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La Unidad Popular o el intento de tocar el cielo con las manos

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Confieso que estoy aburrido del ceremonial de falsos perdones por parte de algunos personeros de la derecha y de Óscar Guillermo Garretón – un ex Mapu que, de tanto amar a Althusser, terminó adorando a los Luksic y Cía. -. La idea del acto conmemorativo, anunciado con bombos y platillos por La Moneda, me parece una torpeza: ¿cómo piensan se va a sentar , en la misma fila, la presidenta de la Agrupación de Detenidos Desaparecidos con el maestro de los torturadores, el ex alcalde Cristián Labbé y los dirigentes del Partido al cual pertenece? A Allende no sólo lo mataron los militares y el freismo, sino que, fundamentalmente, los seguidores de un joven fascista, que mantenía una calavera en su escritorio y que no podía soportar que los herejes hayan atentado contra la propiedad privada  – alfa y omega de su religiosidad fanática -.
Autocríticas de la época de la Unidad Popular nos sobran y las para todos los gustos e intereses, mal que mal, ocuparon los 17 años de muerte, ignominia, persecución y exilio. Al recordar los cuarenta años del golpe militar han aparecido nuevas perspectivas: se sabe que en historia, los condicionales o los “por si acaso” no tiene mayor validez, pero pueden servir para aguzar el sentido crítico, respecto a las hipótesis a plantear. Veamos algunas de ellas:
1)      ¿qué hubiera pasado si, en el Congreso Nacional se hubiera aprobado la segunda vuelta electoral, planteada por los senadores Rafael Gumucio Vives y Alberto Jerez, para aplicarla en las elecciones de 1970? Podría haberse dado el escenario de una elección entre Jorge Alessandri y Salvador Allende; el poder de resolución lo tenía la Democracia Cristiana – en ese tiempo con predominio de la izquierda de ese partido – y Allende pudiera haber ganado con el 50% de los votos, es decir, una legitimidad indiscutible; la otra posibilidad se daba en que el freismo hubiera predominado y, en consecuencia, ganara Alessandri. Como se puede colegir, plantear este escenario es inútil.
2)      Allende, como un político muy ducho, sabía bien, por la experiencia de Curicó, que una elección extraordinaria de diputados podría ser decisiva. En un momento muy importante del período de la Unidad Popular – la polarización comenzaba a radicalizarse – se dio la circunstancia de una elección extraordinaria en Valparaíso y Allende, con mucho tino, planteó la idea de que la  UP apoyara a un político progresista de la Democracia Cristiana, pero el sectarismo hizo imposible esta salida, por el contrario, dio pie para que la DC se inclinara más a la derecha, escindiéndose entre el freismo y la llamada Izquierda Cristiana.
3)      El condicional de lo que hubiera ocurrido luego del plebiscito planteado por Allende, previo al fatídico 11 de septiembre, sigue planteando una serie de preguntas que aún la historia no ha podido responder a cabalidad.
Dejemos de lado los “if” de la historia y revaloremos la Unidad Popular como el grande intento en la historia de la humanidad de buscar el socialismo en base a la riqueza de la historia republicana y democrática y, sobre todo, el intento de reencontrar la igualdad y la libertad, categorías que en la historia han marchado por carriles diferentes. Según Joan Garcés, principal asesor de Allende, al escribir sobre la muerte de Salvador Allende, dice; “A través de la decisión de defender hasta el fin la legalidad democrática, Allende deseaba imposibilitar a la burguesía la reconstrucción del aparato del Estado tradicional”.
La Unidad Popular fue el ejemplo inspirador de la unidad de la izquierda francesa que llegó al poder con Francois Mitterrand. Si consideramos los primeros años de su largo período de gobierno, las medidas eran casi copiadas de las llevadas a cabo por la UP, en el año 1971. También lo fueron, para Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista italiano, en  la búsqueda del pacto histórico de ese Partido con la Democracia Cristianas, frustrado por el rapto y posterior asesinato de Aldo Moro.
Arturo Valenzuela y Juan Linz, cientistas políticos, han tomado el período de la Unidad Popular como el ejemplo modélico del fracaso del presidencialismo, abogando en favor de un régimen parlamentario. Según estos analistas, en el presidencialismo, un Parlamento y un Ejecutivo que surjan de la soberanía popular, en un conflicto agudo lleva el sistema político a una crisis sin salida, al no existir un fusible – como es el caso del Primer Ministro en el parlamentarismo – que permita la solución política de los conflictos – Arturo Valenzuela ha extensiva esta crítica al presidencialismo a la guerra civil de 1891 -.
Eduardo Frei Montalva llevará siempre la responsabilidad de haber hecho imposible el diálogo, buscado por Salvador Allende, y propiciado por el cardenal Raúl Silva Henríquez, a encontrar una salida constitucional  a una crisis que parecía insoluble. Según Jesús Manuel Martínez en su libro, Salvador Allende, el hombre que abría las alamedas, el cardenal le pidió a Frei, como católico, que posibilitara el diálogo con Allende: “Frei se mantuvo tenso y silencioso” y el cardenal de dijo una frase que calaba hasta los huesos: “si yo tuviera que analizar cuán gobierno ha sido más cristiano en su cercanía con los pobres, si el anterior o el actual, me costaría elegir”.
Con todas las críticas que puedan surgir, la Unidad Popular seguirá siendo la mas alta conquista histórica del movimiento popular y en su belleza o osadía sólo puede ser comparada con la Comuna de París.
(Algunas de las citas están tomadas del libro Salvador Allende, el hombre que abría las alamedas, de J. Manuel Martínez, Catalonia, 2009).
02/09/2013

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