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Venezuela sufre una Guerra encubierta

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Venezuela vive un acoso no declarado del Imperio, una guerra por otros
medios. Allí hay un líder que fue y es militar, sabe de valentías,
escaramuzas, camuflajes y estrategias diversas, no es un organizador
desde abajo ni un estratega de los avances rápidos, detalles que cuentan
a la hora de encontrar y poner en práctica soluciones. También hay un
pueblo que tiene una historia de postergaciones, atropellos y desprecios
por parte de la burguesía aristocrática que hasta hace poco hacía de
Venezuela lo que se le diera en gana. Hoy todo es distinto, aunque no
todo es color de rosa.

A veces da la impresión de que el líder va solo y muy adelante, a veces
no vemos al pueblo en su desarrollo para dejar de ser víctimas eternas y
pasar a ser ellos quienes controlan las claves de su propio destino.
Falta educación ideológica, falta desarrollo de capacidades
organizativas y de respuesta rápida, falta, quizá, no estoy muy seguro,
mayor protagonismo del pueblo e ir más rápido hacia la superación de la
sociedad capitalista.

La confrontación en América se da entre un sistema moribundo con enorme
capacidad de hacer daño y una identidad naciente de fuerza de cambio y
poder de construcción de lo nuevo. Un imperio y sus lacayos nacionales
contra los muchos pueblos y sus muchos dramas de vida cotidiana.

Venezuela es una gloriosa espada en manos de los pueblos que quieren
liberarse del sistema de explotación capitalista y por lo mismo es un
tremendo peligro para los designios imperiales, para colmo, la burguesía
venezolana es absolutamente inepta cuando no tiene las palancas
esenciales del poder. Les queda un apreciable poder económico, un cierto
poder político, muchos medios de comunicación masiva y un innegable
control en poderes como; la iglesia, la policía, la justicia y otros. La
batalla es a muerte. O ganan ellos con lo que ya conocemos aumentado en
crueldad o ganamos nosotros construyendo un orden distinto, de paz y
justicia social.

El imperio tiene todo en sus manos, menos el futuro seguro. Desde sus
oficinas se elaboran planes para continuar en el juego. Lo que ellos no
toman en cuenta es la capacidad de resistencia e innovación que tienen
los pueblos. A esta capacidad hoy se impone el deber de agregarle el
desarrollo de la creatividad para encontrar soluciones que rompan los
esquemas. Para ello se requiere echar por tierra la esencia de las
formas en que nos hemos enfrentado los pueblos contra el imperio y sus
lacayos, ya no basta con la resistencia, ahora hay que luchar para
vencer en el más breve plazo, pues nos jugamos la vida en el planeta.

La estrategia del imperio es la guerra por otros medios (tesis ya
expuesta en: La Guerra por otros medios, diversas fuentes, internet),
estos medios son políticos, económicos, mediáticos y de acoso solapado.
Si los tipos que diseñan estos juegos, algo supieran de la vida en la
selva y las estrategias que las distintas especies utilizan para
sobrevivir, yo debíera decir que están utilizando contra Venezuela la
estrategia de la serpiente: avanzar contra su presa silenciosamente y
atacar cuando se está seguro de ganar.

La diferencia es que el imperio no es una serpiente ni avanza de
frente. Mucho de lo que hace, se ve, pareciera que es todo inofensivo y
no tiene en la mira a su enemigo, salvo que nada de lo que parece es lo
real. El golpe puede venir de cualquier lado y en el momento menos
esperado.

Cuatro son las constantes en este ataque solapado, esta guerra por otros medios:
Uno, marcar un territorio: siete bases militares en Colombia con poder
suficiente como para atacar varios puntos estratégicos en Colombia y en
Venezuela a la vez; un golpe de estado en Honduras, que les ha permitido
ver y estudiar cuales fueron y prever cuales serán las reacciones anti
golpe, en concreto con este golpe militar en Honduras pueden elaborar
estrategias para neutralizar la respuesta popular y consolidar un frente
de gobiernos pro imperialistas; una invasión silenciosa en Haití
escudada en una supuesta “ayuda” al país devastado por un terremoto; una
cuasi invasión en Costa Rica, que ha tenido la cualidad de no haber
contado con muchas respuestas en contra, ha pasado como un hecho
inofensivo.

Dos, demonizar al adversario: una denuncia con fotos trucadas, ya sea en
su contenido o en el supuesto lugar en que fue tomada, presentada por
Colombia, acusando presencia de las FARC en territorio venezolano; las
campañas mediáticas orquestadas en Washington pero que parecen salir de
Venezuela y cada una de las capitales de países cuyos gobiernos son
amigos del imperio: Colombia, Chile, Perú, Costa Rica, México, Panamá y
de las cuales se hacen eco hasta medios con un tizne de izquierda.

Tres, amplificar las respuestas de sus aliados: los medios locales
entregan noticias verdaderas minimizadas, noticias medianamente ciertas
con datos falsos, noticias totalmente falsas. Todo esto con la
invariable línea editorial de que cuanto hagan los aliados del imperio,
sean estos los contrarevolucionarios venezolanos y/o los otros engendros
que hay en todos los países, constituyen noticia ampliada, por muy
piñufla que sea el hecho. 15 senadores rascas sacan una resolución de
pacotilla y esta es presentada como victoria en todo el planeta.

Cuatro, mantener un clima de constante amenaza: confrontando
mediáticamente a sus “enemigos”, inventando peligros, haciendo
movimientos militares mediatizados y sobre todo preparando planes para
invaciones y atentados terroristas.

Ese es su juego, el de lograr el cansancio y el desgaste de quienes se oponen a sus intereses, estén donde estén.

Lo que no toman en cuenta es que ahora se viven varias crisis juntas. El
tiempo y la paciencia, se acaban. Como una forma de posicionarse a la
salida de estas crisis el imperio juega la carta marcada de la
confrontación mediante una guerra incesante por medios no convencionales
y unas cuantas guerras de “baja intensidad. En estos juegos bélicos le
pueden salir mal los cálculos y acelerar su propia caída. Recordemos que
los intereses económicos de las naciones están ligados unos con otros, a
tal punto que cuesta ver en uno u otro acto hostil quien pierde y quien
gana con un resultado de nueva o nuevas guerras.

Los países que se defienden no tienen otro recurso que estar preparados,
esta preparación puede y debe ser multinacional, pues el ataque a uno
ha de significar el daño moral y posiblemente el ataque real al otro, en
una sucesión de guerras y preparativos para nuevas. La respuesta
conjunta en todos los frentes, es la mejor defensa.

Toda crisis es un quiebre de lo existente y a la vez que es un peligro
de que todo lo conocido deje de ser como era, es una oportunidad de
cambio profundo. Salvo que el o los cambios no dependen de otras leyes
que las que logren imponer las fuerzas en lucha. O las crisis las
controlan ellos y se afirman en sus poderes inhumanos o las crisis las
resolvemos los pueblos inclinando la humanidad hacia el cambio de
sistema y avanzamos hacia una sociedad de igualdad de oportunidades y
justicia social.

Junto con ver las crisis como oportunidad hay que atreverse a ser actor
en esta oportunidad. Esta es la clave que no siempre está presente en
los sesudos análisis de nuestros intelectuales de izquierda.

El imperio ataca en círculos que va trazando alrededor de sus víctimas.
Sus círculos son en primer lugar virtuales y están hechos de palabras. A
partir de la inmovilización hipnótica, que logran imponer sus aparatos
ideológicos, es que pueden construir los otros círculos, que son los
preparativos reales para la guerra y son las guerras mismas en todo su
destrozo y en toda su recurso a la mentira para ocultar la realidad y/o
hacerla digerible.

La información hoy en día no informa, está dispuesta como frente de
guerra para hacernos creer que sabemos algo y para que con este saber se
reafirmen las creencias, que nos mantienen como espectadores, que nos
frenan, que nos presentan una realidad muy parecida a la realidad sin
tocar los asuntos de fondo, que nos apartan de nuestros iguales, que nos
hacen competir por falsos valores y/o falsas soluciones. Derrotar estas
creencias es parte de nuestra lucha. Justo es decir que esta lucha es
la más difícil, pues no siempre vemos estas ideas como parte de la
guerra ni analizamos el papel que juegan contra nuestros intereses.
Muchas veces son nuestros propios intelectuales los que son parte de la
jugada del imperio, con sus mensajes que no se apartan radicalmente de
la práctica y la ideología del imperio: nos cuentan muchas veces lo que
ocurre (como si no supiéramos que estamos jodidos y quienes nos joden),
sin atreverse a proponer soluciones. Es como si temieran al ridículo de
no tener la razón, lo cual indica que no están poniendo ideas en
circulación y voluntades en movimiento sino mostrando lo mucho que
saben. De poco o nada sirven los saberes que no permiten avanzar muchos
metros en la lucha por los cambios revolucionarios. Lo que ocurrirá
mañana se define ahora.

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