García Márquez y el incendio de Valparaíso
por Dr. Tito Tricot (Valparaíso, Chile)
11 años atrás 6 min lectura
Cuando los cerros de Valparaíso se hundían en llamaradas de hielo, me pareció por un instante ver a la distancia un lucero naranja que se alejaba hacia las estrellas. Debí haber imaginado que García Márquez simplemente se moriría de pena por aquel incendio que arrasó sin piedad la pobreza de los pobres, el trabajo de los trabajadores, la vida de los vivos. Fue una noche infernal donde la mismísima majestad del océano pacifico se rindió ante las inclementes llamas que parecían solazarse en el terror de los porteños que lloraban de angustia, de rabia, de impotencia. Es que no llegaron a tiempo ni los bomberos, ni la Conaf, ni la municipalidad, ni nadie, porque –claro– seguramente algunos piensan que la manera más expedita para eliminar la pobreza es dejar morir a los pobres. Pero los pobres no se mueren tan fácilmente, y los hombres y mujeres de los cerros del puerto, tampoco. Y así continuaban ardiendo las alturas donde en más de una noche estival muchos hicieron el amor en medio de las sinuosas quebradas. Y mientras más intenso el fuego, más el asombro de los porteños que veíamos como se pintaba el cielo de arreboles carmesí con pinceles de miedo. Y los grifos sin agua, y las autoridades deambulando por oficinas palaciegas sin saber que hacer o decir; y los cerros convertidos en brasas gigantes. Y todos espantados porque se nos venía escaleras abajo la ciudad; se nos desmoronaba de incendio, se nos desplomaba de congoja. De un momento a otro se nos congeló la sonrisa, se nos erizó la piel, se nos arremolinó la garganta y lloramos entre todos en un vano intento por juntar todas las lágrimas porteñas para por fin apagar el maldito incendio.
Mientras tanto a alguien se le ocurrió declarar a Valparaíso zona de catástrofe, firmándose un decreto de excepción constitucional para legalizar la incompetencia de las autoridades que seguían en sus pulcras oficinas. Era más simple sacar a las Fuerzas Armadas a la calle para mantener el orden social que, supuestamente, sería subvertido por un tropel de porteños que descendían de los cerros escapando del mayor incendio de la historia de Chile. Es que el poder le tiene miedo al cerro y por eso se refugia en el plan de la ciudad en una mole de cemento donde observa a los cerros desde una prudente distancia. Lo mira pero no lo toca, no conoce ni quiere conocer a la gente común y corriente que es la que mueve al puerto, lo viste de historia, de esfuerzo, de amor, de memoria, de dignidad. Sólo se acuerdan de los cerros y de sus habitantes en periodos electorales para desplegar sus redes clientelares y fascinantes promesas. Y la gente cree, y la gente vota, mas nunca se cumplen las promesas, y por eso no hay agua en los grifos, no hay bomberos que lleguen a tiempo, no hay planes de emergencia para prevenir incendios forestales.
A lo mejor en la municipalidad, en el gobierno regional y nacional, sólo pensaban en el bien de todos, en ayudar a las víctimas del infierno, en albergar a los damnificados. Pero tengo la sospecha que lo más probable es que no pensaran nada, que quizás no sabían cómo pensar. Y en medio del caos, la ineficiencia y el desconcierto oficial, emergió la solidaridad porteña. El pueblo de Valparaíso se auto convocó y auto organizó sin pedirle permiso a nadie. Sin interminables reuniones, comités o inútiles estados de excepción que no lograban controlar el incendio o ayudar a las víctimas del mismo, los jóvenes y no tan jóvenes, subieron a los cerros, o bajaron a los cerros desde otros cerros más altos. Claro, porque casi todo Valparaíso habita en ellos. Así miles y miles de voluntarios se dirigieron a ayudar a los pobladores que lo habían perdido todo y se removieron toneladas de escombros, se limpiaron calles, se subieron y bajaron quebradas día y noche. Se distribuyeron alimentos, ropa y útiles de aseo, se organizaron ollas comunes. Fue y ha sido el pueblo porteño, y particularmente la juventud, con la cooperación desinteresada de voluntarios de decenas de ciudades chilenas, los que comenzaron a levantar los cerros Mariposas, La Cruz, Merced, Las Cañas, El Litre, Ramaditas, Rocuant. No fueron ni las Fuerzas Armadas ni la municipalidad. Si no hubiese sido por el arduo y sacrificado trabajo de voluntarios y los mismos vecinos, los magullados cerros del puerto jamás hubiesen podido comenzar a levantarse de las cenizas.
El movimiento social remeció a Valparaíso, a pesar de que las autoridades hicieron lo imposible por obstaculizar el acceso a las zonas afectadas de voluntarios y vehículos con ayuda. Se intentó burocratizar la tragedia, obligando a los voluntarios a inscribirse previamente y usar pulseras identificadoras y, además, restringiendo el horario de subida al cerro de 13:00Hrs a 21:00 Hrs. ¿Debe suponer uno que antes del mediodía nadie requería ayuda? ¿Debe pensar uno que el frío nocturno no escarchaba la desolación de las víctimas? Esas noches en que montado en gotas de rocío, García Márquez se acercaba cada vez más a las estrellas. Es que se estaba muriendo de tristeza por Valparaíso. El magnífico narrador y periodista debe haber quedado perplejo al escuchar a la periodista Mónica Pérez, de Televisión Nacional, exclamar sin inmutarse que el incendio “parecía un gran asado”. O que se les preguntara a hombres y mujeres que habían perdido sus casas: ¿Cómo se sienten, qué harán ahora? O que se hiciera lo imposible por hacer llorar a los niños al interrogárseles insistentemente por sus mascotas devoradas por el fuego. Quizás al escritor se le soliviantó el pecho al escuchar que el alcalde Jorge Castro declaró que la ropa recolectada había que botarla en el vertedero. Y, qué duda cabe, el golpe de gracia a la vida del imaginador latinoamericano debe haber sido cuando el mismo alcalde increpó a un poblador diciéndole: ¿Te invité yo a vivir aquí?.
Aquella indolencia, aquel profundo desprecio por el ser humano, fulminó a Gabriel que no pudo soportar la violencia de la palabra oficial. Él, quien manejaba con finura y destreza millares de palabras para desplegar su magia de lluvia y sol, partió iluminado, no por el incendio, sino por la dignidad de porteños y porteñas que le prometieron no escribir cien años de soledad, sino que mil años de tierna solidaridad.
El autor, Dr. Tito Tricot, es Sociólogo y Director del Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC
Valparaíso
Chile
30 de abril 2014
Artículos Relacionados
Chile: Helicópteros militares aterrizaron en colegio de región de Valparaíso
por Andrés Figueroa Cornejo (Argentina)
13 años atrás 2 min lectura
La idea de que los mercados siempre tienen razón es descabellada
por Finn Samsing (Chile)
16 años atrás 5 min lectura
Baile de máscaras en la política chilena
por Manuel Cabieses Donoso (Chile)
6 años atrás 3 min lectura
La sintaxis interna del lanzamiento de piedras palestino
por Amira Hass עמירה הס
12 años atrás 4 min lectura
“Ya no se puede llamar crisis, es un capítulo más de la lucha de clases”
por Berta del Río (La Marea)
12 años atrás 6 min lectura
Carta abierta [de una «mujer separada»] al sacerdote de mi barrio y a la iglesia católica
por Zulema Contreras Muñoz (Chile)
18 años atrás 8 min lectura
1 Comentario
Deja una respuesta Cancelar la respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Rusia no es invitada al aniversario del fin de Auschwitz, liberado por los soldados soviéticos
por Actualidad RT
38 mins atrás
27 de enero de 2025
No se invitó a Rusia, pero entre los participantes también se encuentra el líder del régimen de Kiev, Vladímir Zelenski, que tiene previsto participar en los actos conmemorativos y reunirse con Macron y el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa.
¿Túneles en Colonia Dignidad? Parte II
por Angel Tamayo (Chile)
6 horas atrás
Imagen superior: Entrada a una instalación subterránea en Colonia Dignidad. ¿Túneles en la Colonia Dignidad? (Parte I) 27 de enero de 2025 En los medios de comunicación han aparecido…
Sáhara: Marruecos tergiversa y miente acerca de votación en el Senado chileno apoyando una iniciativa marroquí sobre territorios ocupados
por piensaChile
1 día atrás
26 de enero de 2025
Marruecos habla de una declaración del senado chilenos, en apoyo a su política, aprobada por unanimidad. ¿Unanimidad?. Algo no cuadra. De 50 senadores, sólo 18, es decir, apenas un tercio, votaron a favor de la iniciativa. Simplemente ¡mienten!
¿Y eso es unanimidad para los marroquíes?
Sáhara / Sukeina Yed Ahlu Sid: “La ONU es peor para nosotros que Marruecos”
por Héctor Bujari Santorum
1 semana atrás
20 de enero de 2025 Cada palabra suya lleva el peso de un pueblo que resiste mientras el mundo sigue mirando hacia otro lado. Al otro lado del teléfono,…
Leo a Tito Tricot,..voy asimilando y repensando cada una de sus palabras…me emociono y estremezco entre encontradas sensaciones, recordando cuando ese sábado fatídico empezaban a emerger las primeras llamas visibles. Vivimos en la parte baja del Cerro La Cañas, e íbamos siguiendo la «ruta», por así decirlo, de aquellas. Nos parecía increíble, irreal, notar como se iban esparciendo, acercándose hacia el centro, hacia los cerros…como si desde el infierno mismo hubieran salido de paseo todos los demonios ardientes,,,fuimos grabando, estupefactas, la secuencia del inicio de las llamas : eran las 15.30 de la tarde…luego las 17, las 18 horas…baños de fuego ya cubría el horizonte frente a nuestros ojos despavoridos…olores casi del averno mismo, nos asfixiaban…la gente en las calles a la subida de nuestro cerro, lloraban…entre vecinos mojábamos nuestros techos al ver la ceniza ardiente llevada por verdaderas trombas de aire hirviente…. todos miraban con desesperación infinita, como ardía nuestro cerro…sin tener clara certeza aún de los otros 7 inmersos en ese mismo infierno….y siendo las 20 horas… NI UNA REACCIÓN DE PARTE DE NINGUNA AUTORIDAD NI SERVICIOS DE EMERGENCIA…NI UN SOLO AVIÓN DE LA CONAF….ante esas visiones dantescas y con un miedo pavoroso, abrazadas mi hija y yo, viendo como ardían ante nuestros ojos alturas cercanas frente a nuestra casa, es que por un momento tuve la terrible sospecha de que a ALGUIEN debería «CONVENIRLE» esta tragedia incendiaria : y que otros «ALGUIENES» podrían estar evaluando la «oportunidad» de ésta para despejar al «roterío» .
desde las Tomas. Que me perdonen quienes quiera que sean que se sientan aludidos/as por mis palabras.
Y como siempre, Tito Tricot ha sabido plasmar con su prodigiosa sensibilidad el trasfondo humano de las glorias y miserias humanas.