En el horóscopo chino, el año 2008 fue el de la rata, el 2009 será el del buey. Cuentan que Buda, antes de entrar a la Nirvana, estado perfecto donde no hay pasiones, ni reencarnaciones, llamó a los animales, pero sólo llegaron doce, los meses del año. La rata se subió sobre el lomo del buey, que llegó primero gracias a sus esfuerzos; la rata no aceptó el veredicto y se declaró ganadora y el buey no reclamó. Si quieren, la rata podría ser el capitalista y el pobre Buey el trabajador.
La rata es un pequeño animal, bastante revoltoso y construye escondijos para comerse el queso. Por culpa de las ratas la humanidad ha padecido innumerables pestes bubónicas, la más famosa la de 1300, que aniquiló la población europea. El buey es un toro castrado, representa la agricultura y arrastra el arado; es un animal manso y conservador, muy potente y trabajador.
En el horóscopo chino, el buey es la sucesión de la rata, pertenecen a la misma agua, se entiende, entonces, que el año 2009 será la continuación de 2008. Hay muchos electores que no creen en el azar, están convencidos de que la humanidad funciona racionalmente. Personalmente, no comparto esta idea, pues permanentemente veo el horóscopo o lanzo las cartas del Tarot para orientar mi vida. El ministro de Hacienda tal vez cree que Chile está bajo el signo del toro, que adorna Wall Street y no el del castrado buey.
El ser humano sólo se diferencia de los animales, citado por Buda, por la esperanza, por creer que siempre el futuro traerá mejores tiempos. Es seguro que nos abrazaremos el 31 de diciembre. Y nos deseamos un feliz Año Nuevo, ignorando que el año del buey será peor que el de la rata, según nos muestra la realidad y el horóscopo chino. Nos pasa algo similar a “Cándido”, de Voltaire, que cuando lo estaban quemando, en el terremoto de Lisboa, en el siglo XVIII, gritó: “este es el mejor de los mundos posibles”; en cierto grado tenía razón, pues no hay otro peor.
El año de la rata nos trajo la desaparición de algunas ratas connotadas: el primero fue George W. Bush, que pasará a la historia como el ser más imbécil que ha producido la humanidad, que en ocho años destruyó su país y el mundo; su paso por la presidencia termina con un liberador “zapatazo”, enviado por un periodista iraquí, en nombre de la humanidad sufriente, y que supo evitar por sus buenos reflejos. La otra rata, un militar, enano y putrefacto, Francisco Franco, cuya última estatua fue destruida en España.
El año de la rata fue más devastador que las pestes en Europa: comenzó en enero con la crisis económica, que poco a poco, se fue radicalizando. Como el ser humano es porfiado, nunca ha creído que las catástrofes llegarían, hasta que la cesantía toca a su puerta. Es cierto que sin las ilusiones y esperanzas nadie podría vivir, cuando la vida no es más que pasar de la nada a la nada. Al principio se creyó que sólo Europa y Estados Unidos, tal vez Japón, entrarían en recesión, pero los países del Bric, Brasil, Rusia, India y China, se salvarían y seguirían siendo locomotoras del desarrollo mundial; hoy se ha comprobado que esa era una falsa ilusión.
En julio, el barril de petróleo llegó cerca 150 dólares el barril, y hoy está bordeando los 36 dólares; el cobre estaba en 4 dólares la libra, y hoy en 1,26 dólares. Todas las materias primas se han ido al suelo; para nada sirvió el trabajo de los alquimistas, que hacían metales con materias químicas. El problema del primer semestre fue la inflación, el segundo será el peligro de la deflación, pues nadie compra nada porque no tiene trabajo, o espera a que los precios sigan bajando.
El gran brujo del año de la rata fue Ben Bernanke quien, como especialista de la crisis de 1929, está usando el único instrumento, hasta ahora conocido, para combatir la deflación, que consiste en emitir bonos del Tesoro y billetes en cantidades; se trata de inundar el mercado de liquidez, y poco importa que, posteriormente, esta política provoque la devaluación del dólar, un déficit enorme y, finalmente, inflación. Se trata de salvarse hoy y no preocuparse de nuestros nietos. Nadie creía, al comienzo del año de la rata, que la tasa de interés llegaría a un 0%, al igual que Japón.
Los bancos de inversión han desaparecido y los gigantes emblemáticos del desarrollo capitalista, todos estas a punto del default: el Citibank, GM, la Ford, Chrysler, entre otros, tienen que pedir dinero de rodillas a la FED, al Congreso y al Tesoro.
Miles de bueyes están cesantes y pasarán la Navidad y el Año Nuevo sin regalos y comiendo pan con queso, como Epicuro; si pudieran, se meterían de monjes para que el Banco del Espíritu Santo les diera un plato caliente para calentar el estómago. Gracias a la crisis, a lo mejor surgirán muchos San Franciscos, aquel que hablaba tiernamente con los animales y, seguramente, comía raíces.
En el año de la rata, miles de ingenuos han perdido sus ahorros de una vida de trabajo y de lucha, creyendo en las famosas “pirámides”: así ocurrió en Colombia y, ahora, en Estados Unidos. De las ratas especuladoras no hay que preocuparse demasiado, jamás irán a la cárcel, que es sólo el hogar de los pobres y, seguramente, volverán a construir paquetes infectados, construidos por matemáticos, que aseguraban evitar todo riesgo, como si la vida no fuera precisamente riesgo.
Erns Bloch llamaba a la esperanza la “parafina del pobre”, aquello que le permite vivir en las condiciones más insoportables, y le permite superarlas por la rebelión.
Hay otros bueyes que están obligados a entregarse a las ratas, dueñas de las AFP, a causa de un absurdo mandato de la ley que, atropellando la Constitución, en el sentido de la libertad de elección y la propiedad de sus propios bienes, los obligan a cotizar el 12% de su sueldo en Fondos que han perdido su valor; en el caso del Fondo A, un 48% hasta ahora, y todo indica que perderían una cantidad igual en el año del buey.
En la política, al menos el año de la rata no fue tan malo: Estados Unidos eligió, por primera vez en su historia, un presidente descendiente de esclavos, que ha despertado esperanzas en el mundo. Está claro que Estados Unidos no será nunca más la potencia belicosa e imperialista que era antes.
En Chile, el año de la rata trajo varias noticias en nuestra mediocre política: por primera vez en la transición a la democracia, una ministra fue acusada constitucionalmente – Santa Yasna Provoste, una especie de Juanita Fernández, mezclada con la Tirana-; la bella princesa Michelle se quedó sin mayoría parlamentaria, y la Concertación se convirtió en una “bolsa de gatos” que, ni siquiera, araña a los envanecidos derechistas.
Los bueyes, manos como siempre, fueron nuevamente a votar y lo hicieron aquellos que estaban domesticados en la trampa del padrón electoral, apenas un cuarto de ellos. En las últimas elecciones municipales todos ganaron. Sin darse cuenta que todos perdieron, algo así como el personaje de Moliere, que escribía en prosa sin darse cuenta. La UDI tuvo más alcaldes, la Concertación, más concejales; la DC perdió inapelablemente, pero está lista para la revancha, dirigida por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, de cuerpo glorioso. Ricardo Lagos y José Miguel Insulza sólo están buenos para el programa llamado “Reunión de los perplejos”.
En Grecia solamente se han despertado loas bueyes que, como los antiguos atenienses, no están más dispuestos a que los domine la tiranía neoliberal. Hay ratas que pudiéramos llamar porfiadas: ni con escoba en mano, la señora puede eliminarlas, son los fanáticos neoliberales que aún hoy creen en el libre mercado, cuando el único prestamista que queda es el Estado; es que la tontería, convertida en ideología, es imposible de sacar de la mente humana y se niegan a aceptar que Hayek decía puras estulticias, y que hoy, el único economista que es escuchado por todos los presidentes es el aristócrata británico Kaynes.
Los bueyes enfermos se vieron forzados a caer en los hospitales públicos, en los que geniales galenos cambiaban las guaguas, grababan las operaciones, se les perdían los informes de Sida y las fichas médicas y algunos niños nacían en el baño. Parece que el poeta Góngora tenía razón cuando decía: “Dios nos libre de caer en manos del doctor”. Si bien hoy no hay sangría, con instrumentos más peligrosos los médicos igual te dejan sin sangre.
A todo esto, ¿cómo viene el año del buey? Yo creo que igual o peor que el de la rata: la deflación nos golpeará más fuerte que la peste. No sé cuántos bancos y empresas caerán en quiebra. El BRIC, si no estará en recesión, al menos tendrá un bajón prolongado. A lo mejor se produce el milagro en que los miles de bueyes cesantes se conviertan en toros y las emprendan, con bravura, contra sus neoliberales gobiernos.
Siento decepcionar a mis lectores, me da la impresión de que, posiblemente, en diciembre tengamos que elegir entre dos personajes de castas, ambos hijos de falangistas: es como el bonete blanco, blanco bonete. Dicen los filósofos que la vida transcurre en la diversión, que consiste en no captar nunca la verdadera esencia de las cosas, razón por la cual tendremos miles de foros y de programas en que se ofrecerá a los bueyes no tener que arrastrar la pesada carga del arado, pero al final se instalará un personaje que hará la misma política de siempre.
Sé que muchos dirán que soy un pesimista, un aguafiestas, pero no puedo hace otra cosa si considero toda la información que me dan el Tarot, los horóscopos y otros instrumentos esotéricos. Dicen que el pesimista es un optimista bien informado, en todo caso deseo a todos mis hermanos de galera una Feliz Navidad y un buen Año del buey.
20/12/08
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