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Llego el momento de la Dignidad Nacional: Asamblea Constituyente

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La mayoría del país está movilizado y expectante, un nuevo paro está convocado por los trabajadores, la CUT ha dicho que paralizarán sus actividades para ser escuchados en sus reivindicaciones: Reforma laboral, sistema de pensiones, salario mínimo digno. Por su parte los estudiantes adhieren a este llamado y se suman a la movilización social, en un día que recuerda uno de los mas importantes logros del pueblo de Chile.

Coincide con los 42 desde que Salvador Allende nacionalizó el cobre, dejándonos un mensaje que hoy, bajo estas nuevas circunstancias, está plenamente vigente, que nuestros recursos naturales están para financiar la educación, la salud y los derechos ciudadanos básicos.

Allende tenia toda la razón en esto, cuatro décadas después, las empresas privadas extranjeras continúan llevándose colosales utilidades, con las cuales hoy podríamos resolver, sino todos, la mayoría de nuestros problemas. Según el Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, CENDA, solo en el 2011 la inversión extranjera se llevó como utilidades 35 mil millones de dólares.

Esto significa el 79% del presupuesto anual del Estado, equivale al 3,3 veces el presupuesto de educación, al 7,3 veces el presupuesto de salud y equivale a 11,5 veces el presupuesto de vivienda. De esta manera, entregando nuestras riquezas, la derecha y la Concertación construyeron un país profundamente desigual, que genera contradicciones cada vez mas profundas y que hacen insostenible la vida para millones de personas, las  que hoy exigen sus derechos.

Por eso la “clase política” está preocupada, ya no es indiferente a estos hechos, porque huele que en el imaginario popular y en nuestro horizonte se han instalado objetivos que nos interpretan plenamente:  cambio de la Constitución, Asamblea Constituyente, Educación Publica gratuita y de Calidad, sistema de salud al alcance de todos (as), entre los mas importantes.

Ante esto la clase política responde de la manera que sabe hacerlo, blindándose a través de acuerdos entre cuatro paredes, tal cual lo hicieron las cúpulas de los partidos de la Concertación y Renovación Nacional, proclamando con bombos y platillos un supuesto acuerdo histórico para terminar con el sistema binominal. Pero lo que han hecho en realidad, es fortalecerlo y legitimarlo, o como lo expresó el Senador RN Francisco Chahuan, lo que quieren con esto es “apagar las voces que piden Asamblea Constituyente”.

La preocupación de la derecha y la Concertación ahora se dirige  a las próximas elecciones parlamentarias, saben que en las elecciones presidenciales no tiene  mucho espacio ni posibilidades. Lo que buscan moviendo sus piezas transversales, es encerrar el descontento social en el Congreso Nacional, creando la presencia parlamentaria necesaria para obstaculizar el cambio a la Constitución y de los demás cambios políticos y económicos profundos que ya se hacen evidentes.

Esta situación ratifica la validez y la necesidad de seguir avanzando hacia una democracia participativa, porque el modelo que diseñaron en 1980 no avanza hacia la democracia, por el contrario establece una relación estática entre quienes ellos consideran siervos, todos nosotros y amos, los que se adueñaron del poder.

Estos son los hechos que caracterizan el momento histórico que estamos viviendo, en el cual los discursos a medias tintas ya no sirven, tampoco los llamados incendiarios sin tener claro como se concretan las ideas que se proponen. Chile es un país clasista, una sociedad modelo del neoliberalismo moderno, que no ha eliminado los antagonismos de clase, por el contrario, lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, y nuevas condiciones de opresión.

La comprensión de esta realidad es determinante para oponerse a la política de cúpulas y enfrentar con éxito las contradicciones, entre un país que quiere alcanzar sus derechos, que ya no puede esperar mas, con los grupos de poder transversales que quieren dejar todo como está, perfeccionando el sistema actual.

Unidad y visión estratégica, el próximo gobierno es solo por cuatro años, por ello lo primero es que el programa debe superar ese periodo, potenciar la movilización social y a los movimientos sociales que no deben ser desmovilizados, por el contrario deben crecer, multiplicarse, ellos son la base del rechazo y del cambio al sistema neoliberal reinante.

El momento exige transparencia con capacidad de critica, para superar las diferencias que no unen a la izquierda, necesitamos fuerzas comprometidas con las importantes reformas sociales que el país exige, dirigentes que rechacen la practica nociva y poco transparente de los acuerdos de cuatro paredes. Para ello los candidatos al parlamento deben ser personas con vocación de poder, promotores de un  programa político compartido y validado con los ciudadanos.

También necesitamos salir al paso del oportunismo que pretende seguir pervirtiendo la conciencia social, de la juventud, de los trabajadores, del mundo intelectual, del arte y la cultura, que son las fuerzas del cambio. Son muchas las voces oportunistas que ofrecen rimbombantes proyectos de reformas, como las que nos han ofrecido por mas de dos décadas, dejándonos en el mismo lugar, con mas deudas y con la desesperanza a cuestas.

Hoy es el momento de las ideas, durante años el dogmatismo y el anquilosamiento de nuestros partidos impusieron una traba al pensamiento creativo de la izquierda, afortunadamente desde el movimiento estudiantil y social han surgido ideas nuevas, que no merecen trabas, sino alientos para su profundización. El clamor de la Constituyente es parte de ese caudal, porque es el momento de que nuestros planteamientos se escuchen y fuerte, asi como de exigir la consecuencia y el compromiso de cumplir las promesas y llevarlas a cabo.

Los amarres de 1990 nos han llevado a la situación actual, de asfixia de la democracia, por eso ya no sirve un cambio parcial, sino uno profundo, fundamentado en escuchar a la ciudadanía, a las nuevas generaciones, que siguiendo nuestra tradición de lucha, ya no temen hacer público su descontento para obtener una verdadera democracia.

Ya hemos puesto los puntos sobre la mesa, ahora hay que luchar para que esa realidad sea posible, queremos cambiar la Constitución Pinochetista de 1980 y ante el cerrojo institucional pareado u apuntalado por el sistema binominal, el único camino posible es la Asamblea Constituyente

Basta de cuentos, los chilenos tenemos la madurez y la conciencia para de manera ordenada e institucional decidir si queremos o no un proceso constituyente. El camino no tiene nada de caótico, significa que somos los chilenos (as) y no las cúpulas quienes nos manifestaremos a través de un plebiscito, por nuestro futuro.

Y a través de este camino, en el plebiscito se aprueba y se le da forma al sentir nacional, se le devuelve al pueblo la soberanía y da origen a una ley que genera la Asamblea Constituyente. Luego en un tiempo acotado propone una Nueva Constitución, que posteriormente debe ser refrendada también en un plebiscito, esta vez llamado por el pueblo y no impuesto por una dictadura.

Finalmente, llevar a cabo un proceso legítimo de Asamblea Constituyente, significa también el materializar el logro de un proceso largo de luchas dignas y valientes, que dimos para derrotar a la dictadura y de las  movilizaciones sociales desarrolladas desde el 2011. Llego el momento de la dignidad nacional, de elevar nuestra mística tan alto  como la cordillera de Los Andes.

Retomemos y defendamos nuestras convicciones, como lo hizo Salvador Allende: “Yo tengo mucho respeto por el cargo de Presidente. Por respeto a mi propia dignidad de Presidente, no me veo en el exilio golpeando puertas. Pidiendo ayuda para algo que no supe defender o que no estuve dispuesto a defender hasta las últimas consecuencias”. Salvador Allende, Agosto de 1973

– El autor, Dr. Enrique Villanueva M., es ex dirigente Rodriguista

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