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La Concertación debe explicaciones (XX)

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Martes, 15 de Marzo de 2011
El liderazgo de la Concertación debiera explicarle también al pueblo
chileno porque en sus veinte años de gobierno desarrolló políticas destinadas a
destruir todos los medios de comunicación escritos afines a la centro-izquierda
chilena y cuya gran mayoría se habían desarrollado laboriosamente durante la
fase final de la dictadura.

Recordemos que luego del golpe militar se clausuraron o
confiscaron todos los medios de comunicación partidarios del gobierno de la Unidad Popular y se
fueron cerrando también  progresivamente
-en base a múltiples presiones- casi todos los otros medios que pretendieron
desarrollar una línea independiente del régimen dictatorial. Y que, desde fines
de la década del 70, comenzaron a surgir diversos medios escritos que -sobre
todo en la década del 80- se constituyeron en poderosos auxiliares de la lucha
en contra de la perpetuación de Pinochet. Particular relevancia, en ese
sentido, tuvieron las revistas Hoy, Análisis, Apsi, Cauce y Página Abierta; y
los diarios La Epoca
y Fortín Mapocho. En su constitución y mantenimiento financiero desempeñó un
papel fundamental la solidaridad internacional efectuada por diversos gobiernos
y fundaciones extranjeras.

Por otro lado, a fines de los 80, los principales diarios
gobiernistas -El Mercurio y La
Tercera- estuvieron a punto de quebrar, siendo apuntalados, a
través de ayudas económicas  del propio
régimen, las que fueron cohonestadas posteriormente por el Poder Judicial de la
época.

Sorprendentemente, a lo largo de la década de los 90
comenzaron a desaparecer todos los medios escritos afines a la Concertación ya
mencionados. La explicación "oficial" fue que dichos medios no supieron
adaptarse a las nuevas condiciones del país y que fueron poco a poco
desapareciendo en virtud de las "leyes del mercado". Otros aducen que, además,
los gobiernos de la
Concertación, dada sus políticas de que "la mejor política de
comunicación es la que no existe", simplemente se desinteresó de la
subsistencia de dichos medios.

Sin embargo, numerosos testimonios apuntan a una realidad
mucho más oscura. Esta es, de que los sucesivos gobiernos concertacionistas
desarrollaron solapada y eficazmente un conjunto de políticas destinadas a
lograr la destrucción de dichos medios. Los principales métodos para tal efecto
fueron el bloqueo de multimillonarios apoyos financieros ofrecidos por el
gobierno holandés para varios de ellos; la permanente discriminación de la
publicidad estatal en contra de dichos medios y la compra de algunos de
ellos  por parte de relevantes personeros
de la Concertación
para luego cerrarlos prontamente.

A todo ello hay que sumarle las actitudes gubernamentales
-también solapadas- para lograr que importantes medios escritos europeos se
desistieran de editar diarios locales en nuestro país; y especialmente la tenaz
negativa para devolver los confiscados bienes del diario Clarín a su
propietario, el ingeniero Víctor Pey, quien había proclamado su intención y compromiso
de relanzar dicho periódico como una alternativa progresista que terminara con
el duopolio "El Mercurio-Copesa". Y, por último, la voluntaria "neutralización"
del único canal de televisión que no estaba controlado por entidades
conservadoras (TVN), a través de una legislación que le confirió a la derecha
opositora un virtual derecho a veto en su dirección.

Como todo en la vida
puede ser racionalmente explicado, lo mismo pasa con estas aparentes
contradicciones gigantescas del liderazgo concertacionista. Así como dicho
liderazgo regaló de modo inédito en 1989 (a través del acuerdo de reformas
constitucionales plebiscitado ese año) la mayoría parlamentaria que tenía
segura, de acuerdo a los términos originales de la Constitución del 80
(ver Capítulo III); y confirmó y amplió en 1992 la desnacionalización de la
mayor parte de la gran minería del cobre (ver Capítulo VII); así también habría
procedido inconfesablemente a hacer todo de su parte por destruir el conjunto
de los medios escritos teóricamente afines.

Dado que los directores y periodistas de aquellos medios no
compartían el neoliberal giro copernicano experimentado por aquel liderazgo (y
que se ha detallado en los veinte capítulos anteriores), era claro para éste
que esos medios se convertirían, a la corta o a la larga, en los peores
opositores del neoliberalismo concertacionista, ya que habrían desnudado desde
las propias filas su total inconsecuencia. Por tanto, su maquiavélico
comportamiento habría sido completamente lógico. Lo que sí ha llegado a ser
casi increíble es su inigualable capacidad para haber mantenido a las bases de la Concertación y a la
generalidad de la sociedad chilena en el total desconocimiento de aquellos
hechos. ¿Existe otra explicación de aquello?

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*Fuente: El
Clarin

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