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Ratzinger en La Habana. Dossier

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02/04/12

1) Alfredo Prieto González: Homilía para una plaza

La visita del Papa Benedicto XVI pone de relieve la articulación de dos actores con intereses comunes, pero a la vez con programas y filosofías divergentes. De un tiempo a esta parte, la Iglesia ha decidido no esperar y buscar un quid pro quo con el Gobierno a fin de obtener lo que quiere a cambio, entre otras cosas, de mayor visibilidad/legitimidad internacional para Cuba y su liderazgo. El Vaticano ha establecido una movida de in-out, condenando por un lado el embargo/bloqueo pero por otro marcando su posición en cuestiones tales como las libertades individuales y los derechos humanos, en sintonía con la propia Doctrina Social de la Iglesia (DSI), la posición común de la Unión Europea y la política norteamericana, un curso de acción adoptado por Juan Pablo II y heredado por el actual sucesor de Pedro, cuyas diferencias con estas dos últimas parecen apuntar, en todo caso, al terreno de lo táctico, un viejo problema. Y en ese proceso de acercamiento mutuo, por vez primera desde el triunfo revolucionario la Iglesia ha logrado figurar como mediadora en asuntos internos como la liberación de los presos, algo por otra parte consistente con su vocación y ministerio.

La agenda eclesial es desde luego diversa, pero tiene como una de sus apoyaturas básicas el reclamo de mayores espacios para ejercer su labor pastoral, afectada por el curso de colisión de los años sesenta, el “ateísmo científico” de la institucionalización y el proceso de secularización a él asociado, también consecuencia de tendencias globales de las que la Isla no está exenta. Luego sobrevino la crisis de los noventa, con sus múltiples y dramáticos impactos sobre la vida y el imaginario de los cubanos, entre ellos un reavivamiento religioso que disparó la asistencia a iglesias y casas-templo e incidió sobre el cambio constitucional de 1992 definiendo al cubano como un Estado laico, una de las avenidas que estimuló el diálogo y la normalización con las religiones actuantes en el escenario local, institucionalizadas o no, y en lo que desempeñó un papel fundamental un encuentro de Fidel Castro con líderes protestantes trasmitido por la TV. La religión pasaba así de estigma social a componente de la cultura cubana, de donde se le había querido separar, sin demasiado éxito, durante todos esos años. El ciclo cierra con la visita a Cuba de Juan Pablo II en 1998, el primer Papa en hacerlo desde que ambos Estados establecieron relaciones diplomáticas.

Probablemente el mejor lugar para verificar uno de los objetivos fundamentales de esta nueva visita sea la homilía de La Habana, efectuada en una Plaza que una vez Juan Pablo II re-bautizara de “Cívica” y que Benedicto XVI catalogó de “carismática”. Sin dudas una alocución inteligente, articulada, sofisticada e intelectual, según era de esperarse, en la que el Papa y su técnicos orgánicos se emplearon a fondo seleccionando como apoyatura el Evangelio según San Juan, un poderoso texto del Nuevo Testamento sobre la aceptación/rechazo de Jesús en el que este ofrece vida eterna a los que creen en él, y leído en varios fragmentos por uno de los soldados antes de que pasara el General. La estrategia comunicacional seleccionada resultaba así absolutamente congruente con uno de los superobjetivos del viaje: a Cuba llega un Papa tocado por la verdad, que representa con mayúsculas, porque es la verdad de Jesucristo, el único salvador. Y ya se sabe de antemano que la verdad es lo que hace libres. Ello explica que las palabras “verdad”/”verdadero” se repitan como 23 veces en la homilía, y funcionen como eso que los comunicólogos llaman sound bytes, es decir, como el mensaje claro y distinto, simple y directo, que el oyente debe incorporar y llevar consigo a la sala de su casa para compartir con su familia, a la que el Vaticano también considera la célula fundamental de la sociedad.

La inteligencia de esta estrategia discursiva consiste en que se mueve en distintos estratos de significación, lo cual permite pasar “de manera natural” de un plano estrictamente bíblico-religioso a otro muy distinto cuya decodificación sin embargo depende del posicionamiento y la actitud del receptor, a quien se apela en su individualidad, acaso un resultado de la posición de la Iglesia ante el “colectivismo marxista” y ante su llamado a la persona humana, otro de los ejes sobre los que se articula la DSI. En medio de una crítica al relativismo y el agnosticismo, esto permite, por ejemplo, deslizar ideas que rebasan el ámbito meramente filosófico-doctrinal para caer si uno quiere en los predios de la política, lo cual ocurre por lo menos dos veces en la homilía: la primera, en esa sonora alusión a quienes “interpretan mal esta búsqueda de la verdad, llevándolos a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en «su verdad» e intentando imponerla a los demás”. Y la segunda, al pronunciarse contra la pasividad y la fragmentación social y llamar al cambio, si bien por la vía negativa: “Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse”.

En la encíclica  Divini Redemptoris (1937), uno de los textos legitimados por la DSI, el Papa Pío XI definió al comunismo como “intrínsecamente malo” –algo que parece  una prefiguración del “imperio del mal” de la llamada era Reagan, pero entendible por los horrores del estalinismo– e indicó como actividades principales para deshacerse de él, entre otras, la renovación de la vida cristiana y el ejercicio de la caridad.

A Cuba vino el Peregrino de la Caridad, a los cuatrocientos años de la aparición de la imagen de la virgen homónima.

Y en el Teatro Nacional, en la Plaza de la Revolución, un gran cartel rezaba: LA CARIDAD NOS UNE.

Seguramente porque, a diferencia del Espíritu Santo, los mensajes no soplan donde quieren sino adonde los lleven, a pesar de intersecciones y polisemias.

Alfredo Prieto González es un editor y ensayista cubano. Es un especialista en el tema de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Entre sus últimos libros se encuentran La prensa de los Estados Unidos y la agenda interamericana y El otro en el espejo. Es subdirector de Ediciones UNIÓN en la Habana. Este artículo fue publicado en Periódico 7 Días

 

2) Fernando Ravsberg: Lo dicho y lo hecho

Finalizó la segunda visita papal a Cuba sin sorpresas, Benedicto XVI no dejó dudas sobre cuál es la apuesta de la Iglesia Católica, por falta de tiempo no se reunió con las Damas de Blanco y demás disidentes pero tuvo espacio en la agenda para ver a Fidel Castro.

Por mucha irritación que despierte entre el anticastrismo dentro y fuera de la isla, lo cierto es que el Papa no hace más que continuar la tradición iniciada en el 2008 con la visita del Secretario de Estado del Vaticano, Tarciso Bertone.

Las homilías de Benedicto XVI fueron tan generales que podría haberlas dicho en cualquier parte del mundo. Si hizo hincapié en algo fue en la necesidad de potenciar la espiritualidad y en lograr nuevos espacios sociales para la Iglesia Católica.

Insistió en que se les permita participar en la enseñanza, tal y como lo hacían antes de 1959. El propio Fidel Castro estudió en un colegio de jesuitas, a pesar de lo cual después de la Revolución los convirtió en centros de enseñanza pública.

Este es uno de los temas más difíciles de solucionar porque la educación en Cuba es gratuita y están escolarizados el 100% de los niños. Además, en las escuelas cubanas la formación académica va acompañada de la siembra de ideas socialistas.

Sería interesante saber si el gobierno cubano está dispuesto a autorizar que se abran centros educativos en los que haya que pagar matrícula y donde además se enseñe a los niños el Calvario de Jesucristo en lugar de la Gesta del Che en Bolivia.

Por ahora parece que el mítico guerrillero argentino se queda donde está y durante la misa estuvo justamente frente al altar de la Plaza de la Revolución, de tal forma que cada vez que Benedicto XVI levantaba la vista se encontraba con él.

De todas formas la Iglesia Católica cubana tampoco tiene un arraigo social que le permita emplazar al gobierno, una muestra es el número de personas que acudieron a las misas a pesar de que muchos empleados del Estado fueron «orientados» a asistir.

Había tantos «no católicos» que los sacerdotes se vieron obligados a explicar por los altoparlantes que durante las misas no se pueden gritar consignas, aplaudir ni agitar banderas, como ocurre normalmente en los actos políticos en Cuba.

El propio Cardenal Ortega explicó la modesta participación afirmando que muchos verían la misa por TV y, haciendo malabarismo con las palabras, expresó en su alocución que los cubanos son mayoritariamente «creyentes», evitando decir «católicos».

El vocero del Vaticano informó que a la misa de la Plaza llegaron 300 mil cubanos, la cifra parece exagerada a pesar de que había personas de las provincias de Matanzas, Pinar del Río y La Habana, las que suman un total de 3.5 millones de habitantes.

La mayoría de los cubanos con los que hablé coinciden en que Benedicto no tiene el carisma de Juan Pablo. Es cierto que ambos son muy diferentes pero tampoco Cuba es la misma y, sobre todo, han cambiado las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Si el objetivo de la visita del polaco era «abrir Cuba», los del alemán parecen ser consolidar los espacios ganados, respaldar al sector moderado de la iglesia cubana -encabezados por el Cardenal Ortega- e intentar cobrar algunas facturas por los apoyos brindados.

Momentos antes de partir, el Papa tocó el tema político, proponiendo «una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada» a la que «nadie se vea impedido de sumarse (…) por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales».

Sin embargo, inmediatamente equilibró afirmando que esta situación «se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país pesan negativamente sobre la población», atacando así al Embargo de EE.UU. contra Cuba.

El gobierno fue igual de franco, el canciller Bruno Rodríguez dijo que «oirían» a Benedicto XVI con respeto pero el vicepresidente Marino Murillo confirmó que el proyecto socialista sigue vigente y por lo tanto no habrá cambios políticos en Cuba.

Ninguna de las partes expresó nada que no se supiera pero lo esencial no fue lo que se dijo sino lo que se hizo. El gobierno facilitó la infraestructura, movilizó empleados del Estado y comunistas a las misas, mientras el Papa descalificaba a la oposición negándose incluso a escuchar sus reclamos.

Fernando Ravsberg es un periodista especializado en temas cubanos. Vive en Cuba desde hace décadas. Es corresponsal de la BBC. Mantiene el blog Cartas desde Cuba, dedicado al análisis de la realidad de ese país. Este artículo fue publicado en el blog del autor, el 29 de marzo de 2012.

 

3) Fernando Ravsberg: Cuba, la Iglesia y los derechos

Cuando el Papa Juan Pablo II visitó la isla hace 14 años sorprendió a muchos cubanos al tratar de explicarles algunos dogmas de la Iglesia Católica, como la condena del aborto o de las relaciones sexuales fuera del matrimonio.

Benedicto XVI llega a Cuba mientras el parlamento nacional debate un Código de Familia que reconoce los derechos de la comunidad LGBT, incluyendo las uniones entre personas del mismo sexo, algo a lo que el Vaticano se opone.

La Iglesia Católica cubana asegura que hay puntos que no son negociables, principios sobre los que no están dispuestos a entrar en debate. Sin embargo, algunos de estos temas sí se están discutiendo en Cuba y despiertan muchas pasiones.

En su blog, el físico Rogelio Díaz critica al gobierno por promover a una Iglesia, cuya ideología es “conservadora, reaccionaria, violadora de los derechos de las mujeres, de las minorías, discriminadora de las religiones y culturas de origen africano; francamente lesiva para la vida y la salud de las personas”.

Mientras que el periodista comunista Francisco Rodriguez, creador del principal blog sobre diversidad sexual, “Paquito el de Cuba”, utiliza la ironía. En Facebook llama al Papa “pastor alemán”, en referencia a una raza de perros.

Pero fue Yasmín Portales, una intelectual cubana, editora, bloguera y activista por los derechos de la comunidad LGBT, la primera voz que criticó públicamente la visita de Benedicto XVI, del que recordó su pasado nazi, su actual homofobia y el machismo.

No hay negociación

El Obispo Juan de Dios Hernandez es uno de los cuadros más preparados de la Iglesia cubana, Licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, Maestro de novicios de La Compañía de Jesús, director espiritual del seminario y del Centro de Espiritualidad.

Monseñor explicó que hay principios que para la Iglesia Católica no son negociables, “apostamos por la vida desde el vientre de la madre y para nosotros eso no es negociable como tampoco es negociable la homosexualidad”.

El Vaticano prohíbe también el uso de condón en las relaciones sexuales y, según explica el Obispo, ese es otro “tema no negociable, en el sentido de que afecta evidentemente el principio ético del valor que tiene para la iglesia el acto sagrado del sexo”.

Nos explica que “el sexo para nosotros no es cualquier cosa, es una realidad sagrada dentro del matrimonio y eso tiene que ser vivido  de una manera correcta. Sabemos que eso no gusta y nos quita cuantitativamente fieles pero son principios”.

Sin duda, algunas de estas prohibiciones le restan fieles en la isla donde, según esos cánones, la mayoría de los cubanos vivirían en pecado mortal. Como explica la investigadora Iliana Hosch, la idiosincrasia del cubano y los dogmas de la iglesia católica no encajan bien.

En Cuba el aborto es legal desde antes de la revolución, el divorcio es uno de los pocos trámites sencillos, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son masivas, La Salud Publica promueve el uso del condón, las operaciones de cambio de sexo son gratuitas y Mariela -la hija del presidente- encabeza la lucha por los derechos de la comunidad LGBT.

Prejuicios, religión y política

La intelectual cubana Yasmín Portales explica a BBC Mundo que la prohibición del condón vulnera  “los derechos de las mujeres y de los hombres a decidir sobre sus cuerpos y sobre el número y el espaciamiento de los hijos”,  además “pone en peligro toda la lucha mundial contra el SIDA”.

El Papa se opone también a las uniones de personas del mismo sexo aduciendo que son un atentado contra la preservación de la especie pero Yasmín considera que “las cosas verdaderamente peligrosas para nuestra especie son el hambre o la guerra”.

El Código de Familia que contempla los derechos de la comunidad LGBT está estancado en el parlamento cubano desde hace años y su presidente, Ricardo Alarcón, argumentó tiempo atrás que hay que tener en cuenta los sentimientos de los católicos.

“Muchos homofóbicos se amparan en el argumento de la iglesia para negar en el espacio laico de la Ley de Estado, los derechos a las familias homoparentales”, dice Yasmín y recuerda que “los partidos comunistas del mundo tienen una larga historia de discriminación contra la mujer y de homofobia institucionalizada”.

La bloguera afirma que “en este caso específico hay mucho oportunismo, parapetando un sentimiento propio, que se traduce como homofobia institucional, tras las muy argumentadas y bien conocidas posiciones homofóbicas de la Iglesia”.

En su blog Yasmín le pregunta al gobierno cubano: “¿por qué tengo que tenerle cariño a un ex-nazi que está en contra del condón, del control de la natalidad, del divorcio, de las madres con empleo, de las familias homoparentales y de las personas LGBTI sexualmente activas?”.

Fernando Ravsberg es un periodista especializado en temas cubanos. Vive en Cuba desde hace décadas. Es corresponsal de la BBC. Mantiene el blog Cartas desde Cuba, dedicado al análisis de la realidad de ese país. Este artículo fue publicado en http://cartasdesdecuba.com/cuba-la-iglesia-y-los-derechos/, el 26 de marzo de 2012.

*Fuente: Sin Permiso

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