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Por que apesta nuestra educación

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Una de las críticas más apasionadas del electo presidente Sebastián Piñera y sus puntales RN y UDI fue destacar el supuesto fracaso de la presidenta Bachelet para dar solución al problema educacional que afecta a nuestros niños y jóvenes estudiantes. Durante toda su campaña nos machacó diciendo que necesitamos más dinero para educación; más libros, más maestros, más aulas, más escuelas y que ¡necesitamos más exámenes para los niños!

De alguna manera se le respondía, siempre reaccionando tardíamente y como rebeldía a sus críticas…“bueno, se está trabajando duramente en todo eso”…Como la solución requiere mucho tiempo, los niños siguen sin aprender, pasando raspados los exámenes, como producto de un sistema educacional inadecuado a los tiempos modernos y en un país que crece en lo económico pero no en la instrucción de la gente, tan importante como lo otro…

Los sostenedores y los municipios, que reciben el dinero según sean los resultados de los alumnos, buscaron las artimañas para mantener la porción de alumnos que el Ministerio de Educación exige para entregarles el financiamiento asignado por alumno regular y eficiente. 

Sin dejar de culpar al gobierno por el fracaso y bajo rendimiento escolar, los establecimientos educacionales comenzaron a disminuir las dificultades impuestas al estudiante a fin de que los niños pudieran pasar de curso y ellos recibir lo suyo. De esta manera, más chicos aprueban el año escolar, la escuela  gana en imagen, recibe su dinero y todos felices. Pero, todo lo obrado de mala fe aflora tarde o temprano y aparecen los efectos de la trampa: el coeficiente intelectual del país cae varios puntos y pronto lo único que se necesitará para entrar al colegio o escuela será un simple lápiz; al alumno se le inducirá a que se meta a una clase de física u otra que esté de acuerdo con sus aptitudes personales, porque el estudiante ya tiene lo básico: un simple lápiz y deseos de aprender.

Cuando se apreciaron los malos resultados del sistema municipalizado, el  que por demás fue denunciado por los propios alumnos [bautizados como “Los Pingüinos”], el candidato de la derecha siguió vociferando en contra de la Presidenta, sus ministros y las medidas de corrección que se están implementando. Preguntaba demagógicamente al país por qué otros países gradúan más científicos y técnicos que nosotros, al mismo tiempo que sostenía tener la receta mágica para mejorar sustancialmente la educación en Chile. ¡¡Educación!!, palabra de nueve letras que los políticos conocen muy bien y la usan permanentemente con todos nosotros para demostrarnos que la centro izquierda no tiene ideas ni programas para dar solución al grave problema, a sabiendas que el problema es más de fondo.

No es novedad que se ha avanzado, pero muchos lo niegan, cegados por una insistente campaña de los interesados en derribar la obra de la Concertación. Tradicionalmente los políticos del sector derecha nos embolinan con tres elementos que llegan a lo profundo del alma nacional: la Bandera, la biblia y especialmente los niños, prometiendo que ningún estudiante será relegado y se le transformará en ciudadano útil para la patria y su desarrollo. ¿Será verdad que Piñera nos arreglará la educación en Chile? Aunque lo dudamos seriamente, su promesa caló hondo en el alma nacional y particularmente entre los padres y los estudiantes. 

Dudamos por una sencilla razón, tan simple como que el sol nos da luz y calor. Convengamos en que el problema no es fácil de resolver sin un largo proceso, un programa de acción muy bien estructurado al que la Presidenta Bachelet dio el puntapié inicial luego de la llamada revolución pingüina, en los inicios de su mandato. Ella no tiene intereses económicos que defender. Su  esquema de protección social para los más desposeídos así lo ha demostrado en sus cuatro años de gobierno. Sin embargo, los nuevos ricos, nacidos al amparo de la dictadura de Pinochet, lo combaten. Basta con leer, entre líneas, las editoriales publicadas por la prensa que controlan y nos atonta. Protestan porque Michelle Bachelet ha dado condiciones más dignas a los más pobres, aduciendo que no se habría preocupado de la llamada clase media, el invento político de la derecha para que nuestras aspiraciones sean, a lo máximo, ser incluidos en esa clasificación. Por eso y no otra razón se eliminó el concepto de obrero, cambiándolo por el de “trabajador de clase media”, ocultando la verdadera intencionalidad de tal ficción. 

Los verdaderos dueños de este país están molestos con los avances sociales experimentados por nuestros habitantes en la era post dictadura. No les interesa que la presidenta haya implementado una política de Estado para desarrollar a la mujer con equidad de género. No les interesa que la política de ahorro fiscal haya permitido minimizar los efectos de la crisis económica que afectó a todo el planeta y que los sectores más humildes pudieron sobrellevar sin grandes sacrificios ni sobresaltos. Les molesta que se haya instalado el Instituto de Derechos Humanos, porque ellos, los dueños, si lucraron a costa de la violación de los mismos. Les molesta que se haya puesto fin a la LOCE, impuesta por la dictadura y sus adláteres. No les gusta la nueva política habitacional y por ello su candidato ofreció construir 700.000 nuevas casas, desconociendo que durante la era Bachelet se construyó más que esa cantidad. Y así, podríamos continuar analizando lo ocurrido con un pueblo que, aparentemente, viró hacia la derecha. 

Esos políticos, sin excepción, están allí gracias a la herencia de la binominalidad que nos legaron Pinochet y su gente. La verdad indesmentible es que tales políticos han sido puestos en sus cargos por los verdaderos dueños del país; los que son dueños de todo; los que negocian los nombramientos de los jueces bajo el esquema de uno para ti y otro para mí, atándoles las manos, maniobra que ahora llaman ‘política de acuerdos’; son los expertos en adormecer la capacidad de pensar críticamente del pueblo. Ellos, los dueños, sólo quieren más para ellos y menos para los demás. Ellos no quieren gente informada, educada y pensante. No lo quieren porque eso no les ayuda en sus propósitos y una población activamente pensante es un peligro para sus mezquinos intereses.

Por ellos, ojala solo existieran trabajadores obedientes, gente capaz de operar máquinas, hacer el trabajo administrativo que para los dueños es poco digno y que acepte, pasivamente, el aumento del trabajo individual, la reducción de sus beneficios (menores indemnizaciones por despidos, etc.), menos horas extras y una mísera pensión que no les alcanzará para sobrevivir cuando se jubilen y que ellos [los dueños] si recibirán a través de las AFP que controlan y que les dan pingües ganancias de año en año, mientras el tonto útil (para ellos), se desloma trabajando y aportando a esas Administradoras con la vana ilusión de una jubilación digna en la vejez. 

Ellos forman un Gran Club y nosotros no estamos en él. Ese es el Club el que nos aturde día a día cuando le dice al pueblo que debe creer y crecer en igualdad. Es el club que nos atolondra con sus medios publicitarios señalándole al ingenuo que es lo que debe comprar y como gastar su escaso dinero. Es evidente que ellos saben perfectamente como jugar un juego arreglado a su amaño. Lo lamentable, queridos lectores, es que nadie parece darse cuenta y a nadie parece importarle. Con tal de que la gente tenga un pantalón de marca, un par de zapatillas de clase, un televisor último modelo y nos creamos más y mejor que el vecino, ellos estarán felices y nosotros continuaremos eligiendo a estos adinerados que nos ofrecen educación, pero que siempre se las arreglan para que no la tengamos. 

Mientras más ignorante sea el pueblo, mejor para ellos. Nos contentan con bazofia televisiva –que ellos denominan “educación y cultura”- La TV, y especialmente el canal propiedad del Presidente electo (Chilevision), difunde  ‘programas culturales’ con novedades de la farándula  que enloquecen las mentes adormecidas de mucha mas gente de la que uno imagina. El pasado viernes  de enero, por ejemplo, el televidente que miró Chilevisión entre las 22 horas y casi la una de la madrugada presenció la dignificación de una prostituta internacional, discutiendo públicamente los amoríos de su hija, hecho que a nadie, racionalmente, debería interesar. Así, semana a semana, día tras día, hipnotizan a la gente. Esa es la manera como consiguen que la masa no razone y, mientras tenga circo, no pueda reclamar las promesas electorales del triunfante candidato. Es por ello que, entre miles de otras razones, dudamos del demagógico programa educacional que nos ofreció el candidato de la derecha dura de Chile.

Conciudadanos, a remecer las conciencias y a no aturdirse. A partir del 11 de marzo, tendremos que vigilar para que el nuevo mandatario cumpla irrestrictamente lo que prometió con tanta verba fácil. No hacerlo significaría que es más importante conocer los secretos de una prostituta y la manera como lucró con su trasero antes que el futuro de nuestros hijos. Ellos, los descendientes, más temprano que tarde nos pasarán la cuenta por la pasividad y la inacción para defender su porvenir, que es lo que nos corresponde. 
Santiago, Febrero 2 de 2010

– El autor es ingeniero Comercial y Eescritor

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