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A un año de la muerte de Aaron Swartz, la lucha continúa

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Publicado el 24 de enero de 2014
PARK CITY, Utah— A un año del suicidio de Aaron Swartz —el activista por la libre circulación de la información en Internet— cuando tenía apenas 26 años, el Festival de Sundance acaba de estrenar una película acerca de la vida de ese maravilloso joven. La película, titulada «The Internet’s Own Boy: The Story of Aaron Swartz» (El hijo de Internet: la historia de Aaron Swartz) dirigida por Brian Knappenberger, trata sobre la tristemente breve vida de Aaron. Aaron se suicidó cuando estaba bajo la fuerte presión de decididos e inflexibles fiscales federales que lo detuvieron en la calle, cerca del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), y lo acusaron de delitos informáticos.

A los 14 años, Aaron participó en el desarrollo del formato RSS, que cambió el modo de obtener contenidos en Internet. Cofundó Reddit, uno de los sitios web más populares. El año anterior a su muerte, ayudó a obstruir la aprobación en el Congreso de la Ley para combatir la piratería en Internet, conocida como SOPA, que le hubiese otorgado a las empresas un gran poder de censura en Internet. Ahora comienza otra batalla por la libre circulación de información en Internet, que deberá librarse sin Aaron.

Una coalición de activistas, técnicos y expertos en políticas de Internet se congregarán el 11 de febrero para participar en una protesta conocida con el nombre The Day We Fight Back, que significa ‘El día que nos resistimos’. Como afirman en su sitio web, al reflexionar acerca de la victoria contra la ley SOPA, «Hoy afrontamos una amenaza diferente que socava Internet y la idea de que todos vivimos en una sociedad verdaderamente libre: la vigilancia generalizada. Si Aaron estuviera vivo, estaría al frente de la lucha contra un mundo en el que los Gobiernos vigilan, recopilan y analizan todas nuestras acciones digitales». Antes de que Edward Snowden hiciera que la «NSA» y la «vigilancia generalizada» se volvieran términos corrientes, Aaron ya hablaba en contra de los programas de recopilación masiva de datos usados por la Agencia de Seguridad Nacional. Su hermano, Noah Swartz, me dijo: «Creo que el mensaje de Aaron a todos nosotros es que podemos hacer algo al respecto. Podemos tener un impacto real y si queremos lograr cambios en el mundo, debemos participar y no sentirnos impotentes ni inútiles».

La causa judicial que abrumaba a Aaron fue presentada por el Fiscal Federal Adjunto Stephen Heymann y la Fiscal Federal Carmen Ortiz. Cuando Aaron era investigador en la Universidad de Harvard, se dirigía al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), que queda muy cerca. Allí, el público en general tiene acceso a la red informática y recursos de dicha institución, como una base de datos de artículos académicos de investigación digitalizados, cuyo mantenimiento estaba a cargo de la empresa sin fines de lucro JSTOR. Aaron diseñó un programa informático que permitía que una computadora portátil descargara artículos en forma automática, y se dispuso a descargar millones de ellos. JSTOR advirtió esto y contactó al MIT, que se puso en contacto con la policía.

La Ley contra el fraude y el abuso informáticos fue promulgada en 1986 para enjuiciar a personas que participan en fraudes con tarjetas de crédito o amenazan la seguridad nacional. Como Aaron, al igual que cualquier ciudadano, tenía permiso para utilizar la red del MIT, no estaba cometiendo un fraude. Aaron consideraba que los artículos académicos representaban bienes culturales que debían compartirse. JSTOR decidió no presentar cargos en su contra, pero los fiscales federales siguieron con la causa, de todas maneras.

El padre de Aaron, Bob Swartz (que, irónicamente, es consultor del Laboratorio de Medios del MIT) sostiene que lo que sucedió a continuación fue “una venganza, en muchos sentidos. Casi un enjuiciamiento sádico». El abogado defensor de Aaron, Elliott Peters, me dijo: «Aaron no era un ladrón. Es cierto que descargó más material de JSTOR del que se esperaba, pero no fue para robar nada». Aaron se negó a aceptar un acuerdo de reducción de la pena, que lo habría convertido en un delincuente. Podía haber sido condenado a 35 años de prisión y al pago de una multa de un millón de dólares.

Bob Swartz está indignado con el MIT, que, según afirmó: «Cooperaron con el fiscal. Proporcionaron pruebas al fiscal sin presentar una notificación ni una orden judicial. Violaron varias leyes. También se negaron a colaborar con nosotros, a brindarnos pruebas y tuvimos muchas dificultades para lograr que nos respondieran». Peters sostiene que la Fiscalía incurrió en mala conducta porque Heymann retuvo pruebas exculpatorias, entre otras cosas. Incluso al día de hoy, un año después de la muerte de Aaron, Peters y la familia Swartz están tratando de que los fiscales federales les entreguen toda la documentación. Además, están trabajando con la legisladora demócrata de California Zoe Lofgren, para aprobar la «Ley Aaron», que eliminaría de la Ley de Fraude y Abuso Informáticos el lenguaje amplio que les permite a los fiscales acusar a cualquier persona que haya cometido un delito informático menor como si fuera un delito grave.

Mientras tanto, el hermano de Aaron, Noah, está organizando la protesta The Day We Fight Back contra la vigilancia masiva, que se realizará el próximo 11 de febrero. En un discurso pronunciado tras haber impedido la aprobación de la ley SOPA, Aaron Swartz habló acerca de la naturaleza verdaderamente popular y mundial de las protestas. Finalizó su discurso con un llamamiento a la acción: «Si dejamos que nos convenzan de que realmente no logramos nada, si comenzamos a creer que son otros los responsables de hacer esto, la próxima vez es probable que ganen. No lo permitamos».


©2014 Amy Goodman

Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: Gabriela Díaz Cortez y Democracy Now! en Español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro «Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos», editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

*Fuente. http://www.democracynow.org/es/blog/2014/1/24/a_un_ano_de_la_muerte

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1 Comentario

  1. José Maria Vega Fernandez

    Me pregunto:
    ¿Es posible gestar un país, una nación, o una comunidad de países o naciones, por no decir, un mundo, donde el individuo –usted, yo, por ejemplo–, no sea notado en su existir mas que por aquellos que le acompañan circunstancialmente, sea esporádica, permanente o de por vida?
    ¿Cual sería el problema?¿porqué tendrían que estar los datos personales -o individuales de cada ciudadano o paisano de ese país de maravilla, en poder de seres que yo no conozco o que no me interesa que sepan que yo estoy exixtiendo?
    Porque supongo que a usted, que es mas o menos como yo, no le interesa en absoluto que personas que no lo están acompañando, y a veces ni siquiera algunas de ellas, supieran algo que usted no quiere que se sepa….Estarían violando su privacidad, su muy legítima intimidad.
    Especialmente, mi exclusivo y unico sentido de la moral -hablando en directo: mis ligítimas modalidades de sexo y otras complacencias. O mi vicio secreto, o lo que no quiero que sepa mi hija, o mi vecino….
    Tampoco quiero que se enteren del estado de mis finanzas, ingresos, egresos, como pago mis impuestos y como los eludo…
    Este tema me tiene, lo confieso, un tanto harto.
    Si nio tenemos nada socialmente fraudulento o sucio que ocultar, ¿cual es la razón que un Gran Hermano nos vigile?¿Me quiere joder porque sí?
    Acaso no te conocen en Google, en tu vecindario, en tu oficina, en tu casa, y en tu garito preferido, mejor que tú a tí mismo…..?
    ¡Por supuesto que NO!.
    ¿Que quedaría de MI en pie y con sentido, si eso me lo hicieran saber?
    Mientras basemos nuestra identidad en nuestra personalidad adquirida solamente, y con ella nos contentáramos, no creo que podamos atisbar lo que llamamos libertad.
    .

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