Radiografía de los conversos: qué fue de los que se tomaron la UC en 1967
por Claudia Urquieta (Chile)
9 años atrás 8 min lectura
“Háganme callar”, el nuevo libro de Mónica Echeverría
3 mayo 2016
Enrique Correa, Eugenio Tironi, José Joaquín Brunner, Jaime Estévez y Max Marambio, son algunos de los personajes que protagonizan la investigación de la esposa de Fernando Castillo Velasco, factor clave en la inspiración de la obra, en parte autobiográfica. Todos tienen en común haber sido amigos de la pareja y haber trabajado en la toma y la reforma de la Universidad Católica que marcó a una generación. Hoy, la amistad está rota, así como la ideología que cedió paso a que todos “se cambiaran de bando” y se convirtieran en poderosos empresarios, lobbistas, políticos o ideólogos del neoliberalismo.
“Don Fernando, hablamos con el cardenal Silva Henríquez porque ya vamos a entregar la universidad. Nos dio una lista de ocho personas de posibles pro rectores que él aceptaría y usted es uno de ellos”. Así se presentó un grupo de estudiantes de la Universidad Católica, liderados por Miguel Ángel Solar, en la casa que el arquitecto Fernando Castillo Velasco compartía con su familia en la Quinta “La Michita”, en la Reina.
Era 1967 y la esposa del Premio Nacional de Arquitectura, Mónica Echeverría, se sorprendía de la inesperada visita de los jóvenes que habían remecido la historia de la tradicional casa de estudios con una toma que terminó con la salida del rector Alfredo Silva y con la elección de Castillo Velasco. Elección que, según recuerda ella, contó con el apoyo de los alumnos porque le dijeron que, de todos los entrevistados, había sido el único que no les había dado un discurso y había escuchado y valorado sus propuestas aquella singular tarde. Se sentían vientos de cambio en el país.
Y los hubo: durante seis años el arquitecto lideró y trabajó por una reforma estructural de la universidad, tarea que estuvo marcada por el trabajo de diversos jóvenes que se convirtieron en personajes claves para el país. Los mismos que hoy son protagonistas del nuevo libro que Mónica Echeverría, profesora, dramaturga y escritora, se apronta a lanzar: Háganme callar, de la editorial Ceibo.
“La idea de este libro fue un poco pensando que a Fernando le habría gustado también saber un poco más sobre qué pasó con esos jóvenes que formaron parte, casi todos ellos, de la toma de la Universidad Católica de 1967. Y que en su mayoría fueron muy amigos nuestros. Después volvieron del exilio y poco a poco se fueron transformando en grandes capitalistas. Varios de ellos son hombres ricos, como Fernando Flores, claudicando de su pasado”, explica la autora de Cara y Sello de una Dinastía, Krassnoff: arrastrado por su destino, Difícil Envoltorio y Yo, Violeta, entre otros.
En total son ocho los protagonistas de su nuevo libro, la mayoría ex Mapu, como el dueño de Imaginacción, Enrique Correa, el consultor Eugenio Tironi, el experto en educación y ex ministro José Joaquín Brunner, el ex ministro Fernando Flores, el empresario Óscar Guillermo Garretón y el ex presidente de BancoEstado, Jaime Estévez. Así como el empresario Max Marambio y el ex embajador Marcelo Schilling.
“Mi interés por ellos es porque fueron grandes idealistas y grandes participantes con Fernando Castillo en la rectoría de la UC y lo asesoraron varios de ellos en lo que fue toda la reforma. Personas que conocí mucho, que iban mucho a mi casa, almorzaban y formaban parte de los idearios de la reforma agraria y aún en la misma Universidad fueron partícipes en esa época”, cuenta la autora.
Asimismo, la escritora relata que “entremedio, porque es un libro extraño, está mi propia biografía. Desde que nací en el mundo de la oligarquía. Yo fui una niñita, en esa época, rica, de la alta burguesía, sin duda con todos sus defectos y taras. Pero luego nos fuimos alejando de eso, acompañada con Fernando, y ya pertenecemos a una clase media. O sea, hay toda una transición en Chile, personal, nuestra y de ellos al revés. Nosotros nunca pudimos haber pertenecido a ese mundo. Los rechazamos y dejamos la amistad con ellos”.
Con ese background, la escritora de 95 años, explica que decidió escribir el libro “un poco molesta, un poco diciendo cómo es que estos que eran tan idealistas en un momento dado, que eran tan de izquierda, partidarios de la UP e incluso formando parte del gobierno, que tuvieron que partir al exilio, al retornar a Chile pasan a ser como de otro bando político y se transformaron en otros personajes”.
-Entonces este es un libro con una mirada muy personal…¿Qué sucedió para que estos amigos y compañeros de la Unidad Popular pudieran convertirse en empresarios, lobbistas, políticos e ideólogos del neoliberalismo?, se pregunta la autora en su libro.
-Sí. Háganme callar es una mezcla de mi propia biografía con las biografías de ellos, el quehacer de ellos y el cambio brusco que he sentido, de grandes amigos de una época y compañeros durante la Unidad Popular, que se transformaron en seres tan lejanos y distantes de mí.
-¿Todavía es amiga con alguno?
-No. Algunos, como José Joaquín, que fue posiblemente el que más participó en la reforma, que fue cercano a Fernando todo el tiempo, tampoco es amigo mío hoy. Algunos cuando les ofrecí que vinieran a mi casa para hacerles interrogantes sobre su conducta actual, sobre lo que son hoy día, me dijeron que sí y otros se negaron rotundamente.
-¿Quién se negó?
-El que se negó, de una manera insolente fue Óscar Guillermo Garretón. Fernando Flores fue imposible ubicarlo, tampoco hablé directamente con él. Marcelo Schilling me colgó el teléfono y se negó rotundamente a entablar un diálogo conmigo. A todos les mandé las mismas preguntas. En el caso de Estévez, no quiso que lo grabara, solo que tomara notas. Y entremedio de las preguntas se enojó. Cuando le pregunté ‘¿cuándo, para ti, fue más importante ser rico y pertenecer al mundo del capitalismo?’. Se paró, se indignó y se fue furioso de la casa.
– En ese momento probablemente Estévez pensó en hacerla callar… ¿por qué este título?
-Yo nací como una niñita muy rebelde y muy gritona y, según mi madre, que también forma parte del libro, mis gritos eran ¡háganme callar, háganme callar! Entonces pensé que era un buen título y que formaba parte de mi vida.
En un principio, explica Echeverría, había pensado en el título Conversos. “A todos ellos les puse el nombre de conversos. Mucho antes de que apareciera (Roberto) Ampuero con ese nombre: ya lo tenía fijo, porque cambiaron sus ideales bruscamente y pasaron a ser otros los ideales de ellos”.
Conversos
Mónica Echeverría adelanta que su libro –que está prologado por el historiador Gabriel Salazar y que se lanzará el próximo 19 de mayo en la Universidad de Chile– “es muy fuerte”. “Investigué bastante, con dos chicas de la Universidad de Chile, historiadoras. Creo que es un libro que tiene mucha investigación y al mismo tiempo mucho respeto, pero tratando de entender o aclarar por qué les sucedió a ellos esa conversión”.
De hecho –relata–, “mi última editorial era Random House, pero cuando dije que llevaría este libro, me dijeron que no lo aceptaban. Yo entendí que para ellos era un pleito demasiado grave. Evitan los pleitos. Ceibo sí se atreve”.
-¿Hay una respuesta común de lo que pasó con estos “conversos”?
-Hay varias. Ellos dan una explicación. Algunos porque no les gustó cómo se aplicaba el socialismo en la Unión Soviética, en Alemania del Este. El socialismo que deseábamos no tenía nada que ver con estas semidictaduras o dictaduras. Sin duda la invasión a Checoslovaquia los fue marcando cada vez más y acentuando más su disgusto. Carlos Altamirano también es parte de este libro, que era como el líder, el símbolo de una izquierda para algunos excesiva, drástica, contundente. En Europa se vieron. Su influencia en la desilusión de lo que era la aplicación del comunismo ayudó a que los demás también se desilusionaran. Creo que ver que en Europa existía otra clase de socialismo, europeo, como el de Mitterrand, los hizo darse vuelta. Dejaron Alemania del Este, y tuvieron distintos encuentros, el de Rotterdam fue crucial. Ahí viene la ruptura de lo que fue ese izquierdismo del que eran tan partidarios. Fue fuerte.
En todo caso, reflexiona la mujer que entró a tirar pescados podridos a los ministros de la Corte Suprema en plena dictadura, “eso puede suceder. Pero sin que ellos, además, participen con la actividad que están participando hoy día con los empresarios”.
Echeverría explica que su libro se lo dedica al doctor Miguel Ángel Solar, “porque creo que es la persona que nos rodeó, que menos aspira al dinero. Cuando se toma la Universidad, estaba en plena gloria, no se había recibido todavía de médico. Ahí le ofrece Allende un ministerio, estaba famoso con El Mercurio miente y todo eso. Dijo que no, porque quería terminar su carrera. Después, cuando viene el golpe, para qué decir cómo lo buscaron y trataron de agarrarlo. Terminó en Venezuela, donde fue recibido con gran pompa, pero él no hizo caso. Hoy vive entre los mapuches. Le dedico el libro a él como contraste con los que se tomaron la universidad y el que dirigió esa toma, pero que permaneció lleno de idealismo e ideas de equidad, versus los que les importa un bledo y se transformaron en estos otros personajes”.
*Fuente: El Mostrador
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Admiro la valentía de las mujeres, cuando se largan con todo.
Me pregunto si la pérdida de los valores juveniles no se puede evitar sin un compromiso casi parecido a un voto sagrado. Gandhi se lo tomó a sí mismo, porque pensaba que si no lo hacía, no le daría el cuero. Ernesto Guevara no, al parecer. Pero vivió y murió como si lo hubiera hecho.
Pero aún así, aferrarse a un voto, por sagrado que sea, no es sólo cuestión de tomarlo.
Además, recordar que los latinos somos muy amantes de la retórica, del bla bla de calidad, de leer y almacenar libos tras nuestros escritorios para cuando venga la foto. Los ternos galeses, la reunión en el Café -no más de tres-, la esposa siempre comprensiva y atenta, etc.
Pero aquellos que en el exilio juran copa en alto y brindan por el éxito de las ideas, ya quedaron influenciados por sus anfitriones sin casi darse cuenta.
Además, les tomaron el pulso y las radiografías.
¡¡que personajes mas siniestros!!..que mal ejemplos para las generaciones idealistas
Conocí a alguno de esos personajes en mis tiempos mozos, antes del gobierno de la UP, durante, y después los perdí de vista porque estaban exiliados. Y los volví a ver, de lejitos, durante los gobiernos de la Concertación. Siempre me admiró su capacidad camaleónica de estar en la cúspide de la escala, y después la confirmación de que esta capacidad era su real personalidad. Aparentemente debajo de sus ideales cambiantes, hay algo que no cambió nunca, y es su vocación por el poder en los tiempos idealistas y por el dinero en los tiempos mercantilistas, que equivale a poder. Para ellos la vida es un escenario en que las distintas obras se suceden en el tiempo, y ellos participan como personajes principales en todas.
Del Ché, no sabemos que hubiera sido de él con más años.
Y todos los personajes que han representado, los han hecho con una sonrisa y facilidad, nadando como peces en el agua.
Supongo que saber que parte de la fauna humana es así, es un mejor conocimiento de la realidad.
Hace años me enrabié y escribí un artículo aquí mismo sobre el tema. Parece que la Sra Echeverría, que fue muy amiga de ellos, no lo ha podido digerir.
La felicito.
Hola Ña’Olga!
¿Sabe que no le veo la hilación que pueda tener una frase de su Comentario?. Esta:
– “Del Ché, no sabemos que hubiera sido de él con más años”-
Acaso porque al Ché lo mataron a sus 39 de edad.
¿Sería, entonces, aplicable al mismo Jesús el Galileo, que lo liquidaron a sus 33?
Quizás si don Oscar. Los héroes mueren jóvenes dejando una estela de compromiso y heroicidad. Pero en la naturaleza del ser humano está el poder cambiar, y el ir cambiando. La naturaleza no es moral ni se apega a nuestras ideologizaciones.
Estos casos son notables porque sus intervenciones en las distintas etapas de la vida fueron hechas para cambiar el mundo a su voluntad. Y esto lo único que significa es que eran voluntariosos y creían que poseían la verdad, y como además eran capaces de meter en canción al resto del mundo y de reclutarlos para su club, y este devino en un caso político que pasó a la historia, pasan a ser públicamente responsables de sus aciertos o desaciertos.
Y si no creemos que Jesús es divino sino meramente un humano que vivió hasta los 33 años, dejando una huella en sus seguidores, que proyectaron en el todos los mitos de su época, vaya a saber uno si en vez de la crucifixión le hubieran dado una gran pateadura, hubiera terminado casado, con 9 hijos en el taller de su padre, y sin ganas de salir de sanador itinerante en tiempos de guerra de liberación entre judíos y romanos.