La pasión por la justicia, la verdad y la liberación de los pueblos
por Olga Larrazabal Saitua (Chile)
16 años atrás 26 min lectura
Una aproximación personal y subjetiva
“¿No oyes el relinchar de los caballos, el sonido de los tambores, el batir de las espadas…?, le dice a Sancho, que replica: “No oigo otra cosa sino muchos balidos de ovejas y carneros” Don Quijote de la Mancha
Nació en Portugalete 9 Nov, 1930
Murió en El Salvador 16 Nov, 1989
El 16 de Noviembre de 1989, en El Salvador, el batallón Atlacatl, entró al campus de la Universidad de Centroamérica UCA , “José Simeón Cañas” y ametralló a Ignacio Ellacuría, su Rector, junto con cinco académicos jesuitas y dos inocentes mujeres.
En los dramáticos relatos de lo que siguió con posterioridad a este crimen horroroso, los testigos describen algunos objetos encontrados en sus dormitorios, como mudos testigos de la masacre.
Sobre el escritorio de Ignacio Ellacuría, había libros de Ortega y Gasset, Heidegger, el Mío Cid, el Quijote y Cinco Lecciones de Zubiri, junto con las paletas de pelota vasca. Ellacuría solía decir que se necesitan sólo unos pocos libros para entender la condición humana.
No se si estos libros expliquen tanto ensañamiento, pero creo que dibujan muy bien a su dueño. Un sacerdote llamado Ignacio, hijo espiritual y compatriota de San Ignacio de Loyola, quién “solo y a pie” parte de Loyola a cambiar el mundo, fija la mirada en la persona de Jesús, mezcla de Mío Cid y Don Quijote, pelotari y futbolista filosófico, teólogo de los pueblos crucificados.
Ahora, sobre todo, es importante recordarlo, cuando la Iglesia Católica reconoce en la última reunión de sus Obispos de Latinoamérica en Aparecida, su opción por los pobres, reivindicando lo afirmado en el Concilio Vaticano II. Es importante ya que Ellacuría fue uno de los que sentó las bases filosóficas a esta corriente, que devuelve al mundo la persona de Jesús y su utopía de construir el Reino de Dios con los valores del Amor y de la Justicia. Y la persecución de este ideal le costó la vida.
Me acerco a Ellacuría justo en este momento y en este lugar, dónde se escucha fuerte el balido de los rebaños y los cantos de sirena y pocos escuchan el llamado a las justas heroicas como lo escuchó Ellacuría. Donde la realidad se nos hace difusa porque no se ejercita la reflexión honesta y de la praxis, bueno, ni hablar. Porque nuestro personaje no sólo tenía ideales, trabajaba disciplinadamente para concretarlos en la realidad y los fundamentaba con una sólida teoría.
Me acerco a Ellacuría porque como dice Jon Sobrino, “no le faltan a Ellacuría admiradores, pero no le sobran seguidores. Por eso queremos recordarlo.” Porque fue y sigue siendo buena noticia.
Me acercaré al personaje a través de su historia, pero comenzaré de algo que no he visto en sus biografías, la historia del entorno de su primera infancia, tiempo de aprendizaje del bien y del mal, tiempo en que el corazón acoge el llamado de la humanidad o se cierra para siempre.
Vivir la infancia entre la Gran Depresión y la Guerra Civil
Ellacuría nació en Portugalete, Vizcaya, a unos 13 Km. de Bilbao. Puerto fundado oficialmente en el siglo 14, posiblemente sobre otro puerto antiquísimo que estaba en funciones en el siglo I de nuestra era y por dónde se sacaba el hierro de Vizcaya de los valles mineros colindantes de Ortuella y Gallarta Estas minas distaban solamente unos 5 Km. de Portugalete. En ese lugar estaba el epicentro de las turbulencias sociales del País Vasco, allí nació La Pasionaria, allí llegaba la mano de obra de otras regiones de la península, ya que los vascos preferían ir a América o a Filipinas antes que entrar a las minas. Allí existía un proletariado real y tangible que se confrontaba con la gran burguesía vasca que vivía en grandes palacios en la rivera de Portugalete y al frente, en Las Arenas y Neguri, donde ambas riveras están unidas por un puente colgante de hierro. Digamos que entre lo más profundo de la mina y la visión de los grandes palacetes que enfrentan el puerto de Bilbao, mediaban cinco o seis kilómetros a lo más diez.
Los primeros diez años de su vida los debe haber pasado en Portugalete, en aquel tiempo con sólo 10.000 habitantes y 20 automóviles, en medio de grandes convulsiones, ya que las huelgas de las minas, la gran depresión económica que azota con fuerza el País Vasco y que afecta a todos los pueblos que dependen de la siderúrgica, comienza a fines de los 30. Luego viene la república y en 1936 la Guerra Civil, que duró en Vizcaya 11 meses, culminando con la caída de Bilbao el verano de 1937. Portugalete fue bombardeado unos días antes, el 13 de Junio, por la aviación alemana.
La familia de Ellacuría era de clase media acomodada y culta, muy religiosa, el padre oftalmólogo, austeros y exigentes y no dados a las manifestaciones afectivas.
En esos pueblos del País Vasco, la realidad se imponía. Todos se conocían y como no eran muy dados a las diferencias de clases, ni a la adulación a los poderosos, los niños jugaban todos revueltos, y jugaban rudo, sobre todo en esos años. Las pruebas más rudas estaban reservadas para los más ricos, que si querían ser aceptados, tenían que demostrar su fuerza, su habilidad en el fútbol, en el frontón, en las traineras remando o en algo que los hiciera sobresalir en su individualidad. Los súper ricos, como en cualquier parte del mundo, iban a sus clubes privados, y se juntaban con otros ricos internacionales, pero a veces iban todos juntos a la escuela del pueblo o al Instituto de Bilbao.
Los elementos más formadores de la vida, en mi experiencia personal, son vivir situaciones duras, estar expuesto a realidades contrastantes y encontrarse con los maestros adecuados. En la infancia las vivencias marcan y se recuerdan todos los eventos. En este caso, con una guerra real, con bombardeos y sus sirenas amenazantes, los refugios atestados de gente mientras caen las bombas, los niños llorando y también las mujeres, el olor a humanidad aterrada, la caída de Bilbao, las personas huyendo en barcos y botes y todo lo que flotara en el puerto de Portugalete y en Santurce mientras se acercaba la artillería de los nacionales; la separación de amigos o parientes a los que nunca más se vieron (22,000 niños vascos salieron por esos puertos) los presos, los muertos y heridos, las cartillas de racionamiento y el pan negro, si es que había, las conversaciones en secreto escuchadas a hurtadillas, es decir la tragedia humana, el pueblo crucificado por la guerra. Y la post guerra fue peor especialmente en las Provincias Vascas, que fueron castigadas por el nuevo régimen. Esto no escapa de la mirada ni del oído atento de los niños, que generalmente se enteran de todo, sobre todo de los que los padres desean ocultar, como fusilamientos, exilios y abusos
La odiosidad y la miseria se vieron por todos lados, me imagino que también en los internados jesuitas y en las vacaciones de los internados, cuando se vuelve a casa, se topa con el mundo real del pueblo natal, desmantelado por la guerra.
Esta experiencia de la primera infancia puede ayudar a iluminar algunas de las actitudes de Ellacuría que aparecen como síntesis tan especiales de mundos opuestos. Que siendo de familia acomodada, adopte la vida de servicio, que siendo intelectual primer mundista, entregue su vida por los pobres del tercer mundo, que siendo estudioso e intelectual, sea tan buen deportista y apasionado por el Athletic de Bilbao, que siendo tan parco en sus manifestaciones sentimentales, haya sido tan compasivo con los que sufren, que siendo sacerdote y teólogo, busque la realidad más real en la historia y considere que allí está el camino y la acción. Bueno, esta descripción es una síntesis de los mundos contrastantes que vio en su infancia y la percepción de la inequidad reinante se infiltró en las profundidades de sus ser.
Su búsqueda del conocimiento certero de la realidad también tiene su razón de ser. El que comparte varios mundos necesita hacer mucha reflexión para lograr la síntesis, mucho ejercicio de búsqueda de la verdad. La España que vivió Ellacuría, llena de confusiones ideológicas que llevaron a la violencia desatada por todos los lados, debe haber contribuido a su necesidad de tener claridad mental para discernir, para soñar un camino racional para mundos mejores, que minimizara la violencia, pero que estuviera perfectamente consciente de las violencias estructurales soterradas que suelen generar violencias de guerra, para poder entender a los de su pueblo, tanto a los que habían perdido la guerra como a los que la habían ganado.
Tudela, donde estaba el Internado de sus estudios de Bachillerato está en la zona de Navarra que no es vasca, y que fue ardientemente franquista. No debe haber sido fácil para alguien que venía de una zona predominantemente nacionalista vasca como Bilbao, aún cuando él no lo fuera, convivir con gracia en un internado en la Navarra de post guerra, sobre todo si era muy inteligente y con ideas propias.
La Misión: Compañero de Jesús y americano
En aquel tiempo, había una especie de acuerdo de enviar a estos novicios vascos al extranjero, de modo que entrando al noviciado de la Compañía de Jesús a los 17 años en Loyola, fue enviado a El Salvador donde encontró un maestro, el sacerdote Miguel Elizondo, hombre que le inculcó la libertad de espíritu necesaria para cumplir su tarea de jesuita, abierto, que no compartía la rigidez del noviciado en España, que les permitía la práctica de deportes como el fútbol y el frontón sin obligarlos a llevar sotana, y que fomentaba el desarrollo de una vida interior por sobre las mortificaciones tradicionales
En una de sus biografías se cuenta que estudió Teología en Austria y tuvo como maestro a Karl Rahner, uno de los teólogos del Concilio Vaticano II, que lo introduce a la idea de historicidad en la revelación, piedra fundamental de la reflexión teológica de Ellacuría.
De paso, se menciona su afición y capacidad para el fútbol. Junto a algunos austriacos y un alemán, los jesuitas de habla hispana integraron un equipo que resultó ser, para los alarmados profesores, demasiado bueno. Con Ellacuría en el centro, el equipo ganó con facilidad el campeonato de la Universidad de Innsbruck y también el campeonato nacional universitario en Viena. El éxito deportivo no fue bien visto por los superiores de Innsbruck y Roma, quienes cortaron por lo sano, alegando que jugar al fútbol en público no era algo propio de la vida religiosa. Hubieran sabido lo que iba a suceder, lo hubieran dejado jugando fútbol en Austria de por vida o en el Athletic de Bilbao, el equipo de sus amores.
Otro ex – jesuita, Ochoa, menciona que todos los días miércoles y sábados a mediodía jugaba frontón con otros compañeros jesuitas, catedráticos en la Universidad,
Y las paletas de pelota vasca encontradas en las habitaciones de los jesuitas asesinados, dan fe de esta práctica.
En la Universidad de Quito , dónde cursa Filosofía, se encuentra con otro maestro, Aurelio Espinoza Polit, gran humanista educado en Oxford, autoridad mundial en Sófocles y Virgilio, pero que enseñaba a aprender de la realidad, excelente maestro que lo introdujo al pensamiento filosófico y lo formó a su vez, como profesor y maestro. Así lo característico de la labor intelectual de Ellacuría consiste en” haber hecho de filosofía un elemento constitutivo de una existencia dedicada a la liberación”, como dice Antonio González.
También en Quito conoce al jesuita navarro Ángel Martínez que daba clases de Metafísica y Estética y lo introdujo en la poesía que era su vida. Este poeta había hecho una síntesis de la Teología, la Filosofía y la Poesía y de su vida personal, enseñando a su discípulo la unidad interna de todas las cosas, ya que la meta de su vida era la búsqueda de la verdad radical de las cosas. Es tal el impacto en el mundo mental del joven jesuita, que confiesa que esta reflexión poética lo cautiva porque refleja lo que el percibe inefablemente y no sabe como expresar.
En 1961 se presenta dónde Xavier Zubiri, el filósofo vasco español, que también fue cuestionado durante el régimen franquista, para solicitar supervisión de su Tesis de Filosofía en la propia obra de Zubiri. Este queda tan impresionado por el joven jesuita, que acepta dirigirlo. Ellacuría se convierte en el hijo de su espíritu, en su amigo, colaborador y en su heredero intelectual
Desde 1967 fue profesor de Filosofía en la UCA, pronto lo nombraron miembro de la Junta de Directores y en 1970 le encargaron la dirección de la formación de jóvenes jesuitas., dónde favoreció la formación de comunidades de estudiantes jesuitas, primero de filósofos, luego de teólogos.
Además se impuso la tarea de traer todas las etapas de formación de los jesuitas a Centroamérica, para que no tuvieran que ir a estudiar Filosofía a Quito, se abrió el estudio de Teología y la tercera probación. Los cambios fueron tan intensos que los jesuitas se dividieron y las autoridades decidieron confiarle la dirección del Centro de Reflexión Teológica y lo sacaron de los puestos del gobierno de la Compañía de Jesús.
Desde 1976 Ellacuría ocupó un lugar destacado como líder de opinión en El Salvador, escribiendo en la Revista ECA de la Universidad y transmitiendo en la Radio del Arzobispado comentarios sobre la realidad nacional.
En 1979 fue nombrado Rector de la UC, en medio del comienzo de una guerra civil declarada entre la guerrilla y el ejército de El Salvador. El 24 de Marzo de 1980 es asesinado por las fuerzas de gobierno, Monseñor Romero, Arzobispo de El Salvador, mientras decía Misa. Su pecado fue haber defendido al pueblo del Salvador, denunciando las matanzas cometidas por el Ejército.
Los jesuitas, que apoyaron a Monseñor Romero, quedaron como continuadores de su obra de defensa y denuncia. En el caso de Ellacuría, su carácter fuerte, su agudeza dialéctica y su ironía le granjearon muchos problemas con el gobierno, el ejército y la embajada de USA, ya que con los datos de la realidad en la mano era implacable. Su libertad de pensamiento era conocida, y no seguía la línea de nadie. En los debates sólo cedía a argumentos evidentes y aún así planteaba otra forma distinta de ver el problema, lo que debe haber sacado de quicio a sus opositores. Ofició activamente de mediador entre gobierno y guerrilla y tratando de llegar a un acuerdo en que se incluyeran todas las partes
Lo primero que me llamo la atención de su quehacer y me produjo mucha hilaridad, fue la reseña a un editorial que publicó, y que le valió el perder el financiamiento estatal para la Universidad donde era Rector y recibir cinco bombazos en la universidad. Este artículo se llamaba “A sus órdenes Mi Capital” y estaba dirigido al Presidente Molina, por haberse echado para atrás con la Reforma Agraria en El Salvador y muestra con que poco sentido del humor tomaba el gobierno las críticas del jesuita. Bueno, pensé, aquí nos encontramos con alguien sin temor, capaz de decir lo que piensa, cueste lo que cueste, en forma sarcástica, rotunda y sin anestesia.
A pesar de todo, era extremadamente cauto antes de tomar una postura, dejando que la realidad tuviera la última palabra lo que habla bien de la seriedad de sus juicios.
Pero al seguir leyendo sobre él, me encontré con un filósofo fuera de serie, que llevó la Filosofía al centro de la reflexión teológica Es decir, cuando Ellacuría escribió ese famoso editorial, sabía a cabalidad lo que decía y por qué lo decía, y las probables consecuencias. Y como era audaz, lo decía con todas sus letras, y a quién se le pusiera por delante
La reflexión filosófica y teológica de Ellacuría es inmensa y no cabe en este pequeño ensayo, cuya finalidad es más bien mostrar su persona, punto de partida de su pensamiento y obra, en una vida vivida consecuentemente, al límite y sin concesiones. De todos modos, le daremos un pequeño vistazo a algunas de sus ideas centrales.
Abriendo Caminos: Función liberadora de la Filosofía
Para Ellacuría, un filósofo se define como aquél que busca la verdad, que critica las falsas ideologizaciones que ocultan la verdad tras una idea interesada, aquel que ayudado por la reflexión, se libera de los engaños que le oprimen. El filósofo critica, fundamenta y crea.
A través de la crítica, el filósofo desenmascara la ideología dominante diferenciando entre ideologías, que ayudan a estructurar la reflexión humana e ideologizaciones que son visiones de la realidad que en vez de manifestarla la esconden, en razón a intereses creados de ciertos grupos.
Esta reflexión liberadora se debe sustentar en pilares que la sostengan que correspondan a formas de pensar lógicas y correctas, que pasen la prueba de realidad. Y por último el filósofo además debe iluminar, interpretar, y transformar la realidad. Aquí radica la función liberadora de la filosofía y este es el meollo del quehacer de Ellacuría, como hombre, como sacerdote, como Rector de la Universidad de Centroamérica “José Simeón Cañas”: Poner a la Universidad al servicio de la liberación de las mayorías populares, donde mejor se conociera la realidad salvadoreña, que tuviera la mejor biblioteca sobre los temas nacionales, el mejor foro, el mejor debate, el pensamiento más adecuado a la realidad y así ser la voz ilustrada de aquellos que no tienen voz.
Una universidad cuyo quehacer fuera el pensamiento y la búsqueda de la verdad como pilar sólido de cualquier proceso de liberación, y no la voz ni la sede de ningún partido político.
La reflexión filosófica de Ellacuría continuó los caminos de Xavier Zubiri, cuya filosofía se centraba en el análisis de la realidad en cuanto a realidad y en el análisis de la inteligencia sentiente.
En su obra Filosofía de la Realidad Histórica, Ellacuría presenta la realidad histórica como aquella que comprende todas las demás: la realidad física, la realidad orgánica, la realidad animal, la realidad humana. De ahí se sigue la pasión de Ellacuría por la historia, porque abarca todo lo real y es la creación continua de posibilidades; pasión por interpretar la historia y por influir en ella., porque la realidad la construimos entre todos y está abierta por hacer. Se hace camino al andar, como dice el poeta. Y está en nosotros el construir esa eu-topía que es un “lugar bueno”, creando conciencia, o dejar la construcción del mundo a la famosa mano invisible del mercado, o a la sumatoria de las acciones primitivas y reactivas y generalmente depredadoras de los seres humanos.
Y en este quehacer de influir en la historia, usa categorías filosóficas del marxismo para analizar la realidad en que se mueve y pone como objetivo general de su quehacer, sus objetivos fundamentales, los que emanan de su esencia: su pasión por la Justicia, así con mayúscula y su Compasión por los pobres y oprimidos llevados ambos objetivos a una práctica de Servicio para la humanidad, objetivos que se identifican con el mensaje de Jesús.
De esa reflexión filosófica se desprende la idea de la necesidad para los cristianos del tercer mundo, de hacer reflexión teológica iluminando con el mensaje del evangelio ciertas realidades dolorosas evidentes de este tercer mundo para revertir una historia de inhumanidad que no es evidente para el primer mundo: los que quedan excluidos del banquete en esta civilización mercantil, los pobres que son mayoría, versus los que ganan a costa de los empobrecidos; las culturas que quedan enterradas y ninguneadas versus la cultura europea como realidad triunfante; las razas e idiomas, genero y colores que quedan despreciados versus los que quedan dueños de todo, de la verdad, de la belleza, del poder y del dinero.
Todo esto lo vivió Ellacuría a conciencia y al límite de sus fuerzas y en medio de una guerra que duró quince años.
Los Poderes Fácticos: El Imperio Contraataca
La reflexión teológica a partir de esta realidad pone nerviosos a los que profitan de ella, léase los países del norte, que fueron los primeros en poner el grito en el cielo por los acuerdos que los Obispos de América habían tomado en el encuentro de la CELAM en Medellín en 1968. ¡Cómo, en su propio patio trasero, la Iglesia Católica dejaba que sus curas hicieran tambalear con sus ideas la placidez de sus buenos negocios!
El lobby, palabra equivoca que va desde el susurro en el oído, hasta la pistola al pecho pasando por el soborno, hecho por USA en tiempos de Reagan, que envía por primera vez en la historia un Embajador al Vaticano, Mr. William Wilson en 1984 y la presión para que la Iglesia tomara partido en la Guerra Fría, tuvo su efecto. La cúpula tomó la opción de anatemizar estas formas de pensamiento, acusándolas de marxistas, sin darse cuenta que la reserva de adeptos estaba justamente en los países del Tercer Mundo y que la mayoría eran pobres, mujeres, indios, negros y mestizos.
En 1984 se filtró a la prensa el texto preparatorio de un documento vaticano acerca de la Teología de la Liberación, atribuido al entonces Prefecto de la Congregación de la Fe y la Doctrina, Joseph Ratzinger, en que se hablaba de esta Teología como “la gran herejía de nuestro tiempo.” El texto salió modificado, pero esa es la idea que esgrimen aún ciertos círculos de la iglesia cuando quieren acallar esta reflexión.
Desgraciadamente con este tipo de acciones, se farrearon las mentes más pensantes y más fieles al mensaje evangélico y ahora veintitantos años después están tratando, en forma bastante ambigua de volver a lo que, entre otros, postulaba Ellacuría: una Iglesia cuya opción fueran los pobres, un método de ver, juzgar y actuar, para enfrentar la realidad y la evangelización. Pero todo esto se ha hecho junto con el desprestigio y la demonización de los teólogos que han mantenido estas posturas, mostrándolas como herejías producto de una moda, como si la situación hubiera cambiado mucho en el intertanto, cosa que no es verídica, porque las modas corresponden a situaciones cambiantes, pero la pobreza se ha hecho permanente y ningún teólogo ha podido demostrar, entre sus pares, la supuesta herejía, aunque lo han intentado por la vía autoritaria. Y si en algún momento, en la efervescencia de este quehacer humano, haya podido desajustarse su mirada, no ha sido el diálogo fraterno ni la caridad el método usado, y como los medios son tan importantes como los fines, nadie ha quedado bien parado.
La consecuencia es el desaliento de muchos de los que se han mantenido dentro de la iglesia, y la deserción de millones de personas a las que no dieron cabida y la fueron a buscar a otra parte. Esa otra parte la financió USA, promoviendo el avance de otras denominaciones cristianas, consideradas menos peligrosas ya que consolaban y predicaban la salvación en otro mundo y no estimulaban a hacerse cargo de éste. O de movimientos que enseñan la santidad en el orden, el trabajo y la obediencia al orden establecido, pero no estimulan a crear una realidad mejor para todos por la vía de la conciencia.
A Ellacuría lo acusaron de marxista, que era la ideología predominante de la izquierda, solamente por usar categorías filosóficas marxistas para analizar la realidad, por ser las más adecuadas para el tema.
Además lo acusaron de comunista en su praxis, cosa que no se desprende en absoluto de sus escritos. Lo acusaron de fomentar la guerrilla, cuando de hecho y muy temprano en la guerra de El Salvador, profetizó que la única salida posible al conflicto era una paz negociada que incluyera a todos los actores y partidos políticos.
Varias veces tuvo que exiliarse de El Salvador, pero volvía a pesar de las advertencias de los que hubieran preferido que se quedara en España completando sus escritos filosóficos, dónde hubiera tenido un destino académico brillante. Pero dejó todo eso, en aras del llamado a estar donde debía estar, junto a su pueblo en El Salvador. Poco antes de morir, donó toda su biblioteca a la UCA, quizás sintió que el tiempo se acababa.
El encuentro con la sombra: Crónica de una muerte premeditada
Ellacuría fue ante todo un espíritu muy libre y muy radical y para él lo único no negociable, fue el horizonte de su quehacer, centrado en la persona y el mensaje de Jesús y en el establecimiento del Reino de Dios
Esto no significa que fuera acertado en todo, que no se equivocó nunca. La realidad no está hecha de seres angélicos, sino de humanos falibles, pero en su quehacer hubo honestidad, valentía y consecuencia hasta el final. Lo que está claro es que él buscaba la verdad y no el agradar al mundo, de modo que levantó la alfombra y miró el polvo oculto detrás de los cuadros del salón y lo denunció.
Su reflexión abrió una ventana dentro del pensamiento eclesial, que permite atisbar la “sombra” (jungiana) de la Iglesia, la sombra de la civilización europea, la sombra de la civilización del capital e incluso nuestra propia sombra de espectadores pasivos e irreflexivos ante la historia de nuestros países.
Existen innumerables testimonios sobre su muerte y la de sus compañeros, de Elba y Celina, dos inocentes mujeres ametrallados todos por el Batallón Atlacatl, un 16 de noviembre de 1989, que tenía la orden expresa de matarlos. Este asesinato no fue una calentura de cabeza de los soldados en medio de una guerra civil, fue una orden premeditada y fría en medio de un proceso de negociación en que Ellacuría intervenía como mediador propiciando una paz negociada. Un asesinato con la orden de no dejar ningún testigo, para poder aparentar una confrontación dónde los curas portaran armas. Así los teólogos de la liberación quedarían desprestigiados y también sus ideas y sus utopías. Como siempre, hubo testigos, pero los culpables gozan de buena salud.
Lo dejaron hecho un Cristo, dicen sus biógrafos, con esa expresión tan castiza española. Yo creo que le hubiera gustado la comparación. Le destrozaron el cráneo y su cerebro quedó esparcido. Ahí radicaba el peligro, en un cerebro vehículo de una conciencia que veía la realidad y se hacía cargo de ella. Las descripciones de Ochoa son escalofriantes.
Este asesinato fue un mensaje para aquellos que tienen la pretensión de cambiar el mundo, no importa que no sea con las armas, sino por el pensamiento, que es un arma aún más peligrosa. Tan peligrosa que el Imperio, que tiene los tentáculos muy largos, contraatacó y lo eliminó. Y a los que no los mataron, los callaron.
El asesinato fue la respuesta de la sociedad mercantil a la utopía de concebir una civilización liberadora, que permitiera al ser humano dar lo mejor de sí creando una realidad más justa y humana. Porque Ellacuría era cien por ciento filósofo, pero ante todo cristiano comprometido con la persona y el mensaje de Jesús percibidos directamente de los evangelios.
El Misterio del Llamado del Ideal: la Esencia y la Conciencia
La energía, la valentía y la persistencia que este hombre puso en su misión, pueden ser atribuidas a su competitividad deportiva, a su tozudez vizcaína, a su ego o a su temperamento avasallador, características que estuvieron al servicio, o al deservicio de su obra, pero no fueron el motor último de ella.
Era un hombre muy reservado en su vida espiritual, pero Jon Sobrino, su amigo y compañero de ruta, señala que en todas sus manifestaciones siempre aludía a lo cristiano, pero sin sentimentalismos ni frases melifluas, a las que por naturaleza no era nada aficionado. Es decir, su fe era su forma de vida y no necesitaba rellenarla con manifestaciones públicas de piedad. Hubo una ocasión, dice Sobrino, que analizando la vida de Jesús de Nazaret ante una audiencia, de pronto se le fue su racionalidad y se le desbordó el corazón y dijo: “Es que Jesús tuvo la justicia para ir hasta el fondo y al mismo tiempo tuvo los ojos y entrañas de misericordia para comprender a los seres humanos” Ellacu se quedó callado y concluyó con estas palabras: “fue un gran hombre”.
Ellacuría fue un fascinado por la personalidad de Jesús, dónde reconoce que la benignidad de Dios pasó por la tierra. Y eso es lo que le da la fuerza, es su ideal, es el motor básico de su acción, de su vida de servicio.
Así también, sintió admiración por Monseñor Romero, su visión del pueblo crucificado, como los preferidos de Dios quienes nos traen salvación por ser tan sufridos, sacrificados, y tan creativos en su miseria; su fe en un Dios de vida y no de muerte, su entrega sin cuestionamientos a lo que creyó su deber, su sabiduría innata. Este fue su último Maestro, el que le mostró las profundidades de la fe y la entrega incondicional a Dios.
No era, por lo tanto, un cultor vacío del intelecto, ni un voluntarista ególatra, sino que se sintió atraído por realidades y lenguajes que no son lógicos y que rebalsan cualquier lógica mundana, como la fe en Jesús y el establecimiento del Reino de Dios, el misterio del amor y de la misericordia, y también el de la poesía. Pero claro, por su educación tan austera y racional, que no dejó espacio a la manifestación de los sentimientos ni para los fenómenos que se perciben sólo con el corazón, estos aspectos quedan más ocultos y sólo sus compañeros de ruta pudieron percibirlos.
La fuerza de su pasión por la justicia y la verdad a riesgo de su vida y en perfecta conciencia, sugiere que no era el ego el que empujaba el carro en ultimidad, sino la fuerza que brotaba de su esencia, el misterio más grande que enfrentamos los seres humanos. Y en este buscar y tratar de develar la realidad, y entre esas realidades la realidad última del ser humano, se nos aparece en el fondo, en última instancia, la esencia de la persona, de dónde emanan estos valores que guían y que trascienden a los egos, a las motivaciones psicológicas o biológicas o sociológicas o histórica y que conducen a la humanidad por caminos inesperados y son la fuente de nuestra esperanza. Porque todas esas motivaciones, no agotan la complejidad del ser humano, no lo explican totalmente en sus grandezas ni en sus miserias. Y ante el misterio de la esencia, para mí lugar de origen divino dónde se manifiesta la voluntad de Dios para cada uno, y del llamado de la conciencia, donde se hace sentir ese llamado en nuestra materialidad, hay que mantenerse humilde, reverente y esperanzada, ya que “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que lo que tu filosofía sueña” como dijo Hamlet.”
Santiago de Chile
Noviembre 9, 2008
Fuentes:
- Antonio González; Aproximación a la obra filosófica de Ignacio Ellacuría
- Etorritakoak/Los que vinieron Testimonio de Alfredo Aldao niño de Portugalete Sacado por la Cruz Roja Internacional.
- Ignacio W. Ochoa; El Salvador 1989: Two Jesuits Standards and the Final Offensive. Tesis de MA, San Diego State University.
- Jon Sobrino; Ignacio Ellacuría: el hombre y el cristiano. “Bajar de la cruz al pueblo crucificado” Cuaderno 9, Centro Monseñor Romero UCA
- José Sols Lucia; El legado de Ignacio Ellacuría para preparar el decenio de su martirio
- http://www.jesuitas.es/ Compañía de Jesús, España. Ignacio Ellacuría (1930-1989)
Recomendamos las lectura de: Carta de Jon Sobrino a Ignacio Ellacuría
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