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Trabajadores Sin Tierra y Con Dios

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El Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra – MST -, que nació en Brasil a comienzos del año 1985, y que se encuentra compuesto principalmente por campesinos que luchan por una reforma agraria que favorezca la expropiación de los latifundios y el consiguiente reparto de las tierras entre los trabajadores rurales, celebró entre los días 11 y 15 de junio del presente año su 5º Congreso Nacional, en el cual participaron cerca de 20.000 trabajadores sin tierra de los 24 estados de Brasil, y 181 invitados internacionales que representaron a organizaciones campesinas de diferentes países.
Un análisis de las conclusiones a las que se arribaron en el encuentro anteriormente mencionado pueden demostrar que existen una serie de "coincidencias" entre el MST y la doctrina cristiana que, tal vez, resulten "sorprendentes" para muchos cristianos que, por desgracia, creen que la religión nada debe hacer en aquellas luchas políticas que los pueblos realizan para mejorar sus condiciones de vida, y que, de esta manera, no logran comprender que los signos de nuestro tiempo, al ser interpretados a la luz del Evangelio, "obligan" a los cristianos a asumir posiciones concretas y efectivas en favor de los mas pobres – Cf. Octogesima Adveniens, 4 -.
En efecto, en primera instancia, puede plantearse que en líneas generales la lucha que sostiene el MST se encuentra enunciada también en el cristianismo, ya que fue en el Concilio Vaticano II donde se planteó que en muchas regiones pobres, en las que unos pocos tienen numerosas tierras sin ser cultivadas y poseen "contratados" trabajadores en condiciones indignas, es necesario que se realicen reformas que tiendan a mejorar las condiciones laborales de los campesinos, y que promuevan el reparto de las tierras entre quienes las puedan cultivar – Cf. Gaudium et spes, 71 -.

Ahora bien, retomando las conclusiones a las que se arribaron en el 5º Congreso Nacional del MST, cuando allí se propuso luchar, junto con otras organizaciones populares, contra el liberalismo, no se planteó nada que resultara "ajeno" para el cristianismo, ya que también para la Iglesia la realidad opresiva del capitalismo liberal debe ser enfrentada por estar marcada por el pecado – Cf. Puebla, 92 –, ya que el liberalismo considera al lucro como motor esencial del progreso económico y la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales – Cf. Populorum Progressio, 26 –, lo cual provoca el surgimiento de situaciones de dependencia y opresión a nivel internacional.

Así mismo, el MST planteó en su último encuentro la necesidad de defender los derechos de los trabajadores rurales. En este mismo sentido también se pronunciaron los obispos latinoamericanos, asumiendo la necesidad de que la Iglesia reconozca que toda violación a los derechos humanos que atenta contra el ser humano, en quién los cristianos vemos la imagen de Cristo que habiendo asumido nuestra naturaleza nos mostró el valor de cada persona, es pecado y contradice el Plan de Dios – Cf. Sto. Domingo, 164 -.

Con relación al punto anterior, el MST sostuvo que en forma inmediata debía darse fin al trabajo esclavo, cuestión que también se puede hallar en el cristianismo ya que, por un lado, siendo concientes de que en todo trabajador encontramos la imagen de Jesús, cuyas manos se ejercitaron en los trabajos manuales – Cf. Lumen Gentium, 41 -, los cristianos podemos decir que cualquier humillación que sufre un trabajador también es una ofensa hacia Cristo; y, por otro lado, la humanidad al ser hija de Dios, y coheredera de Cristo, no puede ser esclava ni vivir en el temor – Cf. Rm. 8, 14 – 17 -.

Por otra parte, en el Congreso mencionado se expuso la necesidad de luchar para que la clase trabajadora tenga acceso a una enseñanza pública, gratuita y de calidad a partir de la cual, por ejemplo, se logre eliminar el analfabetismo. Esta preocupación tampoco es ajena a la Iglesia ya que ésta planteó que es imprescindible que la tarea educativa no consista en incorporar a los hombres y mujeres a estructuras culturales que puedan ser opresoras, sino que – por el contrario – es necesario que la educación "forme" sujetos que, liberados de las servidumbres culturales, sociales, económicas y políticas que se oponen al desarrollo humano, sean capaces de ser autores del progreso y desarrollo de sus comunidades – Cf. Medellín, Educación, 3, 7 -.

Por último, y entre otras tantas cuestiones, en el último encuentro del MST se dijo que las organizaciones populares debían luchar por la democratización de los medios de comunicación, para que éstos puedan favorecer la construcción de una conciencia política de la clase trabajadora. De igual manera el cristianismo hace tiempo planteó la necesidad de que los medios de comunicación, que en muchos casos están vinculados con grupos de poder económico interesados en mantener el "status quo", despierten la conciencia del pueblo sobre sus condiciones de vida y susciten la aparición de exigencias de transformaciones radicales – Cf. Medellín, Medios de Comunicación, 2 -.

Es decir que, de lo expuesto en los párrafos anteriores se puede llegar a la conclusión de que en la lucha que lleva adelante el MST, en contra de los latifundios y a favor del establecimiento de un límite máximo en la propiedad de la tierra, también puede descubrirse un mensaje cristiano ya que, por un lado, no existe razón alguna para que aquellos que tienen extensos territorios, que superan con creces lo que en verdad necesitan para vivir dignamente, los reserven para su uso exclusivo, cuando existen tantos trabajadores rurales sin la tierra necesaria para desarrollar su labor – Cf. Populorum Progressio, 23 -; y, por otro lado, los cristianos debemos ser concientes de que el dominio de la tierra no puede ser absoluto ni ilimitado, sino que debe estar subordinado al derecho primario y fundamental que tienen todos los hombres de utilizar, en forma solidaria, la tierra que Dios creó para provecho de todos y no de unos pocos – Cf. Puebla, 492 -.

22.06.07 – BRASIL  

* Fuente: Adital

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