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La desafección a la democracia electoral

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En la actualidad, al menos en occidente, los regímenes totalitarios, dictatoriales o, simplemente autoritarios, se baten en retirada: en América Latina, por ejemplo, ya no existe ningún país con dictadura; en Europa, es hoy impensable y, en como nunca en la historia, se ha extendido la democracia representativa o electoral. El sufragio es, en la práctica, universal y de inscripción automática; en la Comunidad Europea puede votar un número aproximado a 400 millones de ciudadanos; en Colombia, 30 millones; en Chile, 13 millones, sin embargo, en estos casos citados sólo vota el 40% de los inscritos. Este fenómeno de desafección por los procesos electorales es uno de los problemas centrales de las democracias.

Es discutible si el sufragio universal fue una conquista de los movimientos sociales o un regalo del liberalismo político: Veamos: si revisamos la historia, una de las características del pensamiento reaccionario fue el desprecio a la soberanía popular que arrastró, incluso, a progresistas liberales, como a don Arturo Alessandri Palma y al profesor Alejandro Venegas, a comienzos del siglo XX. En el plano universal, confluyen en el rechazo a la soberanía popular autores como F. Nietzsche, B. Disraeli, G. Flaubert, José Ortega y Gasset y otros tantos – para el historiador Alberto Edwards Vives, por ejemplo, el sufragio era poco menos que implantar la dictadura del proletariado -.

El dictador Augusto Pinochet se refería al sufragio universal de la siguiente manera: “el sufragio universal no tiene por sí mismo la virtud de ser el único medio válido de expresión de la voluntad de la nación y de constituir la fórmula que, necesaria y mecánicamente da origen a la autoridad” (discurso de inauguración año académico, Universidad de Chile). Raúl Bertelsen, actual miembro del Tribunal Constitucional – organismo factual que puede paralizar las reformas propuestas por el actual gobierno y eventualmente aprobadas por Congreso – decía en las actas de la comisión redactora de la Constitución de 1980, no estar de acuerdo con la soberanía popular – por cierto, en una dictadura podría haberse impuesto la opinión de este jurista -. Como bien lo dice el profesor y constitucionalista Fernando Atria, Guzmán y Pinochet optaron por el sufragio universal, es decir, por la dictadura y no por el totalitarismo.

Los temores al sufragio universal por parte de la derecha e, incluso, por algunos liberales, se están develando infundados: el sufragio universal, lejos de conducir a la “dictadura de la chusma”, como decía Arturo Alessandri, se ha transformado, gracias al neoliberalismo, en un ceremonial electoral que, en el fondo, los únicos que terminan votando son los gerentes de los bancos y grandes empresas, convirtiendo el acto de elegir autoridades en una democracia bancaria; en este plano, la apostasía de las masas respecto al acto de votar tiene fundadas razones.

En el caso de Europa, las políticas de rescate financiero han sido impuestas por la “dictadura” de Alemania y del Fondo Monetario Internacional, cuyo objetivo se limita a salvar a los bancos, dejando de lado el drama que viven los ciudadanos de los distintos países.

El desafecto por los procesos y prácticas electorales conlleva la destrucción y/o alejamiento de la ciudadanía de los grandes partidos de masas que surgieron durante el siglo XX – las democracias cristianas, los socialistas, la socialdemocracia, los euro-comunistas, los liberales e, incluso, los verdes. Por lo demás, los sistemas electorales sean estos mayoritarios o proporcionales, terminan consagrando un duopolio que es rechazado por la ciudadanía – en Francia, lo más trágico, es que está llevando al fascismo -.

No sabemos cuál podría ser la salida de esta creciente desafección de la ciudadanía respecto a la democracia electoral, pero está claro que la forma de representación fiduciaria fue tan alabada por John Stuart Mill con su texto: “esperamos que antes de la próxima generación el accidente del sexo, lo mismo que el color de la piel, no será motivo para despojar a un ser humano de la seguridad común y de justos privilegios del ser humano. El sistema representativo es el gran descubrimiento de los tiempos modernos, en el que podemos encontrar la solución a las dificultades especulativas y prácticas de la democracia”. Desafortunadamente, esta profecía está siendo traicionada por la hegemonía total del mercado desregulado.

29/05/2014

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