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Dónde estabas tú (A propósito del film «Tony Manero»)

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Y si te han contado que todo era maravilloso, pendejo, que todos íbamos al Omnium a tomar un cóctel con la chasquilla enlacada y usábamos esa ropa entupida que salía en los comerciales.

Si te han dicho que esa década fue la más taquillera en estéticas del ropaje, que las nenas eran iguales a la Bolocco con las hombreras de Farrah Fawcett, que los chicos bailaban a Jackson y Depeche Mode en la disco no sé cuánto del barrio alto y se juntaban en el Apumanque a tirar pinta con sus blujines nevados.

Que se veían una y otra vez tal película gringa y amábamos «Los ángeles de Charlie». Que todos éramos imbéciles, rubiecitos y danzábamos al compás de las botas. No te la creas, pendejo.

Por suerte había otro Chile, ochentista y allendista, donde ser artesa era buena onda, donde usar lana peruana era ser disidente y decente, donde oler a pachulí y colorearnos de lila era una contraseña.

Porque teníamos que contrarrestar a esa patota famosona de la tele miliquera. Entonces, bienvenidos los hippies lanas y las ferias artesanales donde sonaba Silvio, bajito, despacito.

Bienvenida la ropa hindú y el pelo largo, bien largo, hasta la cintura, como lo soñaba en mi utopía ochentista. Y fumábamos caños de Los Andes escondidos de los pacos y nos sentíamos protestando por esa mierda chilenosa que a otros gustaba tanto. También estaba el rock. A

ntes de Los Prisioneros siempre estuvo el rock, sobreviviendo a la dictadura bajo las piedras. Por allá Tumulto o Arena Movediza y su rabioso metal zeppelin, repicando disidente en la disco Klímax, de Alameda abajo. Aún no se armaba la contracultura del underground matucanero.

Apenas unos cuantos poetas beatnik leyendo sus versos en peñas oscuras. Allí vivíamos la pequeña patria proscrita con toda su llorosa y setentona emoción. Y que más, los otros estaban Plaza Italia arriba, en derechotas fiestas de trastoque. A ellos no les pasaba nada, no andaban con el poto a dos manos pegando afiches de Neruda.

Tampoco bajaban del Bowling porque le tenían asco al pueblo lana que se armaba de molotov en alguna universidad con los ojos rojos de vino en caja. Así fue, viejo pituquín que ahora quieres instalar tu ochentero recuerdo eunuco, fome y sin causa.

Los ochenta comenzaron de abajo, como murmullo de quenas y guitarras tristes. No había nada que celebrar en esa escena de crímenes y torturas.

No había nada que festejar bajo la pista iluminada del show pinochetero de Don Francisco. Era un país agrio, amordazado y tímido, que veía en la pantalla al acartonado Maluenda vitoreando a sus fuerzas armadas en el show de la una. El viejo hipócrita Maluenda, animador de la cueca uniformada.

El mismo que hoy aparece en la película «Tony Manero», casi homenajeado por el director en su remember infantil. Puaj, vómito de copihues era la patria por entonces. «Dónde estabas tú», cantaban Los Jaivas, y hoy te pregunto lo mismo, directorcito. «Donde estabas tú».

Ni aunque hagas mil películas de la dictadura se nos olvidará esa canción. «Dime donde estabas tú». Hay algo que no viviste, rubiecito, y es tarde para las explicaciones cinematográficas. La memoria es un caracol que se cierra en su concha inexcusable. Ocurrió tal cual, nosotros aquí y ustedes allá, como si no existiera la tiranía.

Siempre de jarana burbujeando el Tom Collins en el pub Casamilá, la disco Hollywood y toda esa mierda jubilosa. Nosotros éramos amargos y teníamos susto.

También bailábamos, nos volábamos, y a veces estábamos contentos pero con pica. Movilizadamente iracundos. La onda disco sonaba en las radios y en las peñas el canto nuevo.

Llegaron los ochenta como un cometa ardiendo la batalla campal, la primera protesta, la movilización estudiantil, a desentumir el miedo, mierda. También había rock, siempre hubo rock y verde macoña urgente.

En la tele los señoritos se hacían los rebeldes bailando a Scaramelli, Juan Antonio Labra, Andrea Tessa y otros jamones podridos que mejor no recordar.

«Detrás de las paredes», guitarreaba un chascón y en un casete carreteado respiraba Violeta. Así fueron los comienzos de una década inolvidable por su contorsión política. Una década que estrenaba sus rabias en aquel blindado amanecer.
Domingo 19 de octubre de 2008

* Fuente: La Nación Domingo

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