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¿Bolivia: indigenismo y separatismo?

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A continuación entregamos a Uds. dos artículos que se refieren al proceso que vive Bolivia. Sus autores, han sido y siguen siendo amigos, pero ven los caminos hacia la solución de los desafíos históricos que enfrenta Bolivia, por diferentes derroteros. Una polémica que nos debe enseñar a discrepar, argumentar y mirar la historia, pues es ella la que siempre nos muestra que nuestros deseos, a menudo, se olvidan de mirar hacia atrás y tener en cuenta las enseñanzas que nos deja el pasado.
La Redacción de piensaChile

 

Indigenismo y separatismo

Por Gregorio Iriarte

Creo que en estas dos palabras, indigenismo y separatismo, se pueden resumir todas las más graves tensiones que vive actualmente nuestro país.  Por un lado tenemos los numerosos artículos de la Nueva Constitución Política, aprobada en Oruro, claramente indigenista y, del otro, algunos Estatutos Autonómicos, como el de Santa Cruz, con claras connotaciones federalistas y separatistas.

El fundamentalismo indigenista y el fundamentalismo autonomista

La palabra “fundamentalismo” hace referencia a actitudes y propuestas impositivas y sectarias de ciertos grupos ya sean políticos, religiosos, culturales o regionales.

Si analizamos serenamente la Nueva Constitución vemos que, en efecto, no solo favorece a los indígenas, tan gravemente explotados, marginados y excluidos, a lo largo la historia (cosa que sería justa, legítima y necesaria), sino que tiene características de un “fundamentalismo indigenista,” es decir, separatista y exclusivista.  Fracciona al país, dando origen a una especie de “feudos” sin organicidad nacional.  Si analizamos el Estatuto Autonómico de Santa Cruz llegamos a la misma conclusión.  El Estado dejaría de ser dueño de los recursos naturales ya que se privilegia lo indígena sobre lo nacional, lo particular sobre lo general y lo regional sobre lo colectivo.

Tanto los Pueblos Indígenas como los promotores de los Estatutos Autonómicos Departamentales quieren tener la propiedad exclusiva de sus recursos naturales, desconociendo o anulando los derechos del Estado.  En el fondo este es el problema y el gran desafío nacional.  Es evidente que detrás (o delante) de todo esto, están las ambiciones de pequeños grupos con gran poder, tanto económico como político.

Las 36 Autonomías Indígenas tendrán el mismo nivel y las mismas prerrogativas de las otras autonomías, es decir, la autonomía Departamental, Regional, Provincial o Municipal.  Las Autonomías Indígenas serán totalmente independientes de las otras autonomías.

El proyecto de la Nueva Constitución aprobada en Oruro otorga a los pueblos indígenas aquello que el Estatuto Autonómico Santa Cruz y otros Departamentos desean para sí: poseer y explotar como bien propio y exclusivo los recursos naturales renovables y no renovables del propio territorio.  Al Estado se lo toma como un mero colaborador.  Eso significa desconocer y anular el concepto y la naturaleza misma del Estado.  Sin embargo, lo que Bolivia necesita es fortalecer al Estado y a las instituciones fundamentales que lo garantizan.  El tratar de poner a un departamento o a una región o una autonomía indígena sobre el Estado es avanzar peligrosamente hacia la destrucción del mismo Estado.  Es dar luz verde a una serie de “republiquetas y crear un “puzzle” en vez de un país.

Esta es la gran amenaza y si no hay una decisión firme y decidida, tanto del Gobierno, como de las autoridades departamentales y de los dirigentes de los pueblos indígenas, estamos condenados a seguir el camino de Yugoslavia, una gran nación que ha llegado a desintegrarse totalmente ante los ojos sorprendidos del mundo.

El indigenismo fundamentalista que caracteriza a estas desorbitadas concesiones no llevará, a las distintas etnias que enriquecen el espectro cultural del país, hacia un verdadero desarrollo y una auténtica liberación, como es de absoluta necesidad y justicia.  Los pueblos no se liberan con concesiones o dádivas que les vienen desde arriba, por importantes y justas que ellas sean.  El verdadero desarrollo siempre es endógeno, nace desde adentro.

Lo imprescindible es que todas las personas, pueblos y culturas tengan, no privilegios, sino igualdad de oportunidades en educación, salud, trabajo, precios justos para sus productos, seguridad social, comunicaciones….  Que se les reconozca plenamente todos sus derechos como ciudadanos, sin discriminación alguna.

 ¿Es viable lo organización territorial que nos propone la Nueva C.P.E.?

El artículo 30 en su inciso 17 dice que “las naciones y pueblos indígenas originario campesino (sic) gozan del derecho a la gestión territorial indígena autónoma, y al uso y aprovechamiento exclusivo de los recursos naturales renovables existentes en su territorio.  Quiere decir que podrán explorar con gestión exclusiva los bosques y todos los recursos forestales, así como los recursos agrícolas.

A los promotores de los Estatutos Autonómicos se les ofrece en bandeja un poderoso argumento para que ellos exijan también competencias exclusivas y absolutas en relación a los recursos naturales.

Cuanto menos Estado, mejor, piensan unos y otros.  Si analizamos serenamente, las autonomías fundamentalistas percibimos que no van solo contra la centralización absorbente, sino contra la vigencia de un Estado Nacional, expresión y la garantía de la unidad del país.  Lo que en el fondo buscan los Estatutos Autonómicos más radicales, como el de Santa Cruz, es el de ser dueños exclusivos de los recursos naturales ¡!!! y quien ha dado este primer paso, tan peligroso, ha sido la Nueva C.P.E.!!!!

Pero más allá de lo que se ha legislado, habrá que mirar si los numerosos y complicados cambios territoriales que propone la nueva C.P.E. son factibles.

Creemos que es difícil, por no decir imposible, el poder articular esas cinco distintas autonomías en forma armónica y equilibrada.  Tememos que el país se enfrente a un verdadero rompecabezas, ya que se da una superposición de autonomías con doble y hasta triple pertenencia.

¿ Se podrá territorializar lo cultural?

Por otro lado, una de las identidades más fuertes que se da en Bolivia, como en otros muchos países, es la Departamental: “Yo soy potosino; yo soy orureño; yo soy cochabambino”.  La gente se identifica con su Departamento de origen.  No es difícil prever que cuando se quiera seccionar y separar a un área de cualquiera de los Departamentos, que sus habitantes se opongan a ello, sin distinción de razas o color político.  Creen, y con razón, que se les está sustrayendo algo que es propio de su identidad.  Lo mismo puede pasar a nivel municipal.

Pero, quizás, la dificultad mayor sea que las etnias más importantes no están territorializadas, como lo vemos en los pueblos Aymaras o Quechuas, mayoritariamente presentes en diversidad de Departamentos y municipalidades.  El pueblo Guaraní, por ejemplo, está presente en el Departamento de Santa Cruz, pero está también en el de Chuquisaca, ¿se va a poder lograr que los guaraníes chuquisaqueños dejen de ser chuquisaqueños….?

Es muy difícil territorializar lo cultural, sobre todo cuando las personas y los grupos están entremezclados.  Habrá que ver, por otro lado, hasta qué punto un grupo o una persona es indígena o es mestizo.  Es muy probable que la gente opte, lógicamente, por aquello que más le convenga, tanto en lo económico como en lo social, relegando las opciones de tipo cultural. 

Ni con la urnas ni con las armas

Algunos, tanto del Gobierno como de la oposición, piensan que, frente a las tensiones y amenazas presentes que lo más conveniente es el poner en marcha los distintos referendums.  Según nuestro parecer, los referéndums no solucionarán absolutamente nada ya que no tocan el problema de fondo.  Que sea éste u otro prefecto o que el latifundio llegue a 5.000 o a 10.000 Hc. nada tienen que ver con los peligros divisionistas que amenazan al país.

Si no hay un diálogo, franco, abierto y total, no se evitará el que el país avance, ciegamente, hacia una creciente confrontación que, lamentablemente, puede llevarnos al divisionismo y la fragmentación.

Pasar de la confrontación a la complementariedad

La primera y principal responsabilidad de quienes están constituidos como autoridad, tanto a nivel gubernamental, como quienes lo están a nivel departamental o frente a los Pueblos Indígenas, es la de velar, ante todo y sobre todo, por la unidad del nacional.  Esta es su primera e ineludible obligación.

Frente a los negros nubarrones que, actualmente, se ciernen sobre el país, su unidad presente y futura se logrará solo a través de un auténtico diálogo que logre pasar a los grupos en conflicto, desde las trincheras de la confrontación a actitudes de pacífica convivencia ciudadana.  La democracia significa, no uniformidad, sino concertación ante la diversidad de ideologías e intereses.  El país tiene por delante el gran reto de vivir juntos siendo tan diferentes.  Para ello, es necesario armonizar los valores autonómicos con la unidad del país.

* Fuente: Alainet


¿Bolivia: indigenismo y separatismo? Una respuesta fraternal al P. Gregorio Iriarte

Por Rafael Puente

Querido Gregorio:
He leído con expectativa tu artículo (ampliamente difundido) y tengo que decirte que me has desconcertado. Y como tu artículo es público, mi respuesta también es pública. La escribo desde el mismo aprecio que siempre he sentido por ti y por tus escritos, normalmente orientadores, claros y mesurados. Y aquí viene mi sorpresa, pues en este artículo encuentro una serie de desmesuras que rompen tu tradición personal.

Primera desmesura: A lo largo de tu texto equiparas esos dos polos que según tú son igualmente —simétricamente— peligrosos y destructivos: indigenismo y separatismo, Constitución y Estatuto, armas y urnas, en fin, ricos y pobres. Los parangonas, usas el “tanto como”. Es evidente que también tenemos que ser críticos respecto del campo popular y de los pueblos indígenas, pero me parece directamente desmesurado equipararlos simétricamente (a los oprimidos y colonizados de siempre) con los grupos de poder (oligárquico y colonial). Es desmesurado comparar sus intereses, comparar sus demandas, comparar sus errores, que son siempre esencialmente incomparables. Lo más grave es que de esta equiparación surge fatalmente la posición centrista: Ni unos ni otros (por tanto la famosa concertación, de la que hablaré luego). ¿Te imaginas a Jesús de Nazaret mostrándose equidistante de los ricos y los pobres? ¿Afirmando que tanto los unos como los otros se equivocan? ¿Convocándolos al diálogo y la concertación? Claro que si lo hubiera hecho se habría salvado de la muerte; y ni tú ni yo seríamos lo que somos…

Segunda desmesura: Tu afirmación del “fundamentalismo impositivo y sectario” tanto de unos como de otros llega a concluir que con la nueva CPE “el estado dejaría de ser dueño de los recursos naturales renovables y no renovables” (sic), que pasarían a ser “propiedad exclusiva” ya sea de los departamentos o de los pueblos indígenas. ¿Dónde has creído leer eso en el nuevo texto constitucional? En el Artículo 305, inciso 15 se habla de la “gestión y administración de los recursos naturales renovables” —ni una palabra de los no renovables— y para mayor claridad se añade “de acuerdo a la Constitución y la ley”. ¿Es administración y gestión lo mismo que propiedad? Creo que se te ha escapado la lectura del Artículo 299, cuya enumeración de competencias privativas indelegables del estado plurinacional (vale decir del gobierno central) no deja ni un solo resquicio para una interpretación como la que tú haces, y a la vez que deja fuera de juego las pretensiones del Estatuto Autonómico de Santa Cruz establece claros márgenes para todas las posibles autonomías, incluidas las indígenas.

Tercera desmesura: Se percibe en tu artículo una suerte de descalificación de las autonomías como generadoras de división, cuando conoces estados autonómicos que precisamente por serlo han superado los peligros latentes de división. El problema no está en las autonomías —sean del nivel que sean— sino en las competencias que se les asigna. La nueva CPE reconoce las autonomías departamentales, al igual que las indígenas, pero limita sus competencias, y ahí se acaba cualquier peligro de fragmentación. ¿O alguna vez pensaste que la ya vieja autonomía municipal entraña el peligro de dividir a Bolivia en 325 piezas? ¿Por qué la autonomía indígena va a ser más peligrosa? “Porque los indios son peligrosos”, piensan los racistas más o menos cívicos, pero todos sabemos que tú no piensas así. ¿Que será difícil “territorializar la cultura”? En este país tan castigado por la Colonia y la República, evidentemente será difícil. Pero eso no quita que se pueda abrir puertas (que es lo único que hace la nueva CPE) para que se empiece a diseñar posibles proyectos de autonomía indígena. De hecho ya hay municipios indígenas, y no ha pasado nada. ¿De dónde pues tu temor a unas autonomías indígenas “totalmente independientes” y que estarían “sobre el estado”?  ¿Dónde dice?

Cuarta desmesura: Pareciera que calificas de “dádiva desde arriba” el reconocimiento de los derechos indígenas —territoriales, culturales, sociales y económicos— y lo contrapones al desarrollo desde abajo. ¿Acaso no sabes cómo se gestó este nuevo texto constitucional? ¿No recuerdas la emocionante marcha indígena del 2002? ¿No has seguido la elaboración de la primera propuesta constitucional por el “Pacto de Unidad” y el inmenso caudal de imaginación, voluntad política y sacrificio que ha llegado a generar esta propuesta de nuevo estado, ni oligárquico ni colonial? ¿Cómo que “dádiva”? ¿Quién es el poderoso que desde arriba ha “regalado” la nueva CPE a los pueblos indígenas, a las mujeres, a los niños y ancianos, y a los pobres todos del país?

Quinta desmesura: ¿De dónde sale esa suerte de magnificación del departamento como la auténtica estructura administrativa que no conviene se arriesgue en aras de eventuales autonomías indígenas? ¿Acaso no tienes claro que los departamentos son creaciones coloniales que no respetan para nada realidades culturales ni sociales, ni siquiera geográficas? ¿No sabes acaso que el país nació con 5 departamentos que luego se fueron recomponiendo hasta llegar a 9, y a nadie le pasó nada por eso?

Una conclusión que coincide con la derecha: Resultado inevitable de esas desmesuras, planteas que la solución no viene por la confrontación armada (¡por supuesto!) pero tampoco por la aplicación democrática del voto universal (¿ah no?), sino por el diálogo y la concertación. ¿De dónde ahora el miedo al sufragio universal y al mecanismo de mayoría y minoría? ¿Crees de verdad que por votación mayoritaria se llegaría a dividir Bolivia? ¿Es tan poca la confianza que tenemos en nuestro pueblo? Nunca, Gregorio, y no creo que lo ignores, una reforma agraria fue fruto del diálogo y el consenso. Nunca los poderosos renunciaron a sus privilegios por la vía de una concertación con los pobres, los marginados y los hambrientos. ¿O conoces algún caso? Es la derecha opositora la que, cuando ve que ha perdido la mayoría democrática que siempre esgrimió, ahora cambia de opinión y se acuerda de un “consenso” que nunca le ha importado. No puede ser que a estas alturas acabes haciéndole el juego a esa derecha que nunca fue tu lado…

* Fuente: Alainet

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