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Puerto Rico: Albizu, Filiberto y el Grito de Lares

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La patria se funda en la emulación del heroísmo. No es de nadie. Ni aun de los patriotas.Sólo es de los que la han ganado muriendo por ella. Son ellos los que la legan a la posteridad.
Pedro Albizu

El 23 de septiembre de 1950, mientras conmemoraba el Grito de Lares, don Pedro Albizu Campos  insinuó que el Partido Nacionalista de Puerto Rico-Movimiento Libertador venía fraguando una rebelión armada para el rescate de nuestra soberanía. La misma comenzaría, aunque no lo dijo entonces, el día de las elecciones de 1952.
Aquel día, Albizu dijo enfáticamente que la metrópoli estaba en proceso de proponer a través del Partido Popular, una consulta que en nada importante habría de cambiar la condición colonial de Puerto Rico, sino que sólo habría de traer unos cambiesitos relativamente insignificantes. Esa rebelión insinuada habría de surgir porque, según dijo, la tiranía yanqui había que desafiarla del mismo modo que los patriotas en Lares desafiaron el despotismo: ‘con la revolución‘. Vemos, pues, que lo esencial no ha cambiado, con la excepción de que aquel glorioso Partido Nacionalista de Puerto Rico que llevaba el apellido de Movimiento Libertador, ya no existe.

Sobre el Porqué Desaparece el Partido Nacionalista-Movimiento Libertador

Aunque es evidente que los sucesos históricos surgen de múltiples factores debido a que emanan de la conducta humana, la razón por la cual desaparece el Partido Nacionalista de Puerto Rico-Movimiento Libertador, es sencilla: el gobierno de Estados Unidos se propuso mantenernos sometidos a su voluntad y lo destruyó para poder lograrlo. Indiscutiblemente, aquel partido revolucionario era un serio obstáculo que Estados Unidos tenía que salvar. He dicho “indiscutiblemente” porque se trata de un hecho demostrado por el contenido de los propios documentos del principal ente destructor: el Negociado Federal de Investigación (FBI).

Varios factores le facilitaron la tarea, por supuesto, como lo fueron la debilidad de carácter de algunos miembros del partido que los llevaron a la traición; la falta de voluntad de otros que los llevaron a abandonar la lucha, el reclutamiento de informantes y la infiltración de agentes provocadores. Un elemento de mucho peso que los boricuas solemos pasar por alto ha sido nuestro consabido AAy bendito. Este rasgo cultural nuestro todavía hoy le impide al Pueblo, por ejemplo, darles a los traidores de la patria el trato que merecen.

Algunos factores resultaron precisamente de las presiones externas que operaban sobre algunas personas desde el gobierno interventor a través del FBI y de otras entidades imperialistas y coloniales de represión. Dentro de ese contexto figura prominentemente la ley de La Mordaza. Esa ley troglodita que promovió el sastre jurídico José Trías Monge, venerado ciegamente por el ilustre Colegio de Abogados de Puerto Rico y por no pocos abogados independentistas, convirtió en ley colonial el absurdo imperialista de que era nuestro deber defender al invasor de nuestra propia patria. Sabemos que esa aberración sigue vigente.

Ahora bien, para destruir al Partido Nacionalista, el glorioso partido de la insurrección armada de 1950, primero había que neutralizar a Albizu con prebendas y, de no ser eso posible, como de hecho no lo fue, simplemente había que eliminarlo. El enemigo primeramente optó por sacarlo de circulación a mediados de la década del 30 para ver si escarmentaba y con ese fin se las arregló para enjuiciarlo diz que por traición. Es decir, tuvo que utilizar lo que Albizu definió como el perro guardián del régimen: la judicatura. Así Albizu va a parar a la cárcel federal de Atlanta, en la provincia norteamericana de Georgia, por decisión de un jurado amapuchado y por opinión de un tribunal de apelaciones fiel a su papel político de perro guardián del régimen.

Estando Albizu confinado en Atlanta, el enemigo se percató de que no escarmentaba, pues continuaba ejerciendo influencia más allá de la cárcel,  y le ofreció el pseudo poder colonial a ver si así podía neutralizarlo. Albizu no sólo rechazó de plano la insultante oferta, sino que, no bien hubo puesto un pie en tierra borinqueña al cabo de diez años, continuó predicando la dignidad. El enemigo concluyó entonces que sólo le restaba eliminarlo físicamente.

Enterado el Partido Nacionalista de la existencia del plan de Estados Unidos para que la Policía de Puerto Rico causara un motín durante el cual darle muerte a Albizu, el enemigo optó por descartar el mismo. Por consiguiente, el gobierno del Partido Popular, sabiendo como sabía que el Partido Nacionalista aquel, el del valor y el sacrificio, no estaba en condiciones de enfrascarse en una lucha armada, ordenó una ola de arrestos de Nacionalistas a fines de octubre de 1950, con lo cual provocó que el partido adelantara la insurrección sin la suficiente preparación militar. Una vez encarcelados los principales líderes y los más osados y militantes de sus miembros, tanto hombres como mujeres, por consecuencia de la rebelión, Albizu estaba a merced de los deseos y caprichos del enemigo. El FBI pudo contar con el asesoramiento científico del doctor Cornelius Packard Rhoads, pues el director vitalicio del FBI, John Edgar Hoover tuvo conocimiento de los asesinatos que cometió en Puerto Rico en el 1931 y del hecho de que fue Albizu quien lo expuso ante el mundo. (1)

Albizu continuó como presidente titular y, aunque fue sustituido en la práctica por líderes capaces y abnegados, la realidad ya no era la misma y muchos de los militantes se desactivaban según iban saliendo de prisión. Como resultado de ese receso permanente, la legendaria voluntad de lucha armada del partido se fue erosionando paulatinamente y, finalizando la década de los 60, Filiberto y sus seguidores comenzaron a llenar con acciones armadas clandestinas el vacío que surgió. En esa labor participaron directa o indirectamente algunos de aquellos hombres y mujeres quienes, fieles a su juramento de dedicar vida y hacienda a la lucha por la independencia, buscaron y encontraron otros cauces en los que continuaron activos. Varios de ellos, como Carlos Feliciano, Clemente Soto Vélez, Erasmo Velázquez Olmedo y Juanita Ojeda Maldonado, colaboraron de diversos modos con el Comité pro Defensa de don Pedro Albizu Campos que establecí en Nueva York aproximadamente en el año de 1982. Varios otros pertenecieron al mismo. (2)

www.argenpress.info

Notas:
1) Véase Pedro Aponte Vázquez, The Unsolved Case of Dr. Cornelius P. Rhoads: An Indictment. www.lulu.com/albizu

2) Estos fueron Rosa y Lydia Collazo, Antonio Moya Vélez, Antonio Añin Negrón, Paulino Castro Abolafia, don Pepe Rivera Sotomayor, Isabel Rosado Morales y Atlántida Castillo. Pertenecieron, además, Ruth M. Reynolds y mi compañera, Judith Ortiz Roldán.
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