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Chile: Los distintos 11 de septiembre

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Como existen percepciones de la  muerte de Allende, también hay las hay del 11 de septiembre. Es que la memoria histórica se niega a ser domesticada y transformarse en la versión oficial, noña e hipócrita, que han impuesto los nuevos empresarios de la Concertación. Es que sin la participación de Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin no hubiera tenido éxito el golpe de Estado, por consiguiente, la alianza entre socialistas y demócrata cristianos ha tenido que construir una imagen de santón del valiente librepensador y revolucionario, Salvador Allende. Sabemos que los muertos se incomodan y, por esta razón, tenemos que convertirlos en estatuas, abrir la puerta de Morandé 80 y llevarle ramos de flores cada 11 de septiembre. Entre tanto, los australianos, canadienses y americanos nos roban el cobre y los empresarios – “chupasangre y vampiros” – se vengan de los trabajadores que, en el período de Salvador Allende, se atrevieron a organizar el poder popular y a hacer marchar las empresas, prescindiendo de los patrones. Claro, era la “guerra fría” y hoy, el reinado absoluto del neoliberalismo; nada extraño que algunos de los colaboradores de Allende, de antaño, hoy sean empresarios, directores de AFPs, senadores ministros y embajadores. Es seguro que muchos tienen fotos de Allende sobre sus escritorios, para acordarse de que algún día tuvieron ideales de justicia social; más de alguno fue a vivir a la población callampa cuando era un jesuítico hipi.

Todos los 11 de septiembre se celebra una misa, en la capilla de La Moneda, durante la cual los agnósticos cantan un Ave María; la misa está a cargo de un capellán, buena gente, no como sus congéneres de las Fuerzas Armadas, que colaboraron con la dictadura. Este es el mundo ideal de las ceremonias oficiales, donde el cordero se encuentra con su verdugo y se aparentan ideales que ya no se tienen.

Hay otro 11 de septiembre, más verdadero: el de los GAP, el de los familiares de detenidos desaparecidos y fusilados, el de los abogados de los derechos humanos y el de la poca gente que mantiene los ideales de la UP. La verdad, esta gente ha sido muy vapuleada por los miembros de los partidos de la Concertación por la democracia y, para qué decir, por los hipocritones de la derecha, con la diferencia de que, avergonzados, hoy no lucen sus corvos. Las comisiones Verdad y Reconciliación y Prisión Política y Tortura no han revelado ni un solo nombre de los colaboradores de la DINA y de la CNI, a fin de que sean conducidos a la justicia y, para más remate, la famosa Mesa de Diálogo, entre victimarios y víctimas, se constituyó en una monstruosa burla. Es que la reconciliación es una soberana estupidez mientras en Chile haya detenidos desaparecidos; mientras no llegue la verdad y la justicia, este país será un mierdero.

Por último, en cada una de las concentraciones de protesta del 11 de septiembre surgen grupos violentistas. Condeno, radicalmente, toda forma de violencia, sólo creo en la resistencia pacífica, pero es necesario analizar a fondo por qué surgen y actúan estos grupos aislados que incluso, entorpecen la vida diaria de los habitantes de la población y desvirtúan la condena moral a los canallas dictatoriales y a sus nuevos servidores. Hay algo muy grave en la sociedad chilena que hace que surja esta  ira, ideológicamente justificada en el anarquismo, que estos bárbaros desconocen, en toda su grandeza. Es que los dos Chiles indignan: uno cada vez más rico y otro, que tiene que asistir a escuelas, que son unas verdaderas letrinas, ser recluidos en cárceles como para cerdos, vivir en casas indignas, ser allanados, en búsqueda de narcotraficantes, ser tratados a gritos por funcionarios vitalicios de esta nueva casta en el poder: esta diferencia siempre será inaceptable para aquellos que conservan el sentido de la honestidad y de la dignidad de que hizo gala Salvador Allende.
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