Escribo estas líneas el 19 de Septiembre, abrumado por la exaltación
desenfrenada de nuestra bandera y el himno nacional, trasmitidos
incesantemente por los canales de la televisión, mientras 34
compatriotas enteran 69 días en huelga de hambre.
Anoche, la soprano Verónica Villarroel cantó a capella la canción
nacional que abrió la gala del bicentenario efectuada en el Estadio
Nacional, imitando el mejor estilo norteamericano de los grandes
eventos. Fue una suerte de importación de know how introducida en Chile
por don Francisco, eterno conductor de eventos.
La actuación de esta insigne cantante lírica culminó el fervor
nacionalista desplegado durante el día de ayer, cuando se izó el
pabellón patrio en todas las plazas del país, al son del himno nacional
entonado a coro por el público presente. En la gala del Estadio el
asunto se complicó, porque a diferencia de los yanquis que permanecen
en silencio y mascando chicle mientras se escucha el himno, aquí nos
ponemos de pie y todos, de chincol a jote, lo cantamos a pleno pulmón.
Pero ocurrió que en esta ocasión, Verónica Villarroel introdujo
variaciones, prolongando algunos compases, mientras las treinta mil
voces de los asistentes al Estadio siguieron de largo, malogrando el
efecto de solemnidad buscado con el solo..
Paciencia.
34 comuneros mapuches permanecen hace ya 69 días sin ingerir un trozo
de pan, exigiendo el derecho a tener un juicio justo. Son juzgados como
terroristas por reclamar la devolución de las tierras usurpadas a sus
padres, a los padres de sus padres y a los padres de sus abuelos.
A raíz de este hecho, la escritora Isabel Allende afirmó que el
conflicto lleva quinientos años. Por su parte, Ricardo Lagos lo situó
desde fines del Siglo XIX, como consecuencia de la llamada pacificación
de la Araucanía , y el Presidente de la República anunció en el Tedeum
efectuado ayer, que el gobierno se sentará a debatir la solución
definitiva a este conflicto, en una mesa de diálogo destinada a saldar
la deuda histórica que el estado chileno mantiene con el pueblo
mapuche.
La verdad es que esta deuda tuvo un paréntesis.
Se comenzó a pagar durante el mandato del Presidente Allende. En los
mil días de su gobierno, no hubo confrontación alguna con el pueblo
mapuche.
Como tantas otras realizaciones de Allende, este capítulo exitoso de su gestión se oculta o se tergiversa sistemáticamente.
Ya en el programa básico del gobierno de la Unidad Popular se plantearon
20 puntos para la implementación de la Reforma Agraria , el primero de
los cuales señaló lo siguiente:
“ La Reforma Agraria y el desarrollo agropecuario no serán hechos aislados, sino que integrados en el plan global de transformación de la economía capitalista en una economía al servicio del pueblo. Esto significa que
la Reforma Agraria no sólo implicará la expropiación de todos los
latifundios, la entrega de la tierra a los campesinos, darles asistencia
técnica y el crédito necesarios para que puedan producir lo que Chile
requiere, sino que también comprenderá la transformación de las
relaciones comerciales e industriales para la venta y compra de los
productos que los campesinos necesitan para vivir y producir.” ([1])
Además, el punto Noveno de este Programa Básico estableció lo siguiente:
“La asistencia técnica al campesinado será gratuita y habrá planes especiales de crédito, asistencia técnica y capacitación para los grupos más postergados, especialmente las comunidades indígenas.”
Allende cumplió sus promesas y apenas transcurrido un mes de su mandato
concurrió invitado a una concentración indígena organizada en el estadio
de Temuco, ocasión en que las comunidades le plantearon la necesidad de
formular una nueva ley indígena cuyo texto dieron a conocer en ese
momento. Además, solicitaron que se acelerara la devolución de las
tierras usurpadas.
Jacques Chonchol, flamante Ministro de Agricultura recién asumido,
también estaba presente en ese encuentro, sentado junto al Presidente, y
recuerda que al escuchar las intervenciones de los loncos, Allende le
confidenció a su oído: “Yo creo Ministro que usted debería quedarse aquí
atendiendo estas demandas”.
Al relatarme este suceso no hace tanto tiempo, Chonchol me dijo: “así no
más fue y me quedé durante tres meses. Tuve que mandar a pedir a casa
hasta el cepillo de dientes. “
Por primera vez en la historia de Chile, el Ministerio de Agricultura se
instaló en la ciudad de Temuco, situación que no ha vuelto a repetirse
jamás.
“Entre fines de Diciembre de 1970 y Marzo de 1971, El Ministro de
Agricultura y los ejecutivos de CORA (Corporación de la Reforma Agraria
), INDAP (Instituto de Desarrollo Agropecuario) y la Dirección de
Asuntos Indígenas, funcionaron en Temuco, acelerando el proceso
expropiatorio. De este modo, en esos tres meses, se recuperaron más de
150 mil hectáreas de tierras usurpadas a las comunidades indígenas.
Al mismo tiempo Allende se comprometió a impulsar una nueva Ley Indígena
basada en el proyecto elaborado por las comunidades, lo que cumplió
enviándola al parlamento a comienzos de 1971, siendo aprobada aunque con
modificaciones que la debilitaron.” ([2]).
Pero el gobierno no se limitó a entregar tierra a los campesinos
dejándolos desprovistos de apoyo técnico y financiero. “Durante 1971 se
puso gran énfasis en los programas de asistencia técnica y de desarrollo
social en las áreas rurales. Se asignaron importantes recursos
financieros a organismos e instituciones como ICIRA,(Instituto de
Capacitación en Reforma Agraria) IREN (Instituto de Investigación en
Recursos Naturales), Empresa Nacional de Semillas y Corporación de
Reforestación, con un total de 406 millones de escudos adicionales para
ejecutar en el curso del año programas de investigación, capacitación
técnica, prestación de servicios mecanizados, estudio sobre
disponibilidad de recursos, campañas de difusión sobre utilización de
semillas certificadas y abonos, que complementarían las acciones
realizadas en esta materia por la CORA , el SAG y el INDAP: “ ([3])
Todo este proceso tuvo un alto nivel participativo. Los campesinos se
organizaron en asentamientos o en cooperativas de producción y además se
crearon otras formas de organización, los llamados CERAS (Centros de
Reforma Agraria) y CEPROS (Centros de Producción), que posibilitaron la
fusión de varios fundos expropiados en una sola unidad productiva, dando
cabida a todos los campesinos cualquiera que fuera su situación
anterior: inquilinos, voluntarios, afuerinos, hombres, mujeres, etc.
Fundamental fue la creación de los Consejos Campesinos: (comunales,
departamentales y provinciales), que reunían a representantes de todas
las organizaciones del territorio correspondientes. La instalación de
estos Consejos no estuvo exenta de problemas por los conflictos entre
las agrupaciones políticas pugnando por asumir su dirección. Con todo, a
medida del transcurso del tiempo, estas dificultades se fueron
superando y en ningún caso representaron alguna forma de oposición a la
gestión del gobierno.
Los derechos del pueblo mapuche también fueron reconocidos en el plano
social. En las escuelas públicas de la región, se inició la educación
básica bilingüe, y se imprimieron y distribuyeron gratuitamente miles de
textos escolares escritos en la lengua mapudungun, y se becó a
numerosos estudiantes para complementar su formación media o técnica.
En materia de salud se priorizó la construcción de postas rurales en la
provincia de Cautín, así como la construcción habitacional de los
llamados villorrios agrícolas
Digamos finalmente que los mapuches también fueron beneficiaros de los
importantes avances generales experimentados por el país en el terreno
económico y social.
“ El producto interno bruto creció en 1971 un 8,5%. La desocupación
descendió del 6,1% en 1970 a 4,2% en 1971, con la creación de 200.000
nuevas ocupaciones. Junto con esto, los salarios aumentaron en forma
real en un 28%., y la producción agropecuaria creció ese año en un 6%”
Los niños recibieron el medio litro de leche gratis y la educación
universitaria triplicó su matrícula en el curso del trienio 1970-73.
([4])
Estos éxitos fueron posibles, no obstante el abierto bloqueo económico
iniciado por los Estados Unidos y los organismos financieros
internacionales, además de la acción conspirativa externa e interna.
El golpe militar de 1973 acabó con todas estas conquistas.
Hipócritamente la Junta Militar se manifestó dispuesta a respetar el
derecho de los campesinos a la tierra, pero eliminado las formas de
producción colectivas, calificadas como organizaciones de corte
marxista. Asentamientos y cooperativas fueron eliminados, subdividiendo
la tierra en lotes individuales.
Desaparecidos la CORA y demás instituciones de apoyo técnico, o
cercenadas las atribuciones del INDAP, los campesinos quedaron librados a
su propia suerte, siendo incapaces de sostener sus propiedades. En un
corto plazo debieron enajenarlas ahorcados por las deudas contraídas,
abriendo paso a la nueva clase de propietarios agrícolas dueños de la
tierra hoy en Chile.
De hecho, se repitió por otra vía, el despojo posterior a la pacificación de la Araucanía.
Los años de la Concertación no modificaron sustancialmente la herencia
legada por la dictadura. La presión de las comunidades indígenas dio
origen a la CONADI (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena),
institución destinada a resolver las demandas de las comunidades
indígenas. Se sucedieron diversas administraciones, marcadas por la
ineficiencia cuando no por la corrupción. Su gestión le acarreó un
desprestigio generalizado y hoy es una institución intrascendente, lo
cual ha dado paso al estallido social que ha desembocado en la huelga
de hambre sostenida por los 34 comuneros mapuches.
En la memoria colectiva perdura la experiencia de los mil días de
Allende, como un período en el cual los pueblos originarios fueron
considerados como iguales, respetados y reconocidos en sus derechos. Es
el breve paréntesis durante el cual se pagó la deuda histórica acumulada
por siglos de despojos. El tiempo de la dignidad.
Cuántas lecciones podrían recogerse de esta experiencia. Algunos
protagonistas como el ex Ministro Jacques Chonchol están vivos y podrían
orientar al respecto. Naturalmente, se requiere voluntad política para
enfrentar este conflicto, imposible de ignorar no obstante la fanfarria
del Bicentenario.
Ayer la televisión trasmitió la escena del izamiento del pabellón patrio
en la Plaza de Concepción, mientras los asistentes entonaron nuestro
himno nacional. Presidió esa ceremonia la Intendenta de la Región junto
a la cual se encontraba el senador democratacristiano Hosain Sabaj. Es
el mismo cuyo voto negativo impidió que se aprobara en el Senado de la
República una indicación presentada por la oposición, en el marco del
debate sobre modificaciones a la Ley Antiterrorista , cuyo propósito
era facilitar el fin de la huelga de hambre.
Increpado por sus pares, el senador se limitó a contestar que él se debía a sus electores y no a las órdenes de su partido.
Dijo la verdad, y al día siguiente fue premiado ocupando un lugar
preferente en la ceremonia oficial oficiada en la plaza de Concepción.
Unas cuadras más allá, en el Penal El Manzano, al igual que en las
cárceles de Temuco y Angol, los 34 comuneros mapuches atrapados -no 700
metros bajo tierra- sino que en las redes de la injusticia y la
discriminación social, no celebraron el izamiento de la bandera ni
cantaron nuestra canción nacional. Para ellos es posible que Chile sea
la tumba de los libres, pero está está muy lejos de ser el asilo contra
la opresión.
Ninguna autoridad política los visitó. En el día del cumpleaños de la
Patria , la televisión no les concedió un solo minuto de atención. No
recibieron ni portaron bandera alguna. Fueron ignorados los
descendientes de aquellos a quienes Ercilla cantó como gente tan
granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás
regida, ni a extranjero dominio sometida.
No están solos. La farándula oficial oculta las miles de voces que se
alzan dentro y fuera de Chile exigiendo el término de esta injusticia.
Confiamos que no sea necesario un desenlace fatal para poner fin a tan
supremo sacrificio.
Honor a los discípulos de Cuauhtemoc y de Tupac Amaru, de Lautaro y Caupolicán, de Sandino y Emiliano Zapata.
Santiago, en el 19 de Septiembre de 2010, día de las glorias del Ejército de Chile.
– El autor es el arquitecto Miguel Lawner, Director de la Corporación de
Mejoramiento Urbano al 11 de septiembre de 1973. Estuvo preso en la
Escuela Militar, Isla Dawson, Academia de Guerra Aérea, Campo de
Concentración de Ritoque y Tres Álamos, antes de salir al exilio en
1975.
*Fuente: El Clarin
Notas:
[1] Alain Labrousse: “El experimento chileno”. Ediciones Grijalbo S.A. 1973. 503 páginas.
[2] Jacques Chonchol. Capítulo de la obra colectiva escrita por 25
personas. “Salvador Allende. Presencia en la Ausencia ”. LOM Ediciones.
2008.
[3] Gonzalo Martner García: “El Gobierno del Presidente Allende. 1970-
1973” . Una evaluación”. Pedna.Programa de Estudios del Desarrollo
Nacional. LAR (Ediciones Literatura Americana Reunida). 1988.
[4] Max Nolff: “SALVADOR ALLENDE. El político. El estadista.” Ediciones Documentas. 1993.
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