presidenta Bachelet, de hacer una reforma tributaria, ha hecho saltar los fusibles de alerta del sistema económico, el que se siente amenazado en sus principios fundamentales. Lo que está en juego, como lo afirma la ultraderecha, es el cuestionamiento del mercado como el único regulador y árbitro del proceso económico y la intervención del Estado en los procesos económicos, el que hasta hoy asumió el rol de favorecer el libre funcionamiento del mercado.
Una visión ciertamente arcaica, para la derecha chilena la economía es una ciencia neutral y universal, donde los sujetos sociales, la historia, la política, el Estado y la ideología no tienen lugar. Cuestión que se contradice en la practica, ya que la defensa que hacen de la economía es afín con su ideología neoliberal, estableciendo que no existe nada neutral y defendiendo el carácter de eterno del sistema que crearon y nos impusieron en 1973.
Intentan conservar, tal cual han funcionado hasta hoy, las tres estructuras económicas básicas del sistema capitalista, la estructura de producción, la estructura de comercialización y la estructura financiera, manteniendo tranquilos y controlados a las fuerzas sociales. En otras palabras lo que defienden es un sistema que produce grandes ganancias a costa de grandes desigualdades en el mundo entero, que fue diseñado para favorecer a una minoría que abusa de esta situación y que la aumenta para consolidar las ventajas que les permiten funcionar.
Son fieros defensores de un sistema económico basado en el individualismo, piedra angular de la economía de mercado, donde la solidaridad es entendida como un valor negativo porque debilita a la persona en su lucha para escalar en el sistema. En este sentido asumen como suyos principios económicos que han perdido validez en el tiempo, entre ellos, el conocido “optimo de Pareto”, (Vilfredo Pareto 1848-1923), el que se define como aquella “situación en la cual no es posible beneficiar a una persona sin perjudicar a otra”.
Como gran parte de la teoría económica este principio se basa en criterios de utilidad: “si algo genera o produce provecho, comodidad, fruto o interés sin perjudicar a otro, despertará un proceso natural de optimización que permitirá alcanzar un punto óptimo”. En la practica la defensa de principios económicos como este, lo que hacen es eternizar la situación que vivimos la mayoría de los chilenos, en un país en el cual unos pocos son muy ricos y el resto vive con sueldos de subsistencia y una minoría con sueldos de hambre, lo que según Pareto debiera continuar como una condición inalterable.
Veamos esto en la practica, la Reforma Tributaria, que aun es insuficiente, altera los principios económicos que fueron inextinguibles durante 40 años y que se lograron mantener gracias a la teoría perversa de los empates. Para los defensores del sistema económico, la situación fiscal, los impuestos, no pueden ser mejorados sin empeorar la situación económica de los ricos, aunque el resultado sea mejorar la situación económica de la mayoría del país.
Por eso tanta preocupación de la extrema derecha la que abierta o solapadamente defiende a la minoría privilegiada de este país, para que todo siga igual, amenazando con la llegada del caos con argumentos cada vez menos creíbles y bastante manoseados, diciéndonos por ejemplo, que la Reforma Tributaria solo servirá para ahuyentar al capital extranjero. Si nos salimos un momento del fundamentalismo UDIOSO y ponemos este argumento bajo la lupa de la verdad, veremos que en realidad el capital extranjero viene a Chile para aprovecharse de los intereses altos o de la mano de obra barata y se va del país cuando el lucro ya no es suficiente.
Sin embargo envían a sus países y matrices lucros exagerados a la par que exigen siempre más privilegios de los gobiernos locales, razón por la cual es un error fundamental, vincular directamente el crecimiento del capital como actor de desarrollo, en la práctica ni siquiera desarrolla la producción de la economía, pero si engrosa las riquezas privadas.
He aquí una tarea pendiente y que el gobierno actual debe encarar, el royalty minero, cuyo objetivo es cobrar por la extracción de un recurso valioso que se agota y que genera enormes ganancias para la industria. Como lo demostraba CIPER en una investigación del año 2011, “la mejor muestra del valor del cobre chileno son las utilidades extraordinarias que hoy están mostrando las grandes empresas mineras, con rentabilidades de 50% y más. Incluso hay casos donde se han registrado utilidades de más del 100 por ciento”.
Chile necesita de los recursos que produce y necesita cobrar los impuestos de manera debida, para ello el gobierno de Michell Bachelet ha planteado la Reforma Tributaria, para financiar los gastos permanentes, mejorar la distribución de los ingresos, incentivar el ahorro y la inversión, y atacar la evasión y elusión de impuestos. En términos generales, la meta de recaudación del conjunto de medidas que se propone la reforma equivale al 3% del Producto Interno Bruto (PIB). El desagregado señala que un 2,5% del PIB serían provenientes de las modificaciones a la estructura tributaria, específicamente con la eliminación del Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), y el 0,5% restantes vendría de las medidas que reduzcan la evasión y elusión tributaria.
Pero lo central de todo esto, es la necesidad urgente de atacar y derrotar la desigualdad existente en el país, no solo en la educación, sino que en toda la estructura del sistema económico y social. Para ello se requiere de una reforma tributaria que debe conseguir un sistema fiscal en el que paguen más los que más tienen y los que antes no pagaban combatiendo el fraude y la evasión fiscal.
Esta es una razón por la cual en la derecha saltaron las alarmas y era previsible, porque la reforma no consiste en subir los tipos impositivos a trabajadores asalariados, sino que temen que paguen más los grandes patrimonios y grandes corporaciones, que hasta ahora eluden una gran parte de la carga impositiva gracias a mecanismos de ingeniería fiscal que nada tienen que ver con su capacidad económica. Hoy en Chile el fraude fiscal es parte del abuso y del lucro mal habido, además de una causal de la desigualdad que nos afecta como país.
Sobre el fraude fiscal queda mucho por hacer, este no sólo se refiere a conductas claramente defraudatorias sino que al abuso de estrategias de optimización fiscal que vulneran el espíritu de las normas, lo que también es un fraude a la sociedad y dentro de las primeras es especialmente injusto el fraude sofisticado y complejo ligado a paraísos fiscales, al estar fundamentalmente al alcance de los grandes patrimonios y empresas.
Así entonces, tal cual lo fue desde los orígenes de la dictadura político militar de Pinochet, la derecha hoy defiende los intereses económicos de los grandes empresarios que financian al sistema. Parece que algunos parlamentarios se han olvidado que fue don Jaime Guzmán el principal artífice del sistema constitucional y político que reemplazó al régimen definido por la Constitución del 25.
Fue en ese período que se expandió el funcionamiento de una economía capitalista y la contribución del ideólogo de la dictadura es decisiva, bajo la influencia del pensamiento de Friedrich Hayek y la Escuela de Chicago, Guzmán consagra constitucionalmente los principios del neoliberalismo que hoy nos agobia. Resulta difícil entonces encontrar sinceridad en el discurso por un capitalismo de «rostro humanizado», así como las falsas matrices culturales del discurso «solidario, del «bien social» o del respeto a los derechos humanos que levantan desde la derecha extrema.
En la medida que avancen las reformas y estas de verdad afecten los intereses del gran capital, la extrema derecha, construida como partido sobre la idea de un “enemigo interno”, acusara al gobierno de Michell Bachelet de totalitario, de “fomentar la destrucción sistemática de los valores cristianos, la familia y las costumbres públicas y privadas”, es decir, la misma diatriba de siempre.
– El autor, Enrique Villanueva M., es ex Dirigente Rodriguista
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