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Argentina: fantasmas al acecho

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La segunda desaparición de Jorge Julio López, testigo principal de la causa Etchecolatz, nos debe llevar a reflexionar sobre el mensaje que encierra y a tener en cuenta el actual contexto, el que, desde hace meses, se caracteriza por la reaparición de los viejos personajes de la Dictadura Militar de 1976 en el banquillo de los acusados, como también de la mano de obra desocupada que, por si fuera poco, acaba de hackear la página web de las Abuelas de Plaza de Mayo.

Luego de la condena al carnicero de La Plata, fiel discípulo del General Ramón Camps, cuyos fundamentos se leerán el próximo martes, se produjo el hecho inesperado de la desaparición del principal testimonio que lo ha permitido. Sin embargo, más allá de la posibilidad de una cuestión emocional luego de la declaración en los tribunales platenses, debemos encender la luz de alarma con respecto a la significación de este hecho para la democracia y para el Estado de Derecho.

Indudablemente, esta desaparición nos indica que el Estado carece de respuestas para la prevención de este tipo de hechos porque, si bien estamos en una democracia y en un Estado de Derecho, no se han tomado las medidas preventivas para un testimonio crucial en una causa judicial sin precedentes, donde el imputado -hoy condenado- era el principal jerarca de un campo de concentración y por ende, potencial incentivo para el accionar de sus adherentes que hoy están en las penumbras de nuestra sociedad. También nos revela que no tiene respuestas para un hecho que no puede suceder en una democracia, aún tan débil y quebradiza como la argentina, porque tan solo se limitó a un mero ofrecimiento de una recompensa monetaria para, de esta forma, poner un precio a la vida que debería ser garantizada por el Estado porque así lo impone la Constitución Nacional (Art. 75, inc. 22).

Sin prevención y sin respuestas, el Estado alimenta a los viejos fantasmas que vuelven a rondar la escena argentina. Los mismos que siguen rondando a Blumberg. Pero también los que llevan a cabo la represión de la protesta social en forma solapada, de la mano de las policías provinciales conocidas como "bravas", desde la bonaerense a la mendocina.

Desde los escuadrones de la muerte denunciados por CORREPI a la situación de las cárceles mendocinas, la que mereció la atención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, nos encontramos con un sobrevuelo de los fantasmas del pasado en este presente tan problemático y febril, parafraseando al tango "Cambalache". No se han ido, ni evaporado, están ahí… Tal vez al lado nuestro, y sin darnos cuenta, siguen demostrando su poderío frente a la paquiderma clase política que no sale de su asombro, mientras se suceden las movilizaciones populares en La Plata y en Rosario para exigir la aparición con vida del hombre que, por segunda vez, ha desaparecido.

Debemos entender el mensaje que conlleva este hecho: es un nuevo "no te metás", para que se cierre esta etapa de renovación de la exigencia de juicio y castigo a los responsables del peor horror en estas tierras. Y es algo que no podemos, ni debemos permitir pues ello significaría el suicidio de la democracia que supimos conseguir, como también el fin del Estado de Derecho para dar piedra libre a los nostálgicos del pasado, incluyendo al medio pelo argentino que no se da cuenta de nada y solamente piensa en el ingeniero como el gran salvador de sus bienes y de su propia integridad, mediante la Doctrina de la Criminalización de la Pobreza basada en ese plan conocido como Tolerancia Cero…

Este hecho constituye un nuevo desafío para la Argentina, pues supone la definitiva erradicación de la impunidad, con respecto al pasado reciente, junto a la necesidad de continuar exigiendo el esclarecimiento de los hechos acontecidos durante el período 1976/1983 mediante el ejercicio de la necesaria memoria para llegar a la luz de la verdad sin concesiones. ¿Es este el precio que hay que pagar para encontrarnos con la luz de una justicia tan necesaria como vital para los argentinos?.

Y este ejercicio nos lo debemos en honor a los 30.000 desaparecidos, a los jóvenes caídos en la Noche de los Lápices, a los caídos en Margarita Belén… Pero también por el maestro Alfredo Bravo, a quien el genocida le ironizara sobre su "tratamiento" en el programa televisivo "Hora Clave" del mentor del comunicado 150, el Dr. Mariano Grondona. Por supuesto, no es hora para timoratos, ni para aquellos que esconden la cabeza en la tierra como el avestruz, es para aquellos que supimos y sabemos poner nuestra alma y nuestro cuerpo por los Derechos Humanos de ayer, de hoy y de siempre, para los militantes del campo popular que seguimos buscando el camino hacia una Argentina nueva, en la cual todos y todas tengan su lugar y su oportunidad para construirla sin distinción de razas, de credos y de condición psicofísica.

Hoy fueron Julio y las Abuelas, ¿mañana?. Quien sabe, porque los fantasmas siguen apareciendo a cada momento, tal como les ocurrió a los integrantes de la Asociación de Ex-Detenidos Desaparecidos, para intentar sembrar el miedo como en el pasado y esa debe constituir nuestra preocupación por nosotros, por nuestros hijos e hijas y por nuestros nietos y nietas…

El autor es Profesor en Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales
I.S. P. "Dr. Joaquín V. González"
Vistar sitio:
www.exdesaparecidos.org.ar 
Artículo Distribuido por Politica Cono Sur (PCS)
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