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Mapuche, la batalla por nuestra dignidad

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"No fue por guerra, no fue porque quebraras tu lanza,
No fue por miedo, no fue porque bajaras el hacha,
Que fue a traiciones y a engaños,
Que fue a mentira y a trampas!"

En "Lonconao", Quelentaro

Con estupor, con rabia, leo una y otra vez frases hechas, acuñadas para referirse a "la situación mapuche". Frases que establecen distancias entre "nosotros" y "ellos", frases seguramente bien intencionadas en algunos casos, pero igualmente discriminatorias. El tono mismo en que se escriben las crónicas va desde el paternalismo de los medios independientes hasta el odio franco de los medios que protegen los intereses de sus financistas.

¿Por qué en estas situaciones de conflicto hablamos de "nuestros hermanos" y no de "nuestro conflicto"? Tenemos por hábito enorgullecernos y decir en voz alta que llevamos sangre mapuche en la venas, que descendemos de los que han resistido más de cinco siglos a los invasores, que casi todo lo que nos importa tiene raíz mapuche, incluso que el rojo de la bandera es por la sangre de nuestros antepasados. Si alguien nos llama "indios" levantamos el mentón y decimos altaneros que sí que lo somos, porque descendemos de mapuches y llevamos su color en nuestra piel. Hasta ese preciso momento todos SOMOS mapuche, "somos todos Lonconao". Pero el discurso se transforma en cuanto hablamos del "conflicto" o "la situación mapuche". Inmediatamente nos salen las palabras precisas para tomar distancia y contemplar la lucha que algunos hombres y mujeres, con la suficiente dignidad y coraje, han sido capaces de emprender por todos nosotros, por nuestra propia dignidad perdida como país, como sociedad y como cultura. Nuestro discurso "orgulloso de ser mapuche" queda reducido entonces a perorata de borracho trasnochado.

Entonces es que enviamos cartas de apoyo, de saludo "al pueblo mapuche combativo", a "nuestros hermanos allá en el sur de Chile", a "aquellos que están peleando por SUS derechos". ¿Acaso no es tuyo, mío, nuestro el derecho a la identidad cultural, al respeto de nuestros ancestros, a la conservación de las tradiciones y los paisajes que dieron origen a esto que llamamos país? Parece que, ante los problemas, se nos pasan las ganas de ser mapuche y nos asalta (y vence) el cobarde europeo que llevamos también en las venas, y nos quedamos, tranquilamente, leyendo y mirando noticieros. Así volvemos a (ab)usar palabras como "minorías étnicas", "reducción", "cultura original". Así se nos va olvidando que la lucha "de allá del sur de Chile" es una lucha por la dignidad, por la supervivencia. Y que, si desgraciadamente consiguen aplastar ese bastión de dignidad, las consecuencias las pagaremos todos los chilenos, independientemente de nuestra etiqueta, porque estará demostrado que nos es más fácil mirar que actuar.

Antes de que vendan todo el país y sus recursos, antes de que nos vendan dentro del paquete, debemos abrir las mentes y despertar. Tal como se ha citado en otro artículo de piensaChile, el lenguaje tiene una importancia fundamental en la forma en que estamos reaccionando frente a estas situaciones. Evidentemente aquellos que quieren pasar por encima de todo lo que nos es preciado han conseguido dividirnos ensuciándonos las palabras. Nuestra lenta reacción así lo demuestra. Pero aún estamos a tiempo de organizarnos, de abrir muchos frentes en esta lucha cotidiana, porque somos más y tenemos la razón de la tierra de nuestros ancestros. Es hora de demostrar que somos MAPUCHE, a lo ancho y largo de esta historia. Es hora de presionar, de salir del silencio cómplice o del comentario cabizbajo;  es hora de mostrar lo que somos, de asumirnos como parte esencial de nuestra propia realidad, de nuestro día a día. Por Patricia, por Alex, por Matías, por nosotros mismos.

 

Audio: "Lonconao", Quelentaro
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