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Una larga y angosta faja de estafas

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Cerca de cien mil manifestantes, entre profesores,
estudiantes secundarios y universitarios, trabajadores del cobre y otros,
coparon la Alameda
hoy jueves 16 de junio. Hace mucho tiempo, en esta larga e invernal
transacción, que no se veía una rebelión estudiantil de tal poder de
convocatoria.

Los chilenos se aburrieron de mantenerse como borregos
frente a una educación que se ha convertido en un objeto del mercado – más
desregulado que La Polar
-: los dueños de universidades venden y compran edificios con alumnos incluidos;
la enseñanza y la educación se transa como en la Bolsa; el ministro de
Educación es – o  fue – dueño de una
universidad. Tienen razón los alumnos de no considerarlo un interlocutor
válido, pues habría un conflicto de intereses, y no es raro, pues incluso el
presidente de la república tardó bastante en dejar sus empresas, también
algunos de los  ministros y
parlamentarios tienen intereses comprometidos.

Los alumnos de
la escuela secundaria se hartaron de ser engañados por una casta de políticos,
incapaces de enfrentar el tema de la calidad de la educación. Desde 2006,
comienzo de la revolución de los " pingüinos" el Congreso ha aprobado sólo
legislaciones de parche, que no tiene nada que ver con las aspiraciones de los
estudiantes.

La famosa Ley
General de Educación no tiene, ni tendrá, ninguna incidencia en el aula, que es
donde verdaderamente ocurren los procesos de enseñanza-aprendizaje. El
Duopolio, en materia de educación, no da pie en bola: en veinte años seguimos
con una pésima  calidad y, además, con un
crecimiento de la brecha entre ricos y pobres, entre escuelas municipales y
particulares, entre los "Infantes y los Machucas".

El ministro
Joaquín Lavín, que aspira a la presidencia de la república para el próximo
período, se ha dedicado a ser hacer reformas de parche, sin responder a ningún
relato, como dicen los siúticos, ni muchos menos a un proyecto educativo y de
país, son  son salto y pedos inventados
para evadir los problemas centrales, es decir, una educación universitaria
estatal de calidad, el traspaso de las escuelas desde la municipalidad al
ministerio de Educación, un aumento sustantivo de la subvención escolar, una
reforma radical de la carrera pedagógica y remuneraciones docentes equivalentes
a las de cualquier profesional – médico, ingeniero…-.

Chile, en la
actualidad, está en manos de los mercachifles, aun cuando esta modalidad no es
nueva, pues así nos ha ocurrido en diferentes períodos de nuestra historia. No
en vano el héroe de los pelucones, don Diego Portales, era un comerciante que
estafó al gobierno en el estanco del tabaco, y de ahí para adelante, suma  y sigue: siempre, unos cuantos empresarios,
dueños del mercado, que entusiastamente forman monopolios o duopolios, para
aparentar que compiten entre ellos, recurren al engaño respecto al que podemos
llamar "el chileno de a pie".

En el caso de La Polar, nada más errado que
el argumento del ministro de Economía, quien dice que "este fue un accidente de
automóvil", cuando corresponde a un mercado completamente desregulado, donde el
empresario – como antiguamente el señor feudal – hace lo que quiere con sus
siervos; el  -derecho a pernada
equivaldría a poder repactar las deudas con intereses rayando en la usura,  por ejemplo, de $100.000 de deuda, terminan
cobrando más de dos millones, incluso, acciones como asustar a los deudores con
el embargo, en base a documentos sin validez jurídica -.

En esta casta de
empresarios carentes de todo escrúpulo y con ilimitados afanes de lucro, nadie
se hace responsable de nada. En el caso de La polar, el director argumenta no
haber sabido sobre las actuaciones de los ejecutivos – considere que han sido
directores la mayoría de los prohombres del mundo empresarial –  ahora se supo que se vendieron millones de pesos
en acciones, durante el año.

Las auditorías
contables y las calificadoras de riesgos, cuyos informes engañaron no sólo a
los inversionistas privados, sino también 
a las AFP, que juegan a la
Bolsa con el dinero de los trabajadores,  también rehuyen la responsabilidad. Por su
parte, los directorios  de las AFP
tampoco están dispuestos a dar a los trabajadores.

Las tres
Superintendencias – De Valores, de Bancos y la de Previsión  – no cumplieron sus funciones y mas bien se
presentan como estafados: Un mínimo de ética los debiera llevarlos a presentar
la renuncia a sus cargos.

Para colmo de la
desfachatez, los diputados de derecha proponen una comisión investigadora –
como si no supiéramos que esta instancia no sirve para nada – para lavarse las
manos. Los diputados de la oposición proponen una tontería similar las famosas
interpelaciones.

Tanto abuso
contra los ciudadanos y los consumidores nos está conduciendo, desde una crisis
de representación, a una de completa incredulidad respecto a las élites  chilenas.

16/06/2011

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