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Para Dilma Rousseff: lo femenino y la política actual

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La reflexión antropológica de los últimos años ha mostrado
que masculino-femenino no son entidades autónomas, sino principios o fuentes de
energía que continuamente construyen lo humano como hombre y mujer. Estos son
el resultado de la acción de esos principios anteriores y subyacentes que se
realizan en uno y otra en densidades diferentes.

Lo femenino en el hombre y en la mujer es ese momento de
integralidad, de profundidad abisal, de capacidad de pensar con el propio
cuerpo, de descifrar mensajes escondidos bajos señales y símbolos, de
interioridad, de sentimiento de pertenencia a un todo mayor, de cooperación, de
compasión, de receptividad, de poder generador y nutridor y de espiritualidad.

Lo masculino en la mujer y en el hombre expresa el otro polo
del ser humano, polo de razón, de objetividad, de ordenación, de poder, hasta
de agresividad y de materialidad. Pertenece a lo masculino en la mujer y en el
hombre el movimiento para la transformación, para el trabajo, para el uso de la
fuerza, para la claridad que distingue, separa y ordena. Pertenece a lo
femenino en el hombre y en la mujer, la capacidad de reposo, de cuidado, de
conservación, de amor incondicional, de percibir el otro lado de las cosas, de
cultivar el espacio del misterio que desafía siempre a la curiosidad y al deseo
de conocer.

Obsérvese: no estoy diciendo que el hombre realiza todo lo
que comporta lo masculino y la mujer todo lo que expresa lo femenino. Se trata
aquí de principios presentes en uno y otra, estructuradores de la identidad
personal del hombre y de la mujer.

El drama de la cultura patriarcal sigue siendo el hecho de
haber usurpado el principio masculino solamente para el hombre haciendo que él
se juzgue el único poseedor de racionalidad, de mando, de construcción de la
sociedad, y relegando a la privacidad y las tareas de dependencia a la mujer,
considerada frecuentemente un apéndice, objeto de adorno y de satisfacción. Al
no integrar lo femenino en sí, se volvió rígido y se deshumanizó. Por otra
parte, impidiendo que la mujer realizase lo masculino en ella, la fragilizó e
hizo surgir en ella un sentimiento de falta de plenitud. Ambos se empobrecieron
y mutilaron la construcción de la figura del ser humano uno y diverso,
recíproco e igualitario.

La superación de este obstáculo cultural es la primera
condición para una relación de género más integradora y justa con cada una de las
partes.

El movimiento feminista mundial puso en jaque el proyecto
del patriarcado que ha dominado durante siglos y deconstruyó las relaciones de
género organizadas bajo el signo de la opresión y de la dependencia. Inauguró
relaciones más simétricas y cooperativas. Tales avances dejan entrever los
albores de un giro del eje cultural de la humanidad. Por todas partes se esboza
un nuevo tipo de manifestación de lo femenino y de lo masculino en términos
asociativos, de colaboración y de solidaridad en las cuales hombres y mujeres
se acogen con sus diferencias en el horizonte de una profunda igualdad
personal, de origen y de destino, de tarea y de compromiso en la construcción
de más benevolencia con la vida y la
Tierra y de formas sociales más participativas y solidarias.

Pero en el momento actual vivimos una situación singular de
la humanidad. Como especie estamos en un nuevo umbral. El calentamiento global,
el agotamiento de los bienes y servicios naturales, la escasez de agua potable
y el estrés del sistema-vida y del sistema-Tierra nos ponen ante este dilema: o
nos parimos como otra especie humana, con otra conciencia y responsabilidad o
iremos al encuentro de la oscuridad. Brasil, dada su situación ecogeográfica
privilegiada, debe asumir un lugar central en la construcción del nuevo
equilibrio de la Tierra
o corremos el riesgo de un camino sin retorno.

En este momento se exigen como nunca antes en la historia la
vivencia de los valores de lo femenino, del ánima, como los describimos arriba:
dar centralidad a la vida, al cuidado, a la cooperación, a la compasión y a los
valores humanos universales.

Dilma Rousseff, como mujer: despierta a tu misión histórica
única. Tu candidatura es providencial para Brasil y para el equilibrio de la Madre Tierra. Que
los electores, hombres y mujeres, al elegirte Presidenta, se conviertan en
artífices de un proceso de regeneración y de un destino bueno para todos.
2010-10-15

*Fuente: Koinonia

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