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La materia no existe. Todo es energía.

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El título de este artículo resulta una obviedad para quien
entienda mínimamente la teoría de la relatividad de Einstein, que afirma que
materia y energía son equivalentes. La materia es energía altamente condensada
que puede ser liberada, como lo mostró lamentablemente la bomba atómica. El
camino de la ciencia ha hecho más o menos el siguiente recorrido: de la materia
llegó al átomo, del átomo a las partículas subatómicas, de las partículas
subatómicas a los «paquetes de onda» energética, de los paquetes de onda a las
supercuerdas vibratorias en once dimensiones o más, representadas como música y
color. Así un electrón vibra más o menos quinientos billones de veces por
segundo. La vibración produce sonido y color. El universo sería, pues, una
sinfonía de sonidos y colores. De las supercuerdas se llegó, finalmente, a la
energía de fondo, al vacío cuántico.

En este contexto, recuerdo siempre una frase dicha por
W.Heisenberg, uno de los padres de la mecánica cuántica, en un semestre que dio
en la Universidad
de Munich en 1968 en el que pude participar, y que todavía suena en mis oídos:
«El universo no está hecho de cosas sino de redes de energía vibratoria,
emergiendo de algo todavía más profundo y sutil». Por lo tanto, la materia
perdió su foco central en favor de la energía que se organiza en campos y
redes.

¿Qué es ese «algo más profundo y sutil» de donde emerge
todo? Los físicos cuánticos y astrofísicos lo llaman «energía de fondo» o
«vacío cuántico», expresión inadecuada porque dice lo contrario de lo que la
palabra vacío significa. El vacío cuántico representa la plenitud de todas las
posibles energías y sus eventuales densificaciones en los seres. De ahí que hoy
se prefiera la expresión pregnant void «vacío preñado» o la «fuente originaria
de todo ser». No es algo que pueda ser representado en las categorías
convencionales de espacio-tiempo, pues es algo anterior a todo lo que existe,
anterior al espacio-tiempo y a las cuatro energías fundamentales, la
gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte y la débil.

Algunos astrofísicos lo imaginan como una especie de vasto
océano, sin márgenes, ilimitado, inefable, indescriptible y misterioso en el
cual, como en un útero infinito, están hospedadas todas las posibilidades y
virtualidades de ser. De allí emergió, sin que podamos saber cómo ni por qué,
aquel puntito extremadamente lleno de energía, inimaginablemente caliente que
después explotó (big bang) dando origen a nuestro universo. Nada impide que de
aquella energía de fondo hayan surgido otros puntos, gestando también otras
singularidades y otros universos paralelos o en otra dimensión.

Con la aparición del universo, irrumpió simultáneamente el
espacio-tiempo. El tiempo es el movimiento de la fluctuación de las energías y
de la expansión de la materia. El espacio no es el vacío estático dentro del
cual todo sucede, sino aquel proceso continuamente abierto que permite que las
redes de energía y los seres se manifiesten. La estabilidad de la materia
presupone la presencia de una poderosísima energía subyacente que la mantiene
en este estado. En realidad, nosotros percibimos la materia como algo sólido
porque las vibraciones de la energía son tan rápidas que no alcanzamos a
percibirlas con los sentidos corporales. Pero para eso nos ayuda la física
cuántica, justamente porque se ocupa de las partículas y de las redes de
energía, que nos abren esta visión diferente de la realidad. La energía es y
está en todo. Sin energía nada podría subsistir. Como seres conscientes y
espirituales, somos una realización complejísima, sutil y extremadamente
interactiva de energía.

¿Qué es esa de energía de fondo que se manifiesta bajo
tantas formas? No hay ninguna teoría científica que la defina. Además
necesitamos de la energía para definir la energía. No hay como escapar de esta
redundancia, observada ya por Max Planck.

Esta Energía tal vez sea la mejor metáfora de lo que
significa Dios, cuyos nombres pueden variar, pero señalan siempre la misma
Energía subyacente. Ya el Tao Te Ching (§ 4) decía lo mismo del Tao: «El Tao es
vacío, imposible de colmar, y por eso, inagotable en su acción. En su
profundidad reside el origen de todas las cosas y unifica el mundo».

La singularidad del ser humano es poder entrar en contacto
consciente con esta Energía. Él puede invocarla, acogerla y percibirla en forma
de vida, de irradiación y de entusiasmo.
2010-10-08

*Fuente. Koinonia

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