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Los cisnes de cuello negro agonizan en Valdivia

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Leí la noticia en Argenpress mientras la policía apaleaba en la calles de Santiago nuevamente a periodistas y estudiantes. Un nuevo ejemplar joven de cisne de cuello negro había muerto víctima de la basura ambiental cerca del Puente de las ánimas, en Valdivia. Allí, en el humedal del río Cruces, la vida es un calvario para estas airosas aves que pese a los altos índices de mortandad que padecen retornan sin embargo por vocación instintiva al lugar de su origen.

Mueren los cisnes jóvenes y la movilización estudiantil en Santiago de Chile se salda con un inusitado balance de heridos y detenciones bajo la presidencia de una presumible sucesora de don Salvador Allende. Quienes voceaban unos derechos y unas reivindicaciones con la juvenil consciencia rescatada a tantos años de dictadura han sido reprimidos desproporcionadamente por las fuerzas de seguridad. Michelle Bachelet ha calificado de repudiable esa violencia y ha destituido a un alto jefe policial, pero la constancia de esa acción sumamente violenta en el supuesto tiempo nuevo que se abría para el país queda ahí como un preocupante fantasma de sombra del pasado.

Leo el artículo que suscribe en PiensaChile don Manuel Guerrero y don Mauricio Weibel en el que se reseñan una serie de puntos inaceptables en concordancia con las reivindicaciones de sus hijos. Destaco entre ellos la rotunda negativa a un sistema educativo en el que sólo uno de cada trece niños pobres pisa la Universidad y el rechazo a que permanezca inalterable la misma concentración de riqueza en la nación tras veinte años de democracia.

También se especifica en el texto que no se ha luchado contra la dictadura para que nuestros hijos e hijas crean que liderazgo político es arrasar con los derechos humanos a puntapiés con unos adolescentes que reclaman su lugar en el mundo. Esos métodos, en una sociedad que está tratando de superar el trauma del régimen militar pinochetista, pueden llegar a contaminar la atmósfera de libertad y progreso que se auguraba con la llegada de Bachelet.

Los jóvenes ejemplares de cisne de cuello negro que retornan a los humedales de Valdivia perecen víctimas de los tóxicos que anidan en sus aguas, cuna de su viejo paraíso. Lo que los jóvenes estudiantes se han encontrado en las calles de Santiago nuevamente, esa violencia desatada contra la vocación crítica que reaviva la impronta más valiosa de la mocedad generación tras generación, son restos de basura de un pasado que no debe ahogar el vuelo de una democracia cada vez más perfectible y más justa.

A la señora presidente Michelle Bachelet le incumbe ahora que la toxicidad de ese ayer descrito a golpes de infamia no contamine los humedales de agua viva que han de surtir el porvenir de Chile. No atrofiemos con los detritus más venenosos de ese pasado la nueva savia que circula por ley y vocación de vida contra lo que no le gusta.

Visite el blog de este periodista Diario del Aire

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