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El funeral de los partidos políticos

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Los partidos políticos que surgieron después de las revoluciones de los siglos XVIII y se consolidaron a principios del siglo XX han llegado a su fin. Durante su vigencia lograron ser los exponentes autorizados de la democracia representativa, a través de la cual, muchos pueblos lograron, junto a los otros micro poderes dentro de los Estados Nación, sobre todo los sindicatos y los gremios, cierto nivel de conquistas. El más destacado fue el Estado de Bienestar. La importancia de los partidos políticos se dio cuando dentro de los Estado Nación existían espacios de independencia y el motor de esos partidos eran las propuestas o plataformas ideológicas; pero desde la década del setenta del siglo XX, con la implementación de la globalización financiera y la reducción de la importancia de los Estado Nación, cualquier agrupación política que aspire administrar el gobierno de esto estados sólo tiene una función: seguir las directrices externas. Es por ello que ya la experiencia nos está demostrando que la brecha entre los partidos tradicionalmente antagónicos cada día se acorta más. Vale decir, que el ciudadano no distingue el color ideológico del partido gobernante y se limita a dar el “voto de castigo”, con lo que único que logra es apretarse más la soga.

La democracia representativa o burguesa empieza y termina en un acto que se da en un tiempo que varía en los diferentes países. Ese acto se llama “voto”, que no es más que el despojo de nuestros derechos ciudadanos: se los transferimos a un grupo de individuos para que hagan lo que mejor les parezca. Con el cambio de la modernidad (era industrial) a la posmodernidad (era de la informática y de las telecomunicaciones) ese acto se despersonaliza por cuanto que estamos votando por los mismos, aunque se nos presenten con distintas banderas (extremas, centros, derechas, izquierdas). Se llega al poder y sus tentadoras “mieles” terminan seduciéndolos, sobre todo cuando tienen el Poder Hegemónico Mundial susurrándoles a los oídos y, en muchos casos, engordándoles los bolsillos. Es que no puede haber dependencia sin corrupción. La posmodernidad nos ofrece el funeral de los partidos políticos.

El neoliberalismo, con su globalización financiera, está arrasando con todo: con los Estados, con los partidos y demás micro poderes, con la gente, con el ambiente. La sociedad 20:80 que surgió en 1995 en San Francisco, convocada por la Fundación Gorbachov, señaló que sólo con el 20% de la población es suficiente para que el sistema se mueva. Con el resto, pan y circo. Esa sociedad está funcionando y nosotros sólo nos limitamos a criticarla.

Considero que a la población mundial no se le debe mantener más entretenida con el espejismo de los partidos políticos y de las elecciones. Esas energías son malgastarlas en el mantenimiento del sistema o, a lo sumo, en su reforma. La historia es muy rica: cada vez que al liberalismo se le arranca una conquista, contraataca con más virulencia. Tenemos que darnos a la tarea de repensar en Democracia. En ir sustituyendo todas las institucionalidades vigentes. ¿Utopía? Ellos tienen el Poder, el control del Estado, las armas, el control del Mercado, del Dinero. Sólo les falta la gente. La gente está viviendo o viendo venir una de las peores crisis de la humanidad. La gente es la que mantiene el sistema. El nuevo proletariado, el que vende su intelecto o creatividad, el que maneja la sociedad red, es tal vez el llamado a ser el trabajador punta en esta transformación.

Considero también que la humanidad debe moverse con objetivos. Fáciles o difíciles, pero con objetivos. El Neoliberalismo fracasó. No porque no nos guste. Fracasó por ser un sistema perverso y criminal. Está llevando al planeta a la eclosión. Debatir en reformarlo es, a mi juicio, una inútil pérdida de tiempo. La base económica del capitalismo es la oferta/demanda. Ya demostró que solo beneficia a una exigua minoría en detrimento del hambre y de la precariedad de las grandes mayorías mundiales. Esto debe cambiarse por el modelo de recursos/necesidades con la planificación estratégica, el modelo más depurado de la Democracia Directa.

*Fuente: Rebelión

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