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El futuro es un país extraño

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El futuro es un país extraño
Una reflexión sobre la crisis social de comienzos del siglo XXI

Josep Fontana
Ediciones de Pasado & Presente, 2013

Haciendo gala de una gran capacidad de síntesis y de una visión diacrónica que ya demostró en Por el bien del imperio  (Pasado & Presente 2012), Josep Fontana dedica este breve opúsculo al análisis de la crisis en que actualmente estamos inmersos.  Siempre teniendo en cuenta las tres vertientes –social, política y económica-, Fontana introduce la idea de que la actual crisis no comenzó con la debacle de las hipotecas basura de Lehman Brothers en 2007 sino mucho antes, concretamente en la década de los setenta, con el golpe de Estado en Chile y la consolidación de las teorías económicas de Milton Friedman.  De ahí, sostiene Fontana, deriva en gran parte la vertiente ideológica de quienes, en occidente, definieron el Estado como el problema y no la solución, y cuyos adalides fueron Reagan en América y Margaret Thatcher en Europa.  Fue entonces, una vez anulado el “peligro” soviético tras treinta largos años de Guerra fría, que se inicia la política de desguace del estado de bienestar que actualmente ha llegado a su punto álgido.

Después de un periodo de posguerra que había marcado un reparto relativamente equitativo de las riquezas comienza un proceso de desigualdad que Fontana ilustra con un dato de los últimos tiempos: “Entre 1973 y 2011 la productividad creció en un 80,4%, mientras que el salario por hora trabajada lo hizo sólo en un 10,7%.”

En el análisis de Fontana destaca un principio del que se apartan actualmente los estudios de los economistas más brillantes,  a saber, que no nos encontramos ante un “quiebre” del sistema por esta distribución cada vez más desigual de la riqueza.  Muy al contrario, afirma, al capitalismo nunca le ha importado la distribución de la riqueza –un concepto que alude al bien público- sino el aumento de sus propias ganancias, es decir, al bien privado.  En virtud de ese principio se explica la existencia de la esclavitud, la explotación del trabajo infantil y, en términos generales, la explotación de las masas desprotegidas allí donde no exista un código de derechos laborales.  Esos derechos se han adquirido a lo largo de la historia a través de la lucha de los campesinos y, más tarde, de los obreros organizados en sindicatos y mediante la lucha de la sociedad civil para obligar a los dueños del capital a repartir la riqueza generada entre todos.

Con la complicidad del Estado, que paulatinamente abandona su función reguladora, las grandes empresas obtienen todas las garantías necesarias para renunciar a su función de creadoras de puestos de trabajo y, gracias a políticas de austeridad conseguidas mediante la institución de lobbies y de grandes sumas de dinero, sólo se atienen a aumentar sus ganancias.  Y, al establecer la corrupción como un pilar fundamental del sistema político, se sientan las líneas maestras del panorama que hoy conocemos con el nombre de crisis.  Como apunta Robert Scheer, citado por Fontana, la pasividad del Estado “garantiza a los especuladores la impunidad, dada su capacidad de modificar las leyes antes de cometer el crimen.”

A propósito del proceso de enriquecimiento de los más ricos, por ejemplo, en Estados Unidos, convertido en un gigantesco laboratorio donde las grandes empresas y la banca campan por su fueros –una vez más con la complicidad de las instituciones reguladoras- Fontana arroja una abundancia de cifras, entre las cuales resalta la siguiente: “En el conjunto del periodo de 1993 a 2010, la parte del crecimiento total ‘capturada’ por el 1% de los más ricos había sido del 52%, [pero] en los años de recuperación de 2009 y 2010 esta parte había ascendido al 93%.”  En el mismo periodo, la riqueza de una familia media había disminuido en un 38,8%.  Poco importa que las cifras correspondan a la economía de EE.UU. porque el mismo modelo de reparto de la riqueza está generalizándose en todos los continentes.  Sin ir más lejos, en el caso de Chile, 65 familias poseen el 20% del PIB.

Mientras los encargados de divulgar las buenas nuevas del capitalismo moderno auguraban una nueva era de prosperidad a partir de la generalización de las nuevas tecnologías, la realidad se ha encargado de demostrar que esa prosperidad y los beneficios del crecimiento a que da lugar benefician sólo a una concentración creciente de la riqueza en manos de unos pocos.  De ahí la importancia de los medios de comunicación, en su gran mayoría en manos de conglomerados del gran capital y de la derecha política, que venden día a día a los ciudadanos las bondades de un sistema que nunca llega a cuajar.  Al mismo tiempo, la enorme máquina de la represión que empieza a instaurarse en todos los países de occidente certifica que en ese nuevo orden mundial toda disidencia puede ser castigada de manera fulgurante y completamente desmesurada.

En rigor, nada de esto es novedoso, porque a diario somos bombardeados por cifras que certifican que el crecimiento de la desigualdad de los ingresos es un fenómeno que hermana a los ciudadanos de todos los países del mundo, desde China hasta América Latina. Una vez desaparecido el “enemigo” que en su momento fueron los sindicatos y organizaciones sociales que lucharon para crear el Estado del bienestar, este desequilibrio amenaza con volverse contra los propios amos del dinero.  Fontana toma prestado el término de “asíntota” para definir las perspectivas de este modelo económico cuasi feudal, donde el Estado ha renunciado a su rol histórico de mediador y se ha convertido en un ente cada vez más privatizado.  Bajo esta perspectiva, que define el capitalismo no como un sistema económico sino como un sistema de poder, éste sólo puede seguir adelante gracias a una represión cada vez más generalizada.  Esta represión y violencia generada a partir del aparato del Estado puede crear y está creando una resistencia creciente que podría conducir a un estallido social de consecuencias imprevisibles.

Fontana sostiene que así como en sus inicios el capitalismo produjo el epifenómeno de la organización de las masas campesinas y obreras que lucharon por unas condiciones de vida y de trabajo más justas, los sindicatos y los partidos políticos que lucharon para dar una forma y un cauce a esas luchas, en el futuro –aquel país extraño donde las amenazas han cambiado- habrá que reinventar nuevas formas de resistencia y organización.  En la lucha contra ese sistema de poder al que poco importa el derrumbe de lo que conocimos como Estado de bienestar y que conduce a la pauperización de grandes sectores de la población que creían en el crecimiento y bienestar sostenido, es necesario encontrar los nuevos modelos de lucha y de resistencia y de alianzas.  La crisis tiene como virtud aunar las protestas de sectores que hasta ahora habían permanecido aislados unos de otros, llámense jóvenes universitarios, pensionistas, obreros y trabajadores del sector privado y público, electores de izquierda y derecha, movimientos denominados Indignados, Occupy o Primavera árabe.  En esa transversalidad mundial reside una de las claves de la invención de un nuevo futuro, donde, según Fontana, no se trata tanto de derribar el sistema, bajo una óptica revolucionaria, sino de cambiar la economía de manera que lo que cuente sea la gente y no el dinero, bajo una óptica “evolucionaria”.

El mundo de comienzos del siglo XXI, advierte Fontana, “es un mundo con muchas frustraciones y mucho rencor acumulados, que pueden prender en el momento más inesperado.  La capacidad de tolerar el sufrimiento no es ilimitada y las asíntotas del poder capitalista pueden estar efectivamente llegando al límite.”

Alberto Magnet Ferrero

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2 Comentarios

  1. Jose

    Buen artículo.
    ¿Que me inspira a mí…?
    Me pregunto. Cuando se habla de generalizacion de las tecnologías, quizá se imagine un globito en expansión…no será mas bien una linea en dos direcciones? Hacia un extremo: ollas de acero inoxidable y máquinas de afeitar y taladros electricos, y computadores para todos. Esto para todos aquellos que piensan que nuestro futuro como especie es y será La Tierra.
    Hacia el otro extremo: robotica y naves de todo tipo, celulas y plasmas y todo lo inimaginable por el ciudadano medio común y corriente, bio y quimiotecnología para nuesros descendientes, que, en algún momento, tendrán que vivir en otras condiciones.
    El proverbial «mi reino no es de este mundo», extensible ahora y en adelante a todo lo que hemos conocido antes de la ciencia y la humanística de hoy y de mañana.
    ¿Donde queda entonces la pretensión de una igualdad y mas equitativa repartición de las riquezas?
    Hay quienes viven para hoy. Otros viven para mañana.
    Un mañana desconocido.

  2. Marcelo

    Falto mencionar la complicidad de todos los partidos que renunciaron a la lucha contra el capitalismo y la defensa de los trabajadores.
    Me refiero a todos los partidos socialistas europeos que en un tiempo se llamaron social-democratas y que hoy llaman social-libérales y cuyo ejemplo mas reciente es el partido del senor Hollande en Francia.Estos partidos que tiraban su ideologia del reformista Berstein(fines del XIX) lo han largamente superado para hoy sumarse al neoliberalismo puro y duro tal como lo hacen nuestros socialistas,PPD y demas ex Mapu chilenos.

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