La explotación de petróleo en el mar es cada vez más frecuente, en la
medida en que los depósitos en tierra firme se van agotando. La novedad
más reciente, aparte del espantoso derrame que está fuera de control en
el Golfo de México, es el hallazgo de petróleo en las aguas de las Islas
Malvinas y nosotros reclamamos -por el probable daño ecológico pero
sobre todo porque ese petróleo es obtenido en nuestras aguas-.
La explotación "off-shore" se realiza desde hace mucho; recordemos que
algunos de los primeros pozos de Comodoro Rivadavia estaban en el mar,
aunque a pocos metros de la playa. Pero se perfora a cada vez mayor
profundidad, y con métodos hipersofisticados. Esto multiplica el riesgo
ecológico. En el lugar de la reciente explosión de una plataforma en el
Golfo de México, la profundidad del mar es de 1.500 metros y la
perforación llega hasta los 5.000 metros bajo el nivel del mar. Los
expertos no saben qué hacer y segundo a segundo el petróleo sigue
contaminando el mar: se estima que ya se han derramado 90 millones de
galones.
Por otra parte, la sed de hidrocarburos de la civilización moderna es
cada vez mayor y la perforación en el fondo de los mares es inevitable
-a pesar del efecto invernadero, de todas las alarmas que suenan y de
todos los Kyotos y las solemnes declaraciones que se hagan-.
En cuanto al ya no tan reciente (20 de abril de 2010) desastre en el
Golfo de México frente a las costas de Estados Unidos, se dice que la
plataforma de perforación era la más moderna del mundo, provista de toda
clase de elementos redundantes de seguridad que fallaron y mantenida en
su sitio por GPS. La negligencia criminal de la British Petroleum quedó
plenamente documentada en testimonios brindados tanto en el Congreso
como a la Guardia Costera de Estados Unidos. En Chernobyl pasó lo mismo:
se violaron todas las normas de seguridad.
Para la BP se trataba de ganar tiempo y ahorrar gastos, ya que las
labores se habían atrasado. El resultado parece ser una ruptura de
varios kilómetros de largo en el fondo del mar en por lo menos 18 sitios
distintos, hasta a 10 kilómetros del lugar del hundimiento de la
plataforma y de donde mana petróleo -noche y día- desde el 20 de abril.
Mucho más de lo que se admite oficialmente.
BP ha aceptado su responsabilidad y propone indemnizar a los
damnificados -se habla de 20.000 millones de dólares-. Pero, que se
sepa, indemnizará sólo a los habitantes damnificados de las costas de
cuatro estados de Estados Unidos. Tampoco el presidente Obama, en su
discurso, ha admitido la enormidad del daño ambiental fuera de las aguas
costeras estadounidenses. Es toda la fauna y flora marina de una zona
aún desconocida, que abarcará millones de kilómetros cuadrados. Por
ahora las acciones de BP han perdido la mitad de su valor y el primer
ministro británico Cameron ha pedido "que no se lleve a la empresa a la
quiebra", por su importancia económica (es la tercera petrolera mundial,
después de Exxon y Shell) y la cantidad de personal que emplea: en todo
el mundo, unos 80.000 empleados. La quiebra del ecosistema oceánico es
lo de menos.
Halliburton, la firma que es, en parte, propiedad del ex vicepresidente
Cheney, tampoco estaría libre de responsabilidad. BP aceptó su culpa,
pagará y tal vez entre en quiebra, pero eso no alivia la catástrofe,
cuyas dimensiones aún son imprevisibles. El único comentario que cabe a
esta conclusión es un eslogan que se ha popularizado respecto de los
accidentes viales: "Si era evitable, no fue un accidente". Al parecer,
éste era evitable. Como nunca hubiese debido haber un Chernobyl, si no
hubiese sido por desaprensión e irresponsabilidad de los responsables.
Ahora ya pasaron más de dos meses y medio desde la ruptura del pozo y
los técnicos aún tratan de encontrar una manera de detener el desastre.
Las opiniones sobre la dimensión que puede tomar el desastre varían.
Según algunos cálculos, en unos meses el petróleo en el mar puede ser
arrastrado por la Corriente del Golfo y contaminar todo el Golfo de
México, y hasta dar la vuelta al extremo de Florida y llegar hasta
Islandia.
Los derrames normales se combaten de varias maneras y con resultados
igualmente variados, que dependen fuertemente del tipo de hidrocarburo
de que se trate. Una primera medida es rodear las manchas de petróleo
con una especie de manguera inflable para mantener el crudo lo más junto
posible. Después se trata de absorberlo con bombas. Otro método usa el
hecho de que hay algunos microorganismos capaces de degradar los
hidrocarburos. En combinación con estas bacterias se usan detergentes
especiales que subdividen los hidrocarburos para facilitar este fenómeno
-o sea, justo lo contrario a la técnica anterior-. Según algunos, estos
detergentes limpian en parte la superficie pero favorecen que el
petróleo se instale en capas medias y bajas. Ya se han vertido cientos
de miles de toneladas de esos detergentes en el mar y, por supuesto,
tampoco se sabe qué efecto tendrán la multiplicación de estas bacterias
ni los restos de detergente sobre un ecosistema acuático.
Pero éste no es un derrame normal. Puede destruir todo el océano
Atlántico. Según algunos informes más o menos secretos, después de
rechazar la oferta de colaboración por parte del Instituto de
Oceanografía de la Academia de Ciencias de Rusia, la BP habría pedido
-luego la noticia fue desmentida- la intervención de batiscafos rusos
MIR, que pueden operar a esas profundidades, para ir y ver en el sitio
el alcance de la ruptura del fondo marino. Por supuesto, no se sabe qué
encontrarán los investigadores al hacer esta inspección ocular que los
robots enviados hace días no pudieron ver. Al parecer los rusos han
ofrecido una solución extrema, la de utilizar una explosión nuclear para
cegar el pozo. Al parecer, los soviéticos ya aplicaron varias veces en
su propio territorio esta técnica extrema de "uso pacífico de las
explosiones nucleares". La CNN nos explica cómo se haría: se explotaría
un dispositivo nuclear cerca del origen del derrame, a muchos metros de
profundidad en la roca, de modo que la solución extrema es comparable
con los numerosos ensayos subterráneos que se hicieron y que fueron
prohibidos por el Tratado de Prohibición Total de Ensayos Nucleares
(CTBT).
Por ahora, el presidente Obama se opone a esta solución extrema por
razones que son sobre todo políticas. La explotación petrolera off-shore
continuará, alcanzando profundidades cada vez mayores. Los peligros son
inmensos: además de la mayoría de los derrames ocurridos por accidentes
navales durante el transporte, están los peligros de la perforación y
explotación misma, como lo muestra la explosión de esta plataforma
futurista. Nadie sabe con certeza qué pasa a miles de metros bajo el
nivel del mar, salvo que sigue manando petróleo sin que se sepa cómo
pararlo.
La única solución está en tomar recaudos cada vez mayores, lo que
aumentará el costo de la extracción, ojalá a costa de las enormes
ganancias de las multinacionales petroleras. Pero los daños ambientales
son irreversibles. Lamentablemente, estamos viviendo en un sistema
insostenible que vive a costa del bienestar y de la vida de nuestros
descendientes. Pues, aunque logren sacar el crudo sin un desastre como
éste, al quemarlo estaremos agravando el efecto invernadero. A la larga,
es el jaque mate.
– Tomás Buch es Físico y químico.
* Fuente: Argenpress
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