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Jerry Lewis Lavín está más loco que una cabra

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Joaquín Lavín cada día se parece más a Jerry Lewis, aquel cómico norteamericano; a lo mejor, en su pasión por los desgraciadas de la tierra hubiera podido inventar antes que el famoso bufo norteamericano “la Teleton”, posteriormente copiada por el Guatón don Francisco. La verdadera personalidad de Joaquín, su otro yo, es muy diferente de lo que aparenta: un supernumerario del Opus Dei, que sólo ha tenido un matrimonio y una grande y católica familia. Podría ser igual a los miles de aristócratas chilenos, beatos y malos. Como Carlos Larraín –presidente de RN -: Joaquín comenzó siendo un joven comme il faut: interesado por el movimiento de las Bolsas mundiales y asiduo escritor de las columnas de Economía y Negocios de El Mercurio. Escribió un libro muy aburrido, “La revolución silenciosa”, cuyo único detractor era Eugenio Tironi, cuando aún “militaba” en la izquierda.

Con el correr del tiempo, fue cambiando la personalidad de nuestro Jerry Lewis criollo y, como el doctor de una de sus famosas películas, fue realizando experimentos como alcalde de Santiago: quiso probar qué efecto tendría, en los proletarios que no veranean nunca, la construcción de una playa, con piscina y todos sus aderezos, incluso, colocó un trampolín para que los cabros chicos se sacaran la cresta haciendo piqueros en una piscina sin agua; después trajo nieve artificial a fin de que los pobretes pudieran andar en trineos, como el desgraciado del Viejo Pascuero, que nunca se acuerda de traerles regalos; es que este viejo está cada día más avaro y fascista.

Con tantas ideas geniales, el Jerry chileno quiso postularse a la presidencia de la República y, entre otras diabluras para publicitar su campaña, se llevó a la Marlén Olivarí para que le diera teta a los famélicos negritos haitianos y lograra que se alzara el asta de los milicos chilenos, que sólo frecuentaban a la “manuela”. Otra vez se le ocurrió visitar la tumba de Lenin, junto con el alcalde Zalaquet, inventando una nueva ideología llamada opusdeismo-leninismo. Por lo demás, los beatos son iguales a los stalinistas.

Joaquín Jerry Lavín perdió la primera vuelta presidencial, en el año 1999, por muy pocos votos, frente al profesor Ricardo Lagos, y si hubiera sacado los dientes de conejo, hubiera ganado. En la elección del 2005, ya nadie se reía con los chistes de Lewis, estaba viejo y guatón; por lo demás, Lúculo Piñera contaba con más dinero y aviones.

La derecha política difícilmente puede soportar a los espíritus inquietos y un poco alocados como el de nuestro Jerry Lavín; esta agrupación política ya tuvo que hacerlo con el putero y garabatero Diego Portales, que les decía, en su cara, que constituían una aristocracia pacata y mala, que se burlaba de Dios, pero creía en los curas. Lo mismo les ocurrió con Arturo Alessandri, no menos cervantino que el anterior. Hoy no están dispuestos a aguantar las escapadas de Jerry Lewis, que le muestra la lengua, cuando quiere, a Hernán Larraín, que se atreve a declararse independiente y a hablar, hasta por los codos, de esta vida y la otra. Jerry Lewis frecuenta amigotes izquierdistas, contradice a los pesados Larraín & Larraín cuando atacan a Mamita Michelle e, incluso, visita la sede de la Concertación para acordar una reforma al sistema binominal, actitud irresponsable que deja pésimo a los dogmáticos Larraínes, a Jacqui, a Evelyn y a otros megaterios masculinos y femeninos. Hasta para estupidez hay paridad. Sólo el “rey de los huevones” o de las “huevonas”, puede creer que Mamita y Camilo van a llamar a un plesbiscito; al fin y al cabo, gracias a Jerry Lewis, va a salir una mezcla híbrida de binominal, con algunos “regalados” al los extra parlamentarios, es decir, una especie de eslabón perdido.
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