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Chile: 33, número de muerte y resurrección

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 (…) "Después de investigar lo salvaje de la explotación de los
obreros en nuestro país, especialmente en la pampa, percibo que esto ha
cambiado poco.
Ha cambiado en la forma pero sigue manteniéndose. Y el 11 de septiembre
de 1973 fueron cercenadas de un solo tajo todas las reivindicaciones que
habían logrado los obreros.
Se hizo un plan laboral a favor de los patrones que aún hoy tienen el
descaro de seguir pidiendo flexibilidad laboral. La explotación
continúa." (…)
Hernán Rivera Letelier, escritor chileno contemporáneo, en un reportaje
sobre su libro referido a la matanza de trabajadores del salitre en
1907,  perpetrada por el Ejército contra huelguistas y sus familias en
la Escuela Santa María de Iquique.

Estimados amigos,
Hace pocos días, compartíamos con Uds. nuestro envío "La larga noche de
los mineros chilenos". ( SERPAL 425-10 ) . Allí informamos sobre las
circunstancias en las que se produjo la tragedia que sepultó a los 33
trabajadores de la mina San José, en Atacama, y del afortunado contacto
desde la superficie tras 17 dias sin noticias.    

También hacíamos mención del comienzo de la operación de rescate con la
potente maquinaria australiana que busca horadar la roca hasta los 700
metros generando un agujero de 66 cms. en el cerro, por el cual puedan
ascender uno a uno todos los mineros.

En esa nota mencionábamos la historia de accidentes ocurridos en esa
mina y de las violaciones de las normas de seguridad por los
propietarios del yacimiento.

También del intento de los empresarios de eludir toda responsabilidad,
tras "desaparecer" durante dias que siguieron al derrumbe.

Comentábamos la operación del presidente Sebastián Piñeyra para
convertir el suceso en un show propagandístico, aún a costa de retener
la noticia del hallazgo hasta su llegada al lugar,  para centrar en su
propia figura, todo el protagonismo del esfuerzo de los técnicos que
lograron el contacto con los mineros sepultados en la entraña del cerro.

Pero ahora, los medios de comunicación, en especial los canales de TV,
las empresas privadas y el oficialismo, han coincidido en hacer del
rescate un espectáculo que desplace a un segundo plano cualquier planteo
sobre las condiciones del trabajo minero, y el incumplimiento de las
normas por parte de muchas empresas que hacen prevalecer el beneficio
económico sobre la seguridad de sus trabajadores.

El ruido mediático frivoliza, enreda, pontifica, "entretiene", pero
sepulta las verdades que rodean el suceso. Despojan de contexto la
tragedia, y la reducen a una especie de "fatalidad", de la que se sale
como "por milagro". 

Por eso, creemos que la reflexión que hoy publicamos del escritor y ex
minero chileno Hernán Rivera Letelier, es una excelente, lúcida y
pasional continuidad de nuestro enjuiciamiento a la falta de seriedad y
de perspectiva crítica de muchos medios y empresas chilenas, y también
del propio gobierno.

Creemos que esa línea, es la de solidaridad más efectiva, no solo con
los 33 y sus familiares, sino con todos los trabajadores mineros de
Chile.

Redacción de SERPAL
Servicio de Prensa Alternativa.



33, número de muerte y resurrección

Hernán Rivera Letelier.


Me han pedido mucho que escriba sobre los mineros sepultados en la mina
San José, de Copiapó. Me han llamado medios de distintos países, me han
ofrecido estipendios por artículos de tantas palabras o caracteres en
diarios, en revistas, en sitios de Internet, y hasta me han ofrecido
hacer un guión para una película. "Porque usted fue minero, nos interesa
su visión de lo que está ocurriendo con esos 33 hombres". Yo me he
negado sistemáticamente. Solo he aceptado entrevistas. Ahora escribo
para explicar por qué me he negado. Me he negado justamente por eso,
porque también fui minero, y escribir ahora sobre estos compañeros
sepultados, hacer literatura con su tragedia, sería como sentarme a
escribir un cuento o un poema ante el lecho de muerte de mi padre, de mi
hijo, o de mi hermano. No sirvo para eso. Mi ética no me lo permite.
Puedo ser un hijo de puta en muchos aspectos, pero nunca en algo como
esto. Mi ética es mi estética y viceversa. Estoy sufriendo la tragedia
como la estamos sufriendo todos, he llorado como hemos llorado todos,
grité de felicidad como todos cuando supe que estaban vivos -no salí a
tocar la bocina de mi auto porque no tengo auto, pero en casa izamos una
bandera rayada con un mensaje de fuerza y esperanza-, y aunque nunca
fui ni seré un patriotero -me carga por ejemplo que toquen el himno
nacional en los partidos de fútbol- el corazón se me puso como un puño
cuando oí sus estrofas saliendo desde las fauces de la tierra,
épicamente desentonadas por la voz ronca de estos 33 chilenos humildes.

Yo andaba por Centroamérica cuando me enteré de la noticia. Al primer
medio que me llamó desde Chile -los mineros llevaban cuatro o cinco días
enterrados- les dije que si esos hombres no habían muerto sepultados
por el derrumbe, iban a sobrevivir hasta que los encontraran. Dije
textualmente que me los imaginaba allá abajo organizándose, dándose
ánimo entre ellos, narrándose historias, contándose chistes, inventando
mentiras. Que los mineros, como los pescadores, eran hombres
acostumbrados a luchar contra la adversidad, contra la fuerza de la
Naturaleza, que eran ingeniosos, que eran aperrados, que no se echaban a
morir fácilmente. Que eran muy creyentes. Ahora que saben que sabemos
que están vivos, ahora que saben que sus familias los esperan, y
entienden que tendrán que soportar aún una larga espera, su ánimo no
desmayará, seguirán resistiendo. De eso estoy seguro. Son 33, un número
sagrado. Yo cuando era niño y vendía diarios por las calles -en uno de
mis libros lo consigno-, solo vendía 33 diarios, con eso me alcanzaba
para comer y nunca me quedaba con diarios que regresar. Treinta y tres
era la edad de Cristo, y eso me daba suerte. Soy supersticioso igual que
todos los mineros. El 33 es el número de la muerte y la resurrección.

Ellos estaban muertos y resucitaron. Dos cosas solicito para estos
mineros, si es que se pudiera. Solo dos cosas. La primera, al Gobierno,
que no desaproveche esta oportunidad de oro que tiene de pasar a la
historia -junto a los 33-, haciendo cambios profundos en la legislación
laboral de la pequeña minería, para que nunca más vuelvan a ocurrir
desdichas como esta -y de pasadita que haga colgar de los testículos a
los dueños de la minera-. La segunda va para los medios de comunicación:
que no transformen esta larga temporada en el infierno de nuestros
compatriotas en un vulgar "reality show". Una vez que estén afuera que
hagan el espectáculo que quieran -con su anuencia o sin ella-, pero por
ahora que respeten el dolor, el suplicio, el padecimiento indecible que
significa estar ahí, con millones de toneladas de roca encima, a 700
metros por debajo de la vida, en la boca del estómago del mismísimo
infierno. Pónganse en su lugar. A ver si alguien puede siquiera
imaginarlo.

– Fuente: diario "El País", España.



* Apuntes biográficos sobre Hernán Rivera Letelier, autor de este artículo. 


Nació en Tacna en 1950. De joven fue vendedor de diarios y mensajero de
una empresa minera. Vivió siempre en el norte y trabajó en diversos
yacimientos de la pampa salitrera. En 1994 ganó varios premios con su
primera novela. Luego vinieron cuentos, relatos, y otras novelas que
tuvieron excelente acogida por la crítica y por los lectores, lo que es
más importante. Su literatura tiene siempre una fuerte carga social. 

Hernán Rivera piensa que su novela "Santa María de las flores negras" es
una de sus obras más importantes, afirmando que trata de hechos "que la
historia no quiere recordar".  En ella narra acontecimientos que
rodearon la  matanza de mineros ocurrida en la Escuela Santa María de
Iquique en 1.907.

Recientemente, preguntado sobre la posibilidad de recuperar un
movimiento sindical fuerte, como el que se forjó entonces en el norte de
Chile, Hernán Rivera Letelier respondió: " Es que estos hijos de puta
hicieron tan bien las cosas en dictadura, nos cagaron tan bien cagados,
anudaron tan bien esa nueva Constitución de 1980, que es una
monstruosidad. Enfardelaron de tal modo la democracia, que llegó
amarrada por todos los costados, y ha habido que empezar a desatar
nudos. Se han desatado muy pocos y existen otros que podrían haberse
desatado hace rato pero hay poca voluntad de hacerlo, me parece. La
gente está decepcionada. A los sindicatos los dispersaron, los
dividieron. Hoy el trabajador está completamente desprotegido”.

Una ajustada síntesis del Chile actual, heredado de la dictadura…y de
la Concertación, la coalición política que gobernó el país en los 20
años siguientes.

( *  Nota de la redacción de SERPAL).

Septiembre de 2010

*Fuente: Servicio de Prensa Alternativa

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