Una de las equivocaciones más torpes, que ha cometido la teología cristiana, ha sido presentar la relación del ser humano con Dios de tal manera que, para que esa relación sea correcta, al ser humano no le basta ser plenamente humano, sino que, además de eso, necesita divinizarse. Es decir, al hombre no le basta la “condición humana”, sino que, además de eso, necesita también la “condición divina”.
Por eso y para eso, el ser humano necesita eso que los entendidos en los asuntos de la religión cristiana llaman la “gracia santificante”. Se discute en qué consiste esta “gracia santificante”. En cualquier caso, y se entienda como se entienda, los teólogos insisten en que, mediante la gracia divina, es como se obtiene su propia divinización. Es verdad que, para los teólogos antiguos y medievales, “divinizar” al hombre no es lo contrario de “humanizarlo”, sino hacer que alcance su plenitud y su destino definitivo.
Pero también es cierto que, al explicar este complicado asunto, los teólogos daban a entender, que si el hombre no alcanza se propia “divinización”, por eso mismo queda frustrado en su ser.
El problema que, sin darse cuenta, plantearon los teólogos mediante esta teoría está en que, en la mentalidad de muchos cristianos, la gente se veía ante un dilema terrible: “o Dios o el hombre”. Lo que, en definitiva, equivalía a integrar en la propia vida dos ideas aterradoras. Primera idea: la “distinción” radical entre “lo divino” y “lo humano”. Segunda idea: la “contraposición” e incluso el “enfrentamiento” entre “lo divino” y “lo humano”.
Ahora bien, desde el momento en que se vieron así las relaciones entre el hombre y Dios, desde ese mismo momento los hombres y las mujeres, que hemos pretendido ser religiosos, creyentes y practicantes…, nos hemos visto expuestos a situaciones extremadamente desagradables y erizadas de dificultades, que han llevado a mucha gente a tomar distancias en relación a Dios, a la religión y a todo cuanto se refiere a lo divino y lo sagrado. Por la sencilla razón de que, en todo eso, somos muchos los que hemos visto un peligro o una amenaza para su propia humanidad.
¿Por qué? La cosa se comprende enseguida. Los teólogos, los moralistas, los obispos, basándose en estas teorías, al contraponer y al enfrentar “lo divino” a “lo humano”, se han sentido con el derecho y en el deber de presentar y exigir que todo “lo humano” se someta y se acople a todo cuanto se le ha presentado como decisión o imposición de “lo divino”.
De ahí que, con frecuencia, las religiones imponen obligaciones, renuncias y sacrificios, que, en nombre de Dios y como voluntad de Dios, exigen a los humanos aceptar dogmas y presuntas verdades que no se entienden, privarse de cosas que todos naturalmente apetecemos o imponerse renuncias, privaciones y sacrificios que resultan sumamente costosos.
Yo entiendo, por supuesto, que una persona (por motivaciones religiosas o simplemente sociales) se prive de algo que le apetece, si, de esa privación, se sigue un bien para alguien, para otro ser humano, sea quien sea.
Pero lo que no me cabe en la cabeza es que se pueda creer en un Dios al que le agrada (y se siente más satisfecho cuando ve) que sus fieles se privan de lo que les gusta, de lo que les proporciona bienestar y felicidad. De forma que se trata de un Dios que, en la medida en que ve a la gente sufrir, Él se pone más contento. ¿No es eso un “dios peligroso”, un “dios sádico”, un “dios indeseable”, que no merece sino nuestro desprecio?
Esta teoría según la cual “lo profano” tiene que someterse a “lo sagrado”, “lo laico” a “lo religioso”, “lo humano” a “lo divino”, está en la base de los incesantes conflictos (grandes y pequeños) que surgen en la sociedad entre las autoridades religiosas y los poderes civiles. Es la teoría que, en el fondo, explica la extraña contradicción en la que incurren los dirigentes religiosos cuando hablan elogiosamente de los derechos humanos, pero, al mismo tiempo, no los aplican en sus normas y prácticas de gobierno religioso.
Y hacen esto basándose en la teoría según la cual la verdad divina no es armonizable con los derechos humanos. En virtud de este argumento, sin ir más lejos, en la Iglesia, las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres. ¿Estamos seguros de que Dios quiere que eso sea así? No podemos estarlo. En cualquier caso, de lo que sí podemos estar seguros es que, si no queremos presentar a Dios como un esperpento, no podemos ir por la vida diciendo que Dios no quiere que se pongan en práctica los derechos humanos.
Y, sin embargo, por más esperpéntico que resulte, esto es lo que la teología católica va diciendo por el mundo entero cuando se empeña en defender que hay colectivos enteros, como es el caso de las mujeres o el de las personas homosexuales que no tienen los mismos derechos que el resto de los mortales.
Y que nadie me venga enarbolando un crucifijo y recordando los textos de san Pablo en los que se habla de la muerte de Cristo como un “sacrificio expiatorio” por nuestros pecados (Rom 3, 25; 8, 3; Gal 3, 13; 2 Cor 5, 21….). Está bien demostrado que esos textos son inseparables de la idea de “resurrección”. Es decir, esos textos, por sí solos, pierden su verdadero sentido.
San Pablo se vio en la terrible situación de tener que presentar el cristianismo como la religión que predicaba un “Dios Crucificado”, una idea tan espantosamente inaceptable para cualquier ciudadano del Imperio, que no tuvo más remedio que echar mano de la teología del “sacrificio” y de la “expiación” del Antiguo Testamento, para presentar una “interpretación” aceptable en su tiempo. Pero, sobre todo, lo decisivo en este asunto es saber que el Nuevo testamento modificó de raíz la idea y la experiencia del “sacrificio”.
Tal como se nos dice al final de la carta a los Hebreos, la cosa está clara: “No os olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que esos sacrificios son los que agradan a Dios” (Heb 13, 16). El sacrificio religioso, que hoy más le agrada a Dios, es que aliviemos penas y sufrimientos, que ayudemos a las familias que no tienen trabajo, a los que se ven desamparados y sin esperanza. No puedo creer en un cristianismo que no ve así las cosas.
– El autor es teólogo
*Fuente: Redes Cristianas
Artículos Relacionados
Fidel, tu honda es la David y ya está en millones de manos
por Ricardo Jimenez A. (Perú)
9 años atrás 10 min lectura
¿Qué vida sería estar encerrado en la casa y no preocuparse de nada, sólo de uno?
por Andrés Figueroa Cornejo (Chile)
15 años atrás 6 min lectura
El Mercurio y la Corte Penal Internacional
por Amado de Mérici (Chile)
17 años atrás 7 min lectura
ABC Color: patrocina a la «izquierda», defendió a Pinochet y encubrió a asesinos de Letelier
por Luis Agüero Wagner (Asunción, Paraguay)
18 años atrás 4 min lectura
Cinco razones por las que Trump va a ganar las elecciones
por Michael Moore (EE.UU.)
9 años atrás 15 min lectura
2 Comentarios
Deja una respuesta Cancelar la respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
«No te arranques José Antonio, no le temas al debate»
por Luis Acevedo
1 día atrás
30 de noviembre de 2025
José Antonio Kast se ha negado rotundamente a ser parte de espacios de debate frente a Jeannette Jara durante la segunda vuelta: por ahora se presentará solo en el de ANATEL y en el de ARCHI.
La desterrada de Huantajaya
por Iván Vera-Pinto Soto (Iquique, Chile)
1 día atrás
30 de noviembre de 2025
«Su historia, como la de tantas otras mujeres, fue silenciada, olvidada, borrada, omitida incluso en su muerte.§
La educación después del genocidio de Gaza según René Vega Cantor
por Fausto Giudice
4 días atrás
27 de noviembre de 2025
pese a los bloqueos, asesinatos sistemáticos y bombardeos continuos que soporta Gaza desde hace varias décadas, el nivel educativo de su población es sorprendente, con un bajo índice de analfabetismo (del 0 o el 2% según las fuentes). Gaza tiene uno de los niveles más altos de matrícula escolar en el mundo, que alcanza la cifra de un 95% de niños cursando la educación básica.
Mario Cruz Bustamante: cuando la danza se vuelve memoria
por Iván Vera-Pinto Soto (Iquique, Chile)
1 semana atrás
24 de noviembre de 2025
“Uno no baila solo por bailar.
Uno baila con los que ya no están, con los que vendrán
y con esta tierra que todavía pide ser escuchada”.
.- Dios es Amor: Quien ama sólo desea el bien del ser amado. Por tanto, Dios sólo desea el bien de todas las creaturas y en particular de los seres humanos.
2.- Jesucristo, el Verbo (la Palabra, la Expresión) de Dios encarnado, nos dejó la oración más perfecta para dirigirnos al Padre: El «Padre Nuestro»
Toda esta suprema oración refleja el amor de Dios por la humanidad, por cada ser humano:
«Venga a nosotros Tu reino», «Danos hoy nuestro pan de cada día», «Perdona nuestras ofensas», «líbranos de todo mal».
Nada más lejos de la idea de un dios castigador y que se goza del sufrimiento del hombre.
Genial, nada más acertado lo que nos explica el gran José M. Castillo.La teología del sufrimiento ya no vende. No podemos decirle a una persona que está mal, que se resigne, que espere la otra vida para ser felíz, debemos ayudar con la poca o mucha solidaridad que tengamos a que salga del problema. Hay tantas formas, a veces sólo bastan palabras, escuchar y amar.Ese dios pintado de esperpento no puede ser un dios. A un Dios de los creyentes jamás le va a satisfacer que las personas que el ama sufran, hay que meterse eso en la cabeza, el sufrimiento de nuestra humanidad no satisface a Dios. ¿por qué el dios de los cristianos querría sacrificios, dolores, aberraciones, guerras, pedófilos circulando,narcos, estafadores, de cuello y corbata, explotadores de los seres humanos que no tenemos dinero? Es una buena pregunta. ¡ Vivan!