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Deja que los chauvinistas ladren

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No en vano en Tontilandia siempre ha existido un nacionalismo no muy lejano al chauvinismo: hoy, sus representantes ancestrales son el senador Muñoz Barra y Jorge Tarud. Si usted quiere buscar las causas las encontrará en los historiadores conservadores, como Jaime Eyzaguirre, Francisco Antonio Encina y Gonzalo Vial, autores de sendas obras sobre las relaciones con Perú y Bolivia que, por su amplia difusión, han formado una especie de sentido común despectivo, respecto de nuestras relaciones con estos países. En un país democrático es completamente normal que diputados y senadores opinen sobre nuestra errática política internacional; la Cancillería chilena es una de las menos profesionales de América Latina si la comparamos con Torre Tagle o la de los doctores de Chuquisaca. Si recurrimos a la historia, afortunadamente, todos los pasos de la Guerra del Pacífico fueron discutidos en el Parlamento, sin que por ello el presidente Aníbal Pinto se sintiera sobrepasado. La guerra constituyen un asunto muy serio para dejárselo a los militares: si hubiéramos seguido a Manuel Baquedano, seguramente la hubiéramos perdido; fue el mérito de “cucalones”, término despectivo que usaban los militares para referirse a los civiles, el que permitió el triunfo y la ocupación de Lima, a cuya cabeza estaban los ministros Rafael Sotomayor y José Francisco Vergara, liberal y radical, respectivamente.
Nadie discute la facultad privativa de la Presidenta en la dirección de nuestras relaciones internacionales, pero ésta nunca ha sido absoluta, si no, ¿para qué sirven las Comisiones de relaciones exteriores de ambas Cámaras y la opinión pública, es decir, la participación ciudadana en las relaciones con nuestros vecinos? Por ejemplo, no encuentro nada de mala la “interpelación” parlamentaria que no veo por qué no se hace extensiva al Canciller. La diplomacia no es sólo un asunto de tecnócratas, también hay relaciones entre los pueblos; en este sentido, la actuación de nuestros senadores y diputados es impecable; ¿de cuándo acá no pueden reunirse con representantes de países hermanos? Si no fuera así, tendríamos que prohibir, por antipatrióticas, las Internacionales demócrata cristianas y liberal y socialdemócratas, que tiene sus respectivas sedes latinoamericanas; dudo que sus representantes deban consultar, en cada acción, al presidente de la República, salvo en el caso de una monarquía absoluta.
Por lo demás, Evo Morales y Michelle Bachelet son dos presidentes cuentan con una amplia legitimidad y han dialogado, abiertamente, en Chile, planteando una agenda sin limitantes, que, a buen entendedor, quiere decir que incluyen el tema marítimo-boliviano. Espero que no volvamos a la época de don Ladislao que, so pretexto de un conflicto artificial con el Perú, fue utilizado para azuzar a la juventud dorada – la oligarquía – para quemar la sede de la Federación de Estudiantes de Chile, (FECH), y exonerar de su cargo universitario a Carlos Vicuña Fuentes, por el sólo hecho de proponer la hermandad con el Perú, en el conflicto de Tacna y Arica. Por cierto que hoy las condenaciones a los parlamentarios Alejandro Navarro, Nelson  ávila, Marco Enríquez-Ominami, René Alinco y Alejandro Sule, aunque las críticas, aparentemente, tienen la misma virulencia que en pasado, esta vez no tendrán las  similares  consecuencias. Pienso que he probado, suficientemente, que la actuación de estos parlamentarios es impecable y tiene muchos precedentes históricos.
No me parece válido el argumento planteado por el gobierno de que no hay asuntos pendientes con Bolivia, consignas esgrimidas por los gobiernos anteriores; que hay asuntos pendientes es una verdad tan evidente como una catedral y es más sano enfrentarlos, como dice nuestra Presidenta. Quién duda de que nuestros hermanos bolivianos, en forma unilateral, no están contentos con el Tratado de 1904, por muy generoso que a nosotros nos parezca. Es evidente que los Acuerdos internacionales requieren consenso para cambiarlos, pero esto no los hace pétreos, como un dogma de fe.
Si revisamos nuestra historia diplomática parece evidente que, en muchos períodos, Chile demostró interés en solucionar el problema de la mediterraneidad boliviana: don Domingo Santa María era claramente partidario de dar salida al mar a Bolivia en la tregua, que puso fin a la Guerra, por Arica u otra caleta; los balmacedistas acusaron, en la guerra civil, a la Junta parlamentaria de querer regalar territorio a Bolivia; hasta 1904, se buscó una forma de entregar Tacna y Arica a los bolivianos, con el natural desagrado de los peruanos, pues estos territorios estaban en litigio; incluso existían soluciones alternativas, como la caleta Víctor. Esta política pro-boliviana cambió, abruptamente, durante los gobiernos de Carlos Ibáñez y Augusto Leguía, prefiriendo la solución de repartir Tacna para los peruanos y Arica para los chilenos. Durante los gobiernos republicanos siempre hubo conversaciones e intentos de acuerdos: el más conocido y citado fue el Acuerdo de Charaña.

Como me gustaría que estos nuevos chauvinistas defendieran, con la misma pasión, nuestro cobre, nacionalizado por nuestro gran presidente Salvador Allende. ¿Acaso Chuquicamata y el Teniente no eran verdaderas factorías norteamericanas, y North el verdadero rey del salitre, de Tarapacá? Es que no recuerdan que las Cofradías, en la Tirana, los nazarenos se disfrazaban de “pieles rojas” – una etnia en el sur de Chile – hoy, australianos, canadienses y de otras nacionalidades son dueños de territorios mineros, limitando la protección del parque del Lauca. Si a esta forma de propiedad no lo podemos llamar “enclave”, díganme ¿cómo llamarla? Además, pagan un mínimo de impuestos y, por depredarnos, le cobramos sólo un 3% de Iva, que si cobrara, al menos, un 20%, para no hablar del impuesto que le cobramos a los salitreros, en su época, podríamos solucionar los problemas de salud y de educación, a la vez. Qué es más patriótico: ¿defender una franja estéril, del desierto, que regalar nuestras riquezas a empresas multinacionales y multimillonarias? Lo más seguro es que nos dejen el hoyo y se irán cuando se acabe la reserva o no sea más rentable el cobre. Acabo de enterarme que se inició el proyecto de Pascua Lama, por medio del cual podrán cambiar el curso de los ríos y los ventisqueros; cuando hay oro, poco importan las fronteras.

Qué diferencia con la política de Evo Morales, que “no arrugó” para tener en vilo a la poderosa Petrobras y la colonialista Repsol. Como hemos podido comprobar, al fin estos del leones capitalismo se han transformado en gatitos, aceptando las condiciones soberanas del gobierno de Bolivia; tanto lloriqueo de los amantes del libre mercado ha sido inútil; por lo demás, nuestros dramas económicos vienen de otro lado: de la posible recesión norteamericana, de las alzas de tasa de interés del Fed y de la especulación de los precios del cobre y de la huida de los fondos de capitales “golondrina”, que buscan rentabilidad a cualquier precio, que hoy tienen con pulmonía a las bolsas emergentes, especialmente la India y, en América Latina, a la colombiana, que tuvo que cerrar las transacciones al llegar a un 10% de pérdida, y la chilena que cayó en un 4% en un solo día. No soy mago para saber si es una corrección o una crisis pero, de todas maneras, seguimos dependiendo del imperio. Nada más inteligente que buscar la independencia energética, que sólo es posible con la unidad de los países latinoamericanos, la famosa segunda Independencia. Del monstruoso beato George W Bush que, según dicen reza todas las mañanas y el resto del día lo emplea en maquinar torturas, muerte y desolación a los pobres seguidores de Mahoma, podemos esperar  poca cosa, sa
lvo Tratados de libre comercio, muy ventajosos para Estados Unidos.

Me parece muy estúpido y ciego discutir si nuestra Presidenta va o no a la inauguración de la Asamblea Constituyente Boliviana: no seamos solamente pragmáticos y mercachifles neoliberales, además del gas barato y no contaminante, tenemos mucho que ganar al buscar una política conjunta, en igualdad de condiciones, no sólo con Bolivia, sino con el conjunto de los países latinoamericanos. Sin carecer de dificultades, Europa lo ha podido hacer; nadie dice que esta unidad sea una panacea, no evitaremos las lógicas dificultades pero, al menos, nos permitirá enfrentar, en mejor forma, los malos tiempos económicos que podrían aproximarse y, por lo demás, aprovechar el buen precio de las comodities y enfrentar los enormes desequilibrios entre los ricos y los pobres. Este Acuerdo estratégico sí que sería una muy buena forma de celebrar el Bicentenario en los países de América, y que se sienta en los confines de Los Andes, el grito de guerra a muerte a los colonialistas, pronunciado por Bolívar en Trujillo. Sólo nos resta dar las gracias a los Parlamentarios que se atrevieron a innovar la obsoleta política diplomática chilena con nuestros hermanos vecinos.
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