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¿Un senado fascista?

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¿Puede alguien, más aún un Presidente, calificar así al senado de otro país? ¿Puede referirse en estos términos tan impactantes a un senado que ha contado entre sus miembros a honorables representantes de aquellas fuerzas armadas que hace unos años asolaron con muerte y terror a su propio pueblo?

¿Decir esto de un senado tan democrático que contaba, hace un par de años, casi con la cuarta parte de sus integrantes designados a dedo por una dictadura fascista que los dejara ahí apernados?

¿Ofender así a conspicuos representantes de la democracia que hoy son parlamentarios y que ayer fueron ministros y sostenedores políticos de un régimen feroz repudiado por toda la comunidad civilizada del mundo?

Reiteramos: ¿Puede un Presidente calificar así al senado del otro país?
¡Claro que puede! Más aún si quien lo hace es un hombre digno que en su patria abre por primera vez las puertas a una democracia que es la antítesis del fascismo.

A medida que avanza el tiempo se va perfilando la verdadera herencia que dejó el fascismo en el alma de la política que hoy impera en Chile. Es cierto que durante estos últimos 17 años, el país de la seudo democracia post dictadura ha recurrido a todas las instancias con el objeto de restañar las heridas dejadas por la represión y la infamia.

Hemos sido pioneros en muchos de esos aspectos, en la condena y cárcel de los genocidas, aunque no todos y menos el principal que escapó por la ventana de su propia muerte. Se han elaborado también informes estremecedores, el de Rettig y el de Valech; se erigieron monumentos, memoriales, compensaciones monetarias y morales, en fin, todo lo que era dable hacer en el estrecho margen que la dictadura le dejó al remedo de democracia que hoy vive la nación.

Sin embargo, parodiando la jerga médica, el tumor primario del cáncer fascista y no los metastáticos, ha quedado profundamente arraigado en el alma de la política y la organización institucional del Estado chileno.

La realidad sociopolítica de la que fuera, junto a Cuba, la nación pionera en la lucha por conquistar la verdadera democracia en la segunda mitad del siglo XX, es hoy simplemente desoladora. Somos en América Latina la sociedad más alienada, más absurda en términos de incoherencia de principios y consecuencia ideológica a la hora en que estos principios se ponen a prueba ante el enfrentamiento cada vez más radicalizado entre el neoliberalismo imperialista y las fuerzas populares a nivel mundial.

El fascismo: una actitud y una ideología
El concepto de fascismo desde el punto de vista ideológico va más allá de lo que un momento dado puede ser su expresión concreta, como las dictaduras que se apoderaron de varias naciones del mundo en la década del cuarenta, incluyendo la España de Franco. Aquellas, así como nuestras propias experiencias en América Latina, han sido la materialización dramática de esa ideología que permanece latente, como el tumor cancerígeno al que hacíamos alusión, en la mentalidad de una casta que aunque minoritaria, continúa manejando el poder económico y desde ahí la superestructura política con sus estamentos constitucionales, especialmente en Chile.

La ideología fascista es la predisposición permanente de esa casta de imponer su hegemonía económica sobre la gran masa de desposeídos administrando el método a utilizar según las circunstancias imperantes.

En Chile, en momentos en que un gobierno, al mismo estilo y con iguales objetivos que el de la revolución bolivariana en Venezuela, pretendió tocar sus intereses aplicando una política económica al servicio de las mayorías, esa casta inició la arremetida desde la trinchera legislativa, en especial el Senado, con una campaña feroz, sin paliativos, llegando a plantear al margen de la propia legalidad creada por ellos, la destitución del presidente constitucional que osó tocar sus intereses.

Esa trouppe de antidemócratas, que paralelamente se confabulaban en las sombras para asaltar el poder a sangre y fuego, pertenecieron al mismo espectro de partidos que hoy existen en el Parlamento y que se juntaron la semana pasada para redactar el reclamo contra Chávez. No sólo están los mismos partidos, aunque algunos con otros nombres, sino que muchos de sus personeros, que aplaudieron a rabiar el golpe de estado y se hicieron cómplice de la represión mirando hacia otro lado cuando se aplastaba la democracia, se incorporaron posteriormente al Senado de marionetas que impuso la dictadura en 1990 como condición para entreabrir las puertas de la democracia.

Por los sillones de ese Senado de caricatura, aceptado dócilmente por aquellos socialistas que otrora oficiaran de fervientes revolucionarios y acérrimos enemigos del fascismo, han pasado figuras que, de no mediar el nefasto papel jugado en tiempos de la dictadura, moverían a risa a cualquier demócrata verdadero que observara este “novedoso” camino recorrido por la fronda política de Chile.

Milicos de cortas luces, ex representantes de un poder judicial que fue en ese entonces una vergüenza histórica en los anales de la justicia chilena, impúdicos contralores de marioneta manejados a distancia por las manos del dictador, ex ministros bajo cuyo mandato en el régimen militar se llenaban las calles de muertos en cada protesta y de lo cual jamás respondieron ante la justicia; tal fue esta Corte de los Milagros sobre la que se gestó tan honorable Senado.

En fin, agregue usted la guinda de la torta: el propio sátrapa, destructor de la legalidad vigente por centenares de años que definía bien los poderes del Estado, entre ellos el Senado, un asesino sin parangón en la historia de Chile, ladrón de siete suelas del erario nacional, se sentó hasta hace pocos años, con su humanidad manchada de sangre, en uno de los sillones de este respetable y puntilloso Senado que hoy se ofende porque le recuerdan la génesis de su verdadera estructura.

Libertad de prensa o libertad para complotar
En el recuerdo de los chilenos de la generación del golpe, permanece nítida la campaña de la derecha y la democracia cristiana a favor de la “libertad de prensa” durante el gobierno de Allende. La frase “La Papelera No”, pretendía asegurar la permanencia del diario más patriótico y democrático de la oposición: El Mercurio supuestamente amenazado por el gobierno constitucional de la Unidad Popular.

Cuando se levantó la feroz mordaza a la prensa impuesta por la dictadura, con cuya gestación colaboró activamente El Mercurio, se descubrió que este “demócrata” y “pluralista” medio de prensa había recibido suculentas subvenciones en dólares desde EEUU para alentar y preparar un ambiente propicio al golpe de Estado que sobrevino luego. ¿Es que acaso este molesto recordatorio a los demócratas del Senado chileno viene a propósito de escopeta?

Veamos cuál es el nexo entre este historial vergonzoso de la prensa golpista de entonces y la “protesta” del Parlamento de Chile que lleva en su agenda nuestra inefable presidenta de visita a estas horas en Venezuela.

Radio Caracas Televisión, RCTV, cuya caducidad de existencia legal se cumple en estos días, conjuntamente con otros medios periodísticos forma parte en la patria de Bolívar del poderoso tronco económico de una derecha, con peligrosos resabios oligárquicos, que complota desde hace tiempo contra el gobierno constitucional de Chávez. El comportamiento de éste y otros medios de prensa pertenecientes a la oposición venezolana durante la asonada golpista del 12 de abril de 2002 que, digámoslo de paso, fue aplaudida por el gobierno del “socialista” Lagos acá en Chile, dista mucho del concepto de libertad de prensa que la derecha y la democracia cristiana chilenas ven amenazada en Venezuela por no renovar a RCTV un permiso legalmente caducado.

Los parlamentarios que aprobaron la censura a este acto constitucional del gobierno bolivariano, pertenecen a una derecha y a una democracia cristiana que, es bueno recordarlo también, junto con propiciar el golpe contra el gobierno legítimo de Allende, callaron de manera cómplice cuando al día siguiente de la sangrienta sublevación se clausuraron todos los medios de comunicación democráticos, aprisionando y asesinando a los periodistas constitucionalistas, cuando se bombardearon desde el aire las plantas trasmisoras de las radios democráticas y cuando se quemaron y destruyeron las imprentas de los medios opositores al fascismo.

Por eso es bueno preguntarse en esta hora en que el cinismo y el desparpajo parece gravitar cada vez con más fuerza en la política chilena, dónde estaban estos “defensores de la libertad de expresión”, los “demócratas” de la derecha, agrupados hoy en la UDI y Renovación Nacional, y los de la Democracia Cristiana, el día 12 de septiembre de 1973 cuando ocurrían todas estas tropelías contra la libertad de prensa pisoteada por la bota militar. Más cerca aún, dónde estaban estos mismos demócratas trasnochados el 12 de abril del 2002 cuando el golpe de estado contra Chávez se desarrollaba en Caracas frente a las pantallas televisivas de todo el mundo, alentado con un descaro increíble por canales como “Globovisión” y la CNN norteamericana.

He ahí el cuestionamiento moral que se hace a la actitud de vírgenes ofendidas que toma el Parlamento chileno, que todavía no es capaz de democratizar la vida institucional de Chile al mantener marginado de sus escaños a un importante sector de la sociedad, que bloquea la derogación de leyes fascistas impuestas por la dictadura, como la ley electoral y la LOCE, esta última una ley clasista que rige el comercio especulativo en que se ha transformado la educación en el país.

Michelle, la del país de las maravillas
A la hora de redactar estas líneas el presidente Chávez, en una actitud que resalta todavía más la valentía y rectitud de su conducta, pidió disculpas a la señora Bachelet por las molestias que sus palabras pudieron haberle ocasionado. Pero agregó algo que las fuerzas políticas que en Parlamento chileno aprobaron la censura a un acto soberano del gobierno de Venezuela, olvidaron a la hora de salvaguardar la dignidad del país ante la voracidad y la ingerencia extranjera: “Tengo, sin embargo, la obligación de defender la independencia y la soberanía de Venezuela”.

Una lección más que deberá estar entre las tantas olvidadas por los que quieren mantener a Chile en una burbuja anestésica y aséptica.

Las tensiones sociopolíticas y económicas que se están acumulando en el mundo tendrán que romper, más temprano que tarde, este engañoso statu quo. Entonces despertaremos a una realidad nacional que dista mucho del país maravilloso que nos está vendiendo el contubernio de la derecha y la democracia cristiana, al que se unen, cada vez con más frecuencia, socialistas y pepedés, uno de los cuales, dicho sea de paso, le hace muy poco honor a su apellido a la hora de ser leal con los principios que alguna vez enarboló como eternos.

Al que le venga el sayo, como dijo el español, pues que se lo ponga.

* El autor es escritor. 
www.pieldeleopardo.com
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