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Entrevista a Tomás Moulian: «No sabemos cuál es la política del Partido Comunista»

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"El deseo de otro Chile", es el nombre del último libro de
Tomás Moulian. El texto contiene una propuesta para avanzar paulatinamente en
la democratización del país. Tomás Moulian es fundamentalmente un hombre de
acción. No se conforma solo con pensar. Marxista, busca realizar una praxis
entre pensamiento reflexivo y acción política. Hoy, de momento, se encuentra en
la soledad. Ha caminado los últimos años junto a los comunistas, pero hoy no
termina de hallarles el paso.

En su casa del Barrio Yungay conversamos del deseo de otro
Chile, recordando el pasado y buscando la forma de vislumbrar un camino hacia
el futuro.

En su libro El deseo
de otro Chile, hace usted un planteamiento en aras de la democratización del
país. Me extrañó que en él ponga usted el acento en alcanzar una democracia
profunda y generalizada, y no plantee el socialismo como horizonte. De hecho la
palabra socialismo no aparece en el texto.

"Me sorprende lo que me dices, no tenía idea que la palabra
socialismo no está presente. Porque la democracia generalizada la veo como un
camino al socialismo. No sólo un perfeccionamiento de la democracia
representativa. Ir más allá, hacia alguna forma de democracia participativa,
que es caminar hacia el socialismo.

La democracia representativa está en crisis precisamente
porque no es representativa. O lo es muy tenuemente. Una democracia
perfeccionada debe ser más representativa y, además, participativa".

¿Qué tipo de
participación democrática imagina usted?

"Una sociedad participativa para mí es una sociedad que
discute sobre sus fines, sobre los medios para realizarlos, sobre el presente,
el pasado y el futuro.

Siempre me ha interesado lo que se hizo en Brasil, en Río
Grande do Sul: la fórmula de los presupuestos participativos, donde los
ciudadanos tienen representación y pueden ir a oír y participar de la discusión
de los proyectos y su financiación".

Chile y la
democracia                                          
¿Murió el mito que
consideraba a Chile como un país históricamente democrático?

"Mas que caer en el mito de la democracia, hay que
perfeccionarla siempre, y reivindicar aquello del pasado que tenía contenido
democrático. Sin olvidar lo que no lo tenía.

Tuvimos una tradición democrática, pero con puntos negros. La Ley de Defensa de la Democracia, o ley  maldita, dictada el año 1948, dura hasta
1958. Diez años en que el Partido Comunista fue puesto fuera de la ley. Esta
ley es también utilizada para hostilizar al movimiento sindical. Son enviados a
un campo de concentración en Pisagua dirigentes sindicales, militantes
comunistas y socialistas, a pesar de que la ley no fue pensada para reprimir a
los socialistas.

Esa ley fue derogada mediante un pacto parlamentario amplio:
el Bloque de Saneamiento Democrático, que incorporó, desde los radicales que la
habían dictado, hasta los falangistas, excluyendo sólo a la derecha, que no
participó. Ese bloque hace dos cosas muy importantes: una nueva ley electoral,
y la derogación de la ley maldita. Diez años de lucha.

Los comunistas tuvieron entonces una postura que confirma su
realismo político. Algunos sectores en su interior crearon una fracción que
buscaba hacer una revolución contra el presidente Gabriel González Videla,
sacarlo a través de movilizaciones y por la fuerza. La dirección comunista
expulsó a los llamados reinosistas,  y
orientó su acción dentro de la legalidad procurando pactos políticos.

A partir de 1958, se recuperó nuestra tradición democrática,
que dura hasta 1973, cuando sufre un golpe brutal.

Pero hoy día tenemos de nuevo la recuperación del camino de
la tradición democrática. Por lo tanto, creo que sí, tenemos una tradición
democrática. Con vaivenes, con un gran período de vacío de democracia, pero
somos una sociedad que ha buscado caminar por la democracia, y que ve en la
democracia representativa la forma como debe organizarse el sistema político.

Esta democracia representativa hay que irla perfeccionando
permanentemente, y en esto ha habido lentitudes, silencios. Durante los
gobiernos de Lagos y Bachelet, gobiernos socialistas de la Concertación, se
habló mucho de participación, sin embargo la participación no tomó fuerza, y
debe hacerlo.

Sería fundamental el funcionamiento de Consejos Económico
Sociales, no solamente destinados a escuchar, también a tomar resoluciones
sobre algunos temas. Generar debates pero también con algunas atribuciones.
Consejos de este tipo a todos los niveles: nacional, regional, provincial,
comunal, barrial. Hay que buscar fortalecer la democracia que tenemos.

El camino entonces hoy día, yo creo que no es esa forma de
democracia que es el socialismo (porque el socialismo también es una forma de
democracia: una democracia de trabajadores que toman la gestión de la sociedad).
Aquí estoy hablando de un camino previo a eso, pero que se dirige hacia allá, y
que en la medida en que esta democracia representativa se perfeccione, se
convierta en democracia participativa, la diferencia entre el socialismo y la
democracia participativa va a ser pequeña, no se va a necesitar una revolución.

Todo esto son hipótesis, que obedecen a la necesidad de
pensar cuál es la democracia del siglo XXI. El derrumbe de los socialismos en
Europa, su permanencia en Asia en formas peculiares como China, y la
persistencia del socialismo en Cuba como una dictadura de partido, nos obligan
a pensar en nuevas formas de organización de la democracia socialista".

Allende, un hombre
excepcional
Leyendo su libro El
deseo de otro Chile, y escuchándolo ahora, pensaba que su planteamiento
corresponde a lo que podríamos llamar la verdadera carta de navegación del
gobierno de la Unidad
Popular presidido por el presidente Salvador Allende.

"Sí. Yo diría que mi referente político-intelectual es Salvador
Allende. Y las directivas políticas que junto a él colaboraron para que la Unidad Popular
fuese una coalición que avanzaba gradualmente hacia la vía chilena al
socialismo.

En el análisis de la Unidad Popular yo
privilegio el papel de los comunistas frente al de los socialistas. Los
socialistas estaban por el "avanzar sin transar". Creo que esa consigna era
todavía prematura. Había que consolidar, y después avanzar. Le eliminaría el
sin transar, porque para avanzar siempre hay, no digamos que transar (que da la
impresión que se hace un pacto oscuro), hablemos de que siempre hay que
negociar.

Los socialistas no estuvieron en ese momento dispuestos a la
negociación. Por lo menos algunos de sus sectores. Carlos Altamirano ha dicho
que él estaba flanqueado por su izquierda, que había un sector más a la
izquierda que él y lo obligaba a realizar la política que llevó a cabo.

Los comunistas fueron el sector moderado, que con Allende
buscaba hacer avanzar más gradualmente las políticas. Yo soy un firme
partidario de la política del Partido Comunista durante ese período, pero en
conjunto fracasamos. Esa política, la de los comunistas, pese a tener
intuiciones importantes, pese a intentar que las cosas se manejaran con
realismo político, ni unos ni otros fuimos capaces de evitar la crisis.

Salvador Allende, el pacifista, termina defendiendo a su
gobierno con una metralleta con la cual se quita la vida finalmente cuando ve
que esa defensa no era posible. Allende decide tomar sobre sí el fracaso, que
no fuera un fracaso que cayera sobre la clase obrera, ni siquiera sobre los
partidos de la Unidad
Popular. Prefiere asumirlo él".

¿Ha pensado usted qué
podría haber pasado si Allende hubiese tomado otro camino e intentado salir
vivo ante el golpe fascista?

"Ahora lo estaba pensando. No sé. Hay una hermosa novela de
Hernán Valdés, creo que se llama Después del fin, donde un militante de la Unidad Popular
reflexiona, metido en una tina de baño, sobre qué habría sido de nosotros si
Salvador Allende hubiera sobrevivido. Eso es imposible de saber, pero nos hizo
falta un líder como Allende después del golpe".

¿Aventura alguna
hipótesis Hernán Valdés sobre aquella posibilidad que no fue?

"No me acuerdo bien, pero sí el militante que está en la
tina de baño dice: "por Dios que te necesitamos". Allende era una especie de
padre capaz de juntar, tenía esa cosa parental que es reunir a los diferentes
hijos, a los diferentes parientes para seguir adelante".

Allende sorprende por
su consecuencia, hasta llegar a dar la vida por su causa, en un país donde,
como hemos visto, abunda la traición, el acomodo, el darse vuelta la chaqueta.
¿Es su actitud personal y política muy contradictoria con Chile? ¿O ha cambiado
mucho el país y ya es impensable algo semejante hoy?

"No. Yo creo que es muy contradictorio con el país. Y es muy
contradictorio con una Izquierda que antes de que Allende fuese designado candidato
a la presidencia lo ninguneó. Yo era militante del Mapu, fui uno de sus
fundadores, y nosotros lo tratábamos de líder aburguesado. El Partido
Socialista lo trataba de igual modo. Todo el mundo se acuerda de que Allende es
nombrado por los partidos de la Unidad Popular candidato presidencial por las
abstenciones, no por los votos a favor.

Sí, Allende era menospreciado, y sin embargo fue aquel que
tuvo las cosas más claras. Desgraciadamente, su obsesión por la unidad le
impidió tomar medidas que requerían tomar partido por una posición en contra de
la otra. Porque la crisis estaba de tal modo desarrollada, que necesariamente
había que tomar una postura y realizar una política que hubiese implicado
conflictos con el sector que estaba por la política distinta.

Allende nunca consiguió que los comunistas le dieran su
apoyo al plebiscito que él quería plantear, pese a que los comunistas eran los
que estaban más cerca de él. Muy tardíamente estuvieron de acuerdo. Y los
caminos se cerraron".

¿Desde cuándo quería
el presidente Allende convocar a un plebiscito?

"No lo sé. No conozco los secretos de la cúspide. Se dice
que el once de septiembre iba a anunciar el llamado a plebiscito en la Universidad Técnica
del Estado. El día antes, o dos días antes, le anunció tal decisión a Pinochet,
y el traidor actuó. Cuando menciono al traidor estoy haciendo referencia a la
debilidad absoluta de los aparatos de información de la Unidad Popular, que
siempre creyeron que Pinochet era el continuador de Prat. Y Pinochet era el traidor,
el asesino, el torturador. En la historia chilena no hay ningún déspota de sus
características, nada se compara con él".

Izquierda y
democracia
¿Qué piensa usted de
la valoración que han hecho históricamente las izquierdas de la democracia
representativa?

"Nosotros como marxistas teníamos ahí una curiosa mezcla. Al
mismo tiempo, considerábamos que la democracia representativa era una forma del
estado burgués que debía ser superada para caminar en la dirección de una futura
extinción del Estado. Extinción cuyo primer momento era una democracia
proletaria, una democracia de trabajadores, donde ellos fueran capaces de
gestionar la sociedad.

Pero al mismo tiempo le dábamos una enorme importancia al
estado como regulador de la sociedad. En ese sentido éramos keynesianos,
podemos decir de algún modo. Simultáneamente de despreciar al Estado, lo
apreciábamos, luchamos porque el Estado durante los gobiernos de los Frentes
Populares interviniera para generar la industrialización. Teníamos ese doble
discurso, y pensábamos que en el futuro el Estado podría desaparecer después
del socialismo, cuando pasaríamos al comunismo.

Pero en Chile estábamos en la vía chilena al socialismo, y
esta vía era desde las instituciones políticas. Ni siquiera habría que hablar
de vía pacífica, era una vía institucional. Porque la vía pacífica genera una
connotación problemática. Esto se hace con luchas, con luchas sociales, de
clases, y aunque en ella no haya violencia armada, de todos modos hay lucha
social.

Queríamos la democracia, porque efectivamente pertenecía a
la tradición de Chile. En un continente donde la democracia había sido
destruida, llena de dictadores, caudillos, de norte a sur. Junto con Uruguay y
Costa Rica, Chile había tenido la suerte de tener un período sin caudillos como
los Odría, los Pérez Jiménez, los Trujillo, Somoza y tantos otros.

Teníamos la democracia representativa y creíamos que nunca
la íbamos a perder, y la perdimos, por los errores que cometimos en el período
de la Unidad Popular.

Nosotros facilitamos que la derecha fuera capaz de atraer a la Democracia Cristiana
al golpe. Fracasaron todas las negociaciones con la DC, debido a problemas de la DC, donde había sectores que no
querían nada con esas negociaciones, pero también por problemas de nosotros.

Ahí Salvador Allende es el que tiene claro que esas
negociaciones con la DC
son indispensables, que el peligro de la guerra civil solamente se disminuye
-no desaparece- si somos capaces de generar alguna forma de colaboración con
ella. Y en el futuro, quizás una forma más profunda, una especie de bloque por
el cambio, donde los sectores progresistas de la DC colaboraran con los sectores de izquierda en
construir una sociedad más democrática. Todo eso no fue".

Radomiro Tomic en
1970 planteaba la necesidad de aquel bloque por los cambios.

"Sí, hablaba de unión política y social del pueblo. Tomic
tenía una política de cambio, muy parecida a la de la Unidad Popular.
Uno podría decir que cuando se pusiese a gobernar, de haber sido elegido
presidente, hubiese pasado lo mismo que en el gobierno de Frei.

La
Democracia Cristiana, antes del gobierno de Frei Montalva,
hablaba de que su proyecto no era capitalista ni colectivista, sino
comunitario. Y durante el gobierno de Frei Montalva no se avanza nada hacia el
comunitarismo. Sí se hace una política de reformas de gran importancia".

¿Fue un error de la Unidad Popular el
no valorar ni proteger la democracia representativa entonces vigente en Chile?

"Sí. Darse cuenta que partiendo de la democracia
representativa había que profundizarla, y en ningún caso eliminarla. Hubo ahí
un error táctico muy complicado.

Allende, queriendo siempre avanzar por la democracia, sin
embargo se mete en una estrategia muy compleja, que es la de las reformas
extraparlamentarias. Como no hay mayoría en el Parlamento consigue, con la
colaboración de Eduardo Novoa Monreal, unos resquicios legales que le permiten
intervenir industrias. Eso genera una tensión que se suma a la que ya existía
debido al triunfo presidencial. (Démonos cuenta qué significa en una sociedad
capitalista que triunfe un candidato marxista que está dispuesto a llevar
adelante reformas en la dirección de una democracia transformadora).

Los resquicios legales colaboran a la polarización del
sistema político. Además dejan fuera de juego al Parlamento, no pudiendo los
demás partidos discutir las reformas.

La oposición a Allende presenta entonces en el Parlamento un
proyecto -el de las tres áreas de la economía- que limita lo que el gobierno
puede hacer, y terminan por imponerlo. Eso se hubiese evitado mediante una
negociación con la
Democracia Cristiana.

Era difícil el éxito de tal operación. Quizás habrían tenido
antes que triunfar en la DC
sus sectores más de izquierda, dejando en la sombra a los más cercanos a Frei.
Pero eso implicaba llegar a acuerdos. Tanto Patricio Aylwin como Renán
Fuentealba, del centro y la izquierda de la DC respectivamente, estuvieron negociando.

Estos sectores intentaron evitar que el partido fuera
fagocitado por la derecha, abogando por su permanencia en el centro. Pero para
quedarse en el centro, cuando está tensionada por los dos lados, es muy
difícil. El único modo es ofrecer alianza. La derecha ofrece alianza, y la
izquierda no fue capaz de hacerlo. Debido a la disputa entre los partidos, la
postura más sin tranzar de los socialistas, las timideces de la postura de los
comunistas, que no le entregan a Allende todos los medios para que eso pudiera
hacerlo, en fin, fracaso, crisis.

Yo creo que no nos imaginábamos el gobierno militar que iba
a venir después. Yo creo que nosotros teníamos en la mente la idea de que si
venía un golpe sería un golpe corto que le entregaría pronto el poder a los
civiles, y después de un tiempo volverían a haber partidos y elecciones. La DC también creía esto. Pero
inmediatamente que viene el golpe, se hace un golpe contra revolucionario. La
derecha inventa su propia revolución, capitalista neoliberal. Con la
destrucción consiguiente del movimiento social, de todo el movimiento obrero,
de los partidos, del congreso, de todo.

Posteriormente, avanzando el tiempo, sobretodo a partir de
1979, el capitalismo neoliberal se impone en Inglaterra y los Estados Unidos
sin necesidad de un golpe de estado. Pero acá fue hecho por un golpe de estado.
Después este neoliberalismo, retocado por la Alianza Democrática
y la Concertación,
que no es el mismo de Sergio de Castro, siguió rigiendo el diseño de políticas
económicas y sociales, construyendo una sociedad cuya economía está sobretodo
basada en el mercado y donde el estado juega un rol puramente subsidiario".

Valoración de Frei
Montalva
Hace usted en su
libro El deseo de otro Chile una valoración bastante positiva del gobierno
de  Frei Montalva, lo cual es extraño
viniendo de un pensador de izquierda.

"Yo con otros quebramos el partido Demócrata Cristiano. Yo
era un personaje totalmente secundario, prácticamente no militaba en la DC. Pero cuando Rodrigo
Ambrosio, Enrique Correa, Juan Enrique Vega, quiebran la DC, yo me meto al Mapu y formo
parte de su comité central.

Pero bueno, yo creo que el gobierno de Frei Montalva es un
reformismo orgánico. Es decir, asume tareas que dejó pendientes el Frente
Popular, entre ellas el campo.

Todos sabemos que los gobiernos de los Frentes Populares no
se pueden meter en el campo. En vista de las dificultades para ello, llegan al
pacto parlamentario que impulsa la
Corfo. A cambio de los votos a favor de la Corfo, la Izquierda estabiliza los
sindicatos en el campo: hace que no tengan una política agresiva. Las políticas
de la reforma agraria dejan así el campo más o menos intacto, pese a que había
sindicatos que estaban bullendo, los aplacan. Aparece la CUT, que es industrial,
comercial y bancaria, pero no es campesina.

Sólo en el gobierno de Frei Montalva irrumpen las
confederaciones campesinas en torno a los programas de la reforma agraria. Esta
reforma es muy importante, marca su gobierno y hace que sea un gobierno de
reformas. Pese a que es un gobierno que se paraliza en 1967.

Entre este año y 1970, hay una derechización del gobierno de
Frei. Esta derechización le pasaba a casi todos los gobiernos, porque la inflación
empezaba a subir producto de las políticas redistributivas de ingreso. Frei
hace una política redistributiva y después tiene que frenarla para evitar que
la inflación suba demasiado. (Se diagnosticaba que la causa de la inflación
tenía que ver con el aumento de salarios, que no era evidentemente la única
causa).

El gobierno de Frei termina con las matanzas de Puerto Montt
y El Salvador. No se dice que estos hechos, típicos de los gobiernos hasta
entonces, no sucedieron durante el mandato de Allende. Pero así y todo valoro
positivamente el gobierno de Frei. Es un gobierno de reformas muy importantes:
agraria, educacional, alfabetización. Es un gobierno campesinista, se centra en
el campo, y en la integración latinoamericana.

Sin olvidarse que el gobierno de la DC fue de partido único, que no
quiso abrirse hacia la izquierda nunca, lo que le hubiera permitido profundizar
desde 1967 en adelante, en vez de derechizar. Si hubiese tenido pactos con la
izquierda hubiese sido una sociedad más movilizada, sumando ambas fuerzas".

¿Cree usted que fue
un error romper la DC
en 1969?

"Bosco Parra, Luis Felipe Ramírez, Luis Maira, decían que
era un error, y que había que seguir intentando influir en la DC.

Yo creo que era un signo de esos tiempos. Rodrigo Ambrosio decía entonces que
el que no era marxista en una revolución, era un pelo de la cola.

Este paso acelerado del cristianismo de izquierda al
marxismo está marcado por el deseo de influir en el proceso revolucionario. La
idea era influir en la vía no capitalista de desarrollo que se estaba
planteando con la
Unidad Popular. Entonces hay un grupo que se retira de la DC y la quiebra.

Los que decían que era un error quebrarla, también terminan
quebrándola después. Porque Bosco, Pedro Felipe Ramírez, Lucho Maira también se
retiran después ya estando en el gobierno la UP y forman la Izquierda Cristiana.

Pero el Mapu decide hacerse marxista.  Cuando Rodrigo Ambrosio va a hablar con
Allende, el presidente le dice: "Pero compañero, para qué queremos  otro partido marxista, si ya hay dos, por qué
no son cristianos de izquierda". No sé que le habrá contestado Ambrosio, pero
me imagino que le habrá dicho que el Mapu quería estar con la ideología de los
que estaban a fondo con la revolución chilena.

En el Mapu teníamos la ilusión de ser la fuerza nueva del
marxismo. Es interesante la postura que tomamos frente a Allende. Nosotros
presentamos a Jaques Chonchol como candidato presidencial en 1970, contra
Allende, a quien considerábamos un aburguesado.

Después cambiamos de opinión, estuvimos cerca de Allende y
los comunistas tratando de llevar políticas moderadas pero que avanzaran en
mayor democracia, legalizando las reformas. Nos dábamos cuenta, el presidente
Allende también, que era necesario volver a las discusiones al interior del
Parlamento, institucionalizar, porque lo otro tensionaba mucho el sistema
político".

¿Un bloque de
centro-izquierda hoy?     

La valoración más bien positiva del gobierno de Frei
Montalva, ¿puede ayudar a pensar que es posible hoy un bloque por los cambios
que junte al centro y la izquierda?

"Yo en ese tiempo aspiraba a un pacto entre la Izquierda y la DC. La Izquierda de esa
época, socialista-comunista, que se declaraban marxistas y revolucionarios,
pero que al mismo tiempo se daban cuenta -sobretodo los comunistas- que había
que avanzar gradualmente en la dirección de la vía chilena. Eso no resultó.

Y viene a resultar después el pacto de centro izquierda para
las políticas que desarrolla la Concertación. Tengo una visión matizada de la Concertación, no he
sido jamás de ella, no voté por ellos nunca, salvo en segundas vueltas
presidenciales. Hay avances en algunas cosas, pero no lleva adelante el
crecimiento con equidad".

¿Sigue vigente hoy
esta idea del bloque centro izquierdista?

"Sí, y ahora ha tomado una nueva posibilidad con la política
de los comunistas. Desgraciadamente no han hecho ellos un planteamiento muy
articulado sobre lo que quieren. Va en la dirección de un bloque de gobierno en
el cual los comunistas también participen junto con la Concertación.

Sería un bloque de tres patas por lo menos. Tiene la enorme
dificultad de que la DC
mira con mucha reticencia ese tipo de política. Puede estar por pactos electorales,
pero no por un bloque de gobierno con los comunistas. No sólo con Ignacio
Walker actualmente en la presidencia, sino con cualquiera de los dirigentes DC,
porque hoy día su izquierda llega hasta Mariano Fernández nada más, no hasta
Julio Silva Solar o Alberto Jerez que estaban en aquellos tiempos. O hasta
Bosco Parra, ese gran político olvidado que pasó a la sombra, a pesar de tener
un gran talento y capacidad.

Hoy no creo que a los DC vaya a ser fácil convencerlos de la
necesidad de un bloque de gobierno junto con los comunistas. No sé si esa es la
mejor política para los comunistas.

Yo preferiría de parte de ellos una política autónoma. Ser
una oposición de izquierda. Eso los lleva a no gobernar, pero hacer una buena
oposición es muy importante en un sistema político como el chileno. Y es muy
importante para llevar adelante las ideas que ellos propician.

Porque para entenderse con la Concertación, estando
en ella la DC, los
comunistas van a tener que derivar hacia programas donde los elementos
principales -por ejemplo lo que planteó Arrate en la campaña presidencial-,
difícilmente se van a poder realizar. Entonces estos planteamientos quedarían
para una plataforma casi de futuro, en aras de una política mucho más moderada
junto con la
Concertación.

Pero parece que los comunistas se están orientando con la
idea de ser fuerza que participa del gobierno de Chile. Por ahora eso se hace
con pactos moderados. El PC es un partido muy colectivo, discuten
verdaderamente. Cuando me tocó dirigir la campaña presidencial de Gladys Marín
observé cómo funcionaban: me llegaba a poner nervioso de tanto colectivismo.
Todo lo deciden en discusiones, de la comisión política o el comité central.
Tengo la impresión de que en el comité central hay posturas diversas frente a
este tipo de políticas.

Sería interesante que los comunistas dieran luces sobre sus
discusiones, prácticamente no han dado cuenta de nada en el último tiempo. No
han dado cuenta ni de la rebelión popular de masas, menos acerca de qué paso
con el socialismo real. Ahora espero que me digan cuál es la política de ellos.
La de Jorge Arrate sí sé cuál es, leí sus textos y planteamientos, pero creo
que no es la de los comunistas. Vemos que Arrate pasó a la sombra, habiendo
sido un gran candidato presidencial, eso muestra que algo está pasando en el
PC, por lo tanto algo está pasando en una parte de la Izquierda que para mí es
muy importante".

Jóvenes y política en
Chile
¿Cómo ve hoy a la
juventud?

"Yo conozco a los jóvenes universitarios, y de una
universidad atípica como el ARCI. Atípica no porque tenga mucha participación
de los jóvenes en posturas políticas, todo lo contrario. Eso se ha perdido, lo
que muestra que los jóvenes están al margen.

No es que los jóvenes estén todos en el conformismo. Una
gran parte de la sociedad chilena lo está, y parte de los jóvenes también. Sí
están los jóvenes en una postura que no quieren nada con la política. Yo creo
que es una línea que hay que combatir fuertemente.

Hay que reivindicar la política y los partidos, para tratar
de mejorarlos, por supuesto. No hay democracia sin partidos, porque sino se
instala una democracia de líderes, que creo que es peor que una democracia de
partidos. Tiene que haber líderes, pero también partidos".

¿Cómo cree usted que
se puede empezar a superar la situación actual, con una hegemonía aplastante de
las derechas y el capitalismo salvaje?

"Son necesarias muchas cosas. Medios de comunicación
comunitarios que operan en ciertos espacios. La acción de diversos grupos,
algunos coordinados entre sí, otros no, algunos de acuerdo, otros en
desacuerdo, tiene que haber todo eso.

Pero también tienen que haber partidos, por mucho que se
desprecien. Lo que hay que hacer con ellos es tratar de que cambien. Hay que
hacer políticas desde la
Izquierda en defensa de los partidos, como instrumentos de
democratización de la sociedad chilena.

Esto es largo, difícil. Yo mismo no sé cómo ponerme en
movimiento para hacer estas cosas. Doy opiniones, que es algo importante porque
podrían suscitar discusiones. Pero más que eso, no tengo grupo donde
vincularme. Trabajé mucho tiempo con los comunistas, y me gustaría seguir
haciéndolo en función de lo que hemos conversado. Creo que están en esto, pero
ahora con las políticas de acercamiento a la Concertación no sé en
qué van a derivar".

Papel de las
ideologías
Contra la corriente
dominante, usted reivindica las ideologías en la reflexión y la práctica
políticas.

"Claro. Como fundamento de estrategias democratizadoras
profundas.

La entiendo como un conjunto de conceptos, teorías y
discursos que buscan darle fundamento a estrategias de democracia
representativa. Que implican,  primero,
que arreglemos cuentas con nuestro dualismo frente a la democracia
representativa, que la analicemos y fijemos su valor. Y que arreglemos cuentas
con el marxismo que tuvimos, sin renunciar a él.

Yo me siento marxista, pero hay que construir un marxismo
del siglo XXI. Y hay otros que no se sienten marxistas, y hay grupos que tienen
que ver con la ecología, que hacen críticas de fondo al capitalismo actual, a
los que hay que vincularlos y actuar con ellos.

En esto veo necesario a los partidos, porque son
organizaciones que tienen un conjunto de militantes de diferente jerarquía al
interior de las organizaciones, que deberían ubicarse en los sectores
populares, los sectores medios, los intelectuales, las mujeres, gente
interesada en la política, para intentar llevar adelante este tipo de política.

Algunos militantes estarán sólo interesados en el poder al
interior de la organización, pero otros están interesados genuinamente en la
política. Esos militantes de base no quieren ser presidentes de la república,
quieren participar en política.

Hay por delante un lento proceso de construcción de una
democracia más profunda, que no niegue la democracia representativa, pero
busque ir más allá a través o a partir de la propia democracia representativa".
lunes, 22 de noviembre
de 2010

*Fuente: El Clarín

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