Lo viejo agoniza y a lo nuevo le cuesta nacer
por Leonardo Boff (Brasil)
14 años atrás 3 min lectura
Entre los muchos problemas actuales, los más desafiantes son estos tres:
la grave crisis social mundial, el cambio climático y la
insostenibilidad del sistema-Tierra. La crisis social mundial deriva
directamente del modo de producción que impera todavía en todo el mundo,
el capitalista. Su dinámica lleva a una acumulación exacerbada de
riqueza en pocas manos a costa de un espantoso pillaje de la naturaleza y
del empobrecimiento de las grandes mayorías de los pueblos. Es
creciente y los gritos agudos de los hambrientos y considerados «aceite
quemado» no pueden ser silenciados. Este sistema debe ser denunciado
como inhumano, cruel, sin piedad y hostil a la vida. Tiene tendencia
suicida y, si no es superado históricamente, podrá llevar al
sistema-vida a un callejón sin salida y hasta al exterminio de la
especie humana.
El segundo problema grave esta formado por el cambio climático, que se
revela por eventos extremos: grandes fríos por un lado y prolongados
veranos por otro. Estos cambios sintetizan un dato irreversible: la
Tierra ha perdido su equilibrio y está buscando un punto de estabilidad,
que se alcanzará subiendo la temperatura. Hasta dos grados centígrados
de aumento, el sistema-Tierra todavía es administrable. Si no hacemos lo
suficiente y el clima aumenta 4 grados centígrados (como advierten
algunos centros de investigación serios), la vida tal como la conocemos
ya no será posible. Habrá un paisaje siniestro: una Tierra devastada y
cubierta de cadáveres.
Nunca la humanidad como un todo se había enfrentado a semejante
alternativa: o cambiar radicalmente o aceptar nuestra destrucción y la
devastación de la diversidad de la vida. La Tierra continuará, con las
bacterias, pero sin nosotros.
Es importante entender que el problema no es la Tierra, sino nuestra
relación agresiva y poco cooperativa con sus ritmos y dinámicas. Tal vez
al buscar un nuevo punto de equilibrio, ella se verá forzada a reducir
la biosfera, implicando la eliminación de muchos seres vivos, sin
excluir seres humanos.
El tercer problema es la insostenibilidad del sistema-Tierra. Hoy
sabemos empíricamente que la Tierra es un superorganismo vivo que
armoniza con sutileza e inteligencia todos los elementos necesarios para
la vida a fin de producir o reproducir continuamente vidas y garantizar
todo lo que ellas necesitan para subsistir.
Pero sucede que la excesiva explotación de sus recursos naturales,
muchos renovables y otros no, ha impedido que ella consiga reproducirse y
autorregularse con sus propios mecanismos internos. La humanidad
consume actualmente un 30% más de lo que la Tierra puede reponer. De
esta forma, no es ya sostenible. Hay crecientes perdidas de suelos, de
aire, de aguas, de bosques, de especies vivas y de la propia fertilidad
humana. ¿Cuándo van a parar estas pérdidas? Y si no paran, ¿cuál será
nuestro futuro?
Esto nos obliga a un cambio de paradigma civilizatorio. Un cambio de
civilización implica fundamentalmente un nuevo comienzo, una nueva
relación de sinergia y de mutua pertenencia entre la Tierra y la
humanidad, la vivencia de valores ligados al capital espiritual como el
cuidado, el respeto, la colaboración, la solidaridad, la compasión, la
convivencia pacífica, y una apertura a las dimensiones trascendentes
relacionadas con nuestro sentido último, nuestro y de todo el universo.
Sin una espiritualidad, es decir, sin una experiencia radical del Ser y
sin una inmersión en la Fuente originaria de todos los seres de donde
nace un nuevo horizonte de esperanza, ciertamente no conseguiremos hacer
una travesía feliz.
Nos enfrentamos a un problema: lo viejo todavía persiste y a lo nuevo le
cuesta nacer, para usar una expresión feliz de Antonio Gramsci.
Vivimos tiempos urgentes. Las urgencias nos hacen pensar y los peligros
nos obligan a crear arcas de Noé salvadoras. No nos conformamos con la
actual situación de la Tierra. Pero aun así creemos que está a nuestro
alcance construir un mundo del «vivir bien», en armonía con todos los
seres y con las energías de la naturaleza, principalmente en cooperación
con todos los seres humanos y en profunda reverencia hacia la Madre
Tierra.
2010-09-03
*Fuente:
Koinonia
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