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Paraguay: misoginia y machismo retrógrado en la arena política

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Decía Mao Tse Tung que las mujeres sostienen la mitad del cielo, pero la propaganda misógina en boga intenta convencernos que en realidad mantienen a la mitad del infierno.

Haciendo honor a su reputación de cementerio de teorías, nuevas corrientes políticas sui generis han venido surgiendo en el Paraguay hoy envuelto en un delirante proceso electoral donde se enfrentan un general golpista, un obispo y una mujer.  Como primera contradicción que debe tenerse en cuenta, hay que aclarar que los candidatos que representan lo más funesto del pasado latinoamericano, la cruz de la religión católica, la Biblia y las botas militares, se han postulado en este país como un avance hacia el futuro.

La primera candidatura femenina con serias posibilidades de llegar a la presidencia de la república en la historia del Paraguay, favorita para hacerse con la victoria de acuerdo a los antecedentes locales de preferencias partidarias, la postulante Blanca Ovelar, curiosamente es atacada como una incursión retrógrada por los autoproclamados progresistas. 

La prensa ultraderechista que curiosamente se juega en estas elecciones por candidaturas supuestamente izquierdistas,  contrabandeando hacia extremos impropios del espectro político a operativos de la embajada norteamericana que reciben aportes en dólares para su Plan Umbral (que con la excusa del combate a la corrupción busca afianzar el neoliberalismo), ha venido agudizando sus ataques a las mujeres con críticas burlonas y calificativos poco caballerosos.  Entre los blancos predilectos del diario ABC color, al que concurren los opositores regularmente para rendir pleitesía a su propietario –un empresario enriquecido merced a privilegios obtenidos del dictador Stroessner- haciendo coro a su retrógrada y desgastada línea editorial, se encuentran la ministra de la Mujer María José Argaña, la ministra Judith Andraschko, Miguelina de Martínez Doldán, la intendenta de Asunción y la candidata presidencial. 

Todas estas funcionarias que ocupan importantes posiciones en el gobierno del presidente Nicanor Duarte Frutos, vienen siendo presentadas por la prensa opositora encabezada por ABC como funcionarias ineficientes, títeres sin autonomía propia y exponentes de la corrupción.  La propaganda apunta a remover el espíritu machista que anida en amplios sectores de la población.

Entre los principales críticos a la gestión de las mujeres en el gobierno, por ironías de la vida, se cuentan a personajes como el Senador Carlos Filizzola, quien se declara de izquierdas y que ha cuidado siempre una artificial apariencia de luchador social progresista, anexando a su discurso todas las reivindicaciones referentes a género y libertad sexual, aunque evidentemente solo de boca para afuera.  Otro de los principales referentes de esta campaña salpicada de machismo retrógrado es el supuesto guevarista Camilo Soares, quien encabeza una agresiva campaña de afiches insultantes que buscan denigrar a la candidata oficialista y a otros referentes del gobierno

Todo esto ocurre en un país con un antiguo historial  de hegemonía masculina, al que en tiempos de la conquista se conoció como "el paraíso de Mahoma", por la licenciosa vida de los aventureros españoles que se dedicaron con estusiasmo al mestizaje y la poligamia con las nativas guaraníes. La paternidad irresponsable de estos europeos determinó que la responsabilidad de criar a los mancebos de la tierra recayera invariablemente en las madres, circunstancia que posibilitó mantener viva la lengua guaraní, en el presente tanto o más importante que el castellano para la comunicación en Paraguay.

Estos aspectos hacen que hoy la sociedad paraguaya tenga un notorio componente femenino en todas las aristas de su estructuración, porque como bien lo señalaran algunos de los más lúcidos intelectuales paraguayos como Oscar Creydt o Augusto Roa Bastos, la paraguaya es una nación que debe su misma existencia a las mujeres.  Que la presunción de Creydt y Roa no es una exageración lo confirma su propia historia, y basta para ello recordar una memoria del escritor y estadista argentino Domingo Faustino Sarmiento, quien con la cruel sinceridad que lo caracterizaba atribuía la conclusión  de la guerra contra la Triple Alianza en 1870 ( que libraron Argentina, Brasil y Uruguay con financianción inglesa contra Paraguay), a  la sencilla razón que habían sido exterminados todos los habitantes de sexo masculino y mayores de edad.

La reconstrucción de un país moral y materialmente devastado por el imperialismo inglés y sus aliados en 1870, es bueno tenerlo presente, sólo pudieron hacerla las mujeres paraguayas sobrevivientes.  Aunque hoy desde la derecha plutocrática y desde una peculiar izquierda que se ampara en la financiación del imperialismo norteamericano y la prensa fascistoide, se pretenda denigrarlas con la misoginia y el machismo retrógrado que han soltado a la pelea en la arena política.

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