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¿Libertad de prensa?

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Santiago, Junio 13 se 2010
A mi edad y con todas las malas pasadas que me ha jugado la vida a
partir del golpe de Estado Militar, aprendí  a tomar las cosas con
filosofía y mesura. Como se me ha negado sistemáticamente la posibilidad
de ganarme la vida en mi profesión de Ingeniero Comercial, respaldado
además en un buen currículo profesional, decidí dedicar mi tiempo a
escribir libros. Bondadosamente, algunos me dicen que mis escritos son
amenos y reveladores de hechos y verdades que muchos cobardes no se
atreven a testimoniar por temor a ser marcados por el “establishment”.
Además, regularmente me permito comentar situaciones que me parecen
aberrantes y de interés para los lectores. Sin cobrar un céntimo por
cierto.

He denunciado la carencia de medios escritos de expresión objetivos,
ajenos a los bastardos intereses de sus dueños o de los capitales que
los sustentan, con algunas excepciones de pequeñas publicaciones en
regiones y en Internet. A nivel nacional y antes de asumir el actual
gobierno, dos grandes cadenas de diarios monopolizaban las informaciones
y noticias. Tanto El Mercurio como La Tercera publicaban solamente lo
que les interesa y conviene. Al menos existía La Nación para hacerles un
poco de contrapunto, aunque este diario de gobierno era tan malo, que
su circulación y lectura era de carácter casi confidencial. ¡No lo leía
sino un público muy restringido; un pequeño universo! Ahora parece que
se vende un poco más, ya que los partidarios de la derecha se sienten
interpretados en el nuevo rumbo de La Nación, adicto a Piñera y sus
“casacas rojas”.

Diariamente le doy un somero vistazo en Internet para saber que dice
este diario, ahora plegado al duopolio, ya que según el lema de radio
Bio Bío, “el que no está informado no puede emitir opinión”.

Leí  un infame artículo, escrito hoy domingo en La Nación por un tal
Gonzalo León, burlándose del ilustre ex senador don Jorge Lavandero a
raíz del lanzamiento de su último libro que tituló  “Desde La Cárcel”.
En ese libro, el Sr. Lavandero demuestra, documentadamente, el montaje
de que fue víctima tanto de un fiscal empecinado en quitarle su fuero
parlamentario, como de las transnacionales mineras que junto con
dejarnos grandes hoyos en la tierra, se llevan grandes riquezas al
exterior, sin pagar casi nada de royalties ni impuestos al fisco,
enriqueciendo a capitalistas extranjeros en tanto empobrecen a Chile, lo
que Lavandero jamás aceptó, denunciando con valentía desde el Senado el
robo que nos hacen a todos los chilenos. He allí su pecado. Lo sacaron
del medio, lo encarcelaron y emporcaron su nombre con vileza infinita.

Leer el comentario de León, sicario a sueldo, me produjo tal repulsión,
que de inmediato procedí a  enviar un comentario (que también copio más
abajo). Ingenuamente, confié que La Nación tendría la decencia de
recibirlo y publicarlo. No fue así, de tal manera que me acojo a la
benevolencia de piensaChile para que haga pública mi indignación y la de
cientos de miles de compatriotas que piensan como yo, en rechazo a la
manipulación de nuestras conciencias.

Usted, comprensivo lector, se preguntará quien es Gonzalo León. Se lo
presento brevemente:

Entre otros bodrios, León es autor de un pseudo libro que tituló
“PENDEJO”, en la certeza de que por haber obtenido la calidad de
periodista, ya tiene patente de escritor. Sin embargo, escritor no es el
que escribe. No se trata de llenar páginas con una serie de malas
experiencias abiertamente personales y plagadas de la amargura que
invade a un fracasado de la vida, como bien lo catalogó un famoso
comentarista, don Roberto Lind el año 2008, que al parecer lo conoce muy
bien al decir que León extrapola y va de los comentarios a las
descalificaciones con poco tino.

No me cabe duda que el distinguido senador Jorge Lavandero, duramente
golpeado por la injusta justicia chilena no debe estar pasándolo muy
bien, pero al menos lucha por reindicar su nombre e imagen, lo que está
consiguiendo. De allí a que un individuo como León trate de patearlo en
el suelo, revela mala leche al igual que su empleador.

Este es el sainete publicado con infamia y rencor:

Lavando a Lavandero

La Nación Por Gonzalo León

“Desde la cárcel” fue presentado esta semana por Ediciones Radio
Universidad de Chile. Pero más que el lanzamiento de un libro, la
lacrimógena ocasión sirvió para que el ex senador DC hiciera sus
descargos y para que connotados profesionales, como Juan Pablo Cárdenas,
y destacados políticos, como el ex precandidato presidencial más
desconocido de la última elección y el clan Pareto, les entregaran su
apoyo.

La primera vez que vi a Jorge Lavandero fue en calle Agustinas con
Almirante Barroso, donde hoy se encuentra la Universidad La República.
En realidad no tengo claro si lo vi o soñé verlo. Lo cierto es que en
ese lugar estaba el diario Fortín Mapocho y yo hacía la práctica ahí.
Tampoco tengo claro si alguna vez me pagaron o si las prácticas
profesionales (yo sólo estaba en primer año de Periodismo en 1989) eran
pagadas, sólo recuerdo que vi o soñé ver a Jorge Lavandero. Vi o soñé
ver al ex senador que descendía de su automóvil y entraba rápidamente a
la casona que ocupaba el diario. En cualquiera de los casos no me
saludó.

Hay gente que dice que las cosas cambian con el tiempo, que uno hace una
cosa y después con los años aprende y hace otra; sin embargo, yo nunca
he creído eso. Tal vez por eso cuando observo a don Jorge Lavandero
autografiar su nuevo libro en la sala Máster de la Radio Universidad de
Chile y le comento que fue jefe mío, él me pide que lo espere un
segundo. Las cosas y las personas no cambian, y por lo que dicen los
especialistas, menos los pedófilos o pederastas. Como sea, ahora
aprovecho el tiempo para contemplar cómo la gente compra ejemplares de
“Desde la cárcel: de cómo fui víctima de un complot y montaje político,
judicial y comunicacional para silenciarme”. Grande el título, ¿no? Por
lo que desde ahora sólo lo llamaremos “Desde la cárcel”, libro que la
gente que ha ido adquiriendo por la módica suma de ocho mil pesos,
previa advertencia de los vendedores de que en librerías estará a casi
el doble. A llevar, a llevar, pa’ los regalones, sacar a ocho, a ocho
luquitas, parece ser la cancioncita que entonan los vendedores.

Después de adquirir los ejemplares, la gente se forma en una fila frente
al ex senador, quien de pie pero agachado, ahora firma los libros.

-Yo soy de los Jara de Temuco -le dice uno a don Jorge.

-¡Jarita! -exclama el ex senador como si lo conociera-. ¿Usted debe ser
el último de ellos?

Jorge Lavandero es cariñoso tanto con hombres como con mujeres.

-Muchas gracias, querida -le responde a una adherente luego de
autografiarle el libro.

Mi primera vez con don Jorge

Don Jorge sigue firmando, mientras la sala Máster se va llenando de, por
así decirlo, adultos mayores. En un momento la productora general de la
radio, Magdalena Vio, se acerca al ex senador y antes, que pueda
decirle nada, él le consulta en cuánto rato más comenzamos.

-Esperemos un rato, ¿ya? -contesta la ágil productora, que ahora recibe
una carpeta celeste de manos de don Jorge y me la entrega a mí.

Gracias a esta gestión, don Jorge me presta atención, como si por
primera vez me hubiera mirado. Le pregunto algo, pero él pone su casete
que dice:

-En realidad este libro es para combatir la injusticia, la perversidad
de la que he sido víctima.

Intento pararlo en seco, porque intuyo la vorágine que se viene, pero no
puedo, así es que sólo me queda escuchar cómo los fiscales Guillermo
Piedrabuena y Xavier Armendáriz se coludieron con su abogado Matías
Balmaceda para que aceptara un juicio abreviado, del que nunca estuvo de
acuerdo.

-Mi abogado eludió el juicio oral -agrega-. Por eso le pedí a Matías
Balmaceda que anulara el acuerdo, pero él me contestó que no podía y
renunció.

Estoy a punto de llorar, de verdad me da pena cómo es posible que en
pleno siglo XXI la gente buena y decente sea víctima de estas
injusticias. De ahí que haya personas que opinen que el ex senador es un
Claudio Spiniak o un pedófilo más.

-Eso fue lo que hizo Armendáriz: asesinar mi imagen -asegura don Jorge-,
porque no tenían pruebas. Si los niños hicieron una declaración jurada
de que el fiscal Armendáriz les pagó para que declararan en mi contra.

Enseguida don Jorge habla de enemigos políticos, testigos de contexto,
de injurias y calumnias, de la Corte Suprema, de justicia. A decir
verdad el ex senador me tiene medio mareado, así es que lo interrumpo
por primera vez y le pregunto por los casos de pedofilia en la Iglesia
Católica.

–Yo tengo una larga vida pública –responde un poco desconcertado.

-Don Jorge, le consulté por los casos de pedofilia en la Iglesia.

-Yo no estoy juzgando. Lo único que estoy diciendo es que Armendáriz no
está capacitado para seguir un proceso. Prueba de eso es lo que le ha
ocurrido a ese pobre paquistaní.


Vega, Pareto, Cárdenas

“Bájate los pantalones. ¡Tengo miedo! No te hagas. Decía. Sácamelos tú y
verás cómo florece. ¿Es cierto? ¿Tú qué crees? Tenía que pasarte alguna
vez. O creías que sólo a mí se me pondría así tan duro. Tan grande.
¿Ves cómo resbala? ¿Quieres sentirlo?”, es lo que leo cuando escribo
esta crónica y no se trata del libro de Jorge Lavandero, sino de
“Objetos del silencio”, de Eugenia Prado Bassi. Curioso, pero en esta
novela pienso ahora cuando observo a Héctor Vega, ex precandidato a la
Presidencia, conversar con el ex senador.

-Yo tengo una cosa que me gusta de ti -le comenta Héctor Vega, quien
además es un economista de rostro cadavérico-: el flashback.

Pienso en el uso de flashbacks que hace Eugenia Prado Bassi, pero cuando
hace su ingreso Juan Pablo Cárdenas, Premio Nacional de Periodismo, se
me olvida y me concentro en lo que hablan Vega y Cárdenas.

-Recibí el mail que decía que debía ser breve -apunta Vega y enseguida
pregunta: Cinco minutos, ¿no?

Juan Pablo Cárdenas agita la cabeza distraídamente. Quizá porque al
igual que Vega es uno de los presentadores del libro y no sólo eso, sino
además el rostro de la Radio Universidad de Chile y de sus ediciones,
en las que él también ha publicado varias veces. Pero como dueño de casa
tiene otras obligaciones, como saludar a Jorge Lavandero, así es que me
quedo hablando con Héctor Vega, quien al reconocerme me pregunta cómo
es que sigo en este diario todavía.

-No sé -contesto encogiéndome de hombros.

Don Héctor Vega, de rostro cadavérico me pasa su tarjeta de
presentación, y luego le consulto qué pasó con su precandidatura.

-La cosa no salió porque no había plata -sentencia como buen economista.

Dejo a don Héctor para moverme entre las cientos de personas que han
llegado, la mayoría de ellas con rostro cadavérico. Más que un lavado de
imagen esto parece el funeral político de Jorge Lavandero o un
geriátrico. Entre estas personas con rostro cadavérico está el ex
diputado e intendente Luis Pareto, quien en estos momentos entra a la
sala Máster seguido de su prole. Al verlo, Jorge Lavandero se acerca a
él y lo abraza afectuosamente.

-¡Luchito! -exclama, mientras el aludido, después de zafarse del abrazo,
le presenta a sus hijos-. Viniste con toda la familia, como buen
italiano.

Pero Luchito sólo sonríe, consciente de lo que significa su presencia y
la de su prole aquí.

¿La imagen se lava?
Hay personas que creen que la imagen al igual que la ropa se lava. Yo,
en cambio, creo que la imagen de un político se cuida con dientes,
muelas y todo lo que haya. Pero Juan Pablo Cárdenas, más ducho que yo en
estas lides, prefiere lavar la imagen de Jorge Lavandero y tal vez por
eso toma el micrófono y anuncia:

-Nos hemos propuesto como meta reivindicar el nombre de Jorge Lavandero.

Por un momento no puedo creer que este valiente periodista, director de
revista Análisis y de la radio en la que nos encontramos, diga esto. Por
así decirlo me remece.

-Estamos ante uno de los horrores más grandes de lo que yo he llamado la
postdictadura -agrega, y el remezón en mi mente ya es un temblor grado
cinco.

Para tomarle el peso a las palabras que escucho, tomo asiento al lado de
Luis Pareto y su prole. Mientras Juan Pablo Cárdenas habla y habla,
Luis Pareto bufa, como si estuviera roncando la siesta.

-Aquí hubo una conspiración entre el Consejo Minero, empresarios que
financiaron investigaciones periodísticas espurias por dos años y
políticos del gobierno del ex Presidente Lagos.

No entiendo esta apología, porque además Juan Pablo Cárdenas repite lo
mismo que me dijo don Jorge antes. Entonces me pregunto legítimamente si
el ex senador será auspiciador de la radio o qué. Pero a la gente
reunida no le importa las suspicacias y, tras la alocución del
periodista, aplaude con fuerza.

-Parece que me entusiasmé -admite Juan Pablo Cárdenas antes de darle el
pase a Vivian Lavín, quien entrevistará al ex parlamentario. En realidad
todo esto está siendo grabado para un programa que se emitirá con
posterioridad.

Vivian Lavín tiene la palabra, pero antes de empezar la entrevista le
dice a las personas que están de pie que ingresen, que hay más asiento
aquí adelante. Varios hacen caso a la recomendación, entre ellos mi ex
suegro. Al verlo me digo si será parte de este lavado de imagen.

Clarita Szczaranski al ruedo
Vivian Lavín entrevista a don Jorge, pero antes pasa la propaganda de la
radio, luego de las ediciones y finalmente se queja por esos connotados
pederastas que viven su exilio dorado en Europa. Como no estoy enterado
del mundo de la pederastia en Chile, no sé muy bien a quién se refiere,
ni tampoco quiero saberlo a decir verdad.

Pero Lavandero no está ni ahí con el mundo de la pederastia en Chile, o
eso parece, ya que ahora cuenta que estuvo con la chilenización del
cobre, luego con la nacionalización y que, en fin, siempre ha estado
preocupado por los recursos naturales de este país que lo colocan entre
los siete, que potencialmente podrían llegar a ser ricos. Sin embargo,
nuevamente retoma su victimización:

-Nunca pensé que la perversidad podría llegar a este punto… (Glup, snif)
Hubiera preferido que me metieran un balazo.

Don Jorge está emocionado, como que se ha tragado una lágrima, y a mí me
recuerda esa canción cebolla: “Con una lágrima en la garganta”. Pero no
se equivoquen: todos en la sala escuchan al ex senador, como si
estuviesen frente a un cura en misa. Por mi parte me siento como el
chancho de esa misa.

Lavandero insiste en que todo lo que le pasó fue un complot y en que
nunca le tocó el trasero a “esa mujer”.

-Pero los niños -agrega a punto de subir a la cruz- hicieron una
declaración jurada ante notario y me exculparon.

-¡Qué frágil democracia! -espeta la entrevistadora y enseguida consulta:
¿Dónde están sus compañeros de viaje?

Don Jorge se pone a contar que con Clarita Szczaranski tenían una
relación y que él se quería casar con ella.

-Me gustaba -confiesa y luego añade: Pero algo pasó, y me fui de la
casa. A los tres años la vi, y nos fuimos a tomar un café al lado de lo
que era el Teatro Las Condes. Me dijo que estaba en apuros económicos, y
yo me ofrecí a comprarle una propiedad.

Me gusta la copucha, lo admito, pero no entiendo a qué viene esto. En
realidad no sé si estoy en un lanzamiento de un libro, en un acto de
desagravio, en un conventillo o en una misa negra. Y como la
incertidumbre siempre me ha molestado, me visto, me paro y me boing,
antes que se me ensucie el potito. //LND

COMENTARIO MIO NO RECIBIDO POR LA NACION

Con desagrado leí el artículo de Gonzalo León comentando el lanzamiento
del libro de don Jorge Lavandero Illanes. El libelo es de mal gusto,
burdo, mal escrito y mal intencionado. Obviamente la pretendida
ridiculización que León pretende hacer de Lavandero es el reflejo de un
resentido social, a quien se puede conocer leyendo el libro-bazofia de
su autoría que tituló “Pendejo” fiel reflejo de cómo no debe escribirse,
según opinó Roberto Lind el año 2008. Lavandero es una persona que
merece el mayor de los respetos por su trayectoria política y la
valentía para enfrentarse a la dictadura en una época que León apenas
sabía sonar su nariz de Pendejo, como su autobiográfico bodrio pseudo
literario lo autodefine. Mala clase y mal periodista quien no comprende
el montaje de que fue objeto don Jorge Lavandero. Estaría por demandar
por estafa a la Universidad que le regaló un título de periodista a este
sujeto.

– Ozren Agnic K. es ingeniro y escritor

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