12 Junio 2011
La "nacionalización" de los documentos de Wikileaks, es
decir, su publicación mayoritaria sólo en periódicos de los países concernidos,
suele apagar la dimensión de sus revelaciones. Los semanarios Haïti Liberté y
The Nation están dando a conocer el análisis de 1918 cables sobre la nación
caribeña. Y oh sorpresa: EEUU. se preocupa mucho por los salarios de los
trabajadores haitianos. Sorprende menos la forma en que lo hace.
Haití, se sabe, es el país más pobre del hemisferio. La
renta per cápita es una décima parte de la de sus vecinos del Caribe. Fue una
de las colonias más rentables para Europa y constituyó en buena medida la
fuente de la riqueza de Francia en el siglo XVIII. No ha cambiado su suerte,
sólo el amo.
En junio del 2009, el Parlamento haitiano aprobó por
unanimidad un aumento del salario mínimo: de 1,75 dólar diario a 5 dólares por
jornada de ocho horas. Los propietarios de las fábricas de ropa que maquilan
para grandes empresas estadounidenses del ramo como Fruit of The Loom, Hane y
Levi’s se opusieron al aumento de 62 centavos de dólar por hora que eso
entrañaba. Los documentos filtrados por Wikileaks revelan que el rechazo de
esas compañías tuvo el apoyo consistente de la Agencia de EE.UU. para el
Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés) y de la embajada
norteamericana.
Los dueños maquileros comunicaron al Parlamento de Haití que
estaban dispuestos a dar un aumento de nueve centavos de dólar la hora a
quienes trabajan en la confección de playeras, corpiños y ropa interior para
gigantes como Dockers y Nautica. El Departamento de Estado presionó al entonces
presidente René Préval para que interviniera. Un cable de la embajadora Janet
Sanderson, fechado el 10 de junio del 2009, advierte a Washington: "Una
intervención más visible y más activa de Préval puede ser determinante para
arreglar la cuestión del salario mínimo y las protestas que se producirán, pero
se corre el riesgo de perder completamente el control de los medios políticos".
Dos meses después, Préval negoció con el Parlamento dos niveles de aumento del
salario mínimo: 3,13 dólares diarios para los trabajadores de la industria
textil y 5 dólares para los de los demás sectores industriales y comerciales.
Tampoco esto satisfizo a la embajada. David E. Lindwall,
jefe adjunto de la misión, señaló que un salario mínimo de 5 dólares por día
"no toma en cuenta la realidad económica" -¿del país, de las empresas?- y que
se trataba de una medida populista para complacer "a la masa de desempleados y
mal pagados". Cabe reconocer que el señor Lindwall algo sabía de la enorme tasa
de desocupados del país: 85 por ciento de la fuerza de trabajo.
Tal vez no le interesara el fenómeno "clorox", nombre de un
conocido producto de limpieza, que aludía al dolor estomacal provocado por el
hambre que asoló a Haití en el 2008, como si los afectados hubieran ingerido
ese líquido. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas estima que 3,3
millones de haitianos, un tercio de la población, viven "en estado de
inseguridad alimentaria". Según un estudio de la Workers Rights
Corporation, una familia obrera típica -padre, madre, dos hijos- necesita al
menos 13,75 dólares diarios para cubrir los gastos indispensables del hogar. A la Usaid, al Departamento de
Estado y a las grandes empresas norteamericanas del vestido les parece
muchísimo.
Los cables de Wikileaks testimonian la prolija atención que la Embajada de EE.UU. prestó
a la cuestión del salario mínimo a lo largo de 20 meses, de febrero del 2008 a octubre del 2009. En
ellos se arguye sobre el supuesto peligro que el aumento salarial entraña para
la asistencia de la Usaid
a las fábricas de ensamblaje, destinada a aumentar la productividad, no los
sueldos. El encargado de negocios Thomas C. Tighe justifica en un cable de
fecha 17 de julio del 2009 la negativa de los industriales textiles al aumento:
afirma que, según un análisis financiero de la Usaid, "forzaría a las fábricas a cerrar".
También preocupó a la embajada el impacto político de la
batalla por el salario mínimo, en particular las violentas manifestaciones de
obreros y estudiantes del 2009. La policía y unos nueve mil soldados de la
llamada Misión Estabilizadora de las Naciones Unidas en Haití, que ocupan el
país desde el 2004, las reprimieron con idéntica violencia. Con razón, desde
luego: las ganancias de Levi’s son intocables.
Las protestas lograron que en octubre del 2010 se
estableciera un salario mínimo de 5 dólares diarios en las ensambladoras y de
6,25 en las demás actividades industriales y comerciales. La Usaid, la Embajada de EE.UU. en
Puerto Príncipe y la Cámara
de Industria y Comercio de Haití siempre agitaron el mismo fantasma: el aumento
del salario mínimo conduciría al cierre inmediato de la industria del país y
aumentaría el desempleo. Pareciera que no. Como la plataforma Haitiana por un
Desarrollo Alternativo declaró en un comunicado de junio del 2009, "las dos
cosas son mentiras".
*Fuente: Página 12
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