"Al tratar como milagroso y divino todo aquello aún no es
científicamente comprendido, se pone a la teología en una posición desde la
cual se verá obligada a retroceder cada vez que el conocimiento avance".
Stephen Toulmin y June Goodfield.
Deseo comentar, algo brevemente, el artículo del teólogo
brasileño de la liberación, Leonardo Boff, recientemente reproducido en las
páginas virtuales de piensaChile. Como es manifiesto, el igual que otros
artículos anteriores suyos (1), éste, titulado "No existe la materia, todo es energía", no se refiere a un tema político, económico, ecológico, o social,
sino que, más allá de las apariencias, es un escrito de carácter religioso y
con una clara intención apologética (2),
es decir, constituye una defensa de las propias creencias
religioso-metafísicas de su autor. En tal sentido, nos parece cuestionable que
este tipo de escritos, cuyo lugar propio sería una revista u otra publicación
religiosa católica, encuentre difusión en un medio como piensaChile que, creemos,
por respeto a la diversidad de las
creencias (y no creencias), de sus lectores, tendría la obligación de mantener
una posición de neutralidad religiosa.
Dada la naturaleza y temática del artículo en comento, nos
veremos obligados a incursionar en los
campos dentro de los cuales piensa y argumenta Boff, es decir, los de la
teología y la filosofía, así como en el campo más accesible de la
popularización científica, por lo que, de antemano, solicitamos la clemencia, y
paciencia, de los lectores de este periódico.
El argumento del artículo, escrito, como siempre, con
considerable oficio literario, pero también con una lógica defectuosa, es
bastante sencillo; no obstante nos demandará un considerable esfuerzo crítico
poder desmontarlo; de manera de poner en evidencia el efectivo funcionamiento
de cada una de las distintas partes de su maquinaria. He aquí sus principales
afirmaciones:
TESIS No.1: Según Boff, y como lo indica el título mismo del
artículo, no existiría la materia porque, supuestamente, la ciencia
contemporánea la habría eliminado, o trascendido, de modo que para ella todo lo
que existiría en el Universo no serían más que distintas formas de
manifestación y transformación de la energía.
OBJECION: Que la materia no existe, no sólo no es una
obviedad, sino una afirmación patentemente falsa, y no me refiero al hecho
manifiesto de que tanto el mundo que nos rodea, como nosotros mismos, estamos
hechos de materia, sino al hecho de la existencia de la materia para la propia
ciencia . Porque es autoevidente que para que la materia y la energía sean
"equivalentes", es decir, para que puedan transformarse una en otra, como lo
expresa y regula la famosa "ecuación de Einstein", ambas deben existir y ser en
algún grado diferentes. Incluso, si se entiende la materia como "energía
altamente condensada", ello no significa que la materia no exista en realidad,
ni que haya prácticamente desaparecido del campo de la ciencia. Sostener tal
cosa sería tan falso como afirmar que
porque el hielo es agua "condensada" (usando esta palabra en el sentido
alquímico, es decir, como opuesta a ‘rarefacción’), el hielo no existiría en
realidad.
A nuestro juicio el teólogo brasileño confunde dos cosas
diferentes: 1. la supuesta inexistencia o virtual desaparición de la materia,
como concepto científico, con 2. la superación de la noción común de la
materia, que fuera en gran medida compartida por la propia ciencia moderna,
prácticamente hasta 1905, es decir, hasta el año de publicación del primer
"paper" de Einstein sobre la
Teoría Especial de la Relatividad. A
propósito de esto, el propio Boff cita una frase que habría escuchado en 1968
de boca del físico alemán Werner Heisenberg, de la que extrae la conclusión
correcta pero, aparentemente, sin advertir que allí se contradice expresamente
su tesis central de que no existiría la materia, cuando escribe: "El universo
no está hecho de cosas sino de redes de energía vibratoria, emergiendo de algo
todavía más profundo y sutil"; de lo que concluye Boff: "Por lo tanto, la
materia perdió su foco central a favor de la energía que se organiza en campos
y redes". En otras palabras, no es que la materia ya no exista para la ciencia
posteinsteniana, sino que ella dejó de ser el centro de su atención teórica y
de sus investigaciones, que ahora se ha desplazado a la energía.
Pero para poder hacer posible su argumento teísta Boff
necesitaba deslizar de algún modo en la mente de sus lectores la idea,
manifiestamente falsa, de que la materia habría dejado de existir para la ciencia.
Porque una vez hecho esto sería cuestión de asignarle a la energía
características esencialmente espirituales y así poder "demostrar" que, en
última instancia, aquella energía creativa originaria no sería otra cosa que el propio Dios, de
modo semejante, por ejemplo, a como Isaac Newton definiera el espacio como "el
sensorio de Dios". Por cierto, habría
que preguntarse de qué manera aquella "energía de fondo" pudiera tener remotamente la menor
semejanza con la representación del Dios
antropomórfico de la teología cristiana suscrita por Leonardo Boff.
TESIS No.2: Boff denomina "camino de la ciencia", al proceso
de progresiva expansión y profundización del descubrimiento de los componentes
"últimos" de la materia, que iría, en su propia descripción, desde el átomo a
las partículas subatómicas, de ellas a los paquetes de onda energéticos, de
allí a las supercuerdas vibratorias; para desembocar, finalmente, en la energía
de fondo, o, lo que es lo mismo, en el vacío cuántico. De acuerdo con Boff, esta
"energía de fondo", a la que define como la "fuente originaria de todo ser,
anterior a todo lo que existe", sería en realidad Dios.
OBJECION: La anterior no es sino una descripción popular de
un complejo y fascinante proceso de la historia de la ciencia de nuestro
tiempo, pero al llegar a este punto, es decir, a la "energía de fondo", Boeff
da un verdadero "salto al vacío", pues sin previo aviso, transita él de lo
meramente descriptivo a lo interpretativo, o si se prefiere, de la ciencia a la
teología, y nos presenta aquel "camino de la ciencia" no como un proceso de
progresivo refinamiento del conocimiento humano del mundo de lo infinitamente
pequeño, sino como de una suerte de ‘plano inclinado’que conduce directa e
irremediablemente a Dios.
En otros términos, lo que Boff hace aquí es recurrir al
viejo procedimiento consistente en intentar extraer conclusiones teológicas a
partir de descubrimientos científicos, pero al proceder así se pone él
automáticamente fuera de la esfera de la ciencia física y de su respectivo
campo de validez. Es decir, Boff comparte la vieja y errónea creencia de que
sería posible refutar, o confirmar, creencias religiosas por medio de
principios, verdades o descubrimientos científicos. Pero esto es un
procedimiento ilícito, porque la ciencia y la teología corresponden a dos tipos
de lecturas de la realidad esencialmente incompatibles. A la ciencia no le
interesa, ni compete, dar respuestas últimas, sino sólo la investigación
particularizada de los fenómenos naturales, en término de fuerzas,
regularidades y principios inmanentes a aquellos, lo que se contradice con todo
intento de explicar el origen de la totalidad de lo existente, así como el
lugar y destino del Hombre dentro de él, por medio de una causa última que para
el cristianismo tendría un carácter personal, que por definición sería
universal, única, y trascendental, es decir, exterior al mundo.
Esta radical incompatibilidad entre el tipo de explicaciones
propias de la ciencia y aquellas que cree suministrarnos la teología la hemos
ilustrado en otra parte (3) por medio de la imagen de dos círculos. Así,
mientras la explicación científica pudiera compararse con la imagen de un
círculo abierto, que se expande constantemente pero que nunca se cierra, por su
carácter siempre provisional, parcial y autocorrectivo; la teología cree poder
acceder a una explicación final que cerraría el círculo de la investigación.
Pero tal explicación absoluta no existe, porque ninguna explicación puede ser
final ni autosostenida, sino que siempre lo será en términos de algo más que en
cada etapa de la investigación debe ser simplemente asumido, de modo semejante
al predicamento que enfrentaba aquel antiguo filósofo Indú (según nos cuenta
John Locke) quien intentaba explicarse el mundo como sostenido sobre una
gigantesca tortuga, la que se encontraba apoyada a su vez sobre un elefante, y
ese elefante sobre otro, y así hasta el infinito.
Notas.
1. Por ejemplo, el
artículo titulado ¿Vida más allá de la vida?, que en realidad era una homilía,
reproducido en piensaChile el 3 de marzo de 2009.
2. Apologética: "Ciencia que expone las pruebas y
fundamentos de la verdad de la religión católica", Diccionario de la RAE, vigésimo tercera
edición.
3. Hermes H. Benítez, ENSAYOS SOBRE CIENCIA Y RELIGION,
Santiago, Bravo y Allende Editores, 1999, páginas 176-177.
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