¿Se ha fijado usted la cantidad de veces que ciertas frases y ciertos términos son utilizados por nuestras conspicuas “figuras públicas”, políticos, faranduleros, deportistas, en todos los medios a los que el mundo tiene acceso? Sobre todo en la “Caja de los Idiotas”, como alguna vez se tildó a la televisión. Una de ella ha sido “empoderarse”. Hoy todos se empoderan, Pero, ¿sabía usted que a la palabrita le quitó vigencia la Real Academia de la Lengua hace mucho tiempo? Originalmente fue tomada del inglés empower cuyo origen fue bastante honorable: definía la forma como ciertos sectores de la sociedad, marginados por mucho tiempo, comenzaron a tomar protagonismo exigiendo derechos, entre ellos las féminas.
Pero lo más sorprendente es que el Diccionario Prehispánico de Dudas la define como “conceder poder a un colectivo desfavorecido socioeconómicamente para que, mediante su autogestión, mejore sus condiciones de vida”. En Chile los empoderados son muchos y no necesariamente “desfavorecidos socioeconómicamente”. Por ejemplo, es una frase favorita del señor presidente, de sus ministros, sus parlamentarios y secuaces menores, a todos los cuales el dios Pluto (no el perro de Mickey, sino el dios griego de la riqueza) los empoderó con sus fortunas en directa proporción a su carencia de prejuicios.
Los segundones de la Concertación —digo segundones en la escala socioeconómica— se “empoderaron” tras 20 años de genuflexiones ante el capital de los neoliberales criollos. Otros venían empoderados de antes, como Andrés Zaldívar que tiene unos ahorritos invertidos en el área de la pesca, lo que moralmente lo inhabilitaría para votar la ley de marras que se discute en el Congreso. Pero en esto no seamos ingenuos: la moral es una categoría que hace mucho dejó de estar empoderada en nuestros medios.
Los únicos que no se empoderan, si atendemos a la definición del Diccionario Prehispánico, son los de abajo, como los llamó Azuela. Si lo intentan, como los estudiantes, los mapuches, los pescadores, llegan los empoderados y los muelen a palos, que Dios protege a los malos cuando son más que los buenos. El axioma dice que los que llegaron fueron los sarracenos. Cierto, pero da lo mismo, siempre habrá moros en la costa.
Este último tiempo ha aparecido cada vez con más frecuencia otra palabreja: “proactivo”. Ha entrado también en el léxico de los “públicos”. La utiliza, por ejemplo, la senadora designada Ena von Baer, lo que de por sí debiera levantar sospecha de su correcta acepción, ya que la damita es más tonta que una puerta (una puerta “proactiva” ya que entró al Senado por la idem de atrás).
Por desgracia, en este país hay muchos “proactivos”. Han sido tan “proactivos” que tienen la sartén firmemente asida por el mango desde que el Tata Pinochet se la entregara junto con la bandeja. La cercanía de las elecciones los vuelve más “proactivos”. Corren de allá para acá y de acá para allá en una danza de millones como si nada hubiera pasado, como si los verdaderos “proactivos” de la sociedad, las fuerzas sociales “desempoderadas” fueran verdura cocida.
Y tienen razón estos políticos en “proactivarse” tanto porque aquí encaja otra acepción que más que una palabra es un eslogan: “todo tiene que cambiar para que todo siga igual”. ¿Se ha fijado que la frasecita es una muletilla imprescindible si se quiere posar y pasar por erudito? Debemos agradecérsela a don Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, y reconocer que es harto útil. No hay quien no la utilice como un buen comodín. Total, de noche todos los gatos son pardos.
Y es verdad. Aquí en Chile la máxima de don Giuseppe calza como el zapato de la Cenicienta: todos estamos convencidos que la “vaina” está cambiando, nos entusiasmamos, y hasta nos empoderamos, cuando vemos esas enormes movilizaciones estudiantiles y de los “populáricos” todos ellos con un denominador común que es la saturación a la que hemos llegado con estos políticos “proactivos” que nos tienen hasta las… bueno, hasta las alturas del Costanera Center.
Pero, amigo mío, desengáñese. El sabio Di Lampedusa no falla. Nada de lo que usted ve, siente y huele como una podredumbre va a cambiar. ¿Está usted saturado del payaso Zalaquett? ¿Qué va a hacer entonces? ¿Va a votar en blanco, no irá a votar, pondrá la célebre firma de Walt Disney en el voto? ¡No, señor! Usted terminará votando por “Papelucho”, es decir por Carolina Tohá para castigar a ese sarraceno apaleador de estudiantes que oficia de alcalde de Santiago.
¿Y en Providencia? Recuerde que el señor coronel expele fascismo a varios metros a la redonda, adobado con un tufillo torturador que se le pasó colado a la justicia. ¿Acaso usted va a dejar que vuelva a ganar este guatón al que empoderó Pinochet de tal manera que sigue pasando “piola”? Claro que no. Usted será un indignado, pero siente que no puede ser un cómplice de la reelección de este pinochetito. ¡Qué diablos! no le queda otra que votar por una damita “cuyo nombre no me acuerdo”, pero que es la rival del guatón.
Así suma y sigue. Son dos ejemplos que se van a repetir en cada comuna de la angosta faja para que al final ganen ¿sabe quiénes? ¡los políticos! Todos. Desde la derecha a hasta los comunistas, cuyo presidente corre, con su cara de monja alemana, a retratarse en La Moneda, terneado y encorbatado, junto a toda la troupe de “empoderados”, pasando por el “proactivo” Marquito (perdonen esta debilidad paternalista) que todavía no se define entre el otrora “verde olivo” que estafó a Cuba, y el facho Danús, que apaleaba también estudiantes inspirado por su Tata Pinochet.
Es lo que hay, amigo mío. No se haga ninguna ilusión. Todo seguirá igual, no importa quién gane si los de allá o los de acá. Lo único que va a aumentar será la abstención, pero sólo por un problema de guarismo, de números. Los que le sirven a los políticos son los que votan, ¿o no escuchó por ahí a la vedette del PC, Camila Vallejo atacando a los estudiantes secundarios por llamar a no votar y, de paso, funar las elecciones? No importa si a doña Camila la desempoderaron los universitarios cuando su partido se pasó con camas y petates a la Concertación. Lo importante para el PC es que ella sigue “proactiva”.
Usted y yo no, querido lector. Estaremos el domingo en la noche en una inercia contemplativa viendo la alegría con la que van a celebrar los que ganen y los que pierdan, porque el verdadero triunfo de ellos será que, una vez más, nadie les habrá quitado el derecho a pelearse a dentelladas su vocación de saqueo, engaño y corrupción con la que continuarán expoliando al país por turno.
Pero no se preocupe: llegará el día, más temprano que tarde, en que las masas estarán realmente proactivas, así sin comillas. Cuando llegue ese momento ¡que Dios nos pille bien empoderados!
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