Firmo en la piedra donde Amalivaca creó nuestra humanidad sembrando semillas de moriche.
Suscribo con Guaicaipuro, que sólo sabe leer el Ana Karina Rote de la resistencia y del amor por los bosques y los mares. Soy abajo firmante del Negro Miguel, que escribe el toque incendiario de los tambores de los esclavos sublevados en Buría. Me solidarizo con la sonrisa tímida de Tío Conejo, con el vergel donde poda sus rosas Doñana, con el canto del becerrero que enamora a la estrella de la mañana.
Firmo el pensum del pedagogo errante que enseñó a su discípulo a inventar o errar en el libro infinito de la naturaleza. Suscribo el acta del 19 de abril de 1810 que nos imparte el audaz bautizo de la Independencia.
Respaldo la firma de los pasos que peregrinan desde el Monte Sacro hasta el Chimborazo y de allí a San Pedro Alejandrino. Trazo las lanzas que subrayan en Ayacucho la libertad del Continente. Caligrafío los lazos del Congreso Anfictiónico que nos unen contra las cadenas de los Imperios.
Sigo la estela de quien ara en el mar para no dejar más nombre que la espuma. Asumo el grito de Tierras y Hombres Libres que abisma en un solo temblor a oligarcas yertos de rabia.
Refrendo el Decreto de Abolición de la Esclavitud para consagrar tardíamente en 1854 lo que el Libertador dispuso desde 1814. Asiento con tiza al Decreto de Instrucción Primaria Pública, Universal, Gratuita y Obligatoria.
Autografío mis señas bajo la proclama contra La Planta Insolente del Extranjero que ha profanado el suelo sagrado de la Patria.
Sanciono el inventario de las estrellas del páramo consignado por la Loca Luz Caraballo
Suscribo el fulgor del Caribe en las telas de Reverón.
Comparto el contrapunteo con el que espantamos al Diablo cada vez que trata de comprarnos el alma.
Estampo la bienvenida en la mano del indocumentado que huye de los mundos devastados.
Con el creyón que tachó el analfabetismo rubrico la salud, la vivienda, las prestaciones laborales, la educación gratuita en todos sus niveles y para todos.
Firmo con la sangre de los que fuimos, el latido de los que somos, la semilla de los que seremos, para ahogar con el amor toda amenaza contra esta patria en la que vivimos y viviremos en la inagotable perpetuidad de la alegría.
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