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Cuba: un documento peligroso y contradictorio

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Guillermo Almeyra hace tres reflexiones sobre el documento
económico-social preparado por el Partido Comunista Cubano para su VI Congreso
(previsto para abril de 2011). Las dos primeras reflexiones se publicaron ya en
el diario mexicano La Jornada
(14 y 21 de octubre de 2011); la tercera, y final, es inédita y se publica por
primera vez en SinPermiso.

I
El Partido Comunista Cubano prepara su VI Congreso para
abril próximo y, para ello, emitió un documento económico-social que -para los
amigos de la revolución cubana- despierta grandes preocupaciones y, para la
población de la isla es un golpe brutal, desmoralizador.

Desgraciadamente, salvo los enemigos del proceso
revolucionario, que se regocijan con las dificultades por las que éste
atraviesa, no se leen análisis ni se escuchan opiniones sobre el curso que está
siguiendo la revolución cubana, que sin embargo es tan decisiva para el proceso
de liberación de toda América Latina.

Por eso, haré aquí algunas consideraciones generales,
dejando para  sucesivas entregas el
estudio de los artículos más peligrosos del documento del PCC y, naturalmente,
lo que podría ser una alternativa.

En primer lugar, considero que seguir con detenimiento y
pasión lo que sucede y podría suceder en Cuba es un derecho y un deber no sólo
de todo socialista sino también de todo latinoamericano que lucha por la
independencia de nuestros países y por la liberación nacional y social del
continente. En efecto, lo de Cuba es demasiado importante y demasiado grave
para que sea sólo tema de discusión de los cubanos.

En segundo lugar, considero que, si se convoca el Congreso
para abril del 2011 supuestamente como instancia de consulta y de decisión, no
es posible empezar ya  este año a aplicar
medidas  fundamentales e irreversibles en
muchos campos de la actividad económica colocando a todos ante hechos consumados
y al Congreso mismo en el triste papel de simple aprobador-legitimizador
de  resoluciones adoptadas por pocos en
el aparato estatal. La desgraciada fusión entre el Partido comunista y el
Estado subordina el primero al segundo y le hace adoptar como propias la lógica
y las necesidades estatales, anulando así su propio papel de control y de
crítico y vigilante, por no hablar de su papel indirecto de portavoz de
opiniones y necesidades de los trabajadores.

Ahora bien, como recalcaba Lenin, el Estado es, incluso
después de la revolución, un instrumento de clase, la expresión de la
subsistencia del mercado mundial capitalista y de los valores y métodos
burgueses de dominación, lo cual obliga al partido (y a los sindicatos) a
defender los derechos particulares de los trabajadores incluso contra "su"
Estado y, por lo tanto, a no someterse al mismo. El hecho de que el programa
económico-social que analizamos sea un programa exclusivamente
burocrático-estatal destinado, según proclama, al fortalecimiento de la
institucionalidad y a la reforma del Estado y del gobierno, destaca aún más el
achatamiento del partido frente a éstos. Porque, si por institucionalidad se
entiende poner coto al arbitrio y al voluntarismo desorganizadores de la
economía y causantes del despilfarro, la incuria y la falta de control que
permiten la corrupción y la burocratización, no se puede olvidar que el Estado
no es sólo un aparato burocrático-administrativo o represivo sino una relación
de fuerzas social y, por consiguiente, la reforma del Estado debe acordar mucho
mayor peso a los órganos de democracia directa, a los trabajadores que a la vez
son consumidores, productores y constructores del socialismo y no meros
súbditos ni objetos pasivos de resoluciones verticalistas. Además, una
revolución, por definición, no es sinónimo de institucionalizar sino de renovar
y democratizar profunda y totalmente las estructuras de poder permitiendo la
expresión de la diferencia que existe en ese doble poder siempre latente entre
la revolución (los trabajadores, en el sentido más amplio del término) y las
importantes expresiones del capitalismo (como el aparato estatal, que pretende
comandar al viejo modo).

Es, en mi opinión, muy grave que el documento para el
próximo Congreso del Partido, aunque tenga como centro la reestructuración
económica, no mencione  a los trabajadores
(ni siquiera a los sindicatos que, en el aparato estatal burocratizado, son la
correa de transmisión de éste hacia aquéllos). En 32 páginas de texto la
palabra "socialista" aparece, por otra parte, sólo tres veces y no hay ni una
mención a la burocracia, su extensión y sus divisiones (que cualquier cubano ve
como un problema grave), ni a la democracia de los productores, ni siquiera
para explicar quiénes escogerán los que serán declarados "disponibles" (que
suman nada menos que un 20 por ciento de la población económicamente activa).
En cuanto a los órganos populares, democráticos, de control y de planificación,
brillan simplemente por su ausencia.

Es igualmente grave el hecho de que este documento no esté
acompañado por un texto del Partido sobre la fase actual de la economía
mundial, la sociedad cubana, los peligros sociales y políticos de una apertura
mucho mayor al mercado mundial y al mercado libre en la isla, las causas que
impusieron estas medidas drásticas y de guerra (incluyendo entre ellas,
autocríticamente, los errores del partido y del gobierno entre Congreso y
Congreso y en los últimos 40 años) y que no se prepare al partido y a los
trabajadores para los peligros que derivarán del reforzamiento de los sectores
burgueses y de los valores capitalistas, ni se fijen perspectivas. Porque la
brutalidad de la agresión imperialista y de la crisis mundial puede obligar, es
cierto, a abandonar conquistas y a dar pasos atrás pero no hace obligatorio que
se escondan los retrocesos y, menos aún, que se pinten los progresos
igualitarios que se tienen que abandonar forzados por el mercado mundial como
si hubiesen sido negativos.

II
Pero  ¿qué dice el
documento presentado para el VI Congreso del Partido Comunista Cubano que
debería realizarse en abril próximo? Trataré de resumir sus 32 páginas en este
breve espacio.

El punto 17 declara que se tenderá a suprimir el
funcionamiento económico regido por el presupuesto. El 19, que los ingresos de
los trabajadores estatales dependerán de los resultados obtenidos por sus
respectivas empresas (o sea, de la capacidad o incapacidad de los dirigentes y
de los respectivos Ministerios y de lo lucrativo que pueda resultar su
actividad desde el punto de vista del mercado). El punto 23 establece que cada
empresa fijará los precios de sus productos y servicios y podrá ofrecer rebajas
(lo cual abre el camino a la competencia feroz entre empresas y regiones y a
toda clase de favoritismos y amiguismos); el 35, plantea la descentralización
municipal de la producción, que estará sometida a los Consejos Administrativos
Municipales (pero no establece ni quién elige ni quién controla a los mismos).
El 44, dice que hay que reducir la expansión de los servicios, la cual
dependerá de la marcha general de la economía; el 45, que habrá que reducir la
importación de insumos y productos para la industria, pues la misma dependerá
de la obtención de divisas. Entre las principales decisiones económicas, se
dice que el vital problema de la circulación de dos monedas (el peso cubano y el
CUC) pasará a ser estudiado y se decidirá cuando la marcha de la economía lo
permita (la economía cubana, hay que recordar, está en crisis desde hace 30
años). Se declara además que se eliminarán los subsidios y las gratuidades,
como norma, (o sea las políticas de sostén al consumo y a los sectores más
pobres y que no reciben dólares del exterior ni pueden conseguirlos, legal o
ilegalmente, en Cuba misma).

Se formula de modo muy vago la necesidad y la esperanza de
facilitar los créditos bancarios y el ahorro, así como también el objetivo de
que los países beneficiarios paguen por lo menos los costos de la ayuda
solidaria que brinda Cuba (lo cual no sólo transforma la solidaridad en
servicio pagado sino que también choca con las posibilidades de los países que,
como Haití, sufren desastres naturales o sanitarios de magnitud). Se crean
también Zonas Especiales de Desarrollo (que, se supone, gozarán de reducciones
o exenciones de impuestos o de privilegios a quienes allí se instalen). El
punto 65 anuncia que el país pagará estrictamente la deuda (para conquistar la
confianza de los inversionistas y obtener posibles préstamo,s lo cual hace
suponer que esa – y no el sostenimiento de la economía interna y del nivel de
vida de los cubanos- será la prioridad de las finanzas estatales). Al respecto
se plantea reducir o eliminar los "gastos excesivos" en la esfera oficial
(dejando la definición de qué es "excesivo" al arbitrio de los
administradores). La cantidad de universitarios estará determinada además por el
desempeño de la economía y las universidades sobre todo prepararán técnicos y
profesionales en las ramas productivas y relacionadas con el mercado.

El punto 142 establece que las condiciones que se creen para
que los trabajadores puedan estudiar "deberán ser a cuenta del tiempo libre del
trabajador y a partir de su esfuerzo personal 
(o sea, sin becas, licencias, estímulos, facilidades). El 158 decide
ampliar el servicio por cuenta propia (sin especificar cómo facilitar la
preparación del cuentapropista, la obtención de locales dada la crisis de la
vivienda ni la provisión de insumos y herramientas). El 159 añade que se
"desarrollarán procesos de disponibilidad laboral" (o sea, de reducción de las
plantillas en forma drástica). Aunque el documento no lo establece,
resoluciones complementarias dicen al respecto que el trabajador con 30 años de
antigüedad en la empresa recibirá durante 5 meses un 60 por ciento de su
salario una vez despedido y los que tengan menor antigüedad, un salario aún
menor. El punto 161 habla sobre la necesidad de reducir las "gratuidades
indebidas y los subsidios personales excesivos" (¿quién fijará qué es indebido
y qué excesivo?).

El 162 habla de "una eliminación ordenada" de la libreta de
abastecimiento (que, según el texto, es utilizada también por quienes no la
necesitan y "fomenta el mercado negro"). El punto 164 establece que los
comedores obreros funcionarán a precios no subsidiados (sin compensación
salarial alguna).El 169 independiza a las distintas formas de cooperativas
(agrarias) de la intermediación y del control estatales. El 177 especifica que
la formación del precio de la mayoría de los productos dependerá sólo de la
oferta y la demanda. El 184 dice que las inversiones se concentrarán "en  los productores más eficientes"  (y no en las ramas de mayor utilidad social).
El 230 anuncia que se revisarán, al alza, las tarifas eléctricas. Ni los
cuentapropistas ni las cooperativas tendrán subsidios.. El 248 llama a
implantar medidas para reducir el consumo de agua por los turistas, debido a la
sequía (lo cual, dicho de paso, contrasta con el fomento al turismo- que
utiliza piscinas, necesita jardines regados, combate el calor con duchas
frecuentes- y con la decisión de hacer 
grandes campos de golf de 18 hoyos, que son voraces consumidores de
agua)

No hay artículos que reduzcan los gastos en las fuerzas
armadas ni de la alta burocracia. Las previsiones ecológicas (cultivo orgánico,
desarrollo de las fuentes energéticas alternativas) dependen sólo de la
responsabilidad del Estado (no prevén pues la participación popular en el
territorio y además no van más allá del tipo de consumo y de producción fijados
por el capitalismo, sin hacer de la crisis la ocasión para experimentar una
producción y un consumo alternativos). Creo que el texto así resumido habla por
sí solo.

III
En esta parte final 
me dedicaré  a contraponerle a
este documento presentado como del partido pero elaborado por la
tecnocracia-burocracia una posible alternativa que creo a la vez realista,
democrática y socialista.

Porque es cierto que el documento trata de "sincerar" la
economía cubana eliminando cargas insoportables en la actual situación y de
corregir graves errores voluntaristas del pasado. Pero lo hace con una
concepción estrechamente local, nacionalista, prescindente de toda perspectiva
política mundial. Y de modo brutal, burocrático y no democrático, brusco y
terriblemente tardío, forzado por la crisis y no voluntario, prepotente y sin
la menor autocrítica. El texto calla igualmente sobre las consecuencias
sociales, políticas y morales de las medidas propuestas y la necesidad de
comprenderlas y explicarlas y de aclarar que se tiene conciencia de ellas.
Además, refuerza privilegios burocráticos y prepara las condiciones de base
para una veloz polarización social y para la transformación de parte de la
burocracia cubana en germen de burguesía local, incluso para la soldadura entre
ella y el mercado mundial (y el imperialismo). No es casual que el documento no
toque para nada los aparatos represivos y de la prensa partidaria, tan
deficiente y tan de espaldas a la realidad, o sea a los principales
instrumentos de dominación.

Durante veinte años Cuba para vivir (y sobrevivir al
bloqueo) gastó más de lo que producía y vivió ligada al tubo de suero de la
economía soviética que compensaba el faltante. Fidel Castro y Raúl, así como la
inmensa mayoría de los dirigentes, hicieron de necesidad virtud porque estaban
convencidos de que la
Unión Soviética estalinizada sería eterna. El costo moral y
político fue inmenso. Cuba apoyó la invasión de Checoslovaquia ya en 1968,
Fidel elogió a Brezhnev diciendo que era un gran marxista, y la importación
desde la Unión
Soviética no se limitó a las armas y a la tecnología sino que
también se extendió a la formación de los cuadros, a la imitación de la
ideología, el modo de vivir y de resolver las cosas de los burócratas
ineficientes, autoritarios y corruptos que estaban hundiendo los "países
socialistas" y desprestigiando el socialismo. El país pudo, sí, elevar enormemente
su nivel de cultura y de sanidad, pero no creó, debido a esa dependencia, una
base industrial y una tecnología de punta salvo en medicina. Y el voluntarismo
del mando provocó despìlfarros sin fin y llevó a la simulación del pleno empleo
cubriendo una vasta capa de trabajadores improductivos y a la desvalorización
del salario real, de la mercancía fuerza de trabajo. Ahora, cuando hay que
enfrentar por fuerza la realidad de la economía, los mismos responsables del
desastre no sólo no hacen una autocrítica sino que se aferran al timón y dejan
que los náufragos se arreglen por su cuenta.

¿Qué impide que sean los mismos colectivos de trabajadores
los que reduzcan los costos de la producción, la racionalicen, e incluso
decidan dónde se harán los cortes de personal y las reducciones salariales?
¿Por qué dejar que sea el mercado el que decida los salarios mediante el lucro
que obtenga la actividad económica en cuestión, de modo que, por ejemplo, un
trabajador en un hotel gane mucho más que una enfermera o una maestra porque,
por definición, los servicios esenciales son derechos, no negocios que deben
ser pagados? ¿Por qué no reducir salarios y privilegios en los altos puestos
del aparato estatal, civil o militar? No es posible mantener (con sumas irrisorias,
para colmo, que no permiten un consumo digno) a millones de personas que no
producen o producen muy poco pero eso es aplicable también a la alta
burocracia, tan frondosa e improductiva. ¿Por qué no permitir comités
barriales, vecinales, locales, de control de los privilegios, la corrupción,
los despilfarros, el contrabando? ¿Por qué no abrir la prensa a la denuncia de
las ineficiencias y abusos burocráticos y a la discusión sobre cómo  hacer más barata y eficaz la distribución de
los bienes escasos?

La participación popular es indispensable, ya que por el
Mariel terminó de irse la mayoría de la burguesía cubana pero ahora, con las
nuevas medidas, surgirá lo que Lenin, en la NEP, llamaba los sovietburg  que, como la boliburguesía venezolana, serán
como los rabanitos, rojos por fuera y blancos por dentro, y tendrán su
sustancia bajo tierra, bien escondida. Sólo los comités de base, los organismos
de control popular, los consejos obreros, la autogestión social generalizada,
pueden combatir eficazmente la crisis y el desarrollo de la desigualdad social,
que se apoyarán en el inevitable reforzamiento del autoritarismo que resultará
del bloqueo, sí, pero también de la necesidad de suplir el consenso que el
gobierno está perdiendo junto con la esperanza en la construcción del
socialismo que podía movilizar a la juventud.

Quien se opone a la democracia no quiere el socialismo pues
éste es imposible sin ella. Quien descarta la autogestión, la democracia obrera
y social, el control popular, fomenta el poder desmoralizador y disgregador de
la burocracia y de la tecnocracia, que se guían por valores propios del
capitalismo, no del socialismo. Fue un error gravísimo estatizar el pequeño
comercio, el artesanado. Eso se puede remediar, aunque tarde, fomentando la creación
de cooperativas con ayuda crediticia y facilidades técnicas. Pero, para aliar
al sector estatal con el sector cuentapropista orientado hacia y por el mercado
y evitar que de éste surja una burguesía, hay que ofrecer apoyo técnico, hacer
campaña cultural solidaria, reforzar la democracia directa, eliminar o reducir
al máximo los aparatos y los mandamases.

El pueblo cubano se salvará por sí mismo. No necesita
Salvadores Supremos ni en la
Tierra ni en el Cielo. Lo que debe preparar el VI Congreso es
una discusión amplia, en todos los sectores, sobre los problemas, las
urgencias, las prioridades, los recursos disponibles y las soluciones posibles
en el marco de la democracia y del socialismo. Sin que los cubanos tengan plena  conciencia de dónde está Cuba en el mundo y
de cuáles son las perspectivas inmediatas, sin un balance autocrítico del
pasado propio y del  "socialismo real" y
sin plena libertad de opinión y de crítica no será posible reconstruir la
economía ni la confianza popular.
21/11/10

-El autor, Guillermo Almeyra, es miembro del Consejo Editorila de
SinPermiso.

*Fuente: Sin Permiso

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