Quien quiera comprobar, o demostrar, la solidez del proyecto
revolucionario cubano y su irreversibilidad, puede tomar como base para
el análisis la actitud de los cinco cubanos que permanecen como
prisioneros políticos en cárceles de Estados Unidos hace más de once
años, distantes entre sí y sometidos a múltiples vejámenes, por delitos
de los que no son culpables, según criterio de cuanta persona
inteligente y honrada de cualquier parte del mundo que se ha interesado
en el caso.
Millares de prestigiosas personalidades de las artes, las letras, las
ciencias y la política se han pronunciado contra la injusticia,
incluyendo un buen número de premiados Nobel, prestigiosas
organizaciones de juristas y parlamentos de varios países.
Sin contacto alguno entre ellos, estos cinco patriotas cubanos han dado
muestras reiteradamente, hasta en las condiciones más extremas de
aislamiento, de una unidad de acción y una lealtad a su pueblo, a su
patria y a sus ideales comunes que solo puede corresponder una nueva
calidad humana que se ha forjado en la confrontación entre la revolución
cubana y la superpotencia hegemónica.
Frente a las ficciones de la campaña difamatoria de Estados Unidos
contra Cuba está la de la continuidad de la revolución en el tiempo se
debe a la persistencia en su liderazgo de la generación de dirigentes
que encabeza Fidel Castro, y ningún mejor desmentido para ello que la
firmeza de estos jóvenes patriotas. En ella hay una clara demostración
de que la revolución independentista que vive Cuba desde 1868, que
transcurre actualmente por su etapa decisiva en lucha contra el poder
imperialista que pretende el lugar de la corona española, no depende de
la decisión de un hombre por inmenso que éste sea, ni resulta de la
voluntad de un grupo de personas sino del propósito congénito de una
nacionalidad forjada en su propia lucha.
El proceso legal que se ha seguido contra estos cinco antiterroristas
está siendo uno de los más prolongados y más sinuosos –por el cúmulo de
arbitrariedades promovidas por el poder ejecutivo- en la historia
judicial de Estados Unidos.
Esta historia comenzó en los años 90 del siglo XX, tras la caída del
bloque socialista en Europa, cuando Cuba, necesitada de suplir la
pérdida de ese mercado, el mayor en su comercio exterior y fuente casi
única de créditos, optó por promover el turismo y la inversión
extranjera como estrategia de supervivencia económica.
En Estados Unidos, los grupos contrarrevolucionarios cubanos
financiados, entrenados y dirigidos por la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) arreciaron su guerra terrorista contra Cuba, en
especial contra objetivos relacionados con el turismo y la inversión
extranjera en la isla. Se llevaron a cabo acciones con explosivos contra
algunos de los mejores hoteles y restaurantes de Cuba por mercenarios
contratados en terceros países, a través de Miami. Las autoridades
estadounidenses nada hacían contra estas formaciones terroristas.
Cuba, en legítima defensa, asignó a un grupo de jóvenes escogidos entre
los millones con similares condiciones con que cuenta el país, la
riesgosa tarea de infiltrarse, desarmados, en las filas de esas
agresivas organizaciones mafiosas de Miami, para monitorear sus
preparativos terroristas a fin de denunciarlos y así neutralizarlos.
Los resultados de ese peligroso trabajo fueron puestos en junio de 1998 a
disposición del entonces presidente Bill Clinton por el escritor
colombiano Gabriel García Márquez a solicitud del entonces presidente
cubano Fidel Castro. Así llegó esa información al FBI que, de inmediato,
en vez de arrestar a los terroristas, apresó a los antiterroristas.
Luego ha habido una sucesión de arbitrariedades que han enlodado el
prestigio del sistema judicial estadounidense y, de paso, agravado el
desprestigio de los medios de prensa en la nación, que prácticamente han
hecho del proceso un secreto absoluto. Según encuestas, más del 90% de
la ciudadanía no ha oído, visto o leído jamás información alguna acerca
de éste, uno de los escándalos que mayor divulgación merecería en un
país que alguna vez se proclamó paladín de la libertad de prensa.
Contra ellos, las autoridades de Washington han intentado de todo,
aprovechando su situación de extrema indefensión. Incluso les han
formulado, tanto al efectuarse los arrestos como recientemente, a lo
largo de los once años transcurridos, reiteradas propuestas de
colaboración y traición a su patria -que ellos han rechazado con
vehemencia- a cambio de más benévolas sentencias.
Fernando González, René González, Antonio Guerrero, Gerardo Hernández y
Ramón Labañino, son jóvenes intelectuales cubanos plenos de ideales de
justicia y patriotismo que asumieron la heroica tarea con total
conciencia de los peligros y la cumplieron exitosamente.
Su audaz acción sirvió para desarticular planes criminales de lesa
humanidad y salvar cientos o miles de vidas de civiles, no solo en Cuba,
sino también de Estados Unidos, ya que, si bien la campaña terrorista
contra Cuba ha costado a la isla 3 400 muertos en los últimos 50 años, a
estos grupos de mercenarios cubanos manejados por la CIA se atribuye
participación en más de 360 hechos terroristas en territorio de EE.UU.
desde 1959, entre ellos, el magnicidio de John F. Kennedy.
Los Cinco ostentan ya el título de Héroes de la República de Cuba como
justo reconocimiento de sus compatriotas y han sido propuestos por
organizaciones pacifistas de diversas partes del mundo para el Premio
Nobel por la Paz, del que serían merecedores legítimos.
En las graves condiciones carcelarias, no ha decrecido el talento
artístico, técnico o político que bullía en ellos cuando fueron
apresados. Por el contrario, se les desarrolla cada vez más, en la
medida en que su ejemplo se extiende, más allá de las nuevas
generaciones de cubanos, a otras juventudes del continente que aspiran a
ser como ellos.
Fuente: La República, España
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